Te regalo toda una vida de amor Capítulo 518

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 518

—¿Un aborto? —repetí decepcionada.

—No puedes quedar embarazada de nuevo. Lo siento. Fui muy descuidado. Me aseguraré de usar condón de ahora en adelante.

—Me asustaste. Fuiste tan frío e intimidante recién.

—Tonta. —Santiago se dio vuelta y me abrazó fuerte.

Cuando me desperté a la mañana siguiente, Santiago no estaba en la habitación. Oí ruidos desde el balcón, así que salí en pijamas y lo escuché decir irritado:

—No estás muerto aún. —Cuando lo abracé por la cintura, escuché la voz de Raúl en el teléfono:

—Morir es fácil, ¡pero esa lunática me está sacando de quicio!

—Claro. Volveré a Bristonia esta tarde. —Santiago suspiró. Luego de cortar con Raúl, se dio vuelta y me abrazó—. Raúl es irritante. No deja de insistir para que vuelva a Bristonia.

Nuestra luna de miel había durado solo cinco días. Quién sabe cuándo volveríamos a irnos de viaje. Con franqueza, me sentía bastante reticente. Sin embargo, sabía cómo era la situación en Bristonia.

—De acuerdo. Además, extraño a los bebés. —Santiago se inclinó para besar mi mejilla. Después de algunos besos más, se fue. Dijo que tenía asuntos que resolver allí que tenían que ver con su trabajo. Estaba metido en un montón de cosas. Me puse unos pantalones cortos y una blusa de manga corta antes de aplicarme protector solar, porque no quería quemarme con el sol. Luego, me hice un rodete en el cabello, pero cuando terminé me di cuenta de que no me había bañado, así que fui al baño y me duché antes de maquillarme y aplicarme protector solar de nuevo. Cuando abrí la puerta, vi a Hansel y Gretel haciendo guardia afuera. Me agaché para acariciarles la cabeza—. Vamos a dar un paseo.

Bajé con los dos perros. Aún tenían puestos los mismos chalecos del día anterior. Se veían bastante bien. Estaba contenta con la vista. Caminé a lo largo de la costa y los guardaespaldas se quedaron detrás de mí a una corta distancia. De repente, vi a alguien delante de mí. La silueta me parecía un poco conocida. Cuando me acerqué, noté que tenía puestas gafas de sol. Luego de estudiarlo durante un rato, al fin me di cuenta de quién era y exclamé con sorpresa:

—¡Ezequiel!

—Señorita Esquivel. —Se quitó las gafas. Me llamó «señorita Esquivel». En mi memoria, él nunca me había llamado por mi nombre de pila. «Nunca…», pensé. Esa palabra hacía pensar que nos habíamos encontrado incontable cantidad de veces antes.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté con curiosidad.

—Empecé a extrañarla, señorita Esquivel.

Estaba perpleja. Hansel y Gretel no dejaban de ladrar, y se acercaron los guardaespaldas. Con rapidez, intenté calmar a los perros porque estaba segura de que Ezequiel no me iba a hacer nada. No sabía por qué confiaba en él.

—Solo quiero conversar con la señora Genova. No hace falta que sean tan recelosos conmigo —les dijo a los guardaespaldas, quienes no se alejaron al reconocerlo—. Por favor, ayúdeme, señorita Esquivel —se dirigió a mí. «¿Me está pidiendo ayuda?», dudé.

—¿Qué quieres? —le pregunté.

—Quiero hablar con usted, señorita Esquivel. —Fruncí el ceño y les hice un gesto a los guardaespaldas para que se retiraran. Cuando se fueron, Ezequiel sacó una caja de regalo en forma abrupta y me la entregó. La tomé y vi un único pétalo de flor adentro—. ¿Es bonito? —me preguntó.

—Sí. ¿Qué tiene? —Se lo devolví y lo guardó. Vi la campanita en su muñeca, la cual emitió un sonido nítido.

—Recién lo tomé —dijo con calidez.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, ignorando lo que había dicho.

—Dije que la extrañaba, señorita Esquivel, pero usted no me cree.

—Santiago está aquí, Ezequiel, ¡y ustedes son enemigos! ¿Piensas que te voy a creer cuando te pones en riesgo viniendo aquí? ¿No tienes miedo de que le cuente que viniste? ¿Qué demonios haces en este lugar, Ezequiel? —Expresé mi desconfianza. La campanita seguía sonando y, cuanto más la escuchaba, más cansada me sentía. Ezequiel se agachó y dejó caer el pétalo de flor al océano. Se alejó flotando cada vez más lejos.

—Es como usted —comentó con suavidad.

—¿Eh?

—Señorita Esquivel, aunque dije que no iba a molestarla, la extraño mucho cuando no la veo. No pude dejar de pensar en usted estos últimos días que no estuvo en Bristonia.

¡Lo que dijo era demasiado franco para interpretarlo de cualquier otra forma! No supe qué responderle. Además, teniendo en cuenta nuestra relación… No éramos tan allegados como para que se pasara de la raya de esa manera.

—¿Qué demonios quieres? —le pregunté de nuevo. La campanita todavía estaba sonando, y yo estaba agotada. Me sentía como hechizada. Me quedé mirándolo como una tonta. Vio el estado en el que me encontraba y me preguntó:

—¿Señorita Esquivel?

—Me siento mareada, Ezequiel.

—No tenga miedo, señorita Esquivel. Solo es hipnosis.

—¿Me hipnotizaste?

—Sí —respondió como si no hubiera hecho nada malo—. Quiero hablar con usted. Solo quiero hablar. La dejaré ir después.

Quería sentarme en la playa. Ezequiel se quitó la chaqueta y la apoyó sobre la arena. Metí los pies en el agua fresca del océano.

—Es muy cómodo. Estoy muy confundida, Ezequiel.

—¿Por qué está confundida, señorita Esquivel? —preguntó con amabilidad.

—No dejo de escuchar el sonido de una campanita.

—Sí. Quiero tener un momento de tranquilidad con usted. —Hizo una pausa. De repente, levantó la mano y la llevó hacia mi cabeza, pero se detuvo justo antes de tocarla—. Aunque estudié psiquiatría, estuve investigando la hipnosis y la usé de nuevo con usted, señorita. Es de la única manera que usted querría pasar tiempo conmigo. Cuando se despierte, no recordará lo que hablamos.

—¿De nuevo? ¿Ya me has hipnotizado antes?

—Sí, se olvidó de todo, señorita.

Era verdad. No podía recordar nada de nada. Lo único que sabía era que reconocía a Ezequiel. Después de reflexionar un poco, le pregunté:

—¿Te gusto?

—Siempre me gustó mucho, señorita Esquivel. —Ezequiel me miraba con la expresión más suave. Se le pusieron colorados los ojos cuando me dijo—: En el pasado, tuve que quedarme en Europa porque no tenía alternativa, y ahora, mi única razón en la vida es quedarme a su lado. No necesito que me dé nada a cambio. Solo quiero estar a su lado y poder verla cuando la extrañe.

—Ezequiel, eso es… —No sabía qué decir.

—La extrañé tanto estos últimos días. —Ya había dicho eso tres veces.

—¿Tienes que gustarme a mí también? —le pregunté, desviando la mirada.

—No —contestó. Me giré de nuevo hacia él y continuó, con una sonrisa amable—: Nunca voy a obligarla a que haga nada. Solo quiero estar cerca de usted por mis propias razones egoístas. Todo lo que necesito es que se siente aquí conmigo.

Hubo un largo silencio. La brisa del océano silbaba en el aire. Se levantó de golpe y se fue sin decir nada. Mientras miraba cómo se retiraba su figura, en lo único que podía pensar era en la palabra «solitario». Ezequiel era muy solitario. Me quedé sentada y, unos minutos después, sonó una voz conocida a mi lado:

—¿Qué está haciendo aquí, señora Genova? —Me di vuelta.

—Santiago —grité, con una leve sonrisa.

—¿Qué estás haciendo aquí? —repitió. ¿Qué estaba haciendo ahí? Mi mente estaba en blanco por completo. Pensé que había visto a Ezequiel. «Correcto. Acabo de ver a Ezequiel recién. ¡Santiago llegó ni bien se fue!», pensé. Había elegido el momento perfecto.

—Ezequiel estuvo aquí hace un momento. Se acaba de ir. —Me levanté y le pregunté a Santiago—: ¿Por qué estaría Ezequiel aquí?

—¿Qué dijo? —preguntó Santiago con una mirada fría en sus ojos luego de fruncir el ceño.

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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