Te regalo toda una vida de amor Capítulo 314

Santiago se quedó en la habitación con Rita mientras yo bajaba a ayudar a mi madre. Después de cenar, volvió a subir.

—De veras ama a la niña. —Mi madre estaba muy contenta con su comportamiento.

Era cierto que quería a Rita, pero lo más importante era que no sabía cómo tratar a mis padres. En otras palabras, ¡era el rey del silencio incómodo! Sabía que no podríamos charlar de manera informal entre nosotros si él estaba cerca. Mirándolo desde esa perspectiva, parecía de verdad muy solitario.

Pasé un rato charlando con mis padres y luego subí a reunirme con Santiago. Rita entrecerraba los ojos con fuerza y parecía muy callada.

—Leo empieza a tener sueño; se está preparando para dormir —susurró Santiago al verme entrar en la habitación.

Siempre llamaba a Rita «Leo». Me acerqué, me senté a su lado y apoyé la barbilla en su hombro para observarla. No tardó mucho en cerrar los ojos y dormirse. Entonces, giré la cabeza y besé a mi marido en silencio en la mejilla, y sus orejas enrojecieron de inmediato.

Cuando separé los labios y le mordisqueé con suavidad el lóbulo de la oreja, todo su cuerpo se puso rígido.

—Deja de tontear —me regañó con dulzura.

Dejé de mordisquearlo y besé sus finos labios. Comparado con la última vez, esta vez se mostró mucho más activo. Me agarró por la nuca y me besó con pasión. Cuando terminó el beso, levanté la vista sin querer y noté la cámara de vigilancia de la habitación de Rita.

—¿Cuándo instalaron una cámara de vigilancia? —Había quedado atónita.

—¿No te diste cuenta? —preguntó con una sonrisa.

«Si me hubiera dado cuenta de la cámara de vigilancia, ¿habría coqueteado con él de esa forma? No me extraña que estuviera siendo más proactivo que antes»

La razón por la que me besó con tanta pasión a pesar de que yo solo me burlaba de él era muy probablemente que sabía que había una cámara de vigilancia en la habitación. Me sonrojé, furiosa, y bajé las escaleras a toda prisa.

—¿Por qué estás tan apurada? —me preguntó mi madre con desconfianza al verme tan apresurada.

—¿Dónde está la computadora? —indagué con calma.

—Está en la habitación de tu padre. Está viendo las noticias, así que aún no ha visto lo que has hecho. —Me miró, comprensiva.

Corrí con inquietud a la habitación de mis padres. Cuando entré en la habitación, vi a mi padre viendo un documental. Por lo tanto, fingí calma y me acerqué para darle unas palmaditas en el hombro con una sonrisa en la cara

—Papá, tengo que buscar algo. ¿Por qué no vas a pasar un rato con mamá?

—¿Qué buscas? —preguntó mi padre

—No puedo decírtelo. —Sonreí con timidez.

Al oír mis palabras, no indagó más. Busqué los registros de vigilancia en cuanto salió de la habitación, entonces vi a Santiago mirando fijamente a Rita, su mirada estaba llena de determinación y amor paternal. Me quedé mirando esa escena durante un buen rato antes de recordar que estaba allí para buscar los registros de vigilancia. Al abrirlo, me di cuenta de que mi mirada siempre seguía su figura, no apartaba la vista ni un solo instante. De repente, me percaté de que tanto mi amor por él como mi dependencia eran más fuertes de lo que jamás había imaginado, pues mi yo actual ya no podía imaginar una vida sin Santiago. Aun así, iba a separarse de mí y marcharse a Finlandia. En cuanto me vino ese pensamiento a la cabeza, me invadió una sensación de amargura.

Salí de la habitación de mis padres y volví a la de los niños. Santiago seguía mirando a la niña

—¿Qué miras? —quise saber

—Leo se parece mucho a ti —respondió.

—¿En qué sentido? —indagué un poco más.

—Ambos tienen una marca de belleza en el rabillo del ojo

«¿Por qué nunca me he dado cuenta de que tengo un lunar en el rabillo del ojo?», pensé.

Me di la vuelta para mirarme en el espejo y descubrí que no tenía ninguna marca de belleza en el rabillo del ojo. Así que me giré confundida y le pregunté:

—¿Dónde?

—En mi corazón —dijo con solemnidad.

«Cada vez coquetea mejor», concluí para mis adentros.

Fruncí los labios en una sonrisa y volví a su lado para examinar a Rita de cerca. En efecto, había una débil marca de belleza en el rabillo de su ojo, lo que resultaba bastante atractivo. Además, se haría más evidente a medida que creciera.

Levanté una mano y le acaricié la mejilla. En ese momento, Maya respondió al mensaje que le había enviado: «Claro. El señor Lebrón y yo asistiremos a la cena de esta noche».

Silvio era su marido legal. Sin embargo, ella todavía lo llamaba «Señor Lebrón».

«Su matrimonio…», pensé.

Teniendo en cuenta la razón por la que se acercó a Raúl en el pasado, me di cuenta de que estaba usando el mismo método. «¿Había decidido vengarse de Rudy?», me pregunté. Le respondí: «Nos vemos esta noche», y le envié la dirección de nuestro lugar de encuentro.

—¿Qué vamos a hacer esta tarde? —quise saber después de enviar el mensaje.

—¿Qué quieres hacer? —Santiago me miró de reojo.

—¿Por qué no vamos al parque de atracciones? —sugerí. «Nunca había ido a un parque de atracciones con él. Por no decir que es raro que él tenga tiempo de acompañarme», reflexioné.

—De acuerdo. Leo se ha dormido de todos modos. Vámonos. —Se levantó y tomó la delantera, lo seguí y bajamos a la planta baja. En cuanto salimos del chalé, recibió una llamada. De pie junto a él, oí una voz familiar:

—Santiago, estoy enferma. ¿Puedes venir a cuidarme al hospital?

—¿Y Carolina? —preguntó con el ceño fruncido.

—Ella no es mi nuera. ¿Cómo puedo obligarla a permanecer a mi lado? Ven a visitarme, por favor. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos.

—Madre, estoy ocupado.

Había prometido acompañarme al parque de atracciones.

—Santiago, solo quiero verte. No te pido que hagas nada difícil. Cuando te vayas de Bristonia mañana, pasará mucho tiempo antes de que…

No respondió la petición de su madre, Elisa.

—Te espero en el hospital —declaró Elisa, quien comprendía la personalidad de su hijo.

Cuando Santiago terminó la llamada, me siguió hasta el auto. Parecía inquieto dentro del vehículo.

—Tu madre rara vez te preocupa. Ahora está enferma y no hay nadie a su lado. Además, tú eres la única familia que le queda. Es normal que te eche de menos y quiera que cuides de ella —intenté persuadirlo, pues no lo quería ver en esa situación tan angustiosa.

Jeremías le había salvado la vida una vez. Por eso, nunca olvidaría su amabilidad y mantenía un fuerte sentimiento de respeto hacia él. Del mismo modo, su madre también le había salvado antes. Al adoptarlo, lo había convertido en el jefe de la Familia Genova.

En gran medida, la situación podía resumirse en una frase. Sin Elisa, Santiago no estaría en su posición actual. Ella le había proporcionado la plataforma para desarrollarse, le había entregado la gloria y el honor de la Familia Genova y le había convertido en uno de los hombres más notables del mundo. Por lo tanto, aunque rara vez expresara sus sentimientos, ella ocupaba un lugar tan importante en su corazón como el que ocupaba Jeremías. Siempre lo había sabido, por lo tanto siempre había mantenido la civilidad hacia ella aunque la odiara. No discutía con ella a menos que no hubiera otra opción.

Permaneció en silencio, pero seguí persuadiéndolo:

—¿Por qué no vas a visitarla al hospital? Te enviaré la dirección del restaurante en el que cenaremos esta noche. Solo tienes que aparecer un rato. —No quería que tensara la relación con su madre por mi culpa.

Tras un breve período de silencio, dijo de repente:

—Reina, hay algo que nunca te he contado. En realidad es mi madre biológica.

—¿Y tus padres en Noruega? —Sorprendida, me quedé mirándolo atónita.

—¿Te lo ha contado Lucas? —me devolvió la pregunta.

Asentí en silencio, aturdida.

—Eso formaba parte de sus planes. Inventó varias pistas e indujo a Lucas a investigar la situación para que todo el mundo creyera que yo no era su hijo biológico. Incluso ella estuvo a punto de creer que era verdad —me explicó con voz ronca mientras fruncía los labios.

—¿Por qué lo hizo? —indagué, incrédula.

—Porque para ella soy una desgracia. —Su voz era muy tranquila.

—¿Acaso no quieren todas las madres a sus hijos? Aunque en apariencia se muestre fría contigo… Mira, ¿no es el mismo caso que con mi madre biológica? Sin embargo, la verdad es que me quería y se preocupaba mucho por mí.

—¡Reina, soy su hijo ilegítimo! Se quedó embarazada de otro hombre.