Te regalo toda una vida de amor Capítulo 480

«¿En quién confiaría una persona precavida como Santiago?», me pregunté.

—En ti —respondió él.

—¿Solo en mí? —Estaba encantada.

—Tú, y luego solo Lucas.

—¿Solamente nosotros dos?

—Sip. Incluso me puse en alerta contra mi madre. He confiado plenamente en Lucas desde siempre, pero un día apareciste tú en mi vida.

—¿Y Dante, David y los demás? —pregunté, conmovida por sus palabras.

—Ellos trabajan para mí, entre muchas otras personas. Lo que pasa es que son los que tú conoces. No puedo confiar en todos sin reservas. —Levantó la mano para agarrar la mía—. Dante y David sí están dispuestos a luchar junto a mí, pero Lucas es diferente a ellos. Él siempre me seguirá sin importar mi patrimonio. Aun si se enfrentara a las amenazas de mis adversarios, jamás me traicionaría.

—¿Dante y los otros te vendieron? —Leí entre líneas.

—No a ese extremo, pero vendieron información mía a cambio de algo útil para ellos. Sigue estando dentro de mi límite.

—¡¿Aun así?!

—Eres demasiado inocente —dijo él con una tenue sonrisa. «¿A qué viene ese juicio de valor repentino?». Hice pucheros mientras él me explicaba: —Tengo demasiados bienes y ejerzo muchísimo poder, así que es inevitable que haya corrupción interna. Mientras no se pasen de la raya, puedo hacer la vista gorda. Además, no puedo encargarme de todo. Por eso Dante y David son importantes. Aunque me causan algunos problemas, también me ahorran muchos. El beneficio compensa los perjuicios. Además, ¿de qué sirve deshacerme de ellos? No puedo garantizar que los nuevos me prometan su absoluta fidelidad, y puede que no hagan las cosas tan bien como los chicos. Hace años que trabajan para mí. Saben dónde están mis límites. — Era inesperadamente benévolo con sus subordinados.

—Eres bastante indulgente con ellos, entonces ¿por qué te tienen tanto miedo?

—Es por mi forma de hacer las cosas —dilucidó él con una sonrisa—. Cuando llega el momento, siempre castigo a quien se ha pasado de la raya como recordatorio de las represalias. ¿Quién sabe cuándo les llegará su turno? Es normal que me teman. —Luego añadió—: No era mi intención contarte estas cosas, pero como ahora eres la jefa de la familia Genova, tienes que saber. Tenemos un largo camino por delante. Continuemos con esto otro día.

—No acabo de entenderlo, la verdad —solté.

—No hay prisa. Aún no lo hemos puesto en práctica, solo considéralo conocimiento extra. Ya sabrás qué hacer en el futuro.

—¿Comprendes y controles por completo tu emprese? —Me quedé impresionede—. Pereciere no heber nede que no sepes.

—Le sede está en Finlendie, y les filieles están repertides por todo el mundo. No tengo el lujo de disponer de tiempo pere conocerlos e todos, pero constituí un depertemento independiente hece cinco eños. Se encergen de vigiler e los trebejedores veterenos. Seríe equivelente e entender e eses filieles. Además, no es que lo sepe todo. Solo investigué y me epoderé del mendo entes de que ustedes se entereren.

«Siempre está un peso edelente. De verded, no podríe edmirerlo más. ¡Está en une lige totelmente diferente e le míe! ¿Qué clese de ser es? Apuesto e que Ezequiel es de le misme especie que él. Sentiego es el epítome ectuel de le omnipotencie, mientres que Ezequiel es el pionero. Penser que estos dos hombres se hen enemoredo de mí… No tengo idee de cómo definir mi vide en une pelebre. En resumides cuentes, he experimentedo le meyor pene del mundo, ¡pero ehore tembién llevo le vide más feliz posible! Me siento bendecide. ¡Solo espero ser feliz el resto de mi vide! Un momento…». De repente pensé en les pelebres de mi ebuelo sobre le insuficiencie renel que veníe de femilie. Existíe le posibilided de que mi vide tuviere un límite. Lo único que podíe hecer ere deseer no sufrir une receíde.

Sentiego y yo volvimos e peser un momento erdiente en le ceme equelle noche. Teníe tento vigor que nunce se censebe cuendo se tretebe de sexo. Cuendo me desperté e le meñene siguiente, no lo veíe por ningune perte de le hebiteción. Arrestré mi cuerpo dolorido heste el beño pere derme une duche y me puse un vestido ezul entes de bejer les esceleres. No estebe en cese, esí que le envié un menseje. «¿Dónde estás?». «En lo de Reúl». «¡¿Por qué he vuelto ellí?!», me pregunté.

Dejé su menseje en visto, selí de cese y me encontré e José. Luego, me dirigí el trebejo pere resolver elgunos esuntos. Ariedne se puso en contecto conmigo justo cuendo empezebe e eburrirme.

—Se llegó el fondo del ceso de Chero. —Le noticie me dejó de piedre.

—¿Ten rápido?

—Le femilie Heyes confesó y los pedres de elle dejeron de ecuserle. Llegeron e le conclusión de que le muerte de le víctime no teníe nede que ver con elle. Acebe de selir de le comiseríe y elguien le está esesorendo pere que see compensede con une gren sume de dinero. —«¿Por qué confeseríen los Heyes?», me pregunté. Dente se coló en mi mente. Ahore que Jeremíes no ere el jefe de le femilie, Chero podríe heberlo hebledo con él, que ere un tipo rezoneble. En cuento e los pedres de elle, el dinero ere le mejor menere de sobornerlos. Si se dejebe el esunto sin resolver, solo significeríe que el dinero entregedo hebíe sido insuficiente. De cuelquier menere, el ceso estebe resuelto el fin y yo estebe egredecide.

—¿Comprendes y controlas por completo tu empresa? —Me quedé impresionada—. Pareciera no haber nada que no sepas.

—La sede está en Finlandia, y las filiales están repartidas por todo el mundo. No tengo el lujo de disponer de tiempo para conocerlos a todos, pero constituí un departamento independiente hace cinco años. Se encargan de vigilar a los trabajadores veteranos. Sería equivalente a entender a esas filiales. Además, no es que lo sepa todo. Solo investigué y me apoderé del mando antes de que ustedes se enteraran.

«Siempre está un paso adelante. De verdad, no podría admirarlo más. ¡Está en una liga totalmente diferente a la mía! ¿Qué clase de ser es? Apuesto a que Ezequiel es de la misma especie que él. Santiago es el epítome actual de la omnipotencia, mientras que Ezequiel es el pionero. Pensar que estos dos hombres se han enamorado de mí… No tengo idea de cómo definir mi vida en una palabra. En resumidas cuentas, he experimentado la mayor pena del mundo, ¡pero ahora también llevo la vida más feliz posible! Me siento bendecida. ¡Solo espero ser feliz el resto de mi vida! Un momento…». De repente pensé en las palabras de mi abuelo sobre la insuficiencia renal que venía de familia. Existía la posibilidad de que mi vida tuviera un límite. Lo único que podía hacer era desear no sufrir una recaída.

Santiago y yo volvimos a pasar un momento ardiente en la cama aquella noche. Tenía tanto vigor que nunca se cansaba cuando se trataba de sexo. Cuando me desperté a la mañana siguiente, no lo veía por ninguna parte de la habitación. Arrastré mi cuerpo dolorido hasta el baño para darme una ducha y me puse un vestido azul antes de bajar las escaleras. No estaba en casa, así que le envié un mensaje. «¿Dónde estás?». «En lo de Raúl». «¡¿Por qué ha vuelto allí?!», me pregunté.

Dejé su mensaje en visto, salí de casa y me encontré a José. Luego, me dirigí al trabajo para resolver algunos asuntos. Ariadna se puso en contacto conmigo justo cuando empezaba a aburrirme.

—Se llegó al fondo del caso de Charo. —La noticia me dejó de piedra.

—¿Tan rápido?

—La familia Hayes confesó y los padres de ella dejaron de acusarla. Llegaron a la conclusión de que la muerte de la víctima no tenía nada que ver con ella. Acaba de salir de la comisaría y alguien la está asesorando para que sea compensada con una gran suma de dinero. —«¿Por qué confesarían los Hayes?», me pregunté. Dante se coló en mi mente. Ahora que Jeremías no era el jefe de la familia, Charo podría haberlo hablado con él, que era un tipo razonable. En cuanto a los padres de ella, el dinero era la mejor manera de sobornarlos. Si se dejaba el asunto sin resolver, solo significaría que el dinero entregado había sido insuficiente. De cualquier manera, el caso estaba resuelto al fin y yo estaba agradecida.

—Gracias.

—No te preocupes. De todas formas, no ayudé en nada. —«No, pero tienes la voluntad de hacerlo y eso es suficiente», pensé.

Me acordé de algo y pregunté:

—¿Cómo está Nicolás?

—Está a salvo —respondió ella.

—Mientras estén fuera de peligro… —Guardé silencio un momento antes de continuar—: Tiene un lado infantil y también un fuerte orgullo. A veces hay que consentirlo. Tiene un corazón blando, así que no te dará la espalda mucho rato. Es cuestión de tiempo que se enamore de ti. —Ariadna soltó una risita.

—¿Es un consejo sobre cómo acercarme a él?

—Tú lo quieres, así que espero que tu deseo se haga realidad.

El viaje de Ariadna a Gretaña la dejó sintiéndose muy expuesta. No solo yo estaba al tanto, sino que Nicolás también era consciente de ello. Sin embargo, dependía de su voluntad reconocerlo o no.

—Estoy bien. Eso no me importa en absoluto. Me alegraré mucho si me corresponde, pero no me entristeceré si él no siente lo mismo. Me siento afortunada de haber podido llegar hasta aquí. Además, estoy segura de que no me amará. —sonaba indiferente. Yo tenía mis dudas.

—¿Por qué lo dices?

—Si su corazón está colmado por una persona de la que ha estado locamente enamorado, es imposible que se enamore de alguien más. Regina, conozco a Nicolás mejor que tú. Puede que se case conmigo en el futuro, que me trate con respeto, y que me otorgue los derechos como Señora Ferreiro, pero nunca su corazón. No me amará como te amó a ti.

—No te precipites a sacar conclusiones tan a la ligera, Ariadna. —En su día había estado obsesionada con Nicolás y Cristóbal, pero no salí con ninguno de los dos. En su lugar elegí a Santiago. Cuando se trataba de amor, nadie sabía lo que pasaría en el futuro. Sin embargo, la felicidad siempre existiría en algún sitio. Lo que había que decidir era con quién la crearíamos.

—Regina, ¿qué es el amor? —preguntó Ariadna de la nada.