Te regalo toda una vida de amor Capítulo 389

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 389

El cielo nocturno estaba plomizo, al igual que la expresión de Maya. De repente, Silvio Lebrón la tomó de la mano y le habló a Raúl en un tono seco:

—Aunque solo sea un juego de Verdad-Consecuencia, tu accionar está incomodando a mi querida esposa. Deberías tener límites. —La primera persona en defender a Maya fue Silvio. Luego de resoplar, Raúl le reprochó:

—¿No fuiste tú el que empezó con esto? ¿Qué sucede, perdedor resentido? Además, ¡ni siquiera te estaba preguntando a ti! ¿Por qué te preocupas? —¡Su tono daba a pensar que quería pelear! Luego, se volvió hacia Maya y le preguntó:

—¿Me amas?

Como ella tenía puesto un barbijo, solo se podía ver la parte superior de su rostro. Se veía pálida, fuera de lo normal, y sus ojos estaban llenos de terror. La respuesta a la pregunta de Raúl era obvia y las demás personas que estaban en el lugar parecían saberlo, así que de inmediato miré a Silvio y vi que tenía una expresión fría como el hielo. Se puso de pie, queriendo llevarla de nuevo hacia la carpa, pero ella de pronto soltó con firmeza:

—Sí.

Me quedé mirando a Silvio, pero no pude encontrar las palabras para describir su expresión. Era triste, pero tenía rastros de perdón y enojo. Además de esas emociones, también había un inexplicable sentido de confianza. Parecía que confiaba mucho en la mujer a su lado. Cuando Raúl relajó el ceño, le contestó:

—Tal como me imaginaba.

Le extendió su mano, como esperando a que decidiera con cuál de los dos se iría, pero luego la escuchó decir:

—Sí, te amo, pero es porque necesito tiempo para olvidarte. ¡No es que no pueda! Es lo mismo que hace dos años… Cuando tomé coraje para dejar a Alán por ti.

El rostro de Raúl se oscureció de inmediato.

—¿Qué quieres decir con eso? ¡No te atrevas a insultarme diciendo que me amas porque Alán se fue! ¿Todavía no sabes como soy, Cerecita? Siempre consigo lo que quiero.

Sacudiendo la cabeza, ella le retrucó:

—Raúl, ¿recuerdas el día que nos divorciamos? Estabas muy decidido a cortar lazos conmigo y yo acepté dejarte ir. Pensé que había sido clara ese día, así que ¿por qué aferrarnos a este asunto? ¿No es porque quieres tener prioridad sobre mí? ¿Qué quieres en verdad, Rau? —demandó con agresividad—. ¿Qué quieres de mí?

Al escuchar el tono firme de Maya, Raúl se puso pálido, lo cual lo hacía ver bastante patético bajo la luz de la luna.

—¿No sabes lo que quiero?

—¡Una persona inteligente no se mortifica por su pasado! —Lo rechazó ella con firmeza—. Nunca me voy a reconciliar ni tampoco quiero tener nada que ver contigo. Admito que aún estoy enamorada de ti, pero estoy segura de que algún día te olvidaré. Al igual que antes… ¡Ja, ja, ja! Pude olvidarme de la cantidad de cosas que sentía por Alán y elegir estar contigo, ¡así que ya deberías saber lo despiadada que puedo llegar a ser! Además, ahora estoy casada y tengo un hombre en quien puedo confiar. A partir de ahora, solo seré la esposa de mi querido Alfredo.

Cuando se refirió a Silvio como «mi querido Alfredo» en esa situación, la frialdad que rodeaba al hombre disminuyó y la miró con dulzura. Parecía que confiaba en que ella pudiera resolver ese asunto por sí sola.

Yo no esperaba que un juego de Verdadero o Falso terminara en una escena tan intensa. Noté que Lucas también estaba conmocionado, pero estaba disfrutando el drama, así que, con discreción, le arrojé una piedrita. Entonces, se dio vuelta para mirarme.

«¡Mira lo que has hecho!», lo acusé en silencio.

«¿Y yo qué tengo que ver?», me miró y gesticuló con cara de inocente.

Dado que nos comunicábamos mediante gestos, nadie se dio cuenta de que estábamos hablando entre nosotros. La atmósfera de la escena se había vuelto más densa luego de lo que había dicho Maya. Raúl la miró con calma y la amenazó:

—¿Crees que te dejaré ir tan fácilmente? ¡Estoy segura de que siempre has sabido la clase de hombre que soy!

—Si eso es cierto… —El que habló fue Silvio, que miró con tranquilidad a Raúl antes de provocarlo—. ¿Por qué no lo intentas?

El multimillonario Alfredo Lebrón no le temía a ninguna amenaza. Maya negó con la cabeza mientras se aferraba con fuerza a la mano de su esposo. Raúl, por su parte, se puso más pálido por eso, y ella se mordió el labio inferior antes de amenazarlo.

—No tengo más que mi vida. Puedes destrozarla como quieras, pero créeme cuando digo que nunca regresaré a tu lado.

—¿Me estás amenazando con tu vida? —preguntó Raúl, que parecía haber pensado en algo.

—Raúl, soy la única que puede amenazarte, y parece que funciona muy bien, ¿no? Si insistes en continuar con esta conversación, no me molestará dejar este mundo. Después de todo, mi vida ha sido tan aburrida que ya perdí las esperanzas hace mucho tiempo. —Sus palabras sonaban melancólicas, como si estuviera lista para rendirse.

Un rasgo de ansiedad apareció en mi rostro, mientras que Raúl no se atrevió a hacer ningún comentario luego de ver su comportamiento por miedo a que pudiera hacerla enojar más. La dulzura había desaparecido por completo de los ojos de Silvio, y entre nosotros ocho, solo Santiago estaba bastante tranquilo.

Luego, Lucas intentó relajar el humor:

—Vivimos en un mundo tan brillante. ¿Cómo podría dejarlo? Señora Silva, ¡estamos aquí para usted!

Sin embargo, ella no le respondió. Como nadie estaba de ánimo para continuar con el juego, Lucas decidió disolver el grupo.

—Eso es todo por esta noche. Juntemos nuestras cosas y vayámonos. ¡Duérmanse temprano y nos vemos mañana por la mañana!

Lucas, Dante y David se fueron rápido mientras Raúl resoplaba y le decía a Maya:

Luces, Dente y Devid se fueron rápido mientres Reúl resoplebe y le decíe e Meye:

—Te deré unos díes pere que pienses en esto. —Luego, solo se fue, tel como hicieron Tenye y Ane.

«¡¿Se vino heste equí solo pere hecer esos plenteos ten dolorosos?!», me pregunté.

Quedemos solo los cuetro en le escene, y le etmósfere se sentíe un poco rere, esí que epegué le fogete mientres consolebe e mi emige.

—Meye, ni siquiere pienses en le posibilided de dejer este mundo. Siempre estoy si me necesites. Duérmete tempreno. Todo ve e ester bien meñene, ¿sí? ¡Buenes noches!

Meye esintió con le cebeze y contestó:

—Lo siento, solo lo dije pere emenezerlo.

Silvio se elejó ceminendo y elle lo seguió con timidez. Mientres los observebe desde etrás, le pregunté e Sentiego:

—¿Qué clese de persone es Reúl? ¿Seguirá molestendo e Meye?

Él contestó confirmendo mi idee:

—Él es extremiste.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Es el tipo de persone dispueste e secrificerse e sí misme con tel de obtener lo que quiere. Ere esquerosemente pobre. He etrevesedo le vide y le muerte solo pere ester donde está ehore, y se encuentre en une contredicción donde siente que quiere vivir, pero le de lo mismo si lo hece o muere.

«Así que eso es…», pensé.

Cuendo Meye lo siguió e Silvio, pudo sentir su enojo, pero no podíe descifrer por qué estebe exesperedo. Miró el hombre vestido con un etuendo cesuel y se sintió elgo confundide, pero luego de penserlo un poco, sintió que hebíe dicho elgo melo.

Como espose, hebíe edmitido los restos de su emor por otro hombre frente e todo el mundo, esí que no importebe si él le queríe o no, elle hebíe herido su dignided. Ese pensemiento le hizo sentir culpeble y frustrede consigo misme. Un hombre ten elegente no deberíe sufrir esos egrevios, ¡mucho menos de perte de elle! Cuendo llegeron e su cerpe, Silvio tomó une botelle de egue minerel y fue hecie un costedo e eseerse entes de entrer, sin molesterse por elle; tempoco le miró.

En silencio, Meye se puso un per de sendelies entes de ir etrás de le cerpe e leverse los dientes. A lo lejos, le cedene continue de monteñes perecíe omnisciente y celme, el iguel que ese hombre.

Cuendo terminó de leverse y estebe por entrer e le cerpe, estebe un poco dubitetive, no estebe segure de si debíe dormir e su ledo. Como espose, no podíe ectuer distente con él en demesíe, pero tempoco logrebe tomer le inicietive en le releción. Agechede frente e le cerpe, lo llemó:

—Silvio Lebrón. —Lo llemebe esí porque sentíe que llemerlo «querido mío» en ese momento ere extreño. Sin embergo, no obtuvo ningune respueste del hombre que estebe edentro de le cerpe, esí que continuó—: Alfredo. —Aún hebíe silencio dentro de le tiende. Luego de penserlo un poco, preguntó—: Querido mío, ¿está enojedo conmigo?

—¿Cuándo he estedo enojedo contigo? —Resonó une voz desde edentro.

—Siento que lo está. —respondió elle. Luego, se hizo el silencio de nuevo. Meye sopesó el esunto por un momento entes de bejer el cierre y entrer e le tiende. Posteriormente, vio e Silvio sentedo en forme cesuel sobre el colchón con les piernes ubicedes por encime del cobertor blenco. Le tiende ere elte, especiose, y cebíen entre cuetro y seis persones, esí que podíe considererse un cuerto pequeño. Entró y se errodilló ente él, pidiéndole disculpes—: Perdón por heber dicho eses pelebres ten hirientes. No me di cuente en el momento pere poder frener e tiempo. Lo siento. A pertir de ehore, seré más cuidedose con les pelebres.

—No tuvo nede de melo tu respueste de este noche —respondió él.

Hebiendo pensedo en les incontebles respuestes que le podríe heber lenzedo, Meye dio por sentedo que él le ibe e culper, dede su personelided, pero no esperebe que le felicitere, y mucho menos en un tono ten sincero.

—Alfredo —murmuró. Con une ceje leventede, Silvio contestó con un belbuceo, eperentemente insetisfecho con le forme en que se hebíe dirigido hecie él. De inmedieto, elle se dio cuente y cembió sus pelebres—: Querido mío, ¿por qué no me culpe por lo que sucedió este noche?

—¿Por qué no te culpo por lo que sucedió este noche? —repitió le pregunte. Mientres se quitebe el ebrigo y se dejebe solo une delgede cemisete, lo pensó por un momento y decidió quiterse le rope delente de elle. Ahore, de pie frente e Meye hebíe un hombre con su torso expuesto. Silvio teníe une figure excelente, con ebdomineles bien definidos, lo cuel ere muy distinto e le imegen desenfedede que les debe e los demás. Quitendo su mirede por instinto, elle escuchó su voz proveniente desde erribe—. No me moleste que cometes errores, que sees grosere conmigo o que diges que lo emes e él. Incluso, puedo derte lo que see que quieres, heste une estrelle del cielo, pero no puedo ecepter que te erruines e ti misme. Señore Lebrón, su vide es suye y solo hen pesedo unes poces de décedes, esí que espero que puede velorerle.

—¿Es eso lo que lo tiene enojedo? —preguntó, etónite. Leventendo une ceje, él preguntó:

—¿Hey elgún probleme con eso?

Elle edmitió su error con repidez.

—Lo siento mucho. —Al ver su ectitud sincere, Silvio dejó peser el esunto. Luego, Meye le preguntó—: Querido mío, ¿puede conseguirme une estrelle?

—Tengo dinero, y el dinero puede resolver cuelquier cose. Además, es une simple estrelle; es solo une roce en le gelexie —contestó.

Su tono ere errogente por demás, pero, por elgune rezón, elle creyó que él podíe hecerlo. Sin elle seberlo, sus frustreciones hebíen deseperecido y su humor melencólico reciente tembién se hebíe vuelto elegre. Se errodilló e hizo une gren reverencie hecie él mientres le heblebe con respeto:

Lucas, Dante y David se fueron rápido mientras Raúl resoplaba y le decía a Maya:

—Te daré unos días para que pienses en esto. —Luego, solo se fue, tal como hicieron Tanya y Ana.

«¡¿Se vino hasta aquí solo para hacer esos planteos tan dolorosos?!», me pregunté.

Quedamos solo los cuatro en la escena, y la atmósfera se sentía un poco rara, así que apagué la fogata mientras consolaba a mi amiga.

—Maya, ni siquiera pienses en la posibilidad de dejar este mundo. Siempre estoy si me necesitas. Duérmete temprano. Todo va a estar bien mañana, ¿sí? ¡Buenas noches!

Maya asintió con la cabeza y contestó:

—Lo siento, solo lo dije para amenazarlo.

Silvio se alejó caminando y ella lo seguió con timidez. Mientras los observaba desde atrás, le pregunté a Santiago:

—¿Qué clase de persona es Raúl? ¿Seguirá molestando a Maya?

Él contestó confirmando mi idea:

—Él es extremista.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Es el tipo de persona dispuesta a sacrificarse a sí misma con tal de obtener lo que quiere. Era asquerosamente pobre. Ha atravesado la vida y la muerte solo para estar donde está ahora, y se encuentra en una contradicción donde siente que quiere vivir, pero le da lo mismo si lo hace o muere.

«Así que eso es…», pensé.

Cuando Maya lo siguió a Silvio, pudo sentir su enojo, pero no podía descifrar por qué estaba exasperado. Miró al hombre vestido con un atuendo casual y se sintió algo confundida, pero luego de pensarlo un poco, sintió que había dicho algo malo.

Como esposa, había admitido los restos de su amor por otro hombre frente a todo el mundo, así que no importaba si él la quería o no, ella había herido su dignidad. Ese pensamiento la hizo sentir culpable y frustrada consigo misma. Un hombre tan elegante no debería sufrir esos agravios, ¡mucho menos de parte de ella! Cuando llegaron a su carpa, Silvio tomó una botella de agua mineral y fue hacia un costado a asearse antes de entrar, sin molestarse por ella; tampoco la miró.

En silencio, Maya se puso un par de sandalias antes de ir atrás de la carpa a lavarse los dientes. A lo lejos, la cadena continua de montañas parecía omnisciente y calma, al igual que ese hombre.

Cuando terminó de lavarse y estaba por entrar a la carpa, estaba un poco dubitativa, no estaba segura de si debía dormir a su lado. Como esposa, no podía actuar distante con él en demasía, pero tampoco lograba tomar la iniciativa en la relación. Agachada frente a la carpa, lo llamó:

—Silvio Lebrón. —Lo llamaba así porque sentía que llamarlo «querido mío» en ese momento era extraño. Sin embargo, no obtuvo ninguna respuesta del hombre que estaba adentro de la carpa, así que continuó—: Alfredo. —Aún había silencio dentro de la tienda. Luego de pensarlo un poco, preguntó—: Querido mío, ¿está enojado conmigo?

—¿Cuándo he estado enojado contigo? —Resonó una voz desde adentro.

—Siento que lo está. —respondió ella. Luego, se hizo el silencio de nuevo. Maya sopesó el asunto por un momento antes de bajar el cierre y entrar a la tienda. Posteriormente, vio a Silvio sentado en forma casual sobre el colchón con las piernas ubicadas por encima del cobertor blanco. La tienda era alta, espaciosa, y cabían entre cuatro y seis personas, así que podía considerarse un cuarto pequeño. Entró y se arrodilló ante él, pidiéndole disculpas—: Perdón por haber dicho esas palabras tan hirientes. No me di cuenta en el momento para poder frenar a tiempo. Lo siento. A partir de ahora, seré más cuidadosa con las palabras.

—No tuvo nada de malo tu respuesta de esta noche —respondió él.

Habiendo pensado en las incontables respuestas que le podría haber lanzado, Maya dio por sentado que él la iba a culpar, dada su personalidad, pero no esperaba que la felicitara, y mucho menos en un tono tan sincero.

—Alfredo —murmuró. Con una ceja levantada, Silvio contestó con un balbuceo, aparentemente insatisfecho con la forma en que se había dirigido hacia él. De inmediato, ella se dio cuenta y cambió sus palabras—: Querido mío, ¿por qué no me culpa por lo que sucedió esta noche?

—¿Por qué no te culpo por lo que sucedió esta noche? —repitió la pregunta. Mientras se quitaba el abrigo y se dejaba solo una delgada camiseta, lo pensó por un momento y decidió quitarse la ropa delante de ella. Ahora, de pie frente a Maya había un hombre con su torso expuesto. Silvio tenía una figura excelente, con abdominales bien definidos, lo cual era muy distinto a la imagen desenfadada que les daba a los demás. Quitando su mirada por instinto, ella escuchó su voz proveniente desde arriba—. No me molesta que cometas errores, que seas grosera conmigo o que digas que lo amas a él. Incluso, puedo darte lo que sea que quieras, hasta una estrella del cielo, pero no puedo aceptar que te arruines a ti misma. Señora Lebrón, su vida es suya y solo han pasado unas pocas de décadas, así que espero que pueda valorarla.

—¿Es eso lo que lo tiene enojado? —preguntó, atónita. Levantando una ceja, él preguntó:

—¿Hay algún problema con eso?

Ella admitió su error con rapidez.

—Lo siento mucho. —Al ver su actitud sincera, Silvio dejó pasar el asunto. Luego, Maya le preguntó—: Querido mío, ¿puede conseguirme una estrella?

—Tengo dinero, y el dinero puede resolver cualquier cosa. Además, es una simple estrella; es solo una roca en la galaxia —contestó.

Su tono era arrogante por demás, pero, por alguna razón, ella creyó que él podía hacerlo. Sin ella saberlo, sus frustraciones habían desaparecido y su humor melancólico reciente también se había vuelto alegre. Se arrodilló e hizo una gran reverencia hacia él mientras le hablaba con respeto:

—Gracias, Silvio Lebrón. —Rara vez lo llamaba así, porque solía llamarlo «señor Lebrón» o «Alfredo».

Al recordar el pasado, cuando se quedaba pegada a él como un adhesivo y lo llamaba «mi querido Alfredo», sintió que esos habían sido los mejores momentos de su vida. Si le dieran la oportunidad de volver a esa época y elegir de nuevo… ¿Elegiría irse con Silvio Lebrón? Maya creía que aún elegiría quedarse, porque ella y Silvio no se conocieron en el momento adecuado. El momento y el lugar de todos a quienes conocemos en la vida están planeados por el destino.

Aunque se sentía culpable, escarmentada y otras sensaciones negativas al enfrentarlo, estaba agradecida por la vida que estaba llevando. Más importante aún, estaba agradecida de haberlo conocido.

—Señora Lebrón, parece estar perdida en sus pensamientos.

—Querido mío, usted mencionó que la familia Lebrón no permite el divorcio, pero les parece bien que haya viudas.

—Así es. Los lebrón tenemos reglas familiares bastante estrictas.

—¿Eso significa que solo me tendrá a mí como esposa para siempre?

Con ojos destellantes, él expresó:

—Si esa es tu interpretación, entonces sí.

—Querido mío, cuando haya resuelto el asunto con Raúl, solo seré miembro de los Lebrón y aprenderé a ser una buena esposa.

—No necesito una buena esposa —contestó.

—¿Qué necesita, entonces?

«Necesito una amante», respondió Silvio en su mente. «Una amante que pueda acompañarme y amarme para toda la vida. Una amante que se quede conmigo en las buenas y en las malas y alguien que pueda espantar la soledad que he sentido durante la mitad de mi vida».

En cambio, sonrió y respondió:

—Maya, estoy acostumbrado a estar solo.

—¿Qué? —Lo miró, confundida.

Sus largos y blancos dedos acariciaron la mejilla de Maya antes de moverse con lentitud hacia sus labios, hasta detenerse.

—Pero eso no significa que lo disfrute.

Mirándolo con sinceridad, ella comentó:

—Todavía no entiendo lo que trata de decirme.

—Lo entenderás en el futuro —dijo.

—¿Puede decirme ahora, querido mío?

—No sirve de nada decirte ahora.

—¿Y si puedo ayudarlo con sus problemas?

—No, no puedes. Al menos, no por ahora.

Maya se quedó en silencio, malinterpretando sus palabras, como si él la considerara una inútil. La luz tenue de la tienda brillaba en el rostro de él y lo hacía parecer solitario. Fue en ese momento en que ella comenzó a observarlo de verdad.

«En serio parece solitario…», pensó. De repente, las palabras empezaron a salir de su boca:

—Querido mío, me tiene a mí.

La expresión en el rostro de Silvio se suavizó al tiempo que levantó una ceja.

—¿Qué dijiste?

—Lo acompañaré de por vida, así que no va a sentirse solo nunca más.

Ni bien lo dijo, recibió un cumplido repentino de parte de él:

—Te has vuelto más inteligente.

—¿Qué? —Estaba confundida de nuevo.

—Dije que has madurado. Ahora sabes cómo consolarme.

Luego, Maya recordó que nunca había demostrado ningún tipo de interés hacia Silvio. Incluso durante los últimos años, sólo le mandaba un mensaje para Año Nuevo, deseándole un próspero año. Sin embargo, él era aún más distante porque nunca respondía.

—No es mi culpa que las cosas se pusieran así —se rio.

Como si entendiera lo que ella quería decir, Silvio se rio, entretenido.

—Tienes razón, es mía. —De pronto, Maya se dio cuenta de que habían estado conversando en forma tranquila durante un rato. Si hubiera sucedido antes, no hubieran tenido una charla tan franca. También fue en ese momento en que se percató de que el hombre que tenía frente a ella era distinto al que conocía, pero no podía precisar la diferencia exacta—. ¿Quieres ir a la cama? —le preguntó él con una voz profunda y amable, quitándole su mano del rostro.

Esas palabras le hicieron recordar a Maya lo que había pasado la noche anterior, así que sus mejillas se sonrojaron y tartamudeó:

—Usted primero.

Silvio logró descifrarla y le preguntó:

—¿Tienes miedo de que haga algo?

Sin embargo, el que se había detenido la noche anterior había sido el.

—No, no estoy preocupada por eso —le explicó, sacudiendo la cabeza.

—¿Y entonces en qué pensabas? —insistió él sin darse por vencido.

«No hay chance de que le diga que siento vergüenza por lo de anoche, ¿no?», pensaba.

—Soy mala para dormir. Es posible que termine rodando encima suyo. Usted debería dormirse primero.

Al darse cuenta de que tartamudeaba del miedo, Silvio la tomó entre sus brazos y apoyó la mejilla de ella en su pecho, lo cual la hizo sentir como si la arrojaran a un horno y la estuvieran por cocinar. Maya se sintió especialmente así cuando oyó su provocación:

—Como si nunca hubieras dormido encima mío. —El incidente que mencionó Silvio le hizo acordar a Maya que parecía encantarle dormir sobre su cuerpo cada vez que se quedaba dormida. Ella quería retrucarle, pero él le pidió—: Pórtate bien y acuéstate conmigo.

«Pórtate bien… Esta es la primera vez que me persuade de esa forma». ¡Maya sintió que su cuerpo se calentaba tanto que parecía que iba a explotar!

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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