Te regalo toda una vida de amor Capítulo 572

Durante todo ese tiempo, Raúl estuvo en el chalé que Santiago tenía en la playa. Incluso después de las heridas que le había infligido Silvio Lebrón, no tenía dudas sobre su seguridad, por lo que había regresado al chalé sin dudarlo. Al parecer, no temía en absoluto la venganza de Silvio.

Camilo me dejó en la playa y le dije que no me esperara, ya que en el chalé había vehículos y podía regresar por mi cuenta.

—De acuerdo. Pero recuerda llamarme si necesitas que te busque.

—No te preocupes por mí, Camilo —respondí con mansedumbre. Tras despedirme de mi hermano, caminé hacia el chalé. No encontré a Raúl en su habitación. Afuera, había dos reposeras junto a la piscina; la de la izquierda estaba ocupada por Raúl, que disfrutaba de la brisa vespertina—. Estoy aquí —dije mientras me acercaba.

—¿Por qué no te me unes? —comentó en un tono casual. Acepté la oferta y me recosté en la otra reposera a observar el cielo nocturno.

—¿Te gusta este lugar? —pregunté. No me dio una respuesta directa:

—Define «gustar». —No me estaba facilitando las cosas. La brisa de la noche estaba algo fresca a pesar de ser verano y, además, la vivienda estaba junto a la playa, así que me tapé el abdomen herido con una manta que había en la reposera. Como no respondí la pregunta, Raúl continuó—: En todos estos años de vivir los altibajos del sector empresarial, siempre me pregunté cómo volverme más poderoso o cómo afianzarme o, incluso, cómo ponerme a la par de Santiago. Pero hubo una cosa que jamás se me ocurrió. Habiendo viajado alrededor del mundo y visto los más bellos escenarios, nunca me detuve a apreciarlos de verdad, hasta ahora. Y, al final, descubrí una gran verdad.

—¿Cuál? —lo urgí.

—¿Por qué las personas buscan el dinero y el poder?

Era una pregunta difícil a la que cada persona podía responder de una manera distinta. Santiago necesitaba el dinero y el poder para protegerme a mí y a los niños. En cuanto a mí, me había visto obligada a ocuparme de mis responsabilidades, aunque no con esos objetivos. Sin embargo, debía aferrarme a ellos para proteger a mi familia.

—¿Por qué lo haces tú? —pregunté entonces.

Raúl se quedó un buen rato en silencio. Ladeé la cabeza y lo observé con atención mientras él escrutaba el horizonte con una expresión insondable. Antes de que pudiera cambiar de tema, explicó en voz baja:

—Mi familia me abandonó por ser un hijo ilegítimo. En esa época, no podía pensar en otra cosa más que en sobrevivir y vengarme de ellos. Quería tener una vida mejor. Cuando por fin llegué a la cima, me sorprendió darme cuenta de que todo ese resentimiento era innecesario, y se desvaneció. Ellos no eran un rival calificado. Entonces perdí la motivación que me movía, hasta que conocí a Santiago. Quería trabajar codo a codo con él, quizá superarlo. Por eso viajé por todo el mundo, incluso me comploté con otros contra él. Cuando pienso en los viejos tiempos, solo recuerdo una vida agitada en la que no había tiempo para el disfrute. Para ser honesto, ya tuve suficiente de ese tipo de vida. Quiero algo más simple.

Raúl decía haber tenido suficiente de esa vida de conspiraciones, pero Santiago me había dicho que estaba planeando comenzar desde cero. Sus palabras, sin embargo, me dieron la impresión de que no tenía interés en reaparecer.

—¿A dónde quieres llegar?

No me respondió enseguida, por el contrario, murmuró algo que no llegué a comprender:

—Santiago y yo nunca nos poníamos al sol. Por eso la oscuridad de esta vida no nos molesta. No le tememos a la oscuridad. En aquel entonces, cuando… —Su voz se fue apagando y se perdió en sus pensamientos. Después de un rato, exhaló un profundo suspiro—. En aquel tiempo, no teníamos debilidades. La vida nunca nos parecía aburrida; de hecho, pensábamos que vivir era solo eso. Pero luego, Santiago te conoció a ti y yo conocí a Maya. Nosotros no merecemos tanta bondad de su parte y nos cuesta soltar el cariño. Su existencia se propagó por nuestros corazones y nos volvimos cobardes. Todos los días pensamos en la mujer que amamos y tenemos miedo de perderla. Además, ya no podemos ver las cosas de la misma manera que antes. Deseamos una vida más simple.

Raúl y Santiago se parecían. Los hombres como ellos se sobreponían a las idas y vueltas de la vida y el tiempo les otorgaba experiencia. Pero ese conocimiento que los ayudaba a sobrevivir en el mundo también les exigía algo a cambio: no podían disfrutar de los placeres de vivir y no tenían a nadie a su lado.

—¿Por qué me dices esto? —Tras meditar un momento, agregué—: Casi nunca hablas de tu historia.

—Conozco a pocas personas en Bristonia. Solo me quedo aquí por Maya. La razón por la que te digo esto es… —Se detuvo una vez más. La brisa nocturna le sopló el cabello dejándole el rostro despejado. Se tomó su tiempo para recomponerse—. Santiago es mi rival, pero también es mi único amigo. Además, tú eres su esposa y la mejor amiga de Maya. No tengo otra persona con la cual compartir mis historias. Regina, hay algo que debes saber. A mí y a Santiago, el amor nos ayuda y nos arruina al mismo tiempo. A él lo hizo una mejor persona, pero yo escogí el camino equivocado. —Era obvio que extrañaba a Maya—. Antes de conocer a Maya, pensaba que había una sola forma de vivir mi vida, y era con una agenda ajustada. Pero cuando la perdí a ella, mi corazón quedó vacío. Nunca podré volver a la vida que tenía.

—Tú… —No tenía idea de cómo consolarlo. Por fortuna, él no necesitaba palabras de consuelo, solo alguien que lo escuchara después de todo ese tiempo guardando sus sentimientos. En ese momento, yo era el mejor oyente con quien compartirlos.

—Me conformaría con una vida sencilla con ella a mi lado —continuó Raúl—. Pero ahora, la perdí a ella y perdí mi carrera. No tengo nada que hacer, me la paso pensando en ella y eso me duele. Por eso, debo pedirte un favor. —Por fin había llegado al grano.

—¿Cuál es tu plan? —pregunté en un susurro.

—Daniel vino a verme. Me ofreció ayuda para comenzar desde cero, pero trabajando para Ezequiel. Lo rechacé. —Daniel estaba dispuesto a hacer lo que fuera por Ezequiel.

—¿Y en qué pensaste?

—Él no podría importarme menos. Si alguna vez necesito ayuda, te la pediré a ti. Tienes bastante poder e influencia en el país. Quiero comenzar de nuevo aquí.

—Pero la familia Meza estaría feliz de entregarte el poder —dije confundida—. ¿Por qué no depender de ellos? Sabes que podrías tenerlos comiendo de tu mano y usar esa ventaja.

Raúl desvió la mirada y su expresión se endureció.

—¿Olvidas lo que te dije antes? —masculló, tomándome desprevenida. Al parecer, no podía ser directo, así que le pregunté con paciencia:

—¿Qué cosa?

—Quise llegar a la cima para cobrar venganza de los Meza, pero al llegar a lo más alto me di cuenta de que ellos no eran un rival digno. En ese momento, descubrí que no estaba resentido con ellos. Siempre fue conmigo mismo.