Te regalo toda una vida de amor Capítulo 68

Camine por el callejón con mi paraguas. Cuando regresé a mi auto, aún seguía sintiéndome deprimida. Nunca pensé que mis padres presionarían a Camila para donar su riñón. Solo era una niña. Casi de mi edad. Sin embargo, nuestros destinos eran mundos diferentes, como nuestros nacimientos.

Gabriel se dio cuenta de que estaba decaída. Condujo el auto y me preguntó en voz baja:

―Presidenta Esquivel, ¿sucedió algo?

Negué con la cabeza y dije:

―Estoy bien.

En la entrada, había visto a una mujer con un vestido de flores que se parecía a Camila. Un miedo inexplicable surgió en mi corazón. No sabía a lo que le tenía miedo. Tal vez era culpa. Le pregunté a Leonardo si era Camila, pero lo negó.

―Camila está en el extranjero.

Sin embargo, esa mujer se parecía a Ella. Al mismo tiempo, era la novia de Leonardo. Al instante comprendí que él siempre había amado a Camila, era por eso que dejo a la familia Esquivel. Por ese amor, busco a una mujer que se asemejara a ella. Después le pregunté a Leonardo:

―¿La buscarás?

―Nunca haré eso ―respondió.

No iría a buscar a Camila. No me atreví a preguntarle por qué, pero sabía que nunca perdonaría a la familia Esquivel.

…

Gabriel me preguntó:

―¿Regresaremos a Bristonia?

Olivia aún seguía en el hospital de esta ciudad, así que le pedí que me llevara para allá. Cuando llegué, le pedí que me esperara en la entrada. Llevaba puesto un abrigo largo y grueso mientras caminaba hacia el ascensor y subía al segundo piso. Tan pronto salí, miré una espalda rígida. Cristóbal estaba de pie en la entrada de la habitación de Olivia. Parecía que estaba dudando en entrar. Justo cuando estaba a punto de saludarlo, empujó la puerta para abrirla y entró. Escuché como lo llamó Olivia con un tono de sorpresa.

―¿Cómo está tu herida?

Su voz era suave, pero llevaba una pizca de frialdad.

Oliva respondió de manera sumisa:

―El doctor dijo que no era gran cosa. Fue un poco doloroso, pero puedo olvidarme del dolor si te veo.

De pronto, Cristóbal dijo:

―Ella me pidió que te visitara.

Me sorprendió al escucharlo decir eso. Luego, comprendí que se estaba refiriendo a mí. No espera que Cristóbal fuera tan honesto. Tal vez, después de todo no debí llamarlo.

Olivia se sintió decepcionada al escuchar eso.

―¿Te refieres a Regina?

―No me importa nadie, excepto ella.

¡Sus palabras eran demasiado duras!

Él tranquilamente explicó:

―No quiero decepcionarte, ni siquiera un poco. Pero tienes que entender a lo que me refiero.

―Lo sé. Vas a dejarme.

Había un tono de tristeza en la voz de Olivia. Luego, la escuché preguntar con pesar:

―¿Realmente la amas?

Su pregunta fue demasiado directa. En el fondo, me sentí mal por estar de pie aquí y escuchando a escondidas. Además, yo no quería saber la respuesta.

Rápidamente, me alejé y fue hacia pasillo. Mientras miraba el cielo despejando después de la lluvia, la tristeza en mi corazón comenzó a desaparecer. Investigaré el caso de Camila después de que regresé a Bristonia.

No le tomó mucho tiempo a Cristóbal salir de la habitación de Olivia. No se miró sorprendido al verme afuera. Parecía que enfrentaba todo con tranquilidad.

―Fui a la estación de policía a arreglar unos asuntos, así que decidí venir a visitar a Olivia antes de regresar a Bristonia.

Cristóbal asintió y dijo:

―Entra.

Su tono de voz era tranquilo. Como lo que había dicho antes, sobre que solo le importara yo, hubiera sido una mentira. Deje de pensar en ello y camine de largo, después entré a la habitación. Olivia se sorprendió bastante al verme.

―Regina, viniste también.

Sonreí y dije:

―Miré a tu hermano afuera.

Tuve miedo de que malinterpretara mis palabras, así que expliqué de nuevo:

―Estaba en la estación de policía para arreglar un asunto. Después de eso, quise visitarte, así que, aquí estoy.

Ella parece haber entendió mi intención, así que me agradeció.

―Si no fuera por ti, él no hubiera venido a verme.

¿De qué sirvió la visita de Cristóbal? Solo lo escuchó decir un par de palabras poco amables. Ahora me arrepiento de haberlo llamado. Me senté a lado de Olivia, le pregunté sobre su condición, y dijo de manera optimista:

―Todo está bien. Regresaré a Bristonia en un par de días. Planeó hacerle caso a Nick y quedarme en la empresa para aprender del negocio. Esta es mi responsabilidad como parte de los Ferreiro.

Apreté su mano y dije con tono culpable.

―Lo siento.

Perdóname por haberlo llamado.

―Regina, ¿de qué estás hablando? Si no hubiera sido por mi culpa aquella vez, tú y Cristóbal estarían…nunca me culpaste, así que no deberías disculparte. Soy yo la que debería disculparme contigo.

Cada quien tenía diferentes maneras para conseguir el amor. Perdoné a Olivia porque arriesgó su vida para salvarme.

―Entonces, nos perdonamos mutuamente.

―¿Por qué me seguiste anoche?―Le pregunté con curiosidad.

Olivia relamió sus labios y explicó:

―Me conmoviste después de que me dijiste esas palabras ayer. Estabas cuidándome. Sin embargo, estaba siendo egoísta contigo. Quería alcanzarte para decirte la verdad, pero en lugar de eso, vi que estabas caminando a un lugar aislado. Temía que estuvieras en peligro caminando sola, así que te mantuve vigilada desde atrás.

―Gracias, Olivia.

…

Cuando salí de la habitación, no miré a Cristóbal en el mismo piso. Fruncí los labios y pensé:

«¿Salió del hospital? ¿Vino aquí en avión solo para visitar a Olivia por un par de minutos?».

Cuando baje las escaleras, me sorprendió verlo de pie, alto y erguido en la entrada. Me di cuenta de que me estaba esperando. La lluvia había disminuido, y todo lo que quedaba era brisa y llovizna. Cristóbal llevaba puesto un traje ajustado, con una camisa blanca y un Rolex en su muñeca. Era muy alto. Había recortado su flequillo negro, revelando una frente suave. En ese momento estaba sostenido un largo paraguas de bambú, y sus ojos estaban brillando como si contuvieran miles de estrellas. Las vastas estrellas en sus ojos eran como una tierra pura en la que nunca había estado, y no era digna de ellas ahora. Me había enamorado de otro hombre. Uno que se miraba exactamente como él. Traicioné mi obsesión y atravesé mi amor puro. Sin embargo, por el momento, estoy feliz.

Estoy agradecida con Cristóbal por haberme dejado conocer a Nicolás. Me mostró el camino del amor. Me acerqué a él dudosa y dije:

―Cristóbal.

Él sonrió y preguntó:

―¿Te gustaría ir a dar un paseo conmigo?

Debí de haberme marchado inmediatamente, ya que mi auto estaba estacionado afuera del hospital. No obstante, era demasiado doloroso hacer eso. Sonreí y le contesté:

―Por supuesto.

Sostuvo su paraguas y me cubrió. Caminamos a lo largo de la calle, resultó que había una cafetería cerca. Le propuse ir hacia allá, y no me rechazó. Tan pronto entramos, escuchamos una agradable melodía de un piano. Seguí la música y me encontré con alguien tocando en la parte de enfrente del local. Al ver mi curiosidad, el mesero me sonrió.

―Tenemos un evento diario. La persona que toque mejor el piano, ganará un café gratis. El caballero en el escenario ha derrotado a muchos oponentes.

Al escuchar eso, pregunté con curiosidad:

―¿Cómo deciden quién es el ganador?

―Necesitas el voto de la audiencia.

Asentí con la cabeza y dije:

―Tomaremos dos tazas del café Green Mountain.

Cristóbal y yo nos sentamos en los asientos más apartados. Aunque nos manteníamos callados, estábamos cómodos el uno con el otro. Después de que nos sirvieron el café, señalé al pianista y comenté:

―Es muy hábil, pero carece de emoción al tocar.

Cristóbal preguntó en voz baja:

―¿Por qué dices eso?

―Él no expresó la emoción de esta pieza, lo cual es aburrido. Solo está presumiendo sus habilidades; diría que es de un nivel intermedio.

Había estado aprendiendo a tocar el piano por años. Aunque no era tan buena como Cristóbal, podía enseñar y evaluar la calidad de la interpretación.

―Bueno, ¿Por qué no lo intentas?

Miré al piano y dije:

―¿Crees que podemos ganarnos una taza tan fácilmente? Esta cafetería está muy bien decorada; todos los pianos son Karstein hechos en Alemania. El dueño debe ser rico si pueden abrir una cafetería con pianos lujosos. Creo que, en secreto, es un maestro en el piano, y se presentará en persona si alguien se las arregla para derrotar al pianista.

Cristóbal preguntó con afecto:

―¿De qué tienes miedo?

Me volví para verlo al instante.

―¿Qué?

―Chiquilla, me tienes a mí.

De pronto, caí en la cuenta de que tenía a un renombrado pianista a mi lado, y podríamos ganar una taza de café gratis hoy. Sin embargo, aun así, me pidió que tocara primero. Dude por un momento, porque nunca había tocado el piano frente a él. Era el mismo sentimiento como el de un estudiante que va a tocar frente a un maestro. Hace 9 años, él era el maestro de la clase, y yo era solo una estudiante.

Cristóbal me animó.

―Toca para mí.

Aún estaba indecisa. Entonces, el pianista terminó de tocar. El mesero miró a los clientes y preguntó:

―¿Alguien quiere desafiarlo? Si no hay nadie, entonces el ganador de hoy es…

En ese momento, Cristóbal levantó su mano para indicarle.

―Aquí.

Me empujó, poniéndome en un aprieto. Mientras caminaba hacia el piano, un hombre de mediana edad, con un esmoquin, me miró. Llevaba puesto ropa formal, un esmoquin, eso se utilizaba para fiestas importantes y presentaciones. Podía adivinar su identidad al instante.

Me senté en el piano con nerviosismo, miré a Cristóbal con ojos inquietos y él me sonrió con amabilidad. Olivia había dicho que era un hombre distante. Sin embargo, siempre me sonreía. Parece que solo ofrecía toda su ternura a mí.

No sabía qué pieza tocar. Tenía la canción Street Where Wind Resides en mi mente. No obstante, tenía un problema con esta pieza desde que escuché sobre Camila y mi madre. No quería tocarla de nuevo. Pero, esta era la única canción que nos unía a Cristóbal y a mí. Él me tocaba la canción Street Where Wind Resides, una y otra vez. Esta vez, le regresaré el favor. Después de esto, estaremos a manos.

La familiar melodía comenzó a sonar. La había interpretado tantas veces, que ni siquiera tenía que ver las teclas mientras tocaba con los ojos cerrados. Cuando los abrí, me encontré con los ojos de Cristóbal. Su mirada era ligera pero llena de recuerdos. Tenía un secreto escondido en mi corazón. Amé a Cristóbal por nueve años. Lo seguía a todas partes cuando era pequeña. Cuando crecí, me convertí en la esposa de su hermano. Mi destino terminó con Cristóbal Ferreiro hace nueve años.