Te regalo toda una vida de amor Capítulo 515

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 515

«¿Me están llamando arpía? ¿Se piensan que no hablo weliano?», me pregunté. Santiago las rechazó:

—No sé hacerlo. —Sin embargo, las tres mujeres no se marcharon, sino que se le acercaron. Vi que sus cuerpos casi ejercían presión contra él, así que ubiqué a Hansel y a Gretel a su izquierda mientras que yo me paré a su derecha para tenerlo rodeado por todos los frentes. Al verme hacer eso, dijeron algo en weliano y se burlaron de mí a la vista de todos:

—¡Mira a esa perra estúpida!

«¡¿Perra estúpida?!», pensé. Estaba a punto de explotar cuando Santiago me tomó por la cintura y dijo en inglés con amabilidad:

—No te preocupes, muy pronto estarán sufriendo. —Se dio vuelta y les preguntó—: ¿Hicieron sus apuestas? —Hablaba weliano a la perfección. Como él tomó la iniciativa de hablarles, las tres extranjeras contestaron sin problemas:

—Nop. Todavía estamos observando.

—¿Cuánto piensan apostar? —preguntó.

—Solo ocho mil. No mucho. Ayer ganamos un poco de efectivo, así que queríamos ver si hoy teníamos la misma suerte.

—Estamos aquí de vacaciones y conseguimos el dinero a cambio de… favores. Iba a preguntarte si estabas interesado, guapo. Podemos divertirnos, sin cargo —dijo la morocha sonriendo.

—¿Quién creen que ganará? —Sonrió Santiago con aires de superioridad.

—Gerardo Lugo, el del auto rojo.

Eché un vistazo en esa dirección y vi a un hombre gigantón, con músculos que parecía que le iban a hacer estallar la ropa. Santiago vio cómo me quedé mirando al otro hombre y carraspeó:

—Reina.

—Qué miedo. —Desvié la mirada. Santiago me observó antes de dirigirse a las mujeres en weliano:

—Deberían observar un rato más. No tomen una decisión apresurada. —Dos vueltas después, ganó el conductor del auto rojo. La próxima vuelta era una competencia individual y Gerardo era uno de los corredores, pero yo no conocía al del auto negro. Las tres mujeres estaban ansiosas por hacer sus apuestas y no tenían nada de miedo en apostar nada más y nada menos que ocho mil—. ¿Y si pierden? —les preguntó Santiago.

—En ese caso, puedes llevarme a vivir contigo, guapo —se rio por lo bajo una de las rubias. Él sonrió con satisfacción, pero no respondió, mientras que yo volteé los ojos.

—Ni siquiera tendremos dinero para volver a casa, pero no podemos tener tanta mala suerte, ¿no? ¡Ah! ¡¿Por qué no dividimos el dinero a la mitad?! —abrió la boca la otra rubia.

—Podemos dividirlo en dos y apostar una cantidad menor al auto negro —coincidió la morocha—. Así, aunque pierda, no perderemos mucho, y si gana, ¡ganaremos bastante! ¿Qué dices, guapo? ¿Cómo te parece que deberíamos dividirlo?

—Creo que ganará el rojo. En carreras anteriores, me di cuenta de que el conductor del auto negro era el peor de todos. Es un corredor mediocre, así que no ganará —respondió Santiago con cordialidad. En carreras anteriores, el conductor del auto rojo había demostrado ser audaz y decidido, mientras que el del negro era pésimo. Hasta yo me di cuenta de que era un corredor poco habilidoso. Estaba segura de que las tres mujeres iban a elegir el auto rojo. Sin embargo, si Santiago quería que eligieran ese auto, ¿no significaba que iban a ganar?

—Yo también voy a apostar. ¿Vamos juntos? —las invitó Santiago. Yo me reí porque estaba tratando de seducir a las señoritas con sus artimañas. Las tres mujeres planeaban apostar los ocho mil a Gerardo. Acerqué a Hansel y Gretel hacia Santiago y le pregunté, confundida:

—¿No van a ganar si apuestan todo su dinero a Gerardo Lugo?

—No ganarán —dijo, sonriendo, y luego me dio instrucciones—: Apostaré a Gerardo Lugo y tú harás lo contrario: cambiarás mi apuesta al corredor del auto negro, ¿entendido? —Al instante, me di cuenta de lo que estaba tramando.

—¿Gerardo va a perder? —pregunté. Dijo que no con la cabeza.

—Considerando los autos y los corredores, Gerardo no perderá, pero el dinero mueve montañas. De todas formas, yo no pensaba jugar, así que podemos darle el dinero cuando ganemos. Si está dispuesto a perder, no necesitará trabajar por, como mínimo, un par de años.

—¿Cómo vas a hacer un trato con él? —le pregunté.

—Se nos acercarán más tarde —se rio por lo bajo y agregó—: Siempre y cuando la apuesta sea lo bastante estremecedora. —Dicen que el dinero no compra la felicidad, pero Santiago estaba haciendo precisamente eso. Caminamos hacia el lugar donde se hacían las apuestas y las tres mujeres apostaron, contentas, todo el dinero que tenían a Gerardo, el conductor del auto rojo.

—¿Aceptan cheques? —preguntó Santiago en weliano.

—No, disculpe.

—Ah. Iba a hacer una apuesta de ocho cifras. —Todo el mundo se quedó con la boca abierta al escuchar lo que dijo, sobre todo las tres mujeres.

—¿Tan adinerado eres, guapo? —exclamó con deleite una de las rubias. Él lo reconoció con un «Ajá».

—Mi familia tiene una empresa, así que tengo algo de efectivo de sobra, pero no aceptan cheques aquí. Solo traje cinco millones en efectivo, así que supongo que empezaré apostando eso primero. Apuesto a Gerardo Lugo. —Hizo un gesto con la mano y los guardaespaldas trajeron unos maletines cerrados.

—Yo apuesto al auto negro —dije en un weliano aceptable, deteniéndolo con rapidez.

—¿Quieres perder? —gritó una de las rubias, impactada.

—No importa. No necesito dinero. Solo no quiero apostar a la misma persona que ustedes. Si apuestan al negro, entonces apostaré al rojo. Si apuestan al rojo, yo apuesto al negro. De una u otra forma, ¡haré lo contrario a ustedes! Y, de todos modos, solo están apostando ocho mil. Es muy poco. No importa a qué le apuesten —declaré de manera descortés, sosteniendo del brazo a Santiago.

—¿Te crees tan buena solo porque eres rica? —La rubia empalideció de furia.

—Bueno, mi vida es bastante buena —respondí con indiferencia —. Ando en helicóptero cuando salgo de casa. Puedo comprarme una isla cuando quiero irme de viaje. Disfruto sin tener que gastar ningún tipo de energía y eso, también, me pone de buen humor. Además, no tengo que intercambiar «favores» con nadie. —La rubia estaba tan enojada que casi se le pone la cara azul mientras maldecía.

—Solo haz la apuesta —dijo Santiago en voz alta. Habiendo dicho eso, aposté al auto negro.

—¿Vas a dejarla que haga eso? —le preguntó la rubia a Santiago.

—No tengo ganas de perder, pero solo me importa la felicidad de mi esposa. El dinero no es importante para mí —respondió riéndose por lo bajo con suavidad.

—¡Qué cosa exasperante dices, guapo! ¡¿Estás ciego?! ¡¿Por qué un tipo tan grandioso como tú se agarra a una mujer como ella?! ¡Te va a dejar seco!

—Por lo menos, ella está en casa conmigo y no tiene que ganarse el sustento como ustedes —retrucó Santiago. Su comentario las dejó pasmadas, ya que no podían pensar en nada que decirle. Justo en ese momento, el organizador se acercó a Santiago, que había solicitado conocer al conductor del auto rojo.

—¿Cuánto gana por carrera? —le preguntó Santiago, yendo directo al grano.

—Cincuenta por cada vuelta. Hago diez vueltas por día.

—Eso es solo quinientos por día. Apuesto cinco millones a que gana el conductor del auto negro. Sabe cuánto obtendré si gano. ¿Qué pasaría si le diera mi ganancia?

—¿Qué quiere decir, señor? —Gerardo estaba estupefacto.

—Si pierde, el dinero es suyo.

—De acuerdo, señor —afirmó Gerardo sin dudar. Aceptó demasiado rápido. Nadie podía rechazar el dinero fácil. Santiago y yo volvimos a la sala para ver la carrera y esperamos. Pronto, las tres mujeres vinieron corriendo hacia Santiago y le dijeron:

—Gerardo Lugo ganará. —Él sonrió sin decir nada porque era demasiado perezoso para molestarse con ellas—. ¿Por qué no hablas, guapo?

—Mi esposa me regañó —respondió de forma brusca—. Si hablo de nuevo con ustedes, me va a castigar cuando volvamos a casa. Ténganme piedad, señoritas. Adiós.

—Si eres tan rico, ¿por qué estás con esa arpía?

—¿Te crees tan buena solo porque eres rica? —La rubia empalideció de furia.

 

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

Comment

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Options

not work with dark mode
Reset