Te regalo toda una vida de amor Capítulo 400

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 400

«Nicolás no debió hacer eso. No, no. No fue él. No sentí un beso suyo anoche», me dije y concluí que debía haber sido Rita. A la niña le encantaba treparse sobre mí y, a veces, me mordía el cuello o los brazos, y a mí no me molestaba.

—Debió haber sido Rita la que me mordió y dejó estas marcas —le expliqué enseguida a Santiago—. Sabes que le encanta jugar a morderme el cuello y el rostro y que yo nunca la detengo. No hubiera notado las marcas si tú no las señalabas.

Al ver que parecía sincera, él dejó de presionarme.

—¿Y por qué estabas tan pálida y nerviosa? —preguntó entonces.

—No lo estaba —negué, pues no podía admitirlo. «Este hombre sí que sabe cómo investigar».

Conforme, me dio una palmadita en la cabeza, y yo le di un beso amoroso en la mejilla. Como sentí que no era suficiente, le besé el mentón: tenía una adicción sin remedio a ese hombre y mientras lo besaba, no podía evitar excitarme, así que empecé a sacarle la ropa.

—¿Qué haces? —me provocó al ver mi avidez. «¿Cómo puede preguntar eso llegado este punto?». Cuando la situación estaba subiendo de tono, Rita se despertó y subió sobre su padre. Yo me senté, avergonzada, y observé cómo él abrazaba a la pequeña y le hablaba con suavidad—. ¿Tienes hambre, Leo?

Había comido antes de dormirme, hacía menos de media hora, así que no podía tener hambre. De todas formas, seguía insistiendo con su padre. Él se levantó y tomó a la pequeña con una mano, mientras se acomodaba la ropa con la otra. Lucía muy masculino.

Luego bajamos y Santiago se sentó a cenar en la sala, con Rita a upa. Ella siempre se portaba bien cuando él la tenía en brazos. No tuve ganas de lavar los platos después de cenar, así que los dejé en el fregadero y todos salimos a caminar. Los dos pastores alemanes nos siguieron para protegernos. Rita iba sobre los hombros de su padre y yo, desde atrás, le hice una mueca graciosa, por lo que ella se echó a reír.

—Se está riendo de ti —comentó Santiago con una sonrisa al ver lo que hacía.

—¿Por qué? —Me acerqué a tomarlo del brazo.

—Quizás piensa que su madre es hermosa.

—Eso he oído. También dice que su padre es muy apuesto.

—Dice cosas muy dulces, señora Genova —repuso con ternura.

—Tú eres el dulce, mi querido Makur.

Hablé con voz tan suave que desperté su fervor. Me tomó entre sus brazos y me advirtió en voz baja:

—No me provoques en este momento.

—No lo hice —afirmé con expresión inocente.

Su aliento cálido llegó a mis labios, luego rodeé su cuello y lo besé con alegría. En medio del beso, Maya exclamó:

—¡Santo Dios! ¿Qué hacen? Rita está aquí, compórtense. ¿También salieron a caminar?

Solté a Santiago y giré hacia ella y Silvio.

—¿No deberían estar en su habitación? —pregunté como si no hubiera pasado nada—. Es una noche hermosa. Señor Lebrón, no debe…

—¿Qué tontería estás diciendo? —me interrumpió Maya.

—¿Ya terminaron de disfrutar de la noche? —la molesté al ver que no se atrevía a mirarme a los ojos.

—¡Deja de decir estupideces, Gina!

—¿Segura de que son estupideces? —refuté con una sonrisa, pues sabía que algo había pasado entre ellos, pero Maya decidió ignorarme. En cambio, se acercó a Santiago y tomó a Rita en brazos.

La niña no quería quedarse con ella, y Silvio ofreció:

—Pásamela. —Rita dejó de llorar en cuanto él la agarró.

—Apuesto a que solo le gusta estar con hombres —bufó Maya.

—Creo que tienes razón. Tampoco le gusta mucho que yo la cargue, pero se porta de maravilla cuando está con Santiago. ¿Será que le gustan los hombres apuestos? Pero es solo una bebé.

—Es posible. Todos los hombres que la rodean son apuestos —comentó Maya al pasar—. Estoy segura de que tendrá buen gusto cuando crezca. Quizás te presente a un yerno elegante en el futuro.

—Deja de decir pavadas —respondí sonriente.

—¡Tú eres la que dice pavadas! —Pareció recordar algo de repente, pues continuó—: Nos conocimos en la escuela, pero tú te fuiste poco después y no dejaste nada atrás. Pero ¿recuerdas al vigilante del aula? Él te tenía mucho afecto y estuvo pidiéndome tu número telefónico. Al principio, no se lo di, pero terminé cediendo. ¿Se ha puesto en contacto contigo?

—¡Ah! ¿Es él? Sí, alguien me enviaba mensajes en ese entonces, pero nunca me dijo quién era. ¿Así que era el vigilante de la clase? No recuerdo su rostro.

La noche estaba tranquila, Rita estaba en silencio y los hombres que nos acompañaban estaban callados, así que Maya y yo nos olvidamos de que teníamos compañía y comenzamos a hablar del pasado sin preocupaciones.

—Alán también me contactó cuando quería conquistarte. Me preguntó qué cosas te gustaban.

—¿Tú le dijiste que me gustaban los relojes de Armani? —exclamó al recordar algo—. Ahora entiendo por qué me compró uno de repente. Me dijo que tuvo un trabajo de medio tiempo por dos meses para pagarlo.

—No dejaba de insistir, así que me lo saqué de encima diciéndole una marca cualquiera —expliqué—. No esperaba que se lo tomara tan en serio. No era un reloj costoso, pero tenía un significado especial para él. ¿Aún lo tienes? Una vez me dijiste que aunque él parecía un pandillero, tenía un corazón suave como el viento y brillante como la luna. Tú comprendías su sensibilidad, sus debilidades y que era capaz de hacer cualquier cosa por amor. ¿Aún lo extrañas, Maya?

Seguíamos distraídas, sin recordar que los hombres estaban detrás de nosotras. Mi amiga me abrazó por los hombros y preguntó:

—¿Por qué hablas de eso de repente? Alán era… Oye, tú también estuviste enamorada de Cristóbal, no es que no tengas historia. Recuerdo que tú… ¿Cómo podría decirlo? Estabas casada con Nicolás, pero siempre lucías triste. No pude entenderlo hasta mucho después… Gina, sé que sientes lástima por Nicolás, al igual que yo… No importa, son cosas del pasado —suspiró al final.

Rita empezó a chillar de repente, y nosotras palidecimos al instante. Al percatarnos de lo que acabábamos de decir, giramos a ver a nuestras parejas: ambos tenían expresiones sombrías, por lo que supimos que habíamos metido la pata.

—Lo siento, olvidé que… —comencé apenada.

—¿Sientes lástima por Nicolás? —interrumpió Santiago con frialdad.

Ansiosa, giré hacia Maya, que se apresuró a explicar:

—No tomes mis palabras en serio, por favor. Solo estábamos recordando el pasado. Era una charla privada entre nosotras. Lo siento.

—Alán… —comenzó Silvio—. No, no debo mencionar su nombre. Pero ¿puedes explicarme qué era eso de que tenía un corazón suave como el viento y brillante como la luna? No lo comprendo.

Las dos nos quedamos sin palabras, pues, al parecer, los hombres se unieron para enfrentarnos. «¿Están enojados?», me pregunté.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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