Te regalo toda una vida de amor Capítulo 316

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 316
Santiago aún no había regresado a casa a las ocho de la noche, y a Emilia se le había ocurrido invitarme a un concierto, en el que Cristóbal actuaría aquella noche.

—¿No dijiste que estaba de vacaciones? —le pregunté.

—Está reemplazando a su amigo a última hora.

Como no tenía nada mejor que hacer en casa, acepté ir con ella. De camino al concierto, pasé por Minino Café y vi a Eva sentada en la mesa junto a la ventana, observando las calles con la barbilla apoyada en la mano. Incluso cuando yo estaba cerca, estaba tan sumida en sus pensamientos que no me vio. Me acerqué, me detuve frente a ella y me dedicó una sonrisa, mostrando sus dientes caninos de porcelana mientras señalaba la puerta y me hacía señas para que entrara.

Ya era de noche, pero en la cafetería solo había unas pequeñas luces con pantallas antiguas encendidas, que proyectaban un cálido resplandor de ensueño sobre el lugar.

—¿Te gustaría ir a un concierto? —la invité sacudiendo la cabeza. Con una pared de cristal entre nosotras, no podía oírme con claridad, así que subí el volumen y volví a preguntar—: ¿Te gustaría ir a un concierto conmigo?

Esta vez sí me oyó. Sin embargo, sacudió la cabeza y me contestó en voz alta:

—No, gracias. Me quedo aquí, y me acostaré a las nueve en punto.

Como Eva no quería acompañarme, salí de la cafetería y, justo antes de doblar la esquina, volví a mirarla y vi que llevaba el abatimiento escrito en el rostro. Parecía que la joven tenía historias para contar.

—Regina, por aquí! —Alguien me llamó desde atrás, y me giré para ver a Emilia sola. Solo llevaba un vestido fino de manga larga.

«¡Los jóvenes tienen tanta energía!», me lamenté en mi fuero interno

—¿Dónde está Cristóbal? —le pregunté acercándome a ella.

—Ahora se está preparando entre bastidores —me dijo con una sonrisa.

Entramos juntas en la sala de conciertos y Emilia me dijo que el concierto había llegado a la mitad y que la actuación de Cristóbal empezaría diez minutos más tarde. Ahora conocía su horario como la palma de su mano. Cinco minutos más tarde, Cristóbal apareció a mi lado, dándonos un respingo a ambas, porque su actuación empezaba en unos minutos

—Hola, chiquilla —me susurró.

—¿Qué sucedió? —quise saber, confundida.

Entonces, me enseñó los bastidores y me dio una partituras.

—¿Por qué me las das? —pregunté, perpleja, mientras las agarraba.

—Acabo de lastimarme la mano derecha y ahora no puedo levantarla, pero tengo que tocar unas piezas más tarde y aquí no hay ningún pianista destacado. Así que me gustaría que me ayudaras a completar estas interpretaciones. Una de las piezas se llama «Street Where Wind Resides», con la que estás muy familiarizada y deberías poder tocar con facilidad

Ya había tocado esta pieza con él antes. Además, esta pieza siempre había estado en mi mente, así que estaba extraordinariamente familiarizada con ella; como si se tratara de mi propia vida.

Por otro lado, era consciente de que la historia de la canción ya no era importante, igual que habían terminado mis nueve años de obsesión por Cristóbal.

—Cristóbal, ¿por qué insistes en tocar esta pieza? ¿No te preocupa que Emilia la malinterprete? —inquirí, llena de curiosidad.

—Es cierto que toqué esta música en el pasado porque te echaba de menos, y, por accidente, me llevó a la fama. Ahora, la toco con la intención original en mente. Quizá ya no tenga nada que ver con gustar o enamorarse, pero me gustaría preservar algunas cosas, como este enamoramiento como un homenaje a… ¡nuestra amistad! —explicó con una sonrisa amable.

De repente, se detuvo. A pesar de que su aspecto era idéntico al de Nicolás, ¡ya nunca los confundiría a los dos!

—Chiquilla, no tuvimos un final feliz, pero ahora hemos encontrado a las personas que amamos. Tú tienes mi bendición y yo tengo la tuya. ¿No es increíble? Además, aunque hayamos encontrado el amor, eso no significa que tengamos que abandonar a las personas y las cosas del pasado. Lo importante es la mentalidad. Mientras me mantenga recto, ¿quién me malinterpretaría? Ni tú, ni yo, ni Emilia, ¡y lo mismo vale para Santiago! —Mientras me mordía el labio en silencio, le oí decir—: No es fácil encontrar buenos amigos, ¡así que deseo que atesoremos nuestra amistad!

De todas las personas que conocía, Cristóbal era el que podía discernir las cosas con más claridad, y lo mismo ocurría con su mujer, Emilia; estaban hechos el uno para el otro.

Al mismo tiempo, tenía razón; no debería haber cuestionado por qué quería tocar esta pieza. De hecho, me preocupaba que Emilia se sintiera incómoda al respecto. Sin embargo, una persona tan perceptiva como Emilia no se haría una idea equivocada. Al fin y al cabo, era yo quien molestaba. Además, la música no tenía nada de malo.

Me encantaba “Street Where Wind Resides”, y era cierto que tenía un gran significado para mí, pero eso no significaba que siguiera echando de menos aquel amor, y a Cristóbal le pasaba lo mismo.

—Gracias —le contesté.

«Gracias por ser un maestro y un amigo, por mostrarme siempre el camino cuando no podía resolver las cosas y me encontraba en un callejón sin salida, y por ser generoso sin temor a nada», pensé. Este era el hombre del que una vez estuve enamorada: amable, cariñoso y sabía cuándo dejarlo ir, un contraste directo con el despiadado de Nicolás.

De nuevo me vino a la mente el mensaje que me había enviado. «¿Qué es exactamente lo que le está causando tanto sufrimiento?», me pregunté.

Sacudiendo la cabeza, me advertí a mí misma que no debía dejarme llevar por mis pensamientos.

—Chiquilla, ponte el traje ahora.

—De acuerdo —asentí con la cabeza. Enseguida, me puse un vestido largo azul claro, y menos de dos minutos después, el ayudante de Cristóbal vino y me dijo que la actuación estaba a punto de empezar. Respiré hondo, subí al escenario, me dirigí al frente e hice una reverencia a todo el mundo. En la última fila, vi una cara conocida y sonreí antes de sentarme frente al piano.

Puse las manos sobre las teclas, esperé unos segundos y toqué la primera nota. Después, una triste canción empezó a brotar de las yemas de mis dedos.

La calle donde moraba el viento. El viento no moraba aquí, en realidad; simplemente pasaba de largo en nuestra juventud, y no se llevaba nada. Una canción solo duraba cuatro minutos, que terminaban muy rápido. Justo después, toqué las otras cuatro canciones. La actuación entera no duró más de veinte minutos y, una vez terminada, estallaron los aplausos del público. Me levanté, me dirigí a la parte delantera del escenario e hice otra reverencia.

En ese momento, Cristóbal estaba sentado con Emilia, y dos filas detrás de ellos había un hombre tan firme y fiable como una montaña. Impresionante y poderoso, ese hombre era el amor de mi vida.

En medio de los aplausos, la obsesión que tuve en el pasado apareció en mi mente de repente: solo una persona en esta vida. «Pensé que haber insistido durante nueve años había valido la pena. Pero no sabía que me había casado con el hombre equivocado desde el principio», reflexioné. Mi idea de «una sola persona en esta vida» ya era una broma en aquel entonces, ¡y lo fue en el momento en que me casé con Nicolás! Fui yo quien le dio a Nicolás el amor que sentía por Cristóbal, y aunque el amor era real, también había sido un error.

Pero esta vez, los sentimientos en mi corazón eran sin dudas solo hacia él. No me había equivocado de hombre. El verdadero amor de uno no tenía que ser esa única persona en la vida, sino una persona que fuera especial para uno. Gracias a él, había aprendido a amar, y le agradecí que se hubiese quedado a mi lado durante los dos últimos años, además de tolerarme y mimarme.

«Santiago, entendí lo que querías decir con alguien especial en la vida», dije en mi fuero interno. A partir de ahora, esas palabras serían la fe de mi vida.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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