Te regalo toda una vida de amor Capítulo 416

—Solo pregunto. Has leído la historia. El Santiago en ella piensa que soy bonita, así que quería preguntárselo al verdadero.

Estaba provocándolo a propósito, pero mis palabras fueron en vano.

—Estoy agotado. Usted también debería descansar, señora Genova. Hablaremos mañana.

Me lo quedé mirando boquiabierta.

A la mañana siguiente, él fue el primero en despertar. Cuando me desperecé, vi que había dos médicos cambiándole los vendajes y me levanté para ver sus heridas más de cerca. Aunque se estaba recuperando, me dolía el corazón por su situación. Cuando los médicos terminaron, él me pidió que le llevara un vaso de agua; Fernanda estaba quedándose con nosotros y no quería toparse con ella. Lo comprendía, porque no estaba acostumbrado a su presencia. Bajé a servirle el agua y, mientras lo hacía, recibí una llamada de Lucas.

—¡Mi cuenta de Twitter fue bloqueada!

—¿No dijiste que ibas a encargarte de eso? —pregunté sorprendida.

—Santiago revisó Twitter esta mañana. Cuando vio que la cuenta aún existía, llamó a Joel para reprenderlo por su ineficiencia. Joel tuvo que inventar que había pasado muy poco tiempo y prometer que se encargaría lo más pronto posible. Luego bloqueó mi cuenta de inmediato. Además, Santiago le reducirá el sueldo al menos por tres meses por el inconveniente. Sin embargo, la otra cuenta no fue bloqueada.

—¿A qué se debe? —Cada vez estaba más confundida.

—No tengo idea. Quizás solo me descubrió a mí en Twitter y por eso le pidió a Joel que se encargara. No estoy seguro de qué pasará con WhatsApp.

«¿Santiago quiere enseñarle una lección a Lucas?», pensé. Luego le envié un mensaje a Joel.

«Señora Genova, ya que el señor Genova no descubrió el usuario de WhatsApp, solo bloqueé la cuenta de Twitter», respondió. Al parecer, él quería salvarla también.

«Gracias, Joel», le respondí. Luego agregué: «Antonio se encargará de compensar el descuento en tu salario. Además, te daré otra bonificación por tres meses».

Volví arriba alegre con el vaso y se lo entregué a Santiago. Él bebió el agua mientras yo observaba su perfil atractivo.

—¿Qué está mirando, señora Genova? —preguntó al terminar.

—A ti, hombre apuesto.

—¿Tienes algún plan para hoy?

—Iré a la oficina más tarde. Hace varios días que no voy. Después me encontraré con Emilia para ocuparnos de Camila.

—¿Es necesario que te tomes tantas molestias? —exigió con el ceño fruncido.

—No quiero que Juliana se preocupe.

—¿Qué relación tiene Camila con tu familia?

—Mi madre la adoptó.

—Está bien. No vuelvas muy tarde.

—¿Por qué? ¿Quieres tener una cita?

Él sonrió y me besó en la frente antes de responder.

—Sí. Te veré en el chalé de la playa.

«Oye, eso va contra las reglas», pensé conteniendo el aliento.

—Llegaré a tiempo —murmuré.

Cuando bajé con el vaso vacío, Fernanda estaba por ir al hospital, así que le ofrecí que mi asistente la acompañara. Ella aceptó y, una vez que Gabriel se fue con ella, también salí. Me encargué de algunos asuntos en la oficina y después fui a encontrarme con Emilia. Para entonces, ella ya se había ocupado de cumplir con mi pedido.

—¿Cómo te fue? —le pregunté.

—Todo resultó muy bien. Camila está en prisión.

—¿Cómo lo lograste? —quise saber. Estaba muy satisfecha.

—La engañé. Transferí algunos secretos de estado a sus dispositivos y luego llamé a la Policía para hacerla quedar como una espía. Tendrías que haber visto su confusión cuando los oficiales llegaron a su casa. La arrestaron. Luego vi a tu madre llorando en la comisaría.

Pensaba dejar a Juliana tranquila por el momento. De seguro iba a estar bien después de llorar un tiempo, siempre y cuando no descubriera que yo estaba detrás del encarcelamiento de Camila. Si se enteraba, iba a estar muy decepcionada de mí. No iba a culparme, pero no quería hacerla sentir mal de todas formas.

—¿Incluso fuiste a la comisaría en persona? —pregunté después de procesar sus palabras.

—Fui a visitar a mi jefa y al resto. Su caso es complejo. Es un poco difícil apelar a casación sin que ella asuma la culpa. —Sentí curiosidad al oír eso.

—¿Hablaste con Ariadna?

—Se está ocupando del caso. —El tema llegó a su fin y, sin previo aviso, preguntó con timidez—: Regina, ¿todas las mujeres sangran durante su primera vez? —No pude contener mi sorpresa.

—¿Qué pasó?

—Anoche no hubo sangre.

—Hay algunas excepciones. —«Un momento. ¿Qué acababa de decir? ¿Se acostó con Cristóbal? ¡¿Por qué me dan ganas de celebrarlo?!».

—¡Qué alivio! Anoche, cuando vi que no había sangre, él tuvo que consolarme durante un largo rato. Hasta me dormí de muy mal humor. —Me costaba imaginar a Cristóbal reconfortando a otra persona. ¿Era siquiera posible? Era como pedirle a alguien que se imaginara a Santiago hablándome con dulzura. Los hombres eran unos seres increíbles. Aunque al principio fueran fríos y distantes, todo cambiaba cuando conocían a la mujer indicada. Entonces, dejaban caer la pantalla y consolaban a su pareja con ternura y paciencia.

—Me alegra saberlo —comenté con aire soñador. Emilia me miró desconcertada.

—¿Qué cosa?

—Somos amadas. —Por más obstáculos y dolor que hubiera afrontado en el pasado y por muy intolerable que fuera la vida, en ese momento sabía que alguien me amaba. Y, por si eso fuera poco, tenía un par de hijos sanos y adorables.

—Mi vida transcurre sin mayores sobresaltos —comentó Emilia satisfecha—. No solo en lo profesional; todo marcha viento en popa para mí. Hasta en el terreno amoroso es así. Desde que nací, mi vida ha sido coser y cantar. Ni una sola vez he sufrido.

—Empiezo a envidiarte —dije. Ella lanzó una risita e hizo caso omiso de mi comentario.

—Ya está bien de hablar de eso. Vayamos a la comisaría.

—¿No nos verá mi madre si vamos ahora?

—Entonces deberías esperar a que ella te llame.

Antes de que Juliana me pudiera contactar, entró una llamada de Camilo, en la que me contó que estaba en la comisaría, ya que Camila había cometido un error y el asunto se había salido de control.

—¿Qué quieres decir? —Fingí ignorancia.

—Nicolás está tratando de mantenerlo en secreto mientras la señorita Mora se ocupa del caso con mucha seriedad. Gina, eres nuestra única esperanza para sacar a Camila de este enredo.

—¿Está Juliana por ahí? —Decidí ir al grano.

—No.

—Entonces seré franca contigo, Camilo. No voy a ayudar a Camila. Nunca olvidaré lo que me hizo en el pasado. —Él se dio cuenta de lo que intentaba darle a entender.

—Por supuesto, no te voy a obligar. Pero ya conoces a mamá. Estoy seguro de que al final te pedirá ayuda para resolver este asunto. —Me dio otro motivo para no ir a la comisaría. Al parecer, la única manera de llevar el plan a cabo era evitar a Juliana.

—Camilo, por favor dile a mamá que volví a Finlandia.

—De acuerdo. Como quieras.

—No podemos ir a la comisaría. ¿Puedes creer que Nicolás y Ariadna también están metidos en este lío? —le dije a Emilia en cuanto terminé la llamada.

—Era de esperar que Nicolás le guardara rencor a Camila. En definitiva, fue ella la que provocó una grieta entre ustedes dos. En cuanto a Ariadna, tenía mis sospechas acerca de sus motivos, así que hice que Cristóbal me consiguiera información. Regina, ¿sabes quién es ella?

—¿Quién? —le pregunté, reticente.

—Es una hija ilegítima de la familia Mora y, más importante, es la prometida de Nicolás.