Te regalo toda una vida de amor Capítulo 95

—¿Dónde estás, Santi? —dije balbuceante en el teléfono.

—¿Qué sucede? —respondió con su tono cortante de siempre.

—Me detuvo la policía en la carretera —expliqué.

Los agentes se mostraron algo burlones al momento de guiarme a Santiago cuando este llegó.

—Es muy mala para tomar. No para de pegarse a mí y decir tonterías.

Santiago me tomó de los brazos del policía y me sostuvo cerca de su pecho. Me sentía mareada, pero también podía sentir mi cara sonrojarse mientras lo miraba. Puse mis brazos alrededor de su cuello antes de acurrucar mi cara en la curva que se forma entre su cuello y su hombro. El hombre se tensó, pero no me alejó de él.

Me trajo de vuelta a mi apartamento. Se dice que el alcohol te da valor y sin duda fui lo suficientemente valiente como para no separarme de Santiago mientras frotaba mi piel contra la suya. A medida que nuestra piel se rozaba, mi cuerpo entraba en calor y podía sentir la tensión en su cuerpo.

Acto seguido, me encontraba entrando a la bañera. De pronto sentí que agua fría salpicaba todo mi cuerpo. Me quedé sentada en la bañera, perpleja por lo que pasaba, cuando oí una voz con un tono frío que me hablaba.

—Creo que alguien alteró tu bebida. Quédate quieta. Te sentirás mejor después de un rato de estar en la bañera —dijo.

Mi cuerpo se sentía muy caliente y no quise contenerme. Me acerqué a él para abrazarlo, pero insistió en mantener su distancia. En su frente se podían observar gotas de sudor y su camisa comenzaba a humedecerse también. Esto solo lo hacía parecer más seductor. Me sentía horrible por dentro; tenía unas ganas enormes de estirar la mano y abrazar el cuerpo firme de aquel hombre, pero él seguía manteniendo su distancia.

No pude contener la ardiente pasión que había en mi interior; deseaba a ese hombre.

—Sálvame, Santi.  Dámelo… ¿Por favor? —le dije con voz suave.

Él actuaba como si no me hubiera oído y, en un descuido, tuve la oportunidad de abrazarlo. Tan pronto logré sentir su piel contra la mía, una sensación refrescante se esparció en todo mi cuerpo. Justo cuando creí que me saldría con la mía, sentí como sumergían mi cabeza en agua helada. El agua entró a mi nariz y sentía que me ahogaba. Comencé a toser tan pronto saqué mi cabeza del agua.

Era un verdadero desastre, pero eso no era lo importante. Lo que más importaba era que me sentía un desastre. Jamás pensé que me sería tan difícil tener sexo cuando lo quería tan desesperadamente. No había conocido a un hombre que me rechazara tantas veces.

—No me siento muy bien —me quejé.

—¿Mmm? —murmuró.

—No me siento muy bien, Santi. Me siento mal tanto física como emocionalmente. ¿Podrías simplemente entregarte a mí? No te preocupes. Todo es consensuado. ¡Prometo no molestarte después de esto! Puedes tratarlo como un acto de caridad. Ni siquiera recordaré esto mañana —lloriqueé.

Él no soltó ni una sola palabra.

—Santi… —lloré.

—Calla.

La voz de este hombre era tan firme como una roca. Me sostuve de su collar sintiéndome miserable y me quedé en la bañera un buen rato hasta que finalmente volví a mis cabales. Para cuando regresaron mis fuerzas y pude moverme, Santiago ya había abandonado el apartamento. Se había ido sin dejar rastro.

Permanecí acostada en la cama observando las luces que colgaban del techo. Mi mirada estaba vacía. Jamás esperé caer tan bajo en mi vida ni esperé que Santiago tomase una posición tan inmovible. Cuando pensaba en cómo había sumergido mi cabeza en la bañera, un sentimiento de enojo llenaba mis adentros.

Parecía como si no fuese atractiva para él en absoluto. Esto era un verdadero insulto a mi orgullo como mujer. Pero una vez superada esa parte, me sentí agradecida. Me alegró que no accediera a mis solicitudes ridículas; de otra manera, no hubiera sabido como verlo a la cara en interacciones futuras. Me mantuve en la cama mientras me tranquilizaba.  Verdaderamente me sentía como la persona con la peor suerte del mundo. Es decir, alguien me drogó en la primera ocasión en la que decidí ir al bar por mi cuenta.

Después de soltar un gran suspiro, me salí de la cama y me vestí antes de conducir despacio al hospital. Temía ir al hospital porque no quería confrontar a Camila. Pero, al final del día, debía tomar responsabilidad por sus asuntos. Cuando llegué al hospital, vi que estaba profundamente dormida. Se veía muy enferma y el doctor dijo que le quedaban un máximo de dos meses de vida si no se conseguía pronto un donador. Había muy poco tiempo disponible y, aún si se le sometía a cirugía, no había manera de asegurar un éxito total.

Camila se veía como una flor marchita. Me recordó a mí misma esperando paciente a que me llegara la muerte. Solo pensar en eso me incomodaba de sobremanera. Después de dudarlo un poco, decidí llamar a Joel. Él se mostró sorprendido por mi llamada.

—¿Puede la familia Genova ayudarme a encontrar un donador de riñón? —pregunté con esperanza en mi voz.

—¿A qué se refiere, Señorita Esquivel? —me preguntó.

—Mi amiga está enferma y el doctor dijo que le quedan uno o dos meses más. Ella necesita un nuevo riñón —expliqué.

—¿Está hablando de Camila? —preguntó en voz baja.

—¿Cómo lo sabe?

Me tomó por sorpresa.

Joel me lo explicó todo tranquilamente.

—Hace dos meses, cuando usted estaba en coma, Camila y Nicolás vinieron a mí insistiendo que tenían medicamento para darme. En aquel momento usted nos había indicado que no necesitaba de su medicamento y el señor Genova dio órdenes de no usarlo, y lo terminamos rechazando. Sin embargo, investigamos al maestro de Camila y así fue como logramos encontrar el medicamento adecuado para salvarle la vida poco después.

No podía creer que habían ido a Eldamia a encontrarse con Joel. ¿Eso significa que Nicolás y Santiago ya se conocen? No le pregunté esto a Joel puesto que consideré que no era de mi incumbencia.

—¿Puedes encontrar un riñón idóneo para ella? —pregunté en su lugar.

—Conseguiré a alguien para que lo haga —respondió Joel.

Aún no me sentía muy segura de poder encontrar un riñón idóneo para Camila, pero pensé que mis oportunidades incrementarían si la familia Esquivel y la familia Genova trabajábamos juntos. Inicialmente pensé en preguntarle a Manolo y a Camilo, pero al final preferí no molestarlos.

Al terminar la llamada, vi que Leonardo había regresado al hospital.

—¿Te quedaste aquí toda la noche? —me preguntó al verme.

—Ya me he cambiado el atuendo —respondí.

Bajó la mirada para observar lo que traía puesto antes de dejarse caer en uno de los asientos de la banca junto al pasillo.

—La mujer está en Bristonia en este momento —dijo.

Él se refería a la mujer que se parecía a Camila.

—¿Vas a arreglar los asuntos con ella? —pregunté.

—No —meneó la cabeza y, después de una breve pausa, se sinceró un poco más. —Yo ya le había dejado todo en claro desde el momento en que nos conocimos. Le dije que ella solo era la otra, una mera forma de consuelo para mí. Podría darle todo, incluso mi vida, pero no puedo darle mi amor —dijo.

Él le puede dar «todo menos amor» … Era la frase más hiriente que jamás había oído.

Me identificaba mucho con esta mujer. Ella lo había dado todo por amor y, sin embargo, no le fue correspondido.

—¿En dónde se está hospedando aquí en Bristonia? —pregunté.

—No lo sé. Me parece que ella es de El Solar —respondió.

—¿Te siguió hasta la ciudad? —exclamé sorprendida.

—Así es. Dijo que estaba dispuesta a seguirme a dondequiera que fuera —dijo.

No supe qué decir después de eso; ya no quería saber nada más. A Leonardo le preocupaba Camila, así que dejé el tema por la paz. Se veía agotado, así que indagué cómo estaba.

—¿Tienes suficiente efectivo?

—No —contestó de una manera extrañamente directa.

—Bueno…

Me interrumpió antes de que formulara mi oración.

—No te preocupes por mí. Planeo comprar una casa en la ciudad y me quedaré en Bristonia para cuidar de Camila de aquí en adelante.

Leonardo amaba a Camila, pero yo no sabía hasta qué grado. Me quedé en el hospital y esperé a que Camila despertara antes de retirarme. No podía sacarme este asunto de la cabeza incluso después de haber llegado a la oficina.

Poco tiempo después, por la tarde, me percaté de que había olvidado platicar con Santiago sobre Lucas. Técnicamente sí intenté arreglar la situación, pero no estaba segura si Santiago aun así lo enviaría al extranjero. El punto era que Lucas no me había contactado para nada en todo el día. Justo cuando pensaba en esto, recibí un mensaje de texto suyo.

«¿Hablaste con Santi sobre el incidente que te conté ayer?» —preguntó.

«Sí» —respondí.

«¿Entonces por qué regresó a casa con la cara larga? Ha estado callado todo este tiempo y yo llevo mucho tiempo esperando con miedo de lo que pueda decirme» —escribió Lucas.

¿Lo habré hecho enojar yo esta mañana?

«¿Acaso no es siempre así?» —pregunté.

«Para nada. Conozco a Santi muy bien. Sé que puede parecer frío y distante todo el tiempo, pero hoy está más hostil de lo normal» —respondió Lucas.

«¿Cómo sabes que está más hostil?» —pregunté.

«¡Me dijo que trabajara tiempo extra hoy que es la celebración de cumpleaños número 60 de mi madre!» —se quejó Lucas.

Después de ese último mensaje, ya no me atreví a contestar los mensajes de Lucas y dejé mi teléfono a un lado. Dejé la oficina al caer la tarde, pero antes de retirarme, le pedí a mi asistente que pensara en un plan para destruir a la familia Mora.

Una vez en casa, recibí una llamada de Flor.

—¿Te gustaría hacer un pequeño viaje a El Solar mañana, Regina? —preguntó sonriente.

—¿A qué se debe ese viaje tan repentino? —pregunté extrañada.

—Estoy de regreso en el país —explicó. —Tu hermano fue el que me convenció de regresar a casa. Consiguió ablandarme el corazón y no pude más que perdonarlo. Después de todo, él ha cambiado mucho en estos últimos dos años. Todo fue culpa mía por no haberme permitido tener un acercamiento con él —dijo.

Flor tenía asuntos pendientes con Camilo, pero aun así había decidido permanecer a su lado. Tomó esta decisión sin pensarlo bien, por lo que su actitud para con él había estado muy cambiante en los últimos años. Esto hizo que Camilo sintiera que Flor era una desalmada.

—Camilo es un buen hombre que comete errores a veces. Pero no deja de ser un hombre de confianza y desde luego también un buen compañero —dije con una sonrisa.

Ella me cuestionó de vuelta.

—Entonces ¿por qué Nicolás no es un buen hombre? Él cometió errores, pero su único error parecía ser querer que tuvieras una buena vida —dijo.

No estaba equivocada, pero yo no podía perdonarlo.

—Él necesita un hijo, Flor —respondí.

Tras mi respuesta, no volvió a tocar el tema. En su lugar, repitió la pregunta sobre el viaje a El Solar.

—Y ¿qué voy a hacer yo en El Solar? —le pregunté.

—Tu hermano quiere disculparse contigo —explicó.

—De acuerdo. Llego mañana por la noche.

Al finalizar la llamada, recibí un mensaje de mi asistente.

«La familia Mora tiene planes de colaborar pronto con la familia Galván, Presidenta Esquivel. De ocurrir, esta sería una de las alianzas más importantes para los Mora en la segunda mitad del año. Ya tienen lista una gran suma y esta colaboración será un hecho una vez que se firme el contrato. Según oí, presentarán el plan completo pasado mañana. Si encontramos una forma de detener tal alianza, esto tendría un gran impacto para el Corporativo Mora.»

La familia Galván estaba en El Solar y daba la casualidad de que yo estaría ahí al día siguiente.

«Prepara tus cosas para viajar a El Solar mañana» —le dije a mi asistente por teléfono.

A menos que presentáramos una mejor oferta, convencer a la familia Galván no iba a ser trabajo sencillo. Sin embargo, esto lo planificaría después de conocer los términos de su contrato.

«Hay otra cosa más» —dijo mi asistente.

«¿Qué sucede?» —le pregunté.

«Encontramos a un donador idóneo. De hecho, usted conoce a la persona, Presidenta Esquivel.

«¿De quién se trata?» —pregunté sorprendida.