Te regalo toda una vida de amor Capítulo 291

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 291

Supe que Camilo iba a asistir a la misma fiesta que nosotros y se me ocurrió que Flor también. Ella siempre me trató como a una pariente y, más de una vez, vino al rescate en momentos muy oscuros. Decidí escribirle un mensaje mientras iba de camino.

«¿Cómo estás? ¿Qué han estado haciendo tú y Camilo últimamente?».

«Estamos en casa preparándonos para asistir a un evento más tarde. ¿Qué se te ha dado por contactarme tan de repente? ¿No será que hoy irás…? Gina, ¿estás en El Solar?» contestó Flor con un emoji que denotaba sorpresa.

Siempre muy despierta, descubrió mi intención al instante. Posé mi cabeza sobre el hombro de Santi mientras digitaba mi respuesta. «Sí. No estoy al tanto de lo que se festeja. Santi no me lo ha mencionado, así que voy solo para acompañarlo. Te busco más tarde». «Los Hayes se las han arreglado para establecer una nueva filial en El Solar. Y por ese motivo, invitaron a las familias más influyentes de la localidad».

«¿Los Hayes? O sea, ¿la familia de Tanya?».

Sin dudas, se encontraba en la ciudad y Lucas había hecho de las suyas para convencerme de que asistiera. Pero nunca terminé de entender lo que tramaban. Miré de reojo el perfil delineado del hombre sentado a mi lado. Siempre sucedía lo mismo. Ocultaba sus verdaderos sentimientos y rechazaba cualquier tipo de comunicación. Ni siquiera se había molestado en explicarme el motivo de la celebración. A pesar de que sabía que era misterioso por naturaleza, poco a poco, un sentimiento de incomodidad comenzó a aflorar en mi corazón. Por alguna razón, comencé a entender que había un límite entre ambos y que, la mayor parte del tiempo, yo existía por fuera de su mundo. No solo yo, sino también mis dos hijos.

Una vez que llegamos, se dispuso a salir primero del automóvil para abrirme la puerta. Su actitud era impecable en cuanto a detalles se trataba. Lo agarré del brazo y entramos juntos al salón principal, que resplandecía bajo el foco de los reflectores parpadeantes. Pero una vez dentro, me topé con la imagen de Nicolás vestido en un traje de color plata oscuro. Se paseaba en compañía de Sofía Ferreiro, su prima. Nos conocimos dos años atrás cuando procuraba desconocidos en la calle para tener una cita, teniendo cinco millones en mis bolsillos, y no nos habíamos vuelto a ver desde ese entonces. La mirada astuta de Sofía me encontró e insistió en querer saludarme. Hubiera sido vergonzoso pretender que éramos desconocidas cuando ella estaba tan entusiasmada de verme.

—Te espero por ahí —dijo Santiago al ver la escena y me soltó.

—¿Cómo has estado? Hace tiempo que no nos cruzamos. —Fui a conversar con ella en cuanto me cercioré de que él entraba al salón vip y la gente se agolpaba a su alrededor.

—Hola, estoy estudiando un posgrado en Estados Unidos —comentó.

—Nada mal —contesté con un movimiento de cabeza.

—¿Cómo estás, prima? —agregó sonriente.

No nos unía ningún lazo de familia, por lo que me incomodó su familiaridad.

—Por favor, llamame Regina —la corregí.

Puso una cara confusa y Nicolás, que estaba a su lado, decidió intervenir en aquella pantomima.

—Regina y yo nos divorciamos —explicó con franqueza.

Quedé estupefacta al escucharlo pronunciar mi nombre. Giré la mirada hacia él sin saber qué decir. Era claro que ella estaba al tanto de nuestra separación y que me había llamado así a propósito. Lo hizo para complacerlo, obviamente. A continuación, Sofía asintió y, con mucho tacto, se dispuso a retirarse.

—Acabo de ver a un amigo. Iré a hacerle compañía y luego volveré para que tú y yo nos pongamos al día, primita.

«¡Otra vez!». Era una muchacha de lo más impertinente. Intuí que lo había hecho adrede para poder introducir a Nicolás en la conversación.

—¿Vamos hacía allá para hablar un poco? ¿Qué te parece? —sugirió él apenas nos quedamos solos.

—Lo lamento, pero no creo que tengamos nada de qué hablar. —Lo rechacé sin pensar. Nuestra relación no era más que un recuerdo lejano. Su rostro hizo un mohín en cuanto vio mi actitud inquebrantable. Luego resopló.

—Soy yo el que lo siente. Es todo mi culpa. Sigo lastimándote y, por eso, no soportas que estar en el mismo sitio que yo —suplicó. Su tono revelaba una profunda desesperación. Giró la cabeza para admirar la escena animada que se daba en el centro de la fiesta.

—No entiendo cómo llegamos a este punto. Nunca tuve intenciones de herirte, pero el hecho es que me equivoqué varias veces durante los tres años de nuestro matrimonio. Luego, fui realmente un cretino, aunque fue todo a causa de Alicia. No quiero culpar a los demás por mis errores, ¡quiero responsabilizarme por ellos! Es entendible que estés enojada por lo que pasó, pero, de todas formas, me gustaría decirte algo.

Sus palabras me perforaron las entrañas. Me resultaba imposible no sentir nada, pero me esforcé por simular indiferencia. Observando aquel rostro apuesto y desconsolado, me sentí tentada por la idea de decir algo. Sin embargo, los sonidos se encallaron en mi garganta y no hubo forma de hacerlos salir. Su mirada se desvió, para luego posarse sobre mí. Estaba colmada de tanto dolor que era difícil no distinguirlo.

—Gina, “La calle donde mora el viento” es acerca de ti y de Cristóbal mientras éramos pareja. ¿Cómo te sientes ahora, luego de todo el daño que te ocasioné?

Mis ojos lo esquivaron.

—No necesitamos mencionar el pasado —le transmití.

—La única cosa que podía hacer en ese momento era pedirle a Camila que tratara tu enfermedad. ¡Y no me arrepiento de esa decisión hasta el día de hoy! Gina, quiero decirte solo una cosa y es que mi mayor remordimiento en la vida es haber firmado los papeles de divorcio demasiado rápido. Si tan solo…

Sentía cómo mi corazón se inundaba de rabia.

—Todo lo que dices ha quedado atrás. No hay lugar para segundas oportunidades en la vida, Nicolás, ¿no lo entiendes? —lo interrumpí.

En ese momento, el hombre con el que compartía mis días era Santiago. No tenía sentido seguir hablando de lo que pudo haber sido. Pero él no quiso escucharme.

—Aquel año, cuando tuve el accidente al volante, tú llorabas y decías que nunca ibas a perdonarme. ¡Me amabas! ¿Me habrías esperado si mi padre no hubiera ocultado la verdad, que todavía estaba vivo? Si hubieses sabido eso, ¿habrías elegido a Santiago de todas formas? Fue ahí que te perdí por completo, ¿no? —susurró inquisitivo con los ojos cerrados.

En efecto, había sido en ese momento. Cuatro meses después de su supuesta muerte, me había enamorado a primera vista y había optado por acompañar a Santiago a Finlandia. Desde aquel primer beso en adelante, nuestra relación se fue tornando romántica con el tiempo y quise permanecer a su lado hasta que, en determinado momento, él me prometió una relación más formal.

—Así es —admití al fin.

—Entonces, es cierto. —Se quedó inmóvil al escucharme. Luego masculló para sí—: He vivido tan penosamente que destruí con mis propias manos lo único bueno que tenía.

Su ensimismamiento lo hacía decir cosas que me incomodaban. Me di la vuelta decidida a irme, pero escuché su voz que me llamaba.

—Amor mío, siempre he querido decirte cuánto lo siento.

—¡Cállate de una vez! —aullé al tiempo que giraba sobre mis talones. «¿Qué derecho tiene a decirme que me ama cuando me ha hecho añicos?», pensé. Ni siquiera había buscado venganza y lo había perdonado una y otra vez, tantas veces como era posible. ¿Qué otra cosa más podía querer de mí?

—¡Jamás olvidaré lo que le has hecho a los niños! —le advertí.

—Lo que sucedió con ellos fue culpa mía, en verdad lo siento. Pero, Gina… —Hizo una pausa. Vi cómo sus ojos se enrojecían al tiempo que añadió—: La única persona a la que amaré por el resto de la vida es a ti.

—¿Qué quieres de mí? —arremetí colérica.

—Quiero amarte para toda la vida.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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