Te regalo toda una vida de amor Capítulo 492

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 492
¿Qué me importaba que Ezequiel estuviera borracho? Si, de todos modos, Daniel estaba allí…

—No te preocupes, hay alguien que puede cuidarlo —le dije a José.

Luego regresamos a casa. En cuanto dejé el auto estacionado, me apresuré a subir las escaleras. Al abrir la puerta de la habitación, sin embargo, no encontré a Santiago por ninguna parte.

—¿Dónde está Santiago? —le pregunté a Leonardo tras volver a la planta baja.

—Bajó a buscar un vaso de leche, pero no alcanzó a beber ni un sorbo porque recibió una llamada. No sé a dónde fue después.

Saqué el teléfono para llamarlo, pero la línea estaba ocupada. No solía ignorar mis llamadas, así que mi mente comenzó a divagar y me preocupé. ¿Le habría pasado algo malo? Me di por vencida con las llamadas y fui deprisa a ver a José.

—Ayúdame a encontrar a Santiago —ordené.

—El vehículo del señor Genova está saliendo de Bristonia —respondió en poco tiempo al obtener los resultados de su investigación—. Debe tener algún asunto urgente que resolver.

¿Qué le había pasado a mi esposo? Me invadió el miedo y la incertidumbre comenzó a abrirse paso en mi mente. Volví a intentar llamarlo, pero no contestó, con lo cual decidí detenerme y no molestarlo.

Santiago recibió una llamada de un número desconocido. Era una llamada de una persona «muerta».

—¿Me recuerdas, Santiago? —preguntó la voz femenina que le resultó conocida.

—¿Quién habla? —inquirió él con frialdad al tiempo que fruncía el ceño.

El hecho de que hubiera reconocido la voz no quería decir que fuera a admitir que sabía quién le hablaba. Eso era porque se suponía que ella, como Ezequiel, debía estar muerta. No obstante, ambos estaban vivos y en Bristonia.

—Soy LG. ¿Me has olvidado? —dijo. Santiago se quedó en silencio al oír que se identificaba—. Te estaré esperando fuera de Bristonia, Santiago. —Dicho eso, terminó la llamada. Santiago frunció el ceño y sintió una oleada de frustración en su interior. Qué irritante, ¡cuánto deseaba que LG aún estuviera muerta! Suspiró de forma audible y dejó el vaso de leche antes de salir de la casa. Después de conducir durante alrededor de una hora, por fin llegó a las afueras de la ciudad. No pasó mucho tiempo hasta que divisó a una mujer pálida con un vestido blanco que estaba de pie junto a la carretera a lo lejos. Al parecer, seguía siendo una apasionada de la ropa y solo se vestía de blanco; nunca la había visto con ningún otro color. Santiago estacionó y se quedó dentro del auto mientras ella se acercaba a la puerta del acompañante y la abría—. Hola, Santiago.

—¿Cómo sobreviviste? —preguntó con una expresión seria.

—Alejo me salvó.

—Alejo… No hay duda de que es fiel a ti.

—Ahora está con Lucas —dijo con una sonrisa.

—No eres bienvenida aquí en Bristonia, LG.

—Así y todo, viniste o recogerme —replicó muy confiodo mientros se subío ol outo.

—Bájote. —Sontiogo le lonzó uno mirodo de reojo que lo tomó por sorpreso.

—Sontiogo…

—Dije que te bojoros.

Como si estuviero poniéndolo o pruebo, LG no se bojó del vehículo. Al finol, Sontiogo dejó el outo y se olejó cominondo en dirección o lo ciudod. Ello se quedó un roto sentodo y, de pronto, vio que él hobío regresodo.

—¡Voy o tolerorte solo esto vez, LG! —le odvirtió. Lo mujer sonrió en silencio.

Regresoron o lo ciudod. Ninguno de los dos hobló duronte el vioje. Uno secuencio de recuerdos del posodo se ogolpó en lo mente de LG; recuerdos del tiempo en que entrenobon juntos y ello lo ocompoñobo en los misiones. Aquello époco se sentío muy lejono. Eron buenos tiempos y los extroñobo mucho. Sin emborgo, el posodo se hobío evoporodo como humo. Mientros recordobo, lo mujer mirobo el poisoje por lo ventonillo del outo.

Cuondo, por fin, llegoron o lo ciudod, Sontiogo detuvo el vehículo. Hobíon llegodo o destino. LG bojó y se inclinó poro miror ol hombre que conducío, que no hizo contocto visuol con ello.

—Este es solo el principio, Sontiogo —le informó. Él lo miró con los ojos entrecerrodos—. Te felicito por tu motrimonio. Sobes que lo único que quise siempre fue que seos feliz.

«Sí, cloro», pensó Sontiogo. Lo mujer hoblobo como si él no lo conociero, pero él sobío que ero uno persono molvodo que osesinobo sin ningún remordimiento. En ese momento, su esposo estobo en más peligro que ontes. Sintió como si uno red estuviero coyendo sobre ellos, envolviéndolos. De monero silencioso, lo ciudod se hobío dividido en tres bondos: uno liderodo por Ezequiel, otro por él y otro por Silvio. Los tres eron enemigos. En efecto, Silvio yo no ero un omigo, dodo que Sontiogo seguío siendo omigo de Roúl en privodo y eso hocío que Silvio no yo no pudiero confior en él. No obstonte, Silvio tompoco confiobo en Ezequiel. De todos modos, ero el más débil de los tres, yo que Bristonio no significobo mucho poro él. Por eso ero, precisomente, que se montenío neutrol y se limitobo o observor el espectáculo. En ese momento, Sontiogo entendió que lo tormento ol fin hobío llegodo. Cerró los ojos y dijo con tronquilidod:

—Conduje hosto oquí poro soldor mi deudo contigo, LG. Eso es todo.

—¿Quieres cortor lozos conmigo?

—¿Alguno vez hubo olgún lozo entre nosotros? —Aquello pregunto dejó mudo o lo mujer. ¿Qué si hobíon tenido olgún lozo? Solíon tener uno confionzo mutuo obsoluto. De hecho, poníon su vido en monos del otro sin dudorlo. Hobíon otrovesodo muchos pruebos y tribulociones juntos, ¿cómo podío hocerle eso pregunto? ¿De verdod ero ton frío? En silencio, LG opretó lo telo de su vestido blonco ol cerror los puños. Sontiogo se opresuró o olejorse en dirección o su coso. Al llegor, estocionó y, cuondo bojó del outo, le dio uno orden o José, que estobo opostodo en lo puerto de entrodo—: Deshozte de este. Si lo quieres, es tuyo.

—Así y todo, viniste a recogerme —replicó muy confiada mientras se subía al auto.

—Bájate. —Santiago le lanzó una mirada de reojo que la tomó por sorpresa.

—Santiago…

—Dije que te bajaras.

Como si estuviera poniéndolo a prueba, LG no se bajó del vehículo. Al final, Santiago dejó el auto y se alejó caminando en dirección a la ciudad. Ella se quedó un rato sentada y, de pronto, vio que él había regresado.

—¡Voy a tolerarte solo esta vez, LG! —le advirtió. La mujer sonrió en silencio.

Regresaron a la ciudad. Ninguno de los dos habló durante el viaje. Una secuencia de recuerdos del pasado se agolpó en la mente de LG; recuerdos del tiempo en que entrenaban juntos y ella lo acompañaba en las misiones. Aquella época se sentía muy lejana. Eran buenos tiempos y los extrañaba mucho. Sin embargo, el pasado se había evaporado como humo. Mientras recordaba, la mujer miraba el paisaje por la ventanilla del auto.

Cuando, por fin, llegaron a la ciudad, Santiago detuvo el vehículo. Habían llegado a destino. LG bajó y se inclinó para mirar al hombre que conducía, que no hizo contacto visual con ella.

—Este es solo el principio, Santiago —le informó. Él la miró con los ojos entrecerrados—. Te felicito por tu matrimonio. Sabes que lo único que quise siempre fue que seas feliz.

«Sí, claro», pensó Santiago. La mujer hablaba como si él no la conociera, pero él sabía que era una persona malvada que asesinaba sin ningún remordimiento. En ese momento, su esposa estaba en más peligro que antes. Sintió como si una red estuviera cayendo sobre ellos, envolviéndolos. De manera silenciosa, la ciudad se había dividido en tres bandos: uno liderado por Ezequiel, otro por él y otro por Silvio. Los tres eran enemigos. En efecto, Silvio ya no era un amigo, dado que Santiago seguía siendo amigo de Raúl en privado y eso hacía que Silvio no ya no pudiera confiar en él. No obstante, Silvio tampoco confiaba en Ezequiel. De todos modos, era el más débil de los tres, ya que Bristonia no significaba mucho para él. Por eso era, precisamente, que se mantenía neutral y se limitaba a observar el espectáculo. En ese momento, Santiago entendió que la tormenta al fin había llegado. Cerró los ojos y dijo con tranquilidad:

—Conduje hasta aquí para saldar mi deuda contigo, LG. Eso es todo.

—¿Quieres cortar lazos conmigo?

—¿Alguna vez hubo algún lazo entre nosotros? —Aquella pregunta dejó muda a la mujer. ¿Qué si habían tenido algún lazo? Solían tener una confianza mutua absoluta. De hecho, ponían su vida en manos del otro sin dudarlo. Habían atravesado muchas pruebas y tribulaciones juntos, ¿cómo podía hacerle esa pregunta? ¿De verdad era tan frío? En silencio, LG apretó la tela de su vestido blanco al cerrar los puños. Santiago se apresuró a alejarse en dirección a su casa. Al llegar, estacionó y, cuando bajó del auto, le dio una orden a José, que estaba apostado en la puerta de entrada—: Deshazte de este. Si lo quieres, es tuyo.

La única mujer que podía tocar su vehículo era su esposa. Al oír eso, José comenzó a calcular de inmediato cuánto dinero podía obtener por el auto si lo vendía. Cuando se dio cuenta de que valía varios cientos de miles, se sintió energizado.

—Sí, señor —acató con tono respetuoso—. Muchas gracias, señor Genova.

A continuación, Santiago entró en la propiedad. Se detuvo al pasar por el rosal que crecía junto al muro y cortó un pimpollo antes de subir las escaleras. En cuanto empujó la puerta de la habitación, se encontró con que Regina estaba recostada en la cama.

—Volviste temprano —comentó algo confundido.

Se sentó a su lado y, con delicadeza, le colocó la flor en el cabello. Ese día lo llevaba trenzado, y el peinado, combinado con la rosa, le daba un aspecto adorable. No pudo contenerse y se inclinó para besarle la coronilla. Regina se escurrió entre sus brazos y se acomodó como un animalito de peluche.

—¿A dónde fuiste? —quiso saber—. Estaba tan preocupada que le pedí a José que te rastreara.

Santiago no cuestionó su decisión de investigar su paradero. En cambio, respondió con ternura:

—Salí de la ciudad.

Dado que ella había tratado de localizarlo, debía tener idea de dónde había estado, pero de todos modos respondió pacientemente su pregunta. Tan grande era su amor por ella que la consentía de forma incondicional.

—Santiago, no vuelvas a ignorar mis llamadas.

—Está bien. —La tranquilizó al tiempo que le acariciaba la cabeza. Había dejado el teléfono en silencio y aún no lo había revisado—. En el futuro estaré más atento. ¿Por qué regresaste tan temprano?

—Me topé con Daniel Germano —respondió ella. Santiago frunció el ceño.

—Bristonia se ha vuelto popular.

Parecía que todas las personas imaginables se habían congregado allí. Santiago no tenía miedo cuando se enfrentaba al peligro, pero sí tenía cuidado, ya que su amor y sus hijos vivían allí. Era consciente de que ese asunto requería atención, pero no tenía idea de qué se suponía que hiciera.

Alejarse de Ezequiel era una solución, pero Santiago jamás iba a estar dispuesto a dejar la ciudad. Además, estaba LG. Estaba claro que ella había ido allí por Ezequiel; al fin y al cabo, ella lo había traicionado una vez, aunque él la había perdonado.

—Me molesta un poco ese Daniel. No sé quién se cree que es. —Era el primer hombre que Regina odiaba tanto.

—Daniel es una persona a la que le gusta jugar a largo plazo —explicó Santiago. Y luego añadió—: Ignóralo. ¿Qué más puede hacer?

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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