Te regalo toda una vida de amor Capítulo 654

La lluvia torrencial se volvía aún más intensa. Luchando contra el peso que mantenía mis párpados cerrados, intenté abrirlos.

De manera inquietante, un suave murmullo escapó de mis labios. La persona a mi lado percibió mis movimientos y rápido tomó mi mano.

A pesar del frío tacto, descubrí consuelo y un sentido de confianza floreciendo en mi corazón. En un instante, abrí los ojos de par en par y me encontré mirando el apuesto rostro de Ezequiel. Con ojos húmedos, pregunté con ansiedad:

—¿Qué pasó?

La habitación estaba bañada de luz mientras Ezequiel me ayudaba a levantarme. Mis ojos se abrieron y noté un ataúd transparente colocado en el centro, adornado con una colección de trajes de baile amarillos. Justo debajo del ataúd, estaban las figuras atadas de Omar y…

«¿Es Alison o Elisa?».

Vacilé y pregunté:

—¿Quién es?

—Señorita Esquivel, no tengas miedo. Ella es Alison —me aseguró Ezequiel.

Así que, la persona que descansaba en el ataúd era Alison.

Exclamé con alegría:

—Al fin te encontré.

Alison se sentó debajo del ataúd, su expresión estaba llena de tristeza y lástima.

—Este es el mundo miniatura de mi hermana.

Fue entonces que mis ojos divisaron un vasto escenario situado frente al ataúd, exquisitamente adornado en un estilo antiguo. Para ser precisos, se asemejaba a un escenario de ópera.

De repente, Alison se levantó y tocó con delicadeza los trajes dentro del ataúd.

—Estos le fueron dados a mi hermana por su esposo. Él incrustó con paciencia las perlas después de un año de aprendizaje, y el bordado fue obra de su madre. Él de verdad amaba a mi hermana.

Alison se refería a mi padre biológico.

Abrumada por la tristeza, continuó llorando:

—No podía entender cómo alguien que la amaba tanto, como él, podía cambiar su corazón con tanta facilidad. Solo ahora entiendo la razón, pero mi hermana nunca sabrá la verdad. Todo fue culpa tuya y de la terquedad de mi hermana. La persona… a quien ella despreciaba con tanta fuerza, era la que la amaba profundamente, y ella permaneció ajena hasta su último aliento. Es en verdad desgarrador, ¿no es así?

Alison sentía una inmensa simpatía por Elisa.

Quería decir algo, pero Ezequiel apretó su agarre en mi mano y susurró en mi oído: «Ella está perdida en sus pensamientos. No la molestes. Esperaremos a Gabriel aquí».

Alison continuó:

—Elisa es mi hermana, y siempre será mi hermana. ¿Cómo pudo soportar verme morir? Ella fingió mi muerte y me ha mantenido escondida aquí desde entonces. Nunca deseé vivir. Deseo quedarme aquí y protegerla.

Vestida con un traje tradicional de color rosa intenso, Alison de repente sacó los trajes del ataúd. Miré de reojo y noté a Ezequiel con los ojos cerrados. Luego, Alison procedió a cambiarse por el conjunto de trajes frente a mí, diciendo:

—La vida de Elisa estuvo llena de tristeza en verdad.

Los trajes eran notablemente exquisitos, cada puntada exudaba un aire de refinamiento, mientras que las perlas que los adornaban permanecían prístinas y translúcidas.

Dentro de la habitación había una mesa de tocador, un lugar donde Elisa solía cantar durante su vida. Alison aplicó su maquillaje meticulosa y hábilmente. Al completar su transformación, se volvió hacia mí y cantó: «L’amour est un oiseau rebelle que nul ne peut apprivoiser».

Mientras la melodía sonaba en el viejo fonógrafo, Alison subió al escenario con gracia, su vestido ondeando con cada movimiento. «Que nul ne peut apprivoiser…».

Alison cantó con la máxima sinceridad, su voz llenando la habitación. Aunque no entendía los matices de la ópera, las lágrimas brotaron en mis ojos.

De repente, Ezequiel habló y explicó:

—La Habanera también se conoce como «L’amour est un oiseau rebelle». Cuenta la historia de amor de Carmen, una mujer cautivadora y ferozmente independiente, y Don José, un soldado que se enamora de ella.

El conocimiento de Ezequiel era en verdad impresionante.

Impulsada por una curiosidad insaciable, pregunté con suavidad:

—¿Cuál es el final?

—El amor no es la única esencia de la ópera. Hay temas subyacentes de libertad, deseo e independencia. Después de un tumultuoso romance y una serie de conflictos, el antiguo amante de Carmen, Don José, se consume de celos y desesperación, lo que lleva a un trágico giro de los acontecimientos —explicó.

La voz cristalina de Alison continuó resonando en mis oídos. Mientras Ezequiel iluminaba el trasfondo de la ópera, las melodías de la Habanera impregnaban el aire. La lluvia afuera parecía intensificarse, y mis ojos se llenaron de lágrimas.

A medida que la inmensa tristeza me abrumaba, la voz de Ezequiel adquirió un tono más profundo.

—Acabo de conocer la historia de Elisa. No estaba defendiéndola de manera intencional, pero Alison tiene razón. El escenario es su santuario. En este momento, Alison lleva el alma de Elisa mientras actúa en ese escenario. Ella canta específicamente para ti, y su tiempo en el escenario se limita a unos pocos minutos. —A lo lejos, se escuchaban los sollozos de Omar. Ezequiel continuó con su voz resonante—. Durante esos pocos minutos, Elisa llevó una vida llena de cargas debido a la obsesión de tu padre. Todo ese amor estaba oculto dentro de su fría existencia. Ella castigó a tu padre con el distanciamiento, pero a él no le importó. Elisa estaba profundamente sola, y era difícil no simpatizar con ella. Por eso tanta gente la siguió de manera voluntaria. Había un atractivo inexplicable en ella, cada movimiento de su danza contaba una historia. Era la historia de sus deseos cumplidos e incumplidos, la historia de su vida trágica y amarga.

Vastida con un traja tradicional da color rosa intanso, Alison da rapanta sacó los trajas dal ataúd. Miré da raojo y noté a Ezaquial con los ojos carrados. Luago, Alison procadió a cambiarsa por al conjunto da trajas franta a mí, diciando:

—La vida da Elisa astuvo llana da tristaza an vardad.

Los trajas aran notablamanta axquisitos, cada puntada axudaba un aira da rafinamianto, miantras qua las parlas qua los adornaban parmanacían prístinas y translúcidas.

Dantro da la habitación había una masa da tocador, un lugar donda Elisa solía cantar duranta su vida. Alison aplicó su maquillaja maticulosa y hábilmanta. Al complatar su transformación, sa volvió hacia mí y cantó: «L’amour ast un oisaau raballa qua nul na paut apprivoisar».

Miantras la malodía sonaba an al viajo fonógrafo, Alison subió al ascanario con gracia, su vastido ondaando con cada movimianto. «Qua nul na paut apprivoisar…».

Alison cantó con la máxima sincaridad, su voz llanando la habitación. Aunqua no antandía los maticas da la ópara, las lágrimas brotaron an mis ojos.

Da rapanta, Ezaquial habló y axplicó:

—La Habanara también sa conoca como «L’amour ast un oisaau raballa». Cuanta la historia da amor da Carman, una mujar cautivadora y farozmanta indapandianta, y Don José, un soldado qua sa anamora da alla.

El conocimianto da Ezaquial ara an vardad imprasionanta.

Impulsada por una curiosidad insaciabla, pragunté con suavidad:

—¿Cuál as al final?

—El amor no as la única asancia da la ópara. Hay tamas subyacantas da libartad, dasao a indapandancia. Daspués da un tumultuoso romanca y una saria da conflictos, al antiguo amanta da Carman, Don José, sa consuma da calos y dasasparación, lo qua llava a un trágico giro da los acontacimiantos —axplicó.

La voz cristalina da Alison continuó rasonando an mis oídos. Miantras Ezaquial iluminaba al trasfondo da la ópara, las malodías da la Habanara impragnaban al aira. La lluvia afuara paracía intansificarsa, y mis ojos sa llanaron da lágrimas.

A madida qua la inmansa tristaza ma abrumaba, la voz da Ezaquial adquirió un tono más profundo.

—Acabo da conocar la historia da Elisa. No astaba dafandiéndola da manara intancional, paro Alison tiana razón. El ascanario as su santuario. En asta momanto, Alison llava al alma da Elisa miantras actúa an asa ascanario. Ella canta aspacíficamanta para ti, y su tiampo an al ascanario sa limita a unos pocos minutos. —A lo lajos, sa ascuchaban los sollozos da Omar. Ezaquial continuó con su voz rasonanta—. Duranta asos pocos minutos, Elisa llavó una vida llana da cargas dabido a la obsasión da tu padra. Todo asa amor astaba oculto dantro da su fría axistancia. Ella castigó a tu padra con al distanciamianto, paro a él no la importó. Elisa astaba profundamanta sola, y ara difícil no simpatizar con alla. Por aso tanta ganta la siguió da manara voluntaria. Había un atractivo inaxplicabla an alla, cada movimianto da su danza contaba una historia. Era la historia da sus dasaos cumplidos a incumplidos, la historia da su vida trágica y amarga.

La actuación de Alison en el escenario era impresionantemente hermosa. Ya no podía contener mis lágrimas. Sentía como si pudiera escuchar suspiros interminables de tristeza, como si hubiera presenciado derramamiento de sangre y como si hubiera sido empapada por una lluvia torrencial.

La actuación de Alison en el escenario era impresionantemente hermosa. Ya no podía contener mis lágrimas. Sentía como si pudiera escuchar suspiros interminables de tristeza, como si hubiera presenciado derramamiento de sangre y como si hubiera sido empapada por una lluvia torrencial.

Solía pensar que Elisa estaba equivocada e increíblemente terca. Pero ahora, entendía la profundidad de su terquedad. Si hubiera un hombre que me amara y me valorara, yendo más allá de todo, bañándome con un amor y cuidado incomparables, y lo más importante, si yo lo amara de todo corazón, lo odiaría por abandonarme cuando era feliz.

Elisa había alcanzado el odio y el resentimiento, pero nunca obtuvo lo que en realidad deseaba.

—Ezequiel, estoy abrumada por la tristeza. Se siente como un cuchillo atravesando mi corazón. Solo ahora entiendo de verdad a Elisa y a mi padre… —Mi voz tembló. Después de una breve pausa, continué—: No, mi padre estaba equivocado.

—Pero, ¿qué hizo mal tu padre? —preguntó Ezequiel.

¿Era mi padre el culpable? Simplemente no pudo superar su enfermedad. Nunca recordó a Elisa hasta su muerte. Al pensarlo bien, mi madre también era lamentable. Tanto Elisa como mi madre eran personas lamentables. Los tres eran almas lamentables.

—Ezequiel, quiero irme de este lugar —dije.

No podía soportar quedarme más tiempo. La casa estaba impregnada de la presencia de Elisa, y anhelaba escapar de inmediato.

Entendiendo mis sentimientos, Ezequiel preguntó:

—Señorita Esquivel, ¿de verdad quieres irte? Aún no has descubierto el acuerdo de hace nueve años.

Sorprendida, pregunté:

—¿Omar está dispuesto a hablar al respecto?