Te regalo toda una vida de amor Capítulo 470

Estaba enterándome de que Ezequiel era un psiquiatra destacado.

—Él se especializó en eso —continuó Santiago y me alborotó el cabello—. Cuando aplica su conocimiento, es capaz de controlar la mente de una persona con facilidad. Además, sabe hipnosis. ¿Cómo podría decirlo? Frente a él, estás desnudo; en sentido figurado, por supuesto. Puede manipular tus pensamientos e incluso aprovecharse de tu bondad.

No tenía idea de si Ezequiel había estado usando su conocimiento durante nuestras interacciones. ¿Lo había hecho? Eso no tenía importancia, pues ya no le debía nada.

—Nunca confié en él —dije con honestidad—. Tampoco dudo de él, claro, ya que, a fin de cuentas, nunca me dio motivos para confiar ni desconfiar. No es más que alguien que me salvó la vida una vez. Puedes creer que él envió a esos hombres, así que digamos que fue así y que yo fui una tonta. Como sea, mi deuda está paga y ya no tengo nada que ver con él. Sé que te molestaste, Santi, pero confía en mí, nunca volveré a hacer que te moleste por otros hombres.

—Confío en ti. —Por fin sonrió al escucharme.

—¿Y qué aprendiste además de psicología? —Santiago era un tesoro que me interesaba mucho, pues aún sabía poco sobre él.

—Muchas cosas. —Me acarició la mejilla con ternura antes de volver a mi cabello. Mientras tanto, yo jugueteaba con los dedos de su mano libre y lo escuchaba con paciencia—. Psicología es solo una de ellas. Las personas como nosotros tenemos que aprender de todo para defendernos.

—¿Por ejemplo? —insistí.

—Lo más importante es el combate. Todo lo demás sería inútil si no supiera pelear. Después de tener los conocimientos básicos de defensa personal, le siguen finanzas e idiomas. Como viví en Finlandia, tuve que aprender finlandés y sueco. Luego economía, administración, informática y demás. Aprendí demasiadas cosas como para nombrarlas. —Llevado por los recuerdos, continuó—: La mayoría las aprendí con la práctica, como a comprender el corazón humano y a crear estrategias.

Él y Raúl habían creado su propio mundo paso a paso y habían tenido que pasar por situaciones que sobrepasaban mi imaginación. ¿Y qué había de mí? En comparación con ellos, era afortunada. Había crecido como una niña adorada de la familia Esquivel y había tenido una infancia sin preocupaciones. Después, cuando mis padres «fallecieron», tuve el apoyo de Gabriel. Nunca tuve que enfrentar nada demasiado complicado. De todas formas, no me había mantenido ociosa, por supuesto. Estudié finanzas y administración, pero comparado con el conocimiento de Santiago, no era nada. Incluso después de haber perdido a la familia Esquivel, la familia Genova apareció en mi vida, por lo tanto, nunca me faltó poder. El único camino escabroso en mi vida había sido el matrimonio, pero tenía que agradecer al cielo por haber conocido a Santiago. Al pensar en eso, se me ocurrió que siempre había tenido exigencias, pero sin reflexionar sobre mis asuntos y sin pensar que mi esposo también podía estar herido y molesto. Después de ese incidente con Ezequiel, tendría que empezar a pensar en sus sentimientos. No era que no los considerara en el pasado, solo que, a partir de ese día, tenía una idea más profunda de lo que había en su mente.

—¡Mi Santi es la persona más increíble del mundo! —exclamé, con lo que lo hice sonreír.

—Sí que sabes cómo persuadirme para salvarte. Me llenas de palabras dulces cada vez que me haces enfadar.

—Te fallé —dije con una sonrisa pesarosa.

—Acepto tu disculpa.

Luego me besó, y lo siguiente que supe fue que nos revolcamos en el sofá y, en un abrir y cerrar de ojos, ya había atardecido. Después de expresar nuestro amor físicamente, me puse una camiseta y me recosté en el sofá a contemplar a mi amado de ropa elegante.

—¿Volveremos a Bristonia más tarde? —le pregunté.

—Sí, los mellizos te extrañan.

—También extraño a mis pequeños retoños. —Además, tenía que visitar a Alfredo. A fin de cuentas, había echado a perder todos sus esfuerzos.

—Hay algo más… —dejó entrever Santiago.

—¿Qué?

—La prometida de Nicolás lo salvó hace unos días.

—¿También sabes eso? —Debía reconocer que estaba bien informado.

—Sí, me topé con ellos cuando bajaba de la montaña y al percibir que ya no había rispideces entre nosotros, los dejé ir. Luego, su prometida me detuvo y me dijo: «Regina es una mujer que te ama demasiado» —comentó. Tras una pausa, preguntó—: ¿Por qué dijo eso?

Aquel día, había rechazado el pedido de Ariadna de salvar a Nicolás. Sin dudas, esa había sido su respuesta.

—Me pidió que salvara a Nicolás y me negué —le dije a Santiago con honestidad—. Debe pensar que me preocupaba que tú te hicieras una idea equivocada y por eso se convenció de que te amo demasiado y decidió decírtelo.

—¿Y por qué no quisiste salvar a Nicolás?

—Por lo que ya dije, me preocupaba que tú te enfadaras. —Luego procedí a halagarlo—: Santiago Genova es un es un hombre lleno de celos. No podía dejar que se hiciera ideas o yo hubiera acabado sufriendo. —Con eso, lo dejé sin palabras.

Aquel día de lluvia en Gretaña, Ariadna, que siempre se había creído capaz de considerar todo con calma, nunca pensó que iba a salir corriendo detrás de un hombre divorciado. A pesar de la lluvia, fue valiente y subió la montaña. Sabía que no iba a lograr nada, pero tenía una idea en claro: quería estar junto a él. Cuando por fin encontró al hombre herido, no se acercó, sino que lo observó a la distancia, lista para ayudarlo si era necesario. Luego, cuando las tropas se retiraron, Nicolás quedó separado del grupo, así que ella lo ayudó a bajar sin dudarlo. Mientras lo hacían, él no dijo una palabra. A mitad de camino, se toparon con Santiago, que había estado parado en el camino fortificado.

—¿Nos dejará vivir? —preguntó Ariadna sin temor.

Santiago vio al hombre moribundo y pensó en asesinarlo de una vez por todas, pero, en el fondo, tenía en cuenta los sentimientos de Regina, y ese era su exesposo a fin de cuentas, tenían cierta conexión. Entonces, tarareó y se hizo a un lado. Ariadna presionó los labios y pensó un instante antes de hablar.

—Lo que hubo entre ellos quedó en el pasado. Regina es una mujer que te ama demasiado.

Él se quedó en silencio. No necesitaba que le dijera ciertas cosas, pues ya las sabía. Poco después de que bajaran la montaña, Nicolás por fin tuvo fuerzas para hablar y ya había recuperado la cordura casi por completo.

—¿Por qué viniste a buscarme? —preguntó en tono amable. Su padre había elegido a Regina para que fuera su esposa, pero él nunca la había tratado con la calidez de un esposo. Ariadna también había sido elegida por su padre, sin embargo, no pensaba tratarla con la misma crueldad; nunca iba a volver a maltratar a una mujer inocente.

—Nicolás Ferreiro, ¿recuerdas que salvaste a una pequeña hace muchos años? La salvaste de la crueldad de la familia Mora. Puede que lo hayas olvidado, pero yo nunca lo hice. —Hacía muchos años, cuando ella estaba arrodillada en el jardín de la residencia Mora, lista para recibir su castigo, Nicolás había intervenido para salvarla de los mayores. De hecho, también le había dado todo el dinero que le habían obsequiado para Navidad, que era mucho, pues todos los adultos lo adoraban. Sumaba poco menos de cien mil, que le entregó a la niña sin dudarlo. El dinero la ayudó a asistir a una escuela e incluso a la universidad. La antigua Ariadna había sido muy humilde, pero nadie lo sabía. Ni siquiera Nicolás recordaba ese acto de bondad que había tenido y que había salvado la vida de una niña. Mientras que Cristóbal había sido el único rayo de luz en la vida de Regina en aquel tiempo, Nicolás había sido el de Ariadna. Las dos chicas admiraban a sus rayos de esperanzas.

—Lo siento, no lo recuerdo.

—Está bien, no es gran cosa.