Te regalo toda una vida de amor Capítulo 284

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 284
«Emilia nunca me había dicho en la cara que estaba preocupada por algo,”Emilia nunca me dijo en la cara que algo le preocupaba; sin embargo, justo ahora, que acaba de casarse, me sale con esto”. ¡¿No me digan que sufre de ansiedad posmatrimonio?!», pensé.

—Entonces llámala tú e invitala a salir —agregué de inmediato.

—De acuerdo. Está bien. Nos vemos en un momento.

Luego de cortar la llamada, Emilia me envió la ubicación, que quedaba en la zona roja más grande de Bristonia. No era una gran bebedora, pero sí una descarada.

Después de decirle a Juliana que tenía que salir por una emergencia, dejé que José me llevara al lugar. Cuando llegamos allí, le pedí que vigilara la entrada y él, atentamente, me recordó que tocara el botón de emergencia del celular en caso de que me encontrara en peligro. Desde el incidente previo en Bristonia, Antonio había logrado que el departamento técnico me instalara un sistema de alarma antipánico en mi teléfono. Sin embargo, el sistema no funcionó cuando mis guardaespaldas y yo fuimos asediados por Dimitri. Luego de eso, Antonio renovó el servicio de seguridad de inmediato. A cada lugar que iba, estaba con vigilancia constante y protegida por una gran cantidad de personas. Recordando lo que había sucedido en Finlandia aquella vez, me preguntaba cómo Santiago se las había arreglado con Dimitri y otros. «¡No me digan que siguen prisioneros en el calabozo europeo!».

—De acuerdo. Te llamaré si pasa algo —le aseguré a José.

Con eso, me bajé del auto y entré al bar más grande de Bristonia, donde el barullo de voces y la música alta llenaban el aire. Hombres y mujeres sacudían sus cuerpos lujuriosos en el escenario; mientras tanto, yo me senté en una mesa y miré hacia el segundo piso, donde me había encontrado a Santiago la última vez que había estado allí. Esa fue la primera vez que entré en contacto con su círculo de amigos. Se veía aturdido e infeliz ese día, pero me di cuenta después de que era porque se había enterado de que Alison no era su madre biológica. Pensé: «Probablemente estaría muy enojado en ese momento. Después de todo, la persona que él quería no era…». Pero luego me obligué a dejar de pensar en el pasado y pedí algunos de los tragos favoritos de Maya y Emilia.

El camarero recién había servido los tragos cuando ambas damas aparecieron en la entrada del bar. En seguida, les hice señas con los brazos mientras gritaba:

—¡Por aquí!

Maya estaba toda cubierta: llevaba el barbijo puesto, una camisa de mangas largas y unos pantalones, mientras que Emilia estaba vestida más despampanante. A esa chiquilla parecía no importarle el frío; solo llevaba puesto un vestido primaveral.

Emilia se acercó y se sentó. Al ver que había tragos arriba de la mesa, se sirvió uno y tomó un sorbo mientras decía:

—¡Hace años que no probaba uno de estos. Sabe muy bien.

—Solo probarlo ya es suficiente para ti —le aconsejé. No le hacía bien beber, ya que un solo trago bastaba para que se embriagara. Por otro lado, yo había pasado por una cirugía hacía poco y las heridas de Maya debían cicatrizarse, así que ninguna de las dos debía consumir alcohol. Por lo tanto, juntarnos en un bar no era muy divertido para ninguna de las tres.

Sin embargo, Emilia estaba exultante y en poco tiempo tomó la mitad de su trago. Enseguida intenté disuadirla diciendo:

—Bueno, suficiente. Deja la otra mitad.

Ella, obediente, bajó su copa antes de decir con una sonrisa:

—Solo lo estoy probando. Hablando de eso, hacía mucho tiempo que no nos juntábamos así las tres.

—¿No es la primera vez que lo hacemos? —preguntó Maya.

—¿No nos encontramos en el casamiento de Olivia, hace dos meses?

Probablemente había sido en el casamiento de Olivia que Emilia había conocido a Maya, por lo que no me imaginaba que fueran tan cercanas.

—Sí, eso cuenta —admitió Maya.

Me quedé sin palabras. Emilia dejó caer su cuerpo en el sofá. De repente, dijo:

—Cristóbal y yo registramos nuestro matrimonio, pero fue solo un certificado y cada uno de nosotros volvió a sus respectivos hogares después. Él aún no sabe que he vuelto a Bristonia y tampoco me ha contactado. Me siento un poco insegura.

—¿Te sientes insegura porque él está distante? —le pregunté intencionalmente.

—Sí, correcto. —Emilia estuvo aturdida por un momento.

—¿Cuándo te involucraste con Cristóbal? ¿Por qué tú y ese tipo…? —preguntó Maya, perpleja, luego de escuchar eso. Tenía la sensación de que Cristóbal debía estar relacionado conmigo, así que nunca se le ocurrió que él pudiera ser el esposo de otra persona.

Emilia le dio un breve reporte de lo que había pasado. Luego de quedarse atónita por un momento, Maya le dio su bendición, diciéndole:

—¡Felicitaciones por tu casamiento! Recuerda hacerme saber la fecha de la boda.

Al escuchar eso, Emilia agitó los brazos en el aire como diciendo «Todavía no hay señales de eso». De hecho, ella y Cristóbal todavía tenían muchas cosas por delante. En realidad, su relación actual no era muy diferente a la de antes; solo que ahora, en lugar de ser amigos, tenían un certificado de matrimonio. El problema era que ella nunca le había hecho saber su opinión sobre el tema. Probablemente él hubiera aceptado solicitar un certificado de matrimonio no solo para hacer que Dante se olvidara de ella sino también para convertirla en su propiedad. Sin saber cómo explicarle eso, medité un momento y medí mis palabras:

—Cristóbal es frío por naturaleza, así que el hecho de que quiera obtener un certificado de matrimonio contigo demuestra que te quiere de verdad. Y además, a un hombre como él nunca le faltan mujeres que lo ronden, así que debe estar orgulloso, en el fondo. Sin embargo, como esposa… Emilia, nunca le has dicho que lo quieres, ¿verdad? Él te quiere, así que es lógico que quiera obtener algún tipo de respuesta de parte de ti. Es perfectamente normal que se distancie al no obtenerla. Es como solíamos ser Santiago y yo. Antes de aceptar salir conmigo, él era tan arrogante y frío como una montaña inalcanzable. Pero ¿no me prepara la comida y me sigue la corriente con paciencia ahora que se ha convertido en mi marido? —alardeé. Emilia se rió cuando mencioné a Santiago.

—Es verdad, nunca vi que Santiago hiciera algo por nadie más, pero tú eres especial para él —dijo.

—¿Emilia, tú dijiste por teléfono que estabas preocupada porque tenías miedo de que Cristóbal estuviera enojado contigo o te estuviera ignorando? —le pregunté en un susurro.

—No me habla. —Asintió con franqueza y explicó con tono preocupado—: No me había hablado por mucho tiempo antes de que tuviéramos el certificado de matrimonio. Después de tenerlo, se fue directo a Bristonia sin siquiera decírmelo.

En ese momento, Maya habló desde la experiencia:

—Las mujeres deben mostrar algo de debilidad cuando es necesario. Todavía eres demasiado joven para entender el pensamiento masculino, pero en realidad, ellos son muy fáciles de manejar. A lo que más le temen es a una mujer que actúa como una niña consentida. No te hubiera aconsejado si se tratara de otro hombre, pero Cristóbal siempre fue un buen muchacho. Si te gusta y lo quieres, ¿por qué no te doblegas ante él? Quizá te perdone, ya que todavía no eres adulta. Además, ahora eres su esposa. De veras no querrá ignorarte.

Ni bien había terminado la oración, se escuchó una voz chillona que venía de un costado.

—¡Ja! Ya me preguntaba por qué tu voz me sonaba conocida! ¡Resultaste ser tú, Maya, el Patito Feo! ¿Qué te trae por aquí? ¿Cómo te da la cara para aparecer? Si Raúl me hubiera dejado y estuviera desfigurada, hubiera…

Emilia se levantó, salió corriendo y, de inmediato, le dio una bofetada en la cara a la mujer. Luego, la reprendió con un tono gélido:

—¿Quién eres tú para hablarnos con esa desfachatez? ¡Prostituta!

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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