Te regalo toda una vida de amor Capítulo 78

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 78
Nicolás desconocía por completo la vendetta que había entre el Corporativo Esquivel y Camila y fue por esa misma razón que esperaba, sin fundamento alguno, que casándose con ella fuera a incitarla a que me curara de mi enfermedad; sin embargo, en lo que constaba a Camila, su única razón por la que hubiera querido casarse con él cuando ni siquiera lo conocía como persona era porque sabía de lo que había ocurrido entre él y yo. A ella no le importaba apostar en su matrimonio, siempre y cuando lograra separarnos.

—Me idearé una manera para hacer que te cure. —Salí de entre sus brazos cuando escuché su voz cargada de confianza para verlo a los ojos.

—¿Y qué si no lo hace? —le cuestioné y luego apretó sus labios por un momento antes de admitir:

—Ella me dio una opción.

¿Una opción? ¡¿A que se casara con ella?! Eso provocó que se me escapara una risa desdeñosa.

—Yo no necesito de su ayuda. —Me di la vuelta tan pronto como declaré eso y me retiré a mi vehículo, pero Nicolás fue detrás de mí al instante y me sujetó de la muñeca.

—Gina —me imploró con una voz suave—. Acompáñame a casa.

Nuestra «casa» era el chalé Esquivel.

—Hay que separarnos, Nicolás. —Prefería romper nuestra relación de una vez por todas porque me sacaba demasiada energía seguir adelante con todo ese embrollo; me rehusaba a permitir que él me lastimara una vez tras otra, en especial cuando juraba que lo hacía por mí. El brillo de sus ojos se opacó tan pronto como dije eso, pero, aun así, agachó su postura y me acarició el rostro mientras me murmuraba con una voz un poco temblorosa:

—Yo no me separaré de ti, Gina. Yo siempre estaré a tu lado sin importar lo que ocurra. —Le tuve que volver a preguntar para confirmar una vez más:

—¿Te casarás con ella? —Yo ya me había dicho que nunca más en la vida lo perdonaría si las cosas entre nosotros fueran a reiniciarse, pero ahora… yo era el motivo por el que hacía eso. Nicolás esperaba con tanta desesperación que me curara del cáncer que tuvo que ceder ante las exigencias absurdas de Camila y ni siquiera estaba seguro de cómo iban a resultar las cosas en el futuro si todo marchaba tal cual como Camila lo anticipaba. Su única preocupación en el mundo en ese momento era perderme, pero yo estaba demasiado cansada para eso. Mi tiempo de vida ya estaba contado y todo lo que deseaba del poco rato que me quedaba era amor, uno simple y bello. Ya no quería volver a caer en decepciones o mentiras; sobre todo, no necesitaba que Nicolás hiciera algo como eso por mí. Era irrelevante si Camila en verdad pudiera ayudarme o si hubiera estado dispuesta a hacerlo porque yo ya no quería recibir la asistencia de mi enemiga para recuperarme.

Él pensó dos veces antes de decir una palabra tras haber escuchado mi pregunta, pero pronto levantó su mano para acariciar mi mejilla.

—Quiero que estés saludable —murmuró poco después.

—Nicolás, no voy a permitir que Camila me sane.

—¿Qué fue lo que ocurrió entre ustedes dos? —Se detuvo antes de continuar—: Me dijo que ambas se conocían bastante bien, pero, entonces, ¿por qué está tratando de dividirnos? ¿Acaso tiene algún rencor en tu contra, Gina?

La realidad de las cosas era que no había ningún problema entre nosotras personalmente; no obstante, ella sí tenía un gran problema en general con la familia Esquivel y yo era, por mera coincidencia, una Esquivel. Proseguí a contarle a Nicolás a detalle todo lo que había transcurrido entre Camila y la familia Esquivel.

—Esto lo hace con el único objetivo de separarnos e incluso sé que esto no es más que el primer paso de todo su gran plan que ha preparado. —Lo que ella en verdad quería era mi riñón. El silencio se apoderó de él por unos largos minutos después de que le conté la historia entera y debió haberlo repasado con cuidado en su cabeza cuando volvió a hablar.

—Pues entonces no hay que fijar nuestras esperanzas en ella, prefiero que sigas adelante con tus tratamientos como ya lo estás haciendo… Gina, debes saber que no hay cosa que más temo en el mundo que volver a perderte. —Levanté la mirada para verlo a los ojos, cuya imagen reflejaba con claridad mi figura pálida y cansada; lucía como alguien que, por cada minuto que pasaba, perdía las fuerzas para vivir. No podía aguantar más de eso, puesto que mi corazón había sufrido demasiado por mí como para seguir adelante con eso.

—Me saldré de este juego del amor, Nicolás. —Aún había muchas cosas que debía enfrentarme en el futuro cercano y me era imposible soportar todavía más dolor. Él se mantuvo callado, pero por fin me había soltado. Una vez que conduje de regreso a mi departamento, saqué mi teléfono y me di cuenta de que había recibido un mensaje de Nicolás.

«Estoy dispuesto a esperar por ti».

Debió haberse percatado que se había equivocado y era por eso que estaba dispuesto a quedarse quieto y a esperar hasta a que me acercara a él de manera voluntaria, pero yo no tenía la valentía como para volver a hacerlo. No le contesté y simplemente dejé a un lado mi celular para ir a darme un baño; fui acogida al instante por la calidez del agua que recorría mi cuerpo y podía sentir cómo me empezaba a relajar de pies a cabeza. Lo único que impedía que me relajara por completo era la herida en mi hombro que aún no sanaba bien, la cual todavía me dolía cuando pulsaba.

De la nada, ese dolor me recordó al hombre al que le mordí la mano cuando intentó ahogarme y me metió al río hace dos días. Él se mantuvo callado durante todo el tiempo con ese aspecto gélido en su mirada y ni siquiera hizo un ruido, incluso adolorido, lo que me daba la idea de que tal vez se trataba de una persona que se había acostumbrado al dolor y sabía cómo restringirse. Recordé cómo lo consideré como un individuo especial entre todas las demás personas que conocía.

No me tomé mucho tiempo remojándome dentro de la tina, así que salí y me coloqué una toalla, pero fue entonces que me percaté de que el agua de la tina estaba roja; me sentí alarmada, por lo que acerqué mi mano a la parte baja de mi cuerpo y fue entonces que mi palma quedó teñida al instante de rojo por unas gotas de sangre. Mi condición debió haber empeorado, pero, aunque pareciera extraño, no me sentí tan triste como pensé que lo estaría. Tomé unos cuantos pedazos de papel con calma para secarme ahí abajo y me dirigí a la sala de estar como cualquier otro día. Había poca luz en la sala cuando me fui a sentar al sofá y empecé a revisar mi celular, pero, por algún motivo, no paraba de pensar en Santiago mientras que lo sostenía en mi mano; después de todo, Joel me había tentado cuando mencionó que los dos teníamos el mismo modelo de celular.

Recibí un mensaje de Olivia poco después.

«Acabo de despertar, pero mi cabeza es todo un desastre. Me iré a fumar un cigarrillo para despejarme la mente, te hablo en un ratito».

Olivia iba a fumar… De repente me sentí con las ganas de hacerlo también, pero eso no era más que un pensamiento pasajero de todos modos porque no tenía la voluntad suficiente como para hacerlo suceder, así que resistí el deseo, dejé mi celular y empecé a cerrar los ojos; me quedé dormida dentro de poco y no desperté hasta que se había hecho de día. Tomé mi teléfono de nuevo para revisar la hora y llegué a ver el mensaje que Olivia me había mandado ayer, el cual decía:

«Ya dejé a un lado mis esperanzas de estar con él, Regina».

Ella se refería a Cristóbal. Me masajeé gentilmente mis sienes cuando no supe cómo contestarle hasta que por fin le envié un cordial:

«¿Qué ocurre?».

Una vez que lo mandé, me dirigí al baño para refrescarme. Solté un suspiro cuando vi que casi todo lo que estaba debajo de mi toalla de baño se había manchado por completo de sangre cuando me la quité; me coloqué una toalla sanitaria después de eso para evitar hacer más desastre.

Tal vez fui más despreocupada por mis apariencias cuando estuve en Eldamia, pero yo habituaba arreglarme para lucir tan elegante como me fuera posible en Bristonia. Me fui a cambiar y me puse un vestido midi negro llamativo que tenía el grabado de un dragón dorado en uno de los lados y la mitad superior de las mangas estaban adornadas de patrones en forma de dragones de color dorado, mientras que la otra mi mitad negra de las mangas estaban decoradas por tramos plateados; era un vestido con un hermoso diseño y con una textura que irradiaba elegancia.

Me apliqué corrector para ocultar la cicatriz de mi rostro para luego ondularme lo largo de mi pelo; también me puse dos broches para cabello de diamantes justo sobre mi oreja para sujetar hacia atrás un lado de mi cabello. Como toque final para mi estilo del día, me hice un delineado de gato.

Incluso me sentí sorprendida por cómo me veía en el espejo, ¡estaba segura de que no era tan fea como Santiago había sugerido! No entendía por qué, pero ese comentario común y corriente que hizo se me quedó grabado en la cabeza, aunque no cabía duda de que eso era capaz de mover montañas para hacer que me removieran algún día esa cicatriz con alguna cirugía. Me tomé mis medicamentos como siempre para luego llevarme las llaves de mi auto y dirigirme hacia la empresa. A pesar de lo temprano que era, Gabriel ya había llegado antes que yo y fui con él cuando lo vi para preguntarle:

—¿De casualidad hemos estado ocupados estos últimos dos días? —A lo que me contestó de un modo paciente:

—Se ha iniciado la producción de la orden que recibimos del Corporativo Mora; además de eso, le han enviado una invitación para asistir al banquete de esta noche, presidenta Esquivel. Le informo que esta vez no podrá rechazarla y subiremos a nuestro vuelo a Aselia esta tarde. —¡¿Pero de qué clase de banquete estábamos hablando del que no podía faltar?! Fruncí el ceño ante eso y le pregunté más al respecto—. Es el cumpleaños número 80 del señor Mora. En un principio, se tenía pensado que se le celebrara en el extranjero; no obstante, ante aquel lamentable incidente que ocurrió hace unos días que resultó en la caída del precio en las acciones de la empresa del señor Mora, quiso tomar la oportunidad para regresar a la vida la imagen del Corporativo Mora y para compensárselo, presidenta Esquivel. —Ya no cabía duda de que no podía faltar cuando se consideraba que yo era una de las razones por las que organizó el festín.

—En ese caso, ten listo un obsequio. —Fue así que decidí dejarme ir por mi destino.

—Entendido. Me retiro para ponerme a trabajar. —Una vez que Gabriel se fue, me dirigí hacia mi oficina, en donde vi que había unos documentos sobre mi escritorio; no eran muchos en realidad, así que tomé una pluma fuente y me puse a revisar un documento tras otro. Tal vez en aquellos días yo no estaba tan involucrada con el manejo de la empresa, pero eso no importaba porque eso no era un trabajo complicado para mí gracias a mis años de experiencia haciéndolo. No acabé con los documentos hasta que se acercó la hora del almuerzo y Gabriel me llevó a un restaurante a comer tan pronto como él terminó con lo suyo, luego nos dirigimos hacia el aeropuerto a tomar nuestro vuelo.

Se hicieron las 4:00 de la tarde para cuando aterrizamos, pero aún era demasiado temprano como para dirigirnos a la residencia de los Mora, así que decidí llevarme a Gabriel para que me acompañara a caminar a un centro comercial que había cerca; no hubo mucho que me llamara la atención, por lo que me conformé con dos anillos y un par de aretes, aunque también me llevé un lápiz labial. Me pinté los labios en ese momento y le pregunté a Gabriel:

—¿Luce bien?

—Puede estar segura de eso. —Y me sonrió. De ahí nos regresamos al auto, pero no esperaba que él fuera a empezar una conversación; sin duda, se trataba de un evento extremadamente raro—. Parece estar de buen humor, presidenta Esquivel. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi disfrutar tanto de ir de compras.

Dibujé una sonrisa en mi rostro al escuchar sus palabras.

—¿Acaso debería llevar una cara amargada todo el día? —Bromeé con él.

—Me he percatado de que no ha habido tantas veces en las que la he visto feliz en los últimos tres años en los que ha estado casada con el presidente Ferreiro. En aquellos días, usted solía ir en una racha de compras tras otra como una jovencita y siempre acabaría el día con toneladas de bolsas, pero no ha hecho nada de eso recientemente. Presidenta Esquivel, usted reprime demasiada tristeza en su interior.

Apreté mis labios rojos debido a que parecía tener que sacar algo de mi pecho.

—Yo solía ser demasiado testaruda —le confesé—. Lo único que hago es vivir mi vida mientras aún puedo.

—Usted todavía es joven, presidenta Esquivel —insistió.

—Gabriel, soy alguien que se podría morir en cualquier momento. —Podía caer muerta sobre el piso sin previo aviso y a pesar de que Nicolás me había dicho que Camila podía salvarme, yo jamás hubiera puesto mi vida en sus manos, ni requería que ella jugara a ser una salvadora, al igual que no necesitaba que el hombre que amaba cometiera tales sacrificios. Yo era quien tenía la responsabilidad de mi vida. De haber tenido la opción, me hubiera aferrado a la vida hasta que Camilo lograra crear algún fármaco nuevo; si no, pues que así fuera. Así era la vida. No era porque no quería vivir, simplemente me rehusaba a tomar la ayuda de Camila porque nunca quise deberle algo y sabía que viviría el resto de mi vida arrepintiéndome de haber hecho las cosas como ella quería; no solo eso, ella también tenía su mira en mi riñón y era de esperarse que le tuviera que pagar la deuda de algún modo si se lo debía.

—No sea tan pesimista, presidenta Esquivel. —Podía ver que Gabriel no tenía palabras para hacerme sentir mejor, por lo que tarareé con una sonrisa en mi rostro.

—No te preocupes, mejor hay que ir a la residencia Mora. —Fue un trayecto tan largo en auto para llegar a la residencia de los Mora que había caído la noche para cuando llegamos; antes de bajarnos del auto, Gabriel me informó de todos los detalles:

—Como se celebra el cumpleaños número 80, los Mora le enviaron una invitación al presidente Ferreiro, a la familia Meza, a la familia Navarro, entre otros. Me enteré de que todos aquellos que están en la lista de invitados son aquellos que tienen algunos tratos de negocios con el Corporativo Mora.

—¿Sabes si Camilo también estará presente?

—Sí, el señor Navarro es uno de los que asistieron —confirmó Gabriel. Estaba segura de que esa noche en la residencia Mora iba a estar llena de ruido, así que los dos nos dirigimos directo a Benedicto tan pronto como entramos al edificio. Él estaba sentado en una silla cuando se percató de mi presencia, por lo que no demoró un segundo para ponerse de pie y llamarme.

—¡Gina! —No me molestaba que alguien tan mayor como Benedicto se refiriera a mí de un modo tan personal, así que caminé en su dirección con una sonrisa para felicitarlo.

—Abuelo Mora, le deseo una vida larga y grandiosa, llena de prosperidad y felicidad. Le traje un regalo. —Entonces me sostuvo de la mano.

—Gracias, pequeña. Me disculpo por lo que tuvo que pasar por culpa de un error cometido por uno de los nuestros. —Él inclinó la cabeza mientras que se disculpaba, pero yo no me merecía algo como eso de parte de un mayor respetado que conocía, por lo que no esperé para inclinar mi cabeza por igual.

—Mejor no mencionemos el pasado —le dije sonriente. La sonrisa en el rostro de Benedicto era sumamente amable mientras que me daba palmaditas en el dorso de la mano.

—Tú jamás dejaste de ser una jovencita comprensiva y amable —contempló—. Si Alicia fuera más como tú, yo ya no tendría que preocuparme en lo más mínimo.

Tan pronto como esas palabras salieron de su boca, Alicia, quien estaba sentada justo a un lado, se volvió pálida al instante. Si se consideraba con atención, ella era la única sucesora del Corporativo Mora y además de eso, era una bendición que le llegó al señor Mora cuando ya tenía 50 años. Aun con todos los halagos que recibía de su parte, estaba segura de que él todavía veía a su propia hija como la mejor. Tal vez eso me era claro debido a que observaba todo a un costado; sin embargo, no debió haber sido algo fácil para Alicia comprender lo que pensaba su padre cuando ella era quien era criticada. La expresión en su rostro solo se decayó cuando Benedicto comenzó a adularme, a lo que sonreí y respondí con cortesía:

—La señorita Mora también es una mujer brillante. —Pero él suspiró como respuesta.

—Sería fantástico si ese fuera el caso. —Nuestra charla pronto llegó a su fin y decidí dirigirme al festín. El jardín delantero estaba muy lleno de gente y había demasiado ruido, por lo que preferí dirigirme a un lugar con mayor silencio como el jardín trasero. También quería saludar a Camilo antes de retirarme.

La vista en la parte trasera no era tan mala e incluso había un desván en la cercanía. Era un espacio indicado para mantenerme alejada de la multitud en mi opinión, así que me senté cerca de la fuente y saqué mi celular, pero no anticipaba que Alicia se me acercara acompañada por María, quien venía a un lado suyo. Ellas eran el epítome de «Dios las cría y ellas se juntan». Me distraje tanto pensando que estaría segura en la residencia Mora y que no se atreverían a hacerme algo que me había olvidado accidentalmente de cuidarme de María.

Alicia usaba un vestido de noche con tacones altos mientras se dirigía hacia mí con un rostro pálido por el enojo.

—¡¿Por qué demonios todos te adoran?! —me gritó y no cabía duda de que era una pregunta extraña derivada de unos celos irrelevantes. Yo proseguí a seguir navegando en mi celular sin siquiera tomarla en serio.

—Tal vez se deba a que soy bonita. —Estaba claro que mi respuesta la había tomado por sorpresa, pero volvió a preguntarme una vez que recobró la voz:

—¿Y te la pasas jugando con cada hombre que te topas solamente por esa razón?

¿Qué quería decir con «cada hombre»? Yo jamás había tratado o tan siquiera considerado a Manolo o a Cristóbal como mis repuestos porque Nicolás era la única pareja oficial que tenía. Le mostré una sonrisa juguetona cuando se me vino a la cabeza que tal vez ella había escuchado alguna tontería de la boca de María.

—Pues entonces dame algunos ejemplos. Me encantaría saber con quién me he estado involucrado como dices. ¿De casualidad el hombre que amas es uno de ellos? —Mi actitud condescendiente y carente de miedo provocó que Alicia estallara al instante de la rabia, por lo que empezó a enlistar a todos mis «amantes» uno por uno en forma de burla.

—Cristóbal, Camilo, Nicolás. Dime, ¡¿cuál de todos ellos no ha sido tocado por tus manos, eh?! —En verdad incluyó a Camilo en su lista…

—¿Tú le contaste esto, María? —le pregunté con mis cejas levantadas de un modo interrogativo, pero ella mantenía un silencio anormal mientras que yacía parada en su lugar sin expresión alguna en su rostro; era como si no le importara lo que ocurría a su alrededor debido a que se preparaba para algo gigantesco. Como no conseguí una respuesta de su parte, decidí regresar mi atención al rostro pálido de Alicia y siseé—: Tienes razón, sí estoy jugando con todos ellos. ¿Y qué si eso te hace sentir mal de ti misma? ¿Acaso eso hará que Nicolás declare su amor por ti?

Me era mejor seguir con toda la teatralidad que ella se había construido en su cabeza que explicarle las cosas porque fui demasiado perezosa como para hacerlo, pero su rostro solo se volvió aún más pálido de lo que ya estaba cuando se percató de que había logrado ver a través de sus propios pensamientos. Parecía lista para empezar a lanzar golpes en cualquier momento, pero, de todos modos, tenía la seguridad de que carecía de las agallas como para causar algún problema en el cumpleaños número 80 de su padre. Estaba tan enojada que se quedó muda y fue entonces que, en esa ocasión, María tomó la palabra y estaba mucho más calmada que Alicia.

—No le temes a nada, ¿cierto? Desde el primer día que te conocí, siempre te ponías arriba en tu pedestal.

¿En mi pedestal? Ni que fuera una estatua. Yo jamás me enfrenté con nadie y lo único que hacía era referirme a los problemas por lo que eran. ¿Qué razón habría tenido como para mostrarle mi lado bondadoso a una persona que me había maltratado?

Mi sonrisa no se desvaneció ni por un segundo mientras yacía sentada en mi lugar.

—Por lo menos tú no eres la persona a la que le tengo miedo. —De la nada, ella sacó una botella de sus espaldas y fui incapaz de distinguir qué había dentro, pero tenía el presentimiento de que aquel líquido teñido de color no era agua común y corriente.

—Me aborrece ver tu cara, creo que sería mejor si te la arruinara. Tu cara me ha repugnado por demasiado tiempo —declaró con calma. Su comportamiento varió muchísimo al de la María que había conocido en el hospital aquel día y fue entonces que recordé de repente lo que Maya me había dicho respecto a que ella era una lunática; ese tipo de personas eran las únicas que hacían cosas sin siquiera contemplar las consecuencias de sus acciones. Salté de donde me sentaba justo cuando me arrojó los contenidos de la botella, pero no pude hacer más que observar cómo el líquido se acercaba cada vez más hacia mí. Alguien me abrazó en ese preciso momento y me giró hacia un costado, lo cual fue seguido por la voz sorprendida de María.

—¡Nick!

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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