Te regalo toda una vida de amor Capítulo 447

El culpable de asesinar a Camila no fue un hombre común y corriente, por lo que nos llevaría algo de tiempo en descubrir la verdad. Mientras tanto, no descansaría en paz.

Flor respondió antes que yo. —Por el momento, será complicado descubrir la verdad debido a que, en la comisaría, me enteré de que el asesino de Camila es un hombre profesional que tiene mucho conocimiento y recursos. Destruyó las cámaras de seguridad y los alrededores de la comisaría, además de entregar el cuerpo sin que nadie lo descubra también.

Mi padre no podía creer lo que escuchaba. —¿Entonces no tenemos ninguna pista?

Ni mi asistente me dio una pista mínima.

—Bueno, preparémosle un funeral digno a Camila para que descanse en paz. Padre, ¿qué deseas hacer?

A diferencia de mi madre, mi padre no era muy compasivo de Camila en particular. Después de analizarlo, contestó: —Después de todo, Camila no era una Esquivel, así que no podrá ser enterrada en el cementerio privado de la familia. No obstante, no tenía familia y a tu madre le da mucha pena, así que pensé en invertir una gran suma de dinero en comprarle tres parcelas.

—¿Por qué tres parcelas? —se preguntaba Flor.

Mi padre desarrolló el razonamiento: —Camila estaría muy sola si la enterráramos en el cementerio y tu madre no podría aguantarlo. A mí también me da mucha lástima. Así que a modo de regalo, me gustaría reubicar las tumbas de los padres de Camila junto a la de ella. Había tomado la decisión correcta. Camila se quejaba de haber estado sola toda la vida. De esta manera, estaría acompañada por toda la familia, así que era algo bueno.

Ahora bien, Bristonia era una ciudad nueva y en desarrollo. Los precios de las propiedades eran exorbitantes y comprar un lote también implicaba un desafío. Mis padres gastarían miles de millones en solo tres lápidas. Ellos no tenían ingresos y les había quedado algo de dinero para que Leonardo se case. Por ende, ahora podrían considerarse pobres. Para resumir, invertir tanto dinero no les sería para nada fácil. Durante un buen rato, me quedé pensando en la relación que tenía con Camila. Estaba equivocada, pero también estaba muerta. Hubiera puesto el dinero de alguna manera, ya que para mí no era demasiado, pero sabía que le molestaría. Le guiñé el ojo a Flor y reaccionó enseguida. —Estoy de acuerdo con la decisión. Sin embargo, le pediré a Camilo que los ayude con algo de dinero.

—Eres muy amable. —expresó mi padre con un suspiro.

Papá se fue para llamar a las personas que necesitaba para el funeral de Camila mientras nosotras decidíamos cómo enterrarla. Después, con Flor, nos fuimos rápido del chalé Esquivel y volvimos a nuestro hogar, con miedo de ver a mi madre molesta.

En el auto, le pregunté a Flor cómo estaba con Camilo. Quería saber cómo siguió la relación luego de haber discutido por el divorcio en la fiesta la última vez que nos vimos.

—Estamos mucho más tranquilos, creo. Ahora Camilo me cuida más. Por mi parte, intenté comprenderlo lo más que puedo. Por lo menos, eso es lo que se ve desde afuera.

Sentí que algo malo sucedía, así que indagué: —¿Qué quieres decir con eso?

—Él siempre piensa que lo estoy engañando. —se quejó Flor. —Por ende, siempre se enoja sin motivo alguno.

Estaba claro que Camilo era celoso. Sin embargo, ya era excesivo.

—¿Cuál es el motivo principal de pelea? —exclamé mientras señalaba el volante.

—Ya sabes, siempre hay pretendientes dando vueltas alrededor de una mujer bella. Camilo sospecha de cualquier desconocido.

Flor tenía mucha seguridad con su físico. Además, en verdad, era muy llamativa.

—¡Es algo bueno que se ponga celoso entonces!

—Sí, pero me ha ignorado y me hace sentir indefensa. No me habla por horas y me parece que en algún momento me voy a cansar. ¡Después de todo, te sofoca!

Me dio la sensación de que debía conversar sobre esto con Camilo.

—No te enojes, Flor. Apenas me libere, hablaré con él. No te nombraré. Le hablaré como si fuera una conversación amigable entre hermanos.

—Sí. Me parece que Fernanda está grave.

La salud de Fernanda iba en decaída.

—Sí, está por llegar al límite.

Le conté todo a Flor sobre Fernanda. Luego, me contestó con pena: —Con honestidad, es la que más pena me da.

Tenía razón. Fernanda daba lástima. Y Camila era despreciable.

Hizo de todo para poder conseguir el trasplante de riñón, pero murió dos años después y la dejó a Fernanda en un lugar muy indefenso.

Luego de fallecer, la perdoné a Camila por todo lo que hizo, aunque nunca la perdonaré por lo que le hizo a Fernanda. Flor y yo suspiramos al mismo tiempo y volvimos para nuestro hogar. Fernanda estaba jugando con los niños y Leonardo se encontraba al lado de ella. La pareja parecía estar bien.

Levanté a Pedro, quien siempre se porta bien, mientras Samanta me llamaba con una voz dulce mientras jugaba con el control del auto.

Samanta era obediente y amorosa.

—¿Te estás divirtiendo? —le pregunté y asintió con la cabeza.

—¡Sí!

Flor estaba encantada con los niños. La abrazó a Samanta y expresó de golpe: —Si mi hijo siguiera con vida, habría nacido por estos días. Es mi culpa no haberlo protegido bien…

Las palabras de Flor tenían algo implícito. Por ende, insistí: —¿Qué quieres decir?

—Nada —balbuceó y lo negó con la cabeza.

No la obligué para que lo diga, ya que se notaba que no quería explicarlo. De todas formas, no podía quedarme mucho más tiempo en casa porque Santiago me estaba esperando en el hospital. Así que levanté algunos platos de la mesa y me fui para allí. Manejé yo. Como José no estaba en Bristonia, sentía que algo me faltaba porque ya no estaba todo tan alegre como era antes. En el último año, me acostumbré a tener muchas personas al lado mío, por eso, sentí que era extraño no tenerlos a José y Antonio cerca. Además, no podía comunicarme con los otros guardaespaldas que venían detrás de mí. Cuando llegué, estacioné a la entrada del hospital. Al pasar la guardia de Santiago, escuché dos voces desde adentro. Una era la de Santiago y la otra se parecía a la de Dante. «¿No era que estaba en Finlandia?», pensé.

Dante preguntó: —Claudio ha llegado a Bristonia y va a activar a toda la seguridad. ¿Por qué no lo enfrentas?

Santiago respondió con un gruñido tranquilo.

—Ya sabes que es uno de los hombres de Claudio. ¿Por qué no has hecho nada en todos estos años? Incluso lo has dejado quedarse aquí por diez años —agregó Dante con curiosidad.

«¿Qué quiso decir? ¿Santiago tenía un espía contratado?», me pregunté.

Mientras tanto, Santiago le contestó como si fuera superior: —Lo seguiremos contratando. Quizás nos sirva de ayuda para el futuro.

A lo que Dante le respondió con un murmuro y preocupado: —No puedo convencerte. Has sido demasiado bueno al haberlo contratado durante tanto tiempo.

—Estoy conforme con lo que hace —expresó Santiago.

Dante no sabía qué más decir y ni se atrevió a contestar.

En aquel momento, toqué la puerta y entré. —¿Qué traman ustedes dos? —pregunté. —¿Quién es el espía?

—No es nadie —respondió Dante.

No obstante, insistí: —¿Cómo llegaste a Bristonia?

—Adivina —contestó Dante con un tono misterioso. A lo que enseguida respondí: —Está bien, no me interesa.

—Ah, qué aburrido. ¡Trata de adivinar!

—¿Engañaste a alguien para que te reemplace en Finlandia?

Luego, Dante exclamó con admiración: —Santiago, ¡tu esposa es tan inteligente!

—¿Entonces adiviné? —pregunté y dejé el almuerzo a un lado para apretar mis puños.

Santiago se hizo a un lado y se quedó en silencio mientras sonreía.

Dante no entendía nada y preguntó: —¿Qué?

—¿Quién tiene poca suerte?