Te regalo toda una vida de amor Capítulo 418

El contenido de los mensajes de texto era todo verdad. Leonardo no respondió mi mensaje de inmediato, pero me llamó más tarde en la noche, cuando estaba yendo a toda prisa al chalé de la playa.

—¿Dónde estás?

—¿Qué pasó? —le pregunté mientras la brisa nocturna me soplaba el cabello.

Como había dejado las cosas claras en el mensaje, estaba segura de que me lo preguntaba por Fernanda. A Fernanda no le queda mucho tiempo», me dije.

—Acabo de llegar de Bristonia. —Se le notaba en la voz que estaba a punto de llorar mientras intentaba hablar. —¿Qué debería hacer, Regina? —preguntó. «¡No tiene sentido que me haga esa pregunta!», pensé.

—Leonardo, pasa algún tiempo con ella. Deberías actuar como si no supieras de su enfermedad. De otra forma, te evitará.

Por un instante, me sentí triste mientras escuchaba a Leonardo atragantarse con sus propias lágrimas durante la llamada. Era obvio que tenía el corazón roto por Fernanda.

—Regina, voy a morir.

El auto llegó a la playa, pero tuve que esperar que Leonardo colgara el teléfono antes de bajarme. Cuando lo hice, ví el lujoso chalé en lo alto del acantilado. Cuando, durante el día, Santiago mencionó un chalé en la playa, de inmediato había pensado en ese lugar. Sola, pero en compañía de la brisa del mar, caminé hacia el chalé. Noté dos hombres en frente de la piscina cuando estuve a unos trescientos metros. Santiago estaba parado, mientras que el otro estaba agachado. Reconocí a Santiago de un vistazo. Por un segundo, no pude reconocer a la persona que estaba en cuclillas dándome la espalda.

—Ya está todo terminado. —Me acerqué despacio y escuché la voz familiar añadir: —Es irrecuperable. Dejo todo y me voy de aquí. —Era la voz de Raúl la que sonaba.

—Maya no está interesada en lo que tienes para darle.

«¿Qué está planeado darle Raúl a Maya?», pensé. Recordé el documento que me había dado a mí.

—No importa si lo quiere o no. No me importa.

—¿Cómo están las heridas? —preguntó Santiago.

—Alfredo me persigue como un perro loco, ¿qué esperas? Estoy en verdad herido, pero no le voy a dar el gusto.

«¿Silvio está tomando represalias contra Raúl?», me pregunté.

—Alfredo parece amable, pero en realidad es distante. — Esa era la opinión de Santiago sobre Alfredo.

—Hace tiempo que sé la clase de persona que es —dijo Raúl con calma en su voz—. Parece totalmente desinteresado de todo, pero manipula a Maya con una brutalidad extrema. ¿Crees que no sé lo que hizo? Es la mente maestra detrás del caso de Alán y Ana. Trabajó mucho para hacer que Maya lo encontrara. Ella nunca olvidará lo que él hizo. Sin embargo, se mantuvo paciente durante cinco años.

«¿Qué es lo que quiere decir Raúl exactamente? ¿Silvio Lebrón está tratando de influenciar a Maya? ¿Por qué no estoy entendiendo lo que dice?».

—Si es ese el caso, ¿por qué no le dijiste la verdad a Maya? Después de todo, en definitiva, Alfredo es culpable por la muerte de Alán —dijo Santiago.

«¿¡Silvio Lebrón es directamente responsable por la muerte de Alán!? ¡Santiago parece saber la verdad también!».

Raúl se deprimió aún más después de escuchar las palabras de Santiago. Luego suspiró y comentó:

—Maya ha tenido muchas vicisitudes, por eso es emocionalmente inestable. Contempló la idea del suicidio varias veces y solo Alfredo la contuvo. Si le digo la verdad… se le caerá el mundo. Me temo que podría colapsar.

La salud mental de Maya estaba en riesgo. Después de todo, alguien que había atentado contra su propia vida no podía estar en el mejor de los lugares. Santiago se acercó a Raúl.

—Alfredo es su confidente más confiable. El estado mental de Maya estará en riesgo si lo expones.

—Déjala que viva una mentira. Las verdades no son importantes. Después de todo, Alfredo la ama, si no, no hubiera hecho todas las cosas que hizo ni tampoco la hubiera cautivado.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó Santiago. Raúl, sin embargo, no tenía idea de a qué se refería.

—¿Qué?

—¿No lucharás más por ella?

—Me desprecia y nunca me perdonará. Yo fui drástico y la ignoré —respondió Raúl.

—Una vez te advertí de que no fueras demasiado paranoico en tus acciones.

El viento era frío en extremo. Raúl tembló y se levantó diciendo:

—¡No tiene sentido hablar de esto ahora! Santiago, debo dejar Bristonia ahora mismo o habrá otro baño de sangre cuando conozca a Alfredo, el perro loco. —«Raúl quiere decir que Silvio Lebrón está en Bristonia. Pero ¿no había dicho Maya que estaba en Islandia ahora?», pensé. Santiago no respondió a las palabras de Raúl. Al final, este estiró los brazos y le dio una palmada en el hombro a Santiago mientras sonreía, diciendo—: Nos conocemos hace muchos años. Somos amigos y enemigos a la vez y eso no siempre es fácil. Nuestro pasado ha sido muy doloroso, pero al final conocimos el verdadero amor. Tú tuviste un aterrizaje seguro, pero yo… Santiago, debí haber tomado tu consejo.

Santiago, cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro, miró a Raúl con la frialdad habitual de su mirada.

—Te lo había advertido antes, pero tú nunca escuchas. Somos similares, Raúl, pero nacimos en diferentes circunstancias. Mientras trabajábamos mucho, siempre fui consciente de que soy miembro de los Genova y de que también tenía hermanos y una madre. Tú, en cambio, no tienes nada. Eso marcó una diferencia entre nuestras personalidades. Tú no tienes que pensar en otras personas cuando trabajas, yo sí.

Raúl y Santiago tuvieron un pasado similar mientras crecían, pero había una pequeña diferencia. Raúl había crecido sin una familia, entonces su corazón se volvió duro como el hierro. Mientras que Santiago tenía un corazón suave debajo del hierro. Raúl nunca había considerado a Maya al momento de tomar decisiones, pero Santiago siempre pensaba en mí. Esa era la diferencia más notable entre ambos. Raúl suspiró:

—No es mi culpa. Mi familia me había abandonado. Nadie me quería porque yo era un niño ilegítimo y no deseado. Mi vida estuvo llena de abandonos. Tú, en cambio, eres el heredero de la ostentosa familia Genova y tu madre siempre estaba esperando que vuelvas a casa. —Después de una breve pausa, murmuró—: Pero ¿qué hay de mí? —Santiago permaneció en silencio. Luego, Raúl exhaló profundo y continuó—: Casi muero en manos de mi madre, ¿cómo puedo no ser paranoico? ¡Desde pequeño, nadie me ha dado cariño! ¡No estaría en este estado si hubiese tenido un poco de cariño en mi vida! No, espera, tengo una madre adoptiva, pero mi personalidad ya se había formado cuando la conocí, ¿entonces que podría haber hecho? Nunca quise ser miedoso. Perdí a Maya como resultado de mi paranoia. Soy un monstruo que, a la fuerza, se salió con la suya con su amada…

Raúl de repente hizo una pausa y retrocedió dos pasos antes de salir corriendo. Sin embargo, tomó la ruta opuesta, entonces no me vio. Llamé a Santiago después de la rápida huida de Raúl. Santiago se dio vuelta para mirarme con un brillo en los ojos. Después de una breve pausa, preguntó:

—¿Has escuchado algo?

Asentí.

—Sí, Raúl…

—Es solo un pobre hombre.

Después de escuchar lo que Raúl tenía para decir, estaba más interesada en Alfredo.

—Él sostiene que Silvio Lebrón está manipulando a Maya… —Quería saber si lo que había oído era verdad.

—Alfredo no es tan bueno y puro —murmuró Santiago, a lo que pregunté incómoda:

—¿Y qué hay de la muerte de Alán?