Te regalo toda una vida de amor Capítulo 424

La resolución de la corte con respecto al caso de Camila fue muy obvia.

—Extradición. Nunca más volverá a Atean.

Mi madre suspiró y dijo:

—Nadie puede ayudarla a entrar al país de nuevo porque Camilo me ha dado el ultimátum.

Este era el resultado que Fernanda y yo queríamos ver, y ahora uno de nuestros problemas podría considerarse resuelto. Pero, ¿qué tipo de advertencia final le dio Camilo a mamá?

—¿Qué dijo Camilo?

—Dijo que no iba a ir contra sus principios una y otra vez solo para ayudar a Camila porque eso le traería más problemas que soluciones, ¡no vale la pena! Piensa que no vale la pena arriesgar su carrera por Camila, y me pidió que no lo molestara más con el tema tampoco. Pensé mucho sobre este tema ayer a la noche. Tú y Camilo son personas impiadosas, pero ambos me pidieron que no molestara con este tema, entonces algo tuvo que haber pasado entre ustedes tres. Pero ambos decidieron no decirme porque la verdad debe ser algo desgarrador para mí. Ustedes son mis únicos hijos, y yo entiendo que solo me están cuidando, ¡entonces decidí no pensar más en eso! Temo sentirme destrozada luego de saber la verdad y dada mi edad y mi condición física, prefiero vivir el resto de lo me queda, en paz. Sería incluso mejor si hubiera más niños a mi alrededor!

Parecía que mi madre finalmente había procesado la información. La acompañe por un momento más antes de partir en el auto de Gabriel, donde me informó:

—Camila será extraditada de vuelta a Suiza.

Curiosa, le pregunté:

—¿Tan pronto?

—El señor Genova intervino en el asunto. Están haciendo todo de acuerdo a sus órdenes.

«Entonces, es Santiago… él se negó a dejarme intervenir en este asunto ¡pero fue él mismo el que intervino! Siempre me ayuda a resolver estos asuntos feos y difíciles a mis espaldas y nunca me cuenta sobre ellos».

—Bueno entonces, ahora que el asunto con Camila se ha resuelto, solo queda Charo.

Procedí a pedirle a Gabriel:

—Deja que ellos lidien con eso. Una vez que el asunto no tenga salida, pídele a Antonio que la saque y la deje con Dante.

—Entiendo. Voy a transmitir su mensaje al señor Castillo.

Antonio Castillo era el gerente general de la familia Genova. Su posición era similar a la de Charles, que era la mano derecha de mi padre. Siempre había querido otro asistente pero ahora que lo había pensado bien, Antonio parecía una buena elección. Él era de Eldamia y conocía bien a la familia Genova, lo que significaba que podía darme devoluciones enseguida. Es más, un asistente nacido en Eldamia, era más adecuado para lidiar con asuntos aquí y para que ambos, Gabriel y él pudieran trabajar bien juntos. Sin embargo, Antonio ya era el gerente general de la familia Genova. Pero eso no importaba porque él tenía asistentes también.

Como no vi a Santiago después de ver a Gabriel ni tampoco cuando volví al chalé, le pregunté a Leonardo:

—¿Has visto a Santiago?

—Sí. Acaba de salir.

«¿Por qué Santiago abandonó la casa así tan de repente?». Con ese pensamiento en mente, tomé el teléfono y le envié un mensaje, pero no obtuve respuesta. Parecía como si hubiera vuelto a aquellos tiempos donde habíamos perdido contacto el uno con el otro. Casualmente, recibí una llamada de Maya, quien me preguntó con impotencia:

—Alfredo no volvió a Islandia. Me mintió. Es la primera vez que le descubro una mentira. Me siento… —Maya descubrió al final que Silvio le había mentido. Por eso, de inmediato, la consolé:

—No pienses de más. Tal vez se fue porque le surgió algo de último momento pero no pudo decirte.

—Gina, ¿no está conforme conmigo?

Cuando Maya hizo esa pregunta tan delicada, sentí que necesitaba compañía con desesperación. Entonces, le pregunté:

—¿Dónde estás?

—En la playa.

Corrí hacia la playa y la vi allí parada, de cara a la brisa marina. Cuando me acerqué, me di cuenta de que parecía serena, como si nada hubiera pasado. En ese momento, pensé en la frase «La desesperación es la pena más grande». «¿Será que Maya había estado imaginando cosas?». Una vez que me acerqué, le pregunté:

—¿Por qué viniste hasta aquí?

—Le creí a Alfredo cuando me dijo que necesitaba volver a Islandia a resolver unos asuntos. Nunca dudé de él y siempre confié con todo mi corazón.

Maya hizo una pausa por un momento y luego continuó hablando desamparada:

—¿Qué estoy haciendo? Silvio Lebrón nunca me dijo que me amaba, entonces ¿por qué estoy parada aquí de repente, queriendo atarlo a mí?

Después de decir eso, se quedó pasmada.

—¿Amor? ¿En qué estoy pensando? Gina, ¿Piensas que estoy forzando mi suerte? Discúlpame. No debería haber sido tan paranoica. Volvamos a la casa de té.

Mientras Maya estaba hablando para sí misma, fruncí los labios, sin saber qué decirle. Después de todo, era Silvio el que le había mentido primero. Además, Maya tenía razón. Silvio nunca había expresado sus sentimientos por ella. Y como nunca lo había hecho, Maya no tenía manera de mantenerlo a su lado. Pero el tono en el que Maya hablaba ahora sonaba dubitativo como si no pudiera descifrar sus sentimientos por Silvio. Sabía que no podía consolarla demasiado, y había algunas cosas que tenía que hablarlas en persona con Silvio, entonces le dije que todo estaba bien antes de volver a la casa de té con ella. Cuando llegué allí, noté que Amparo no estaba en la casa de té, pero luego, llegó en un auto lujoso.

Al mirar por la ventana, vi que el que manejaba era David.

«¡Suspiré! Aunque manifestó que nunca lo perdonaría, todavía albergaba sentimientos por él porque él era el dueño de su corazón. En una relación que involucra un enamoramiento, el que primero lo descubre, pierde, entonces es obvio que Amparo había perdido. Pero todo esto estaba en el pasado porque ahora David es el que suplica por una reconciliación».

Cuando suspiré, Amparo entró por la puerta y notó mi expresión triste. Me preguntó:

—¿Qué es lo que te mantiene tan triste?

En vez de contestarme, señalé con la mirada disimuladamente a Maya que estaba calmada.

Amparo miró a Maya y me preguntó de nuevo:

—¿Qué es lo que pasa?

Mientras tanto, Maya estaba en silencio mientras yo esperaba la respuesta de Santiago. Pero ya había pasado bastante tiempo, entonces Maya y yo nos sentimos tristes.

Me quedé en la casa de té hasta la medianoche y al final recibí noticias de Santiago. Me contestó:

—Fui a encontrarme con un viejo amigo.

«¿Viejo amigo? ¿Quién es este viejo amigo de Santiago?».

En ese momento, Maya corrió hacia mí.

Alfredo me respondió el mensaje, dijo que su plan original era volver a Islandia, pero que un viejo amigo vino a visitarlo, entonces tuvo que cambiar de planes y quedarse en Eldamia por dos días. «¿Silvio también había ido a encontrarse con un viejo amigo? ¿Podrían ambos haberse encontrado en persona?». La duda entró en mi cabeza, y por eso no le dije a Maya que Santiago me había respondido. ¿Era esa es su explicación? Pasmada, Maya sacudió la cabeza y dijo:

—No tiene que darme ninguna explicación.

Con firmeza, dije:

—Tú esperas que te la dé.

Suspiró y explicó:

—Es lo más probable. Pensé en eso toda la tarde. Creo que lo que más siento por él es confianza. A la par de mi inseguridad y otros sentimientos negativos, no puedo tener una cita con él.

Confundida, le pregunté:

—¿Por qué no?

—Nos conocimos hace poco, y yo soy puramente… para decirlo sin rodeos, solo busco un refugio mientras estoy sola y en un estado de desolación. Él lo sabe y está de acuerdo en ser mi refugio.

Entonces, la relación de Maya y Silvio había llegado a otro punto de quiebre. Pero Maya tampoco estaba equivocada. Ambos se habían conocido hace ya algún tiempo, y Maya todavía tiene algunos sentimientos por Raúl. Incluso, no estaba segura de sus propios sentimientos.

—Si ese es el caso, no hablemos más sobre temas de relaciones.

«No puede pensar en su relación ahora mismo».

—Claro, se me vino a la cabeza de repente.

Después de consolarla por un momento, recibí otro mensaje de Santiago.

—Señora Genova, ¿dónde está? La buscaré y la traeré a casa.

Entonces, le envié mi ubicación de inmediato. Antes de que Santiago llegue, un hombre desconocido con un temperamento excepcional entró a la casa de té. ¿Por qué dije que tenía un temperamento excepcional? Porque nunca había visto a un hombre como él en este mundo. Parecía frío, pero gentil, y en cada momento exudaba un aura seductora. No solo me quedé tiesa, sino que, además, Maya también se quedó sin aliento. No había muchos hombres por ahí que pudieran dejar a todos sin aliento a primera vista. No, no, no. ¡Debería ser poco común, nunca antes visto! Era difícil elegir una palabra para describirlo, porque no había palabra que le hiciera justicia. Como dueña de la casa de té, Maya rápidamente se compuso y se acercó hacia él para preguntarle con educación:

—Bienvenido, señor. ¿En qué puedo servirle?

El hombre dijo algo raro:

—Escuché que hay secretos escondidos en estas paredes.

Me quedé confundida. «¿De qué estaba hablando? Sus palabras parecían implicar algo. La persona a cargo de la familia Quevedo es uno de nuestros mozos aquí. También, tenemos al rico del señor Lebrón y a la persona encargada de la familia Genova, también estoy yo, y soy la esposa de Santiago. Parece que nosotros tres somos los secretos a los que el hombre se refiere, pero no lo conocemos, entonces cómo podríamos saber…»

Mientras mi mente intentaba descifrar frenéticamente sus palabras, el hombre sonrió de repente.

—Ese cuadro debe valer millones ¿no? Y esa debe ser una vasija de porcelana del siglo XIV, que cuesta una fortuna. Y, estas mesas, están hechas con madera de Oud de buena calidad. Parece que hay un secreto escondido en esta pequeña casa de té para poder acceder a una decoración de semejante calibre.

Maya sonrió.

—Parece que sabe demasiado. No logré escuchar su nombre, ¿señor?

—Solo soy un transeúnte.