Te regalo toda una vida de amor Capítulo 361

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 361

La carta me pesaba en la mano, pero, aunque sentía su presencia, no tenía pensado abrirla. Después de todo, la carta le pertenecía a Elisa. Sin embargo, me sorprendió que Carolina se hubiera ido sin darse cuenta de que ya no la tenía. Más extraño aún era que la mujer hubiera escrito una carta, como si supiera que no le quedaba mucho tiempo de vida. Metí el sobre en mi bolso y entré a la residencia. Un criado me guio hasta el salón, donde Santiago ya había acomodado a su madre en el féretro. A diferencia del último velatorio, el de la señora de la casa, ese evento sombrío tuvo que celebrarse con discreción, por lo que Santiago no invitó ni siquiera a un miembro de la familia extendida. Elisa iba a ser enterrada junto a mi padre, aunque, para mí, no lo merecía. Sin embargo, no era el momento para un planteo semejante: Elisa estaba muerta y había sido un homicidio, y yo no tenía derecho a decir nada.

Me quedé de pie fuera del salón mirando a Santiago, que estaba arrodillado junto al féretro, vigilando a su madre. Los últimos dos años habían sido desgarradores para nosotros a causa de la partida, en rápida sucesión, de mi padre biológico, mi madre y la madre de Santiago. Incluido el de ese momento, llevábamos cuatro funerales.

Pasado un rato, regresé al patio de Santiago. Las calas blancas se habían marchitado y las habían reemplazado por hojas de arce de color carmesí. Me senté en la escalinata de la puerta con la vista fija en el estanque artificial que estaba en medio del patio sin poder ordenar mis pensamientos, que se sucedían de manera salvaje y sin coherencia alguna. No me sentía demasiado afectada por la partida de mi madre y la de Santiago; para ser honesta, directamente no sentía nada. Solo pensaba que era una lástima que mi madre y yo no hubiéramos podido compartir más tiempo de calidad. No obstante, sabía que ella me había amado con todo su corazón. Suspiré.

—No soy… una persona cruel —murmuré.

Al contrario, me apasionaba la vida y quería ver las cosas buenas que el mundo tenía para ofrecer. Por eso había amado a Nicolás con tanta fuerza en mi juventud.

—¿Qué decía, señora? —preguntó José.

—Nada. Solo siento que nuestra existencia puede ser un poco efímera. Tan fugaz. Si me hubieses dicho, hace años, que iba a ser la única heredera de los Genova, me hubiera reído en tu cara y te hubiera enviado a hacerte un chequeo psicológico. Sin embargo, ahora son, técnicamente, mi familia. Y una muy poderosa.

Saqué la carta de Elisa y me pregunté si debía rasgar el sobre y leerla. Justo cuando me encontraba sopesando los pros y los contras de conocer su contenido, sentí algo que de seguro no era papel. Intrigada, abrí el sobre y encontré un collar con un colgante en forma de gota. «Un poco pasado de moda», pensé, pero eso no llamó mi atención tanto como la carta, que era, de hecho, bastante larga.

«Santiago:

He matado a la madre biológica de Regina. Soñé con esta venganza durante años y no estoy arrepentida en absoluto, incluso sabiendo que tu novia vendrá por mí. Incluso sabiendo que el hijo adoptivo de Sonia vendrá por mí. Ese era el único asunto pendiente que tenía, y ya no me importa nada ni nadie más, ni siquiera tú.

Lo siento, Santiago. Eres un bastardo. Un hijo que tuve con un hombre cualquiera, con alguien cuya identidad ni siquiera conozco. Nunca, nunca, nunca te quise. Ni siquiera en los últimos días de mi vida. La única persona a la que amo es Jaime. Mi amado Jaime. Lo amo con todo mi corazón y es mi tesoro más preciado.

Me enamoré de él cuando aún era una niña, y nos hicimos amigos. Permanecí a su lado durante años hasta que, por fin, mi querido Jaime tomó mi mano en matrimonio. Incluso viajó hasta Tresamia solo para buscar mi planta preferida: la potentilla. Me amaba, sé que lo hacía. Sin embargo, tú decías que no. No creo ni una palabra de lo que dijiste sobre su amor por mí.

Me repetiste muchas veces que Jaime no me amaba y me acusaste de vivir en una ilusión, en mi propia tierra de fantasías. Y me pedías que, simplemente, lo olvidara. ¿Cómo iba a hacerlo? Él hizo un juramento de que se casaría conmigo y solo conmigo. No obstante, después tuvo otras mujeres, y cuando apareció ella… prometió que dejaría a todas las demás, incluida yo. Cuando lo supe, todo mi ser se inundó de furia y humillación. Yo era la señora de la casa; si se divorciaba de mí, iba a convertirme en la primera mujer divorciada de la familia Genova. El mundo no iba a tomarlo bien, y yo no había hecho nada malo para merecer algo así.

Santiago, él sí me amaba, solo que a veces su memoria no funcionaba bien. A veces olvidaba nuestra apasionada relación, pero sé que, en el fondo, me amaba. Lo hacía».

Había algunas páginas más después de esa, pero no tuve la fortaleza para seguir leyendo. No después de enterarme de que mi padre era un tramposo que había roto un juramento. Elisa podía haber estado obsesionada con la venganza, pero la traición de mi padre había sido el catalizador de su locura.

Lo peor, sin embargo, era su afirmación de que jamás había amado a su hijo, que había recalcado con mucho énfasis al escribir tres veces la palabra «nunca». «Si Santiago lee esto, su corazón se hará trizas. Sin embargo, aunque lo haya llamado “bastardo”, Elisa le dejó la carta a él», me dije.

—¿Qué piensas? —le dije a José tras exhalar un suspiro—. ¿Debería darle esta carta a Santiago? No es a lo que llamaríamos una carta amorosa.

—Si la carta era para él… —respondió vacilante. Estaba queriendo decir que debía dársela.

—¿Existen personas en el mundo que no quieren a sus hijos? —Era una pregunta que no dejaba de rondar mi mente—. Yo daría la vida por Pedro y Rita. ¿Cómo puede haberle escrito todas estas cosas a su hijo justo antes de morir? Es maldad pura. Elisa era malvada.

José no respondió enseguida, sino que se tomó un momento para pensar antes de aventurar:

—Señora, puede que le sirva mirarlo desde otra perspectiva. Quizá ella solo lo dijo para evitar que el señor Genova estuviera mal por ella. No creo, ni por un momento, que haya personas que no quieren a sus hijos. Quizá esta sea una simple maniobra de la señora Genova para evitar que él sienta culpa.

Era un consuelo leve, pero, aun así, era mejor que nada. Seguí leyendo la carta:

«Toda mi vida fui cabeza dura, incluso se podría decir que soy obstinada. A causa de esa obstinación, vivimos separados durante décadas; por culpa de esa misma obstinación, aún en el día de su muerte me hallé discutiendo con él e insistiéndole para que me dijera a quién amaba en realidad. Estaba ciega, ciega por mi ego. Y luego, su vida se me escapó entre las manos.

Este camino que tomé fue errado, de principio a fin. Pero mi ego y mi tozudez me impiden retroceder. De todos modos, nunca me arrepentí de nada y sigo sin hacerlo ahora que la muerte se acerca. Lo puedo sentir, Santiago. Al peligro. Se está acercando, ¿no es así? Puedo ver la decepción en tus ojos. Lo sé, sé que ya no puedes mantenerme a salvo. Esa mirada en tus ojos está reservada para quienes no te importan, y ahora formo parte de esa larga lista. No te culpo. Nunca, a lo largo de toda tu vida, te demostré ni una gota de cariño.

Si hay otra vida, Santiago, espero que no seamos familia. Espero que, en cambio, seas el hijo de una madre amorosa».

Esa era la razón por la que Elisa había escrito la carta: porque sabía que su hijo se había dado por vencido con ella. Tras leer eso, perdí el interés en el resto de la carta, por lo que la metí en el sobre y se lo entregué a José.

—Devuélvesela a Carolina —ordené. Ella se iba a encargar de dársela a Santiago. José abandonó el patio y yo regresé al salón principal. Carolina estaba con Santiago y no me molesté en anunciar mi presencia, ya que estaban de espaldas. Pero, entonces, Carolina volteó y, al verme, me saludó con una inclinación de cabeza y se fue. «Bueno, está actuando con cortesía», me dije. La verdad era que ella siempre había sido gentil y no había pasado los límites ni una sola vez. Cuando se fue, me acerqué a Santiago y, tras dudarlo un momento, me arrodillé a su lado—. Lo siento. —Me había puesto de rodillas por él, no por Elisa. Jamás iba a perdonarla por lo que le había hecho a mi madre.

—No es tu crimen, no tienes que cargar con él —repuso con su voz fría.

«Él no cree que sea mi culpa», pensé. Nunca me había culpado por las tragedias de su vida, incluso cuando yo había sido quien provocó la muerte de su madre.

—Puedes culparme de esto si quieres, Santiago —susurré. Sin responder a mi propuesta, preguntó:

—¿Por qué no me llamas Santi?

—¿Eh? —El cambio repentino de tema me tomó por sorpresa.

—Que me digas «Santiago» suena demasiado formal para mi gusto. Tenemos más confianza.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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