Te regalo toda una vida de amor Capítulo 562

—Solo estoy hablando en sentido figurado. No lo tomes tan en serio. Búscate algo que hacer mientras yo cocino para ti. Espérame.

Llevé los ingredientes frescos que había comprado a la cocina. Estaba limpia porque no había mucha gente viviendo ahí. Joel era atento y cuidaba de Santiago a la perfección atendiendo todas sus necesidades diarias. De seguro era conveniente para Santiago tener un empleado como Joel. Justo por esa conveniencia era que Santiago continuaba teniéndolo a su lado aunque sabía que era empleado de Ezequiel.

Saqué los ingredientes, herví la carne y descongelé un poco de tocino para cocinar la lasaña y la pizza. Todavía faltaban tres horas para las doce del mediodía. Entonces, cociné el arroz luego de preparar todos los otros platos. Después de preparar el arroz sazonado, planeaba descansar una hora antes de poner la mesa, ya que no quería molestar a Santiago.

En cambio, fui hasta su estudio. Después de elegir una novela romántica llamada «El amor en los tiempos del cólera», fui a sentarme a su lado. No obstante, me resultaban desconocidas las palabras del libro, y no tardé nada en acurrucarme somnolienta en su regazo. Siendo el hombre atento que era, me acarició la coronilla cuando se dio cuenta de lo aburrida que estaba.

—¿Tienes sueño? —me preguntó. Rápido, negué con la cabeza en el momento en que me di cuenta de que lo había molestado.

—¡Nop! Quería que tú fueras mi almohadón. Sigue haciendo tus cosas. No te preocupes por mí.

—Te haré compañía en un rato —murmuró sonriendo.

Me dormí en su regazo por casi media hora. Luego de despertarme, fui a la cocina y me mantuve ocupada durante las dos horas siguientes. Como tenía tiempo de sobra, también cociné una sopa de vegetales, tocino salteado con repollitos de Bruselas y una porción de papas. Me fui de la cocina cuando terminé de cocinar solo para descubrir que Santiago no estaba en su estudio. Fue cuando regresé a la habitación que escuché ruidos en el baño. Santiago estaba un poco loco por la limpieza. Tenía la costumbre de bañarse todos los días. También era su costumbre bañarse después de terminar cualquier cosa que estuviera haciendo.

—Apúrate, Santi —lo urgí parada en la puerta.

—¿Qué sucede? —me contestó desde adentro del baño.

—La comida está lista, se va a enfriar.

—Ah, espera. —Su voz magnética derramaba seducción cuando hablaba. Me reí por lo bajo y volví a la cocina.

Después de llevar la comida a la mesa, tomé un florero para la rosa que había comprado más temprano. Se veía hermosa ahí parada, sola. Luego, me di vuelta para mirar en dirección a la sala de estar y vi otra rosa ahí. Esa era la que Santiago había puesto en un florero con agua la noche anterior. Había estado cuidando mucho esa rosa. Su actitud hacia la flor reflejaba su estado de ánimo, y me daba cuenta de que estaba feliz porque yo se la había dado. De repente, me percaté de lo fácil que era tenerlo contento.

Pensándolo bien, ese hombre era alguien que tenía el poder de tener lo que quisiera. No le faltaba nada, y aun así, lo habían privado del amor y la calidez de una familia al crecer. Por eso, él tenía una personalidad fría y hasta cruel. Pero en el momento en que un hombre como él se ablandaba… Era el hombre más cariñoso sobre la faz de la tierra. Despacio, me reí con nerviosismo mientras servía vino tinto en las dos copas. Santiago vino justo después de que hice eso. Tenía puesta una bata blanca cuando me rodeó con sus brazos y susurró:

—¿Algún lugar al que quieras ir hoy? Te acompaño.

—¿Terminaste de trabajar? —le pregunté por curiosidad.

—Ajá. Me apuré para terminar ahora. No me queda mucho. Puedo seguir cuando lleguemos a casa. Quiero pasar la tarde contigo. —Hizo una pausa antes de continuar—: No soporto verte aburrida. —Siempre cedía por mí. Luego de que me di vuelta en su dirección para besarle la mejilla, sonrió con felicidad y agregó—: No tendré tiempo para pasar contigo después de hoy. Pasará medio mes hasta que pueda volver a Bristonia después de esto.

El plan inicial de Santiago era irse en viaje de negocios durante casi un mes. A pesar de eso, había ido a verlo a Aselia cuando no había pasado ni una semana. En cierta forma, había interrumpido sus planes. Sin embargo, yo agradecía sobre todo el tiempo que íbamos a pasar juntos ese día. Le contesté con un «Mmm».

—Comamos.

—¿Qué preparó, señora Genova? Luego de que Santiago se sentara, estaba sorprendido de ver la mesa llena de comida. Primero, tomó su tenedor y probó la lasaña de carne. Al mirarlo con ojos expectantes, tragó y comentó—: Eres buena cocinera. —Escuchar eso me dibujó una sonrisa alegre en el rostro. Para mí, el momento más feliz era cuando me elogiaban después de haber puesto mi corazón y mi alma en hacer algo para los demás.

—Prueba la pizza de tocino ahora.

Probó eso después. Probar la pizza le debe haber hecho recordar algo, porque me hizo sentar a su lado al momento siguiente.

—Solía pensar que mi madre no era importante cuando estaba cerca. Siempre pensé que era alguien cuya presencia y ausencia no me importaría. Después de todo, no era mi madre biológica. Nunca la quise, siquiera. Pero ahora que lo pienso, ella fue la única que me quiso en todos esos años. Ella planeaba cosas para mí en la residencia Genova y me elogió con la jefatura de la familia Genova de aquel entonces. Aunque me importaba un bledo lo que ella hiciera, no había dudas de que era el único miembro de la familia que me quería. Además, ella en persona iba a comprarme ropa y siempre llamaba para preguntarme cuándo volvería a la residencia Genova. Ni bien se enteraba de que volvía, se pasaba un buen rato cocinando un festín para mí. —Por esos días, Santiago estaba empezando a mostrarme más su alma. Nunca estaba con la guardia alta conmigo.

—Intenté hacer la pizza de tocino porque me dijiste que era lo que a ella le encantaba prepararte. Así es la gente a veces. No valoran lo que tienen cuando lo tienen, y se vuelven locos porque lo extrañan cuando ya no está. Las cosas que solías pensar que eran prescindibles, ahora se han convertido en valiosos recuerdos. Eso es porque esa persona de tu pasado ya no puede prepararte ni la más simple comida. Esa es la realidad de la vida.

—Ajá… El pasado está en el pasado ahora.

Le serví otra porción de pizza y lo insté a comer. Satisfecha de verlo ingerir un poco más, tomé mi cuchara y empecé a comer yo. Santiago fue al balcón para fumar después de terminar. Él fumaba, pero rara vez lo hacía.

Después de comer, fui a la cocina a lavar los platos sucios. Cuando estaba en medio de mi tarea, de pronto recordé algo. Rápido, lavé los platos que faltaban y corrí hacia Santiago.

—¿Te acuerdas de nuestro encuentro cuando nos vimos por primera vez en Aselia? Fue en el banquete de la familia Mora. Tú estabas parado en el desván mirándome, Alison y María estaban discutiendo.

—Ajá. ¿Qué tiene? —Santiago le dio una pitada al cigarrillo antes de responder.

—¿Cuántos cigarrillos has fumado ahora? —le pregunté mirándolo, en lugar de contestarle. De inmediato, supo que no me gustaba cuando fumaba.

—Es el último. —Exhaló.

—Bueno, ¿qué pensaste ese día?

—¿A qué te refieres? —preguntó a su vez dubitativo.

—Ya sabes que Alison y María me llamaban provocadora y yo les seguía la corriente. Luego, la llegada de Ezequiel y Camilo no hizo más que confirmar mi afirmación. ¿Qué clase de persona pensabas que era yo? Recuerdo que me dijiste que te avisara si necesitaba dinero. Yo retruqué que tú eras el que necesitaba amor.

—¿Quieres oír la verdad? —preguntó en voz baja. En aquel entonces, tenía curiosidad por saber lo que él pensaba, pero nunca me había animado a preguntar porque no éramos allegados—. No me dio una buena impresión en aquel momento, señora Genova. —Al escuchar eso, espeté:

—Pero ¿qué tan mala fue?