Te regalo toda una vida de amor Capítulo 519

—Creo que solo pasaba por aquí y conversamos un rato —le contesté mirándolo confundida, porque no recordaba bien lo que había dicho Ezequiel.

—¿De qué hablaron? —me incitó con obstinación.

—No estoy segura. Creo que estábamos hablando de sus cosas antes de que hiciéramos silencio hasta que tú llegaste. —De repente, extendió la mano y me levantó del suelo. Me apoyé en él y le pregunté—: ¿Por qué está aquí Ezequiel?

—No lo sé con seguridad. Llegó de pronto y ni siquiera habíamos recibido noticias de él. Volvamos al hotel a prepararnos para regresar a Bristonia por la tarde —dijo abrazándome por los hombros y llevándome hacia sus brazos. Enseguida lo acompañé de regreso al hotel, con Hansel y Gretel siguiéndonos por detrás. Los perros se pegaron a nosotros hasta que llegamos a la entrada del alojamiento—. Envíenlos de nuevo a Finlandia y cuídenlos —les dijo a los guardaespaldas que estaban parados al lado de él.

—Por supuesto, señor Genova.

Cuando vi a Hansel y Gretel mover la cola mientras se los llevaban, sentí la necesidad de quedarme con ellos. Por otro lado, se me cruzó por la cabeza que Finlandia no solo era nuestro hogar, sino también el de Santiago. Ya que él disfrutaba estar allí, era muy probable que viviéramos en Finlandia en un futuro cercano. En seguida, volvimos a la habitación y, cuando entraba, me preguntó:

—¿Qué impresión tienes de Ezequiel, Reina?

—¿Por qué me preguntas eso de repente? —le pregunté frunciendo el ceño.

—Tengo curiosidad —respondió aflojándose el nudo de la corbata.

—No tengo una fuerte impresión de él. Sé que es tu enemigo, e incluso le advertí más temprano —dije, quitándome los zapatos.

—¿Advertirle?

—Sí, le dije que estabas aquí y le pregunté por qué arriesgaba su vida viniendo a este lugar, pero no me contestó. —Al escuchar eso, Santiago se quitó el saco del traje y se fue a sentar al sofá del balcón. Me senté a su lado y él me hizo abrazarlo por el cuello—. ¿Por qué te ves tan preocupado?

—Se me hace difícil tomar decisiones —respondió enganchando su brazo alrededor de mi cintura.

—¿Qué decisiones? —le pregunté desconcertada. Era otro día hermoso y el sol brillaba fuerte en el cielo. Desde el balcón, se veía el mercado atestado que estaba abajo.

—Hay alguien a quien quiero asesinar, pero sería una lástima matarlo. Sin embargo, sigue desafiando mis límites —dijo mirando a un costado. La forma en que pronunció la palabra «asesinar» fue tan indiferente.

—¿Lo conozco?

—Sí, es Ezequiel. —Fue bastante directo.

—¿Por qué crees que es una lástima?

—Porque yo soy más afortunado que él.

Había caído la noche cuando Santiago y yo regresamos a Bristonia. En ese momento, recibió un llamado por el que tuvo que partir, así que yo me fui al chalé Esquivel. Cuando me vio Juliana, se sorprendió y me preguntó:

—¿Por qué volviste tan rápido? Pedro y Rita están dormidos. ¿Ya has cenado?

—Nop. ¿Quieres cocinarme algo? —le respondí con una sonrisa.

—Eres… —luego se rio por lo bajo—. Claro. ¿Qué tienes ganas de comer?

—Cualquier cosa.

Después de eso, me fui arriba. Los dos niños estaban dormidos, así que me agaché y les di un beso antes de pellizcarles los cachetes. Los había extrañado mucho luego de haber estado lejos durante días. Luego de quedarme en la habitación unos minutos, me fui abajo. Juliana estaba en la cocina en ese momento y la escuché preguntar:

—¿Te divertiste?

—¿Te contó Leonardo? —le pregunté agarrándola del brazo.

—Sí. Se le llenaron los ojos de envidia cuando me dijo que estabas en tu luna de miel. Por eso te llamé para preguntarte por Fernanda. —No cabían dudas de que Leonardo quería casarse y tener una linda luna de miel, pero Fernanda… Ese era un tema complejo de abordar.

—Cada uno tiene su forma de vida, así que no te preocupes demasiado. Lo único que deberías hacer ahora es disfrutar tu vida.

—No debí haberme preocupado por ellos. —Juliana suspiró luego de escuchar mi comentario. Exhalé un suspiro de alivio al ver cómo mi mamá había logrado soltarlos.

Me comí las pastas al pesto que me preparó y, luego, me di una ducha y me fui a la cama. Ni bien me acosté, recibí un mensaje de Maya, y era un mensaje en el que pedía ayuda. «Gina, me secuestraron más temprano al salir de la casa, pero el secuestrador no me deja contactar a Alfredo. Me dijo que te pidiera ayuda a ti». Al leer el mensaje, me di cuenta de que Maya ya no estaba nerviosa, aunque se encontrara en peligro. «¿Quién es?», le contesté. Ella no me envió ningún mensaje, sino que me compartió una dirección por WhatsApp y un emoji sonriente. «Un emoji sonriente… ¿Quiere que tenga cautela?», me pregunté. Me estaba recordando que el secuestrador intentaba usarme como carnada. Sin embargo, si querían atraerme a mí, ¡no necesitaban secuestrarla a ella! Entonces, ¡¿por qué la habían elegido a ella como blanco?! A menos que, desde un principio, el blanco fuéramos las dos.

Luego de evaluar posibles enemigos nuestros, de repente recordé que Santiago había mencionado que Raúl había perseguido a LG antes. Maya era la mujer que Raúl amaba, mientras que LG le pertenecía a Ezequiel. Además, Ezequiel y Alfredo eran enemigos. Santiago me había dicho con anterioridad que Ezequiel podría atacar a Maya mientras que LG y yo fuéramos enemigas. Aun así, yo no podía comprender cómo me había convertido en su enemiga, pero, basándome en la intuición femenina, parecía desesperada por matarme. Por eso, deduje que la secuestradora era ella.

Era una mujer sin piedad. Todo el mundo la llamaba «loca» e incluso Raúl la llamaba «lunática». Si le pedía ayuda a alguien, de seguro eso la iba a irritar. Por otro lado, sin dudas estaba perdida si iba sola, pero no podía hacer algo tan peligroso. Así que me levanté y me puse un abrigo liviano antes de bajar. José estaba de servicio en ese momento, así que me preguntó al verme:

—¿Sucede algo, señora?

—Mmm. Búscame un auto —le ordené. Él le dio instrucciones a alguien para que fuera a buscar un auto, y me subí y empecé a pensar.

—¿A dónde va, señora? —me preguntó.

—Déjame pensar —respondí haciendo un gesto con la mano en señal de rechazo. Tenía que diseñar un plan para rescatar a Maya de la forma más segura posible, pero LG, esa lunática, me estaba esperando a mí. Me quedé en el auto durante media hora hasta que me llamó Maya. Ni bien atendí el teléfono, grité—: ¡LG!

—Eres lista —dijo la otra parte luego de hacer silencio por la sorpresa.

«LG habla en weliano, quizá se le convirtió en hábito luego de vivir en el exterior durante años. Por otro lado, cambia a ruso para hablar con Santiago, creo que se ajusta a él. De todos modos, ¿por qué lo hace? ¿Le gusta? En tal caso, ¿por qué lo traicionó? Además, su razón para volver esta vez es asistir a Ezequiel», pensé. En ese momento, tenía miles de pensamientos atravesándome la cabeza y no los podía hilvanar.

—¿Dónde está Maya —le pregunté con calma.

—Está justo aquí. ¿Cuándo vienes?

—¿Cuál es el apuro? Estoy en camino.

—No tengo nada de paciencia. Te doy media hora y, si llegas un minuto tarde, le haré un corte en la piel. Tendrá diez cortes si llegas diez minutos tarde. Empezaré por las piernas e iré subiendo hasta la cara —me advirtió LG. ¡Sin dudas era una psicópata!

Al terminar la llamada, abrí el GPS e ingresé la dirección que me había enviado Maya por WhatsApp. Era un viaje de solo veinte minutos, pero no podía arriesgarme a ir sola porque sabía que me esperaba un infierno. Por otro lado, de solo pensar que Maya…

—¿Está en problemas, señora?