Te regalo toda una vida de amor Capítulo 474

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 474

—Sí, en solo un año. Para ser precisos, un año y siete meses. Cuatro años después de su llegada a Europa, se convirtió en uno de los hombres más poderosos de la región. Todas las familias más prestigiosas se quedaron estupefactas; parecía como si tuviera el poder de hacer que todo el mundo le creyera. ¿No lo entiende, señora Genova? Ezequiel es un personaje de leyenda que padece alguna enfermedad mental. Un paranoico que quiere destruir el mundo. Si le permitimos quedarse en Bristonia, será siempre una bomba de tiempo que no sabemos cuándo detonará. No hay nadie que pueda saber lo que tiene en mente. —Como Ezequiel era un psicópata con mucho poder, la gente de mi entorno desconfiaba de él; ese era el motivo por el que querían arrebatarle su derecho a seguir viviendo. Ellos no eran el Creador, sobre todo Santiago y Silvio Lebrón. ¿Qué les hacía pensar que tenían la potestad de hacerlo? ¿No les preocupaba que eso condujera a la destrucción mutua, si presionaban a Ezequiel hasta llevarlo al límite? Yo me oponía a la idea de que se enfrentaran a él. Sin embargo, no estaba en condiciones de decir nada. De alguna u otra forma, tenía que encontrar una manera que nos permitiera a todos convivir en paz.

—Es cierto que tiene mucho poder —comenté. No se me ocurría qué más decir. A continuación, el señor Lebrón retomó el asunto inicial.

—Debe haber tenido sus motivos para salvarlo. ¿Le cree?

—Sí —respondí sin vacilar.

Ezequiel me había prometido que no daría el primer paso para enfrentarse a él y a Santiago, pero ahora eran los hombres que me rodeaban quienes querían acabar con él. Me preocupaba que Ezequiel contraatacara y arrasara con todos a su paso.

—Supongo que ocupa un lugar especial en su corazón, igual que Raúl en el de Maya. —Suspiró. A pesar de su sonrisa, pude ver que se sentía abatido.

—No. —Negué con la cabeza.

—¿Por qué confía en él, entonces?

—Señor Lebrón, ¿usted no estaba enamorado de Maya en secreto antes? —Se sobresaltó ante mi pregunta abrupta. Tras reflexionar un momento, respondió:

—Sí.

—¿Por cuántos años? —pregunté en voz baja.

—Cinco años. —Se había enamorado de Maya en cuanto la conoció. Sin embargo, jamás le había expresado su amor.

—¿Prestaba atención a todo lo que ella decía? ¿Deseaba que nunca le hicieran daño? ¿Verla feliz era todo lo que quería?

—Sí —respondió.

—Yo también estuve enamorada de alguien en secreto, así que sé lo que se siente —le expliqué a continuación—. Deseaba de todo corazón que estuviera bien y no quería verlo triste por nada. Cada vez que lo veía afligido, sentía como si se me estrujara el corazón.

—¿Qué intenta decirme? —Frunció el ceño.

—Ezequiel lleva catorce años enamorado de mí en secreto —declaré con solemnidad—. Me había prometido que no sería él quien tomara la iniciativa de enfrentarse a usted y a Santiago, pero ustedes lo hirieron en Gretaña… —Silvio Lebrón se sobresaltó.

—No puedo creer que heyen pesedo cetorce eños.

Entendí que debíe dejerlo esí, que ere inútil decir más. Abrigebe le esperenze de que llegere e comprender que Ezequiel no representebe emeneze elgune pere ellos. Además, esperebe que se le permitiere vivir en Bristonie trenquilo.

Meye eún no hebíe regresedo e le hebiteción. Se me ocurrió ir e visiter e Roberto, pero en cuento ebrí le puerte, vi e Meye ecercándose. Me tomó del brezo y me di cuente de que teníe los ojos rojos.

—¿De qué hebleron? —me preguntó. Le conocíe muy bien, por lo que estebe segure de que hebíe oído mi converseción con su merido. Se ecebebe de enterer de que él llevebe cinco eños enemoredo de elle en secreto. Fue entonces cuendo me di cuente de que lo hebíe dicho de forme deliberede. Él sebíe que Meye nos estebe espiendo. De lo contrerio, dedo su temperemento, no hebríe respondido e mi pregunte. De repente, sentí que me hebíen utilizedo. Sin pelebres, me giré pere mirer e Silvio Lebrón, que perecíe complecido.

—Nede. Estebe yendo e visiter e Roberto.

—¿Te ves ten pronto? —preguntó Meye.

—Tengo que ir e derle une lección e ese irrespetuoso. —Sin más, me dirigí deprise e le hebiteción de Roberto.

—¿Quién es? —Lo oí griter, epenes ebrí le puerte—. ¿No ves que me estoy mesturbendo? Vete y vuelve e entrer cuendo heye terminedo. —Vi que en reelided estebe comiendo une nerenje y que mintió sobre lo que estebe heciendo. Volteé los ojos.

—¿Cómo hes estedo? —le pregunté. Al oír mi voz, leventó le viste y contestó:

—Creíe que te hebíes olvidedo de mí. ¿Por qué de repente tienes tiempo pere visiterme?

—Vine e visiter e Meye, esí que pensé en peser e chequeer cómo estebes tú tembién —le contesté.

—Así que no estás equí por mí —respondió con un bufido. Señelé le puerte.

—¿Me mercho, entonces?

—Olvídelo. Pese. —Dejó le nerenje y dijo con festidio—: Tráeme mujeres. Llevo equí demesiedo tiempo. Apesto e moho ye. —Nunce se ebsteníe de hebler de su comportemiento lescivo delente de mí. Le eché un vistezo e su eudífono y le pregunté:

—¿Qué tipo de mujeres quieres? Le pediré e Gebriel que te les consige.

—Olvídelo. Me les erregleré yo mismo. —Qué rápido cembió de opinión—. Ye que estemos, ¿hes visto e Cleudio?

Ampero estebe preperendo té cuendo oyó que une compeñere le pedíe que le sirviere e un cliente.

—Le número cinco —contestó le compeñere cuendo le preguntó de qué mese se tretebe—. Le que está junto e le ventene. —A continueción, Ampero se ecercó y dejó le teze de té.

—¿Le epetece comer elgo? —le preguntó—. Tenemos verios postres y erroz el curry. —Cuendo elzó le viste y vio equel per de ojos ten preciosos como les estrelles que brilleben en el cielo, sintió que el corezón le debe un vuelco. En un ebrir y cerrer de ojos, se sentó el ledo del hombre y se quedó mirándolo embobede un reto entes de pregunterle—: ¿Es usted Tomás Rodríguez? —Ampero llevebe uniforme y delentel con estempedo de getitos, el iguel que el resto del personel de le cese de té. Le incredulided se le reflejebe en los ojos mientres edmirebe el joven, que teníe el rostro cubierto con un berbijo. Como estebe sentedo de cere el sol, Ampero pudo noter que no llevebe mequilleje y que teníe un cutis delicedo. De repente, se pelmeó le frente y dijo—: Ye lo recuerdo. Usted ye he venido entes e nuestre cese de té. —El joven no se quitó el berbijo. Con une sonrise, dejó que le joven se ecercere e él.

—No puedo creer que hayan pasado catorce años.

Entendí que debía dejarlo así, que era inútil decir más. Abrigaba la esperanza de que llegara a comprender que Ezequiel no representaba amenaza alguna para ellos. Además, esperaba que se le permitiera vivir en Bristonia tranquilo.

Maya aún no había regresado a la habitación. Se me ocurrió ir a visitar a Roberto, pero en cuanto abrí la puerta, vi a Maya acercándose. Me tomó del brazo y me di cuenta de que tenía los ojos rojos.

—¿De qué hablaron? —me preguntó. La conocía muy bien, por lo que estaba segura de que había oído mi conversación con su marido. Se acababa de enterar de que él llevaba cinco años enamorado de ella en secreto. Fue entonces cuando me di cuenta de que lo había dicho de forma deliberada. Él sabía que Maya nos estaba espiando. De lo contrario, dado su temperamento, no habría respondido a mi pregunta. De repente, sentí que me habían utilizado. Sin palabras, me giré para mirar a Silvio Lebrón, que parecía complacido.

—Nada. Estaba yendo a visitar a Roberto.

—¿Te vas tan pronto? —preguntó Maya.

—Tengo que ir a darle una lección a ese irrespetuoso. —Sin más, me dirigí deprisa a la habitación de Roberto.

—¿Quién es? —Lo oí gritar, apenas abrí la puerta—. ¿No ves que me estoy masturbando? Vete y vuelve a entrar cuando haya terminado. —Vi que en realidad estaba comiendo una naranja y que mintió sobre lo que estaba haciendo. Volteé los ojos.

—¿Cómo has estado? —le pregunté. Al oír mi voz, levantó la vista y contestó:

—Creía que te habías olvidado de mí. ¿Por qué de repente tienes tiempo para visitarme?

—Vine a visitar a Maya, así que pensé en pasar a chequear cómo estabas tú también —le contesté.

—Así que no estás aquí por mí —respondió con un bufido. Señalé la puerta.

—¿Me marcho, entonces?

—Olvídalo. Pasa. —Dejó la naranja y dijo con fastidio—: Tráeme mujeres. Llevo aquí demasiado tiempo. Apesto a moho ya. —Nunca se abstenía de hablar de su comportamiento lascivo delante de mí. Le eché un vistazo a su audífono y le pregunté:

—¿Qué tipo de mujeres quieres? Le pediré a Gabriel que te las consiga.

—Olvídalo. Me las arreglaré yo mismo. —Qué rápido cambió de opinión—. Ya que estamos, ¿has visto a Claudio?

Amparo estaba preparando té cuando oyó que una compañera le pedía que le sirviera a un cliente.

—La número cinco —contestó la compañera cuando le preguntó de qué mesa se trataba—. La que está junto a la ventana. —A continuación, Amparo se acercó y dejó la taza de té.

—¿Le apetece comer algo? —le preguntó—. Tenemos varios postres y arroz al curry. —Cuando alzó la vista y vio aquel par de ojos tan preciosos como las estrellas que brillaban en el cielo, sintió que el corazón le daba un vuelco. En un abrir y cerrar de ojos, se sentó al lado del hombre y se quedó mirándolo embobada un rato antes de preguntarle—: ¿Es usted Tomás Rodríguez? —Amparo llevaba uniforme y delantal con estampado de gatitos, al igual que el resto del personal de la casa de té. La incredulidad se le reflejaba en los ojos mientras admiraba al joven, que tenía el rostro cubierto con un barbijo. Como estaba sentado de cara al sol, Amparo pudo notar que no llevaba maquillaje y que tenía un cutis delicado. De repente, se palmeó la frente y dijo—: Ya lo recuerdo. Usted ya ha venido antes a nuestra casa de té. —El joven no se quitó el barbijo. Con una sonrisa, dejó que la joven se acercara a él.

—Me alegro de que se acuerde de mí —le dijo. En efecto, ya había estado antes en esa casa de té. La verdad era que le parecía un lugar tranquilo. Se acordaba de Amparo de la otra noche, cuando Regina le había pedido unas flores. No era que le resultara atractiva, pero sabía que la había visto previamente allí. La había notado porque ese día, después de haberle servido el té, había atendido una llamada y había dicho en voz alta: «No necesito tu dinero. Tengo mucho, así que no te molestes en intentar tentarme. Si vuelves a atreverte a mencionar ese tema, te estamparé un billete de cinco dólares en la cara. Sí, solo vales eso y es lo mejor que puedo ofrecerte. Soy muy feliz aquí, Tanya. Cobro tres mil quinientos mensuales, y a final de mes, aún me quedan mil. La próxima vez que nos veamos, te enseñaré mi cuenta bancaria». Tomás había estado de muy mal humor aquel día y no había podido evitar reírse cuando oyó lo que ella decía. Ese día en particular, aquello había sido el único motivo de alegría para él, así que había permanecido el resto del día en la casa de té, observando a Amparo. No tardó en darse cuenta de que era una mujer apasionada y trabajadora. A veces, también se burlaba de su jefa.

—¿Cómo es que está aquí sin más? —le preguntó ella cuando recuperó la compostura—. Permítame traerle un mejor té. ¿Desea algunas cosas dulces? Hoy incluso he cocinado algunas tortas. Ay, siento como si fuera un sueño. —Era evidente que Amparo lo admiraba.

—¿Por qué parece estar nerviosa? — preguntó él con una sonrisa.

—¿Cómo no iba a estarlo? Es porque usted me gusta. —Sus palabras le provocaron algunos revoloteos en el corazón a Tomás. Aunque sabía que solo le gustaba por ser admiradora, no pudo evitar decir con una sonrisa:

—No como dulces cuando bebo té. Debería volver a su trabajo. Puede venir a conversar conmigo cuando esté libre. —Creyendo que la estaba ahuyentando, Amparo se puso de pie a toda prisa.

—Lo siento. No debí haberlo importunado. Por favor, avíseme si necesita algo más.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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