Te regalo toda una vida de amor Capítulo 65

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 65

—¡Carajo, suéltala, Carmelo! —sonó una voz familiar pero extraña.

El hombre me soltó la garganta y, cuando caí al suelo, jadeé en busca de aire. El hombre llamado Camilo escupió en el suelo y se burló:

—¡Te tomaste tu tiempo cobarde!

—Estaba hablando con mi novia, imbécil.

Sabía que estaba hablando con alguien más. Tosí por un rato hasta que recuperé los sentidos. Alcé la mirada y miré a Leonardo de pie bajo la lluvia, con el mismo aspecto arrogante y osado que el día que se fue de casa. Me le quedé viendo y él me devolvió la mirada, la cual tenía un toque de culpabilidad y, esta vez, se disculpó:

—Lo siento, Regina. No esperaba que este cretino fuera tan listo como para tenderme una trampa. Siento haberte metido en esto.

Negué con la cabeza, pues no podía culparlo. Más bien, estaba preocupada porque Leonardo estaba solo y desarmado: «No termines como Olivia», pensé. Al acordarme de ella, volteé con ella y se veía mucho peor. Estaba en el suelo sin moverse y con los ojos cerrados; parecía haber sufrido graves heridas. La abracé y le dije que todo estaría bien; tal vez se lo estaba diciendo para recordármelo a mí misma también.

Leonardo vino corriendo hacia mí. Mientras me preocupaba que pudiera resultar herido, se apareció un grupo de hombres detrás de él. Sorprendido, Carmelo intentó tomarme como rehén de nuevo, pero Leonardo lo apartó de una patada y me defendió. Leonardo dejó que sus hombres se encargaran de Carmelo, mientras me mantenía a salvo. Preocupada, le pregunté:

—¿Estás bien? —La lluvia estaba cayendo con tanta fuerza como para que me oyera.

—Jamás he dejado que nadie hiera a una dama cuando estoy cerca. Acabas de romper mi racha —dijo, tras lamerse los labios, con suficiente fuerza como para que lo oyera y le sonreí.

—Sí, y ese sujeto también me golpeó.

Leonardo volteó los ojos. La pelea se estaba poniendo intensa hasta que sonaron las sirenas y llegó la policía. Nadie logró huir, así que los detuvieron. Un par de policías se encargaron de llevarnos al hospital a mí y a Olivia, quien tenía heridas graves. Ella aún estaba en la sala de operaciones cuando Nicolás vino en cuanto se enteró. Él salió del elevador y se dirigió hacia mí.

—Lo siento. Esto no debió haber pasado. —Me abrazó con fuerza.

«¿Por qué todo mundo se disculpa conmigo?», pensé.

—No es tu culpa. Olivia está muy herida.

Nicolás me soltó y revisó mis heridas. Cuando notó el moretón en mi mejilla, su expresión cambió y se aseguró de que me pusieran un hielo para sanarlo. Justo después de que me pusiera pomada, sacaron a Olivia de la sala de operaciones, pero seguía inconsciente. Nicolás le dijo a su asistente que se quedara y lo mantuviera al tanto de cualquier emergencia, así que se fue a la estación de policía para arreglar el asunto. Le pedí que me llevara y, aunque al principio dudó, me tomó de la mano.

Cuando llegamos allí, vimos a Leonardo esposado y agachado en el suelo, al igual que el resto. Aunque Leonardo envió a sus hombres para salvarme, se involucraron en la pelea, por lo que la policía detuvo a todos. Solo enviaron a dos policías para llevarnos al hospital, los cuales estaban vigilando a Olivia, la verdadera víctima. Los policías debían cuidarla, pero el ayudante de Nicolás colaboraría con ellos.

El viento pareció enfriarse cuando llegó Nicolás, quien le dijo a los oficiales que llamaran al jefe de policía. Cuando este llegó en menos de un minuto, Nicolás miró al grupo de hombres y preguntó con frialdad:

—¿Cuál de ellos fue, Gina? ¿Quién te hizo esto?

Él estaba furioso; yo sabía que quería vengarse por mí. Miré a los hombres, que temblaban de miedo, y señalé a Carmelo.

—Fue él. Me golpeó y sus hombres lastimaron a Olivia.

Entonces, Nicolás pisoteó la cabeza de Camilo, golpeándolo incluso después de que este se cayera, haciendo sonar un crujido horrible. Este era el primer paso de su venganza; luego, se aseguraría de que estos hombres estuvieran tras las rejas por años. Carmelo se quedó inmóvil en el suelo, echando espuma por la boca; estaba inconsciente y podría morir en este punto.

No quería que Nicolás se involucrara en un caso de asesinato. Aunque Carmelo era un imbécil, no merecía morir; más bien, me parecía correcto que hiciera frente a la ley. Por lo tanto, le pedí a la policía que se lo llevaran al hospital; Nicolás no me lo impidió. Cuando se fueron, señalé a Leonardo.

—Nicolás, él fue quien me salvó junto con sus hombres. —No le conté quién era Leonardo en realidad.

—Gracias —les asintió Nicolás con la cabeza. Entonces, la policía liberó a Leonardo y a sus hombres.

Antes de irme, vi a una chica escondida en la esquina, temblando de miedo, la misma que me engañó para que le abriera la puerta del coche. Al final, decidí no ayudarla; algunas personas nacieron para ser ingratas. La policía se haría cargo de investigarlo y no quería darle mi amabilidad a quien no se lo merecía.

Esperé a Nicolás fuera de la estación de policía, ya que él seguía dentro hablando con el jefe y era fácil adivinar de qué hablaban: enviaría a esos hombres a la cárcel y los mantendría allí por años. Me cambié y me puse ropa seca, pero aún sentía frío tras haberme empapado. Cuando suspiré, mi aliento se convirtió en vaho en el aire. De repente, alguien dijo:

—Tengo que irme, Regina. Mis hermanos me están esperando. Nos vemos luego.

Me di la vuelta y vi que, detrás de mí, estaba Leonardo de pie y con su cara llena de moretones.

—Aún no tengo la respuesta —le recordé—. Leonardo, sé que conoces la verdad.

—Puede que no seas Regina, pero eres parte de los Esquivel y eso nunca cambiará —me dijo, sin darme una respuesta directa.

—Tú no eres así, Leonardo —me reí—. A ti te gusta ser claro y yo quiero saber la verdad. ¿Puedes contármela?

Leonardo estaba por decir algo, pero miró detrás de mí.

—Te llamo luego.

Pude ver a Nicolás atrás. Como Leonardo no estaba en una buena posición para hablar, le dije:

—Encontraremos un mejor lugar para hablar la próxima vez.

Aun así, me sentía un poco abatida. Cuando vi a Leonardo yéndose, me di la vuelta. Nicolás estaba mirando con frialdad en la dirección por donde se fue Leonardo.

—¿Acaso ustedes se conocen?

—Es un amigo. —Esa era, en sí, una respuesta correcta, pero también estaba ocultándole algo.  Nicolás no me presionó en busca de respuestas. Cuando íbamos de regreso, le pregunté—: ¿Cristóbal sabe que Olivia está herida?

—Sí, lo llamé.

—¿Vendrá a verla?

Nicolás me observó y en su mirada surgió una pregunta. Después de un rato, dijo:

—Me comentó que estaba ocupado.

Por alguna razón, me compadecí de Olivia por amar a Cristóbal, pero entonces me di cuenta de que yo era como ella. Recordé lo que me dijo: intentó buscarme, pero ella lo desvió. Cristóbal solía querer estar ahí para mí.

Para cuando volvimos al hospital, Olivia había recobrado los sentidos y se veía alegre, pero se sorprendió al ver a Nicolás allí.

—¿Nick? Oh, viniste por Regina, ¿verdad? Tiene tanta suerte de tener alguien que la cuide.

Ella siempre se dirigía a mí en una actitud más formal cuando Nicolás estaba cerca. Podía ver que Olivia estaba celosa de que yo tuviera a alguien que se preocupara por mí. Quería que Cristóbal también se preocupara por ella, pero él no tenía tiempo para ella. Nicolás le lanzó una mirada decepcionada y la regaño:

—¿Por qué no me llamaste?

—No tuve tiempo —se disculpó—. Ya estaban atacando a Regina, así que llamé a la policía y fui con ella a rescatarla… Y vaya rescate.

Nicolás la miró con frustración y luego me volteó a ver con inquietud. Me preocupaba la herida que tenía Olivia en la cara y le dije a Nicolás:

—Tengo que ir al baño.

Cuando cerré la puerta, oí a Olivia preguntar:

—¿Llamaste a Cris? ¿Y no vendrá a verme? ¿Ya se dio por vencido conmigo? —Sonaba desolada.

—Ya sabes la clase de persona que es —le respondió Nicolás con frialdad—. Siempre ha sido distante con todos, incluso con Regina.

—Pero al menos le dio una respuesta a ella. —Presentí que Olivia me odiaba por eso, cosa que me causaba sentimientos encontrados.

—Sí, menos mal que intervine hace tres años. Olivia, pasaron nueve años juntos, así que se conocen muy bien. Un paso en falso de mi parte es todo lo que él necesita para llegar a ella.

«Con que le preocupa que vuelva con mi antiguo amor —pensé—. ¿Acaso no confía en mí?».

—¿Crees que perderemos, Nick?

Me mordí el labio. Él le respondió:

—No, estaré con ella todas las horas del día por el resto de nuestras vidas. No dejaré que Cristóbal se le acerque.

Me apresuré a ir al baño y me senté en el asiento del inodoro. Tras un rato, por fin decidí llamar a Cristóbal. Era la primera vez que lo llamaba luego de tanto tiempo. Me puse el teléfono contra la oreja y su voz sensual dijo:

—Hola, chiquilla.

Respiré profundo y contesté:

—Hola, Cristóbal. —Apenas habían pasado unos días desde la última vez que nos vimos, pero sentí que si hubieran pasado meses. Me puse nerviosa; siempre me ponía así cuando hablaba con él, pero hice lo posible por mantener la calma—. Olivia está herida.

Él era un hombre inteligente y sabía lo que trataba de decirle, pero pausó un momento antes de preguntarme:

—¿Quieres que vaya a verla?

—Te está esperando. —Un momento después, añadí—: Tal como yo lo hacía.

—Tal como tú lo hacías… —repitió Cristóbal, pero sonó un poco serio. Luego, me preguntó—: ¿Nick te contó que Olivia está enamorada de mí?

—Sí.

—Solo porque yo le gusto no significa que tenga que corresponderle —dijo en un tono un poco más frío de lo que esperaba.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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