Te regalo toda una vida de amor Capítulo 454

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 454

Una ráfaga de brisa veraniega recorrió la ciudad con un susurro y me llenó la mano de finas gotas de lluvia. La sensación de frío me invadió en un segundo, pero ni siquiera ese estremecimiento hizo que pudiera encontrar una respuesta en mi cabeza. La pregunta de Maya era complicada. Ningún ser humano que estuviera en sus cabales sacrificaría su vida por un extraño, a no ser que tuviera sentimientos por ese extraño. No sabía si ese era el caso de Ezequiel, ya que, antes de ese encuentro, yo ni siquiera sabía quién era él. No tenía motivos para salvarme; sin embargo, eso había hecho.

Al parecer, mi amiga se dio cuenta enseguida de que había entrado en pánico y me preguntó si conocía a Ezequiel de antes.

—Jamás en mi vida lo había visto —respondí.

—Entonces, la pregunta lógica es: ¿por qué es tan bueno contigo?

Yo también hubiera deseado conocer la respuesta.

—Hay alguien que le gusta —repuse.

Y esa persona no era yo; no era tan narcisista como para creer que les gustaba a todos los hombres del mundo. Hubo cierto brillo en los ojos de Maya, como si hubiera visto algo interesante que la distrajo.

—Oye, esa parece Eva.

Maya aún no tenía idea de que Eva era Amparo. Lo que vi cuando giré fue increíble: Amparo estaba con un hombre joven que sostenía un paraguas sobre su cabeza. Era el muchacho que habíamos visto antes sobre el escenario. «¿Cómo se conectó con ese chico?», me pregunté. Estaba realmente asombrada. Amparo se acercó a nosotras y dejó el ramo de flores sobre la mesa.

—Gracias por acompañarme, Tomás. —Sonrió.

¿Habían caminado hasta allí desde el sitio de la fiesta? Es cierto que la casa de té estaba en el centro de la ciudad y el salón de baile no estaba tan alejado, pero debían haber caminado, al menos, una hora.

—No hay problema.

Tomás se veía muy joven. A pesar de que habían pasado años desde su ascenso a la fama, aún conservaba un aspecto juvenil y libre.

—¿Quiere un poco de té? —pregunté. Él bajó del paraguas y me agradeció, y Amparo se sentó a mi lado.

—¿Qué hacen aquí, chicas? ¿De qué hablaban? ¿Puedo sumarme?

—Hablábamos de cosas sin importancia. —Maya le sirvió el té a Tomás y le preguntó a Amparo—: ¿Cómo se encontraron?

—Muchas gracias. —El joven agradeció mientras tomaba la taza. «Un chico educado», pensé.

—Yo no tenía paraguas —explicó Amparo—, por eso Tomás me acompañó. Ay, no debería llamarlo por su nombre de pila, es grosero. ¿Le parece bien «señor Rodríguez»?

Yo lo había llamado así en el salón de baile, pero, en ese momento, me dije que debería haberlo llamado por su nombre para que no pareciera tan mayor. Por fortuna, Tomás resolvió la situación incómoda por nosotras.

—Está bien, llámenme Tomás.

—¿Puede darme su autógrafo? —preguntó Maya con una sonrisa—. Lo pegaré en la puerta de mi negocio. Atraerá clientes.

—¡Eso es demasiado, señorita Silva! —Amparo infló las mejillas.

—No hay problema —intervino el joven.

Maya entró a la casa de té y regresó con una hoja de papel hermosa y un bolígrafo negro. Tomás firmó con presteza y le devolvió ambos objetos usando ambas manos. «Tan educado», me dije una vez más. Sin embargo, no era un gran conversador: una vez que terminó de beber su té, se marchó sin decir mucho más. «Quizás solo se quedó por el té», supuse.

—Es un buen chico —comentó Maya.

—¿Yo también soy una buena chica? —Amparo también quería recibir un cumplido. Maya volteó los ojos—. ¿Qué? ¿Me estás diciendo que soy vieja? Tiene mi edad, ¿por qué él es un chico y yo no? Es obvio que estás siendo injusta.

—Oye —la calmé con una sonrisa—, no tiene nada de malo que Maya lo elogie. Estás obsesionada con el muchacho, ¿no? Deberías alegrarte por él. Cuéntanos, ¿de qué hablaron en el camino?

—De nada. Es callado, y a mí me daba vergüenza hacerle preguntas. Y ni loca hubiese bromeado con él.

—Harían buena pareja —soltó Maya.

—¿Tú crees? A mí también me parece —repuso Amparo.

— Sí, son tan jóvenes y despreocupados. Me dan envidia. Ah, mejor dejemos de hablar de eso.

—Más tarde hará una transmisión en directo de diez minutos —recordó Amparo de repente—. Otros famosos harán lo mismo, pero quiero hacer que su transmisión se vuelva tendencia en la búsqueda de Google. Tienen que ayudarme.

Tomás ya había sido tendencia en Google más temprano esa noche y había sido por mí: esta señora había osado pedirle unas flores. Ay, qué vergüenza.

—¿Qué tendríamos que hacer? —pregunté.

—Presionar el botón de «Donar» durante la transmisión.

—Ya tiene suficiente dinero.

—No me importa el dinero. —Amparo se encogió de hombros—. Soy rica.

La primera vez que había hablado con Amparo, me había dicho que no le interesaba el dinero y, en ese momento, me dijo que era rica. Lo cierto era que no debía decir esas cosas en voz alta. Jamás iba a entender a los ricos, a pesar de que yo misma lo era.

—Bien, como sea. ¿Cuándo comienza la transmisión?

—A las diez y media. No me hundan, chicas ricas. Sobre todo usted, señorita Silva.

—Yo soy pobre —terció Maya.

—Silvio Lebrón es el hombre más adinerado del mundo.

—¿Lo conoces? —preguntó Maya sorprendida. Amparo soltó una risita y le explicó brevemente a Maya cuál era su verdadera identidad—. Todas ustedes son ricas —repuso mi amiga enfurruñada—. Soy la única aquí que está en bancarrota.

—Señorita Silva, su esposo es el magnate más grande del mundo. Si usted no gasta su dinero, juntará polvo.

—Pero es su dinero, no el mío. —Maya aún batallaba con ese tema en su interior.

—Lo que es de él, es tuyo —sentenció la joven. Ah, la expresión conflictuada en el rostro de Maya era algo adorable.

Por fin, Santiago y Silvio Lebrón salieron de la casa de té. Como Amparo vivía allí, se puso de pie para entrar.

—Me voy a alistar. Esto costará millones.

«¿Millones?». Tenía muchas preguntas sobre eso y la sensación de que Amparo estaba queriendo decir algo.

—¿De qué habla? —quiso saber Silvio.

—De nada. Vamos a casa. —Maya y su esposo se retiraron y yo me fui con Santiago.

Al llegar a casa, me di una ducha y me dispuse a ver la transmisión en directo de Tomás. Santiago se metió en el baño y, diez minutos después, comenzó la transmisión. Tomás, que estaba vestido con un estilo casual, le habló a la cámara:

—Hola a todos. Aquí Tomás. Esta noche tengo algo especial para ustedes… —Entonces, apareció el botón para donar y el chat se llenó de notificaciones de donaciones.

«Ah. Cierto», pensé. Recordé el pedido de Amparo y doné de inmediato. Unos cinco minutos más tarde, Santiago salió del baño y se recostó a mi lado. El movimiento constante de mis dedos sobre la pantalla no pasó desapercibido y se quedó mirándome un rato.

—¿Qué estás haciendo? ¿Gastando otros seiscientos mil?

Seguí donando sin parar. Por suerte, la transmisión duró solo diez minutos. No me molestaba gastar ese dinero, pero tener que estar constantemente enviando mensajes era agotador. Sin embargo, debía hacerlo, ya que Amparo me lo había pedido. Tomás pasó los diez minutos en silencio. Todos estaban atentos a las notificaciones de donaciones; algunos comenzaron a experimentar algún retraso, pero, por fortuna, la velocidad de mi servicio de Internet era altísima y las notificaciones se amontonaban en la pantalla. Al finalizar, por fin dejé el teléfono.

—Estaba donando dinero a un streamer. —En ese momento, sonó el teléfono de Santiago y, cuando lo tomó, vi el mensaje: «¿Tu esposa está donando dinero a un niño streamer? La mía ya lleva gastados unos cuatrocientos cincuenta mil». Me reí—. Solo estamos apoyando a un ídolo.

—¿Desde cuándo tienes un ídolo?

El chat estaba colmado de notificaciones de las donaciones que se iban realizando. Tomás, resignado, miró a la cámara durante diez minutos y luego se puso de pie. Entonces se acercó su representante, asombrado, y dijo:

—¿Adivina cuánto acabas de recaudar?

—¿Cuánto? —preguntó sin interés.

—Trece millones. Es más o menos lo que ganas en un año. Usó diferentes nombres de usuario, pero está claro que se trata del mismo suscriptor.

El joven se sumió en un profundo silencio. Entonces, recordó a las tres damas que acababa de conocer. Una era super rica, otra era la esposa de un magnate, y la tercera era una camarera. «O eso era lo que quería que creyera», se dijo.

—Las apariencias engañan —murmuró.

—¿Disculpe? —preguntó el representante, confundido. Tomás sonrió.

—Está bien. Ya soy un adulto, ¿no? Puedo tener una relación.

—Perderás fanáticas.

—Iba a suceder tarde o temprano.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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