Te regalo toda una vida de amor Capítulo 279

Por supuesto, lo que vino después de la muerte del duque fue el asunto del heredero. Al ver que había una invitación de la familia real, estaba segura de que yo era la heredera en cuestión. Sin embargo, no tenía ningún interés en ser duquesa de Francia.

—Apártela por ahora —le solicité a Antonio.

A pesar de llevar unos días fallecido, aquel anciano no había sido enterrado. Estaba segura de que el funeral se retrasaría unos días hasta mi llegada a Francia. Sin embargo, sabía con certeza que Sonia era quien estaba detrás de la invitación. Al fin y al cabo, ella lo había hecho todo por mí. Tal vez había abierto los ojos.

—Entendido, señora.

—Puede volver al trabajo. Estaré esperando a Santiago abajo.

—Cuídese —me aconsejó Antonio con respeto.

Bajé las escaleras exultante y me encontré con que Santiago aún no había llegado, así que saqué el teléfono y me puse a ver lo que era tendencia en Twitter mientras lo esperaba. Sin embargo, la mayoría de los temas eran tendencias pasajeras y ninguno de ellos despertó mi interés.

Al revisar el perfil de Santiago en la red social, vi que había un tuit reciente. Era el tuit que había publicado el día de nuestro compromiso. Los millones de «me gusta» eran prueba suficiente de su popularidad.

A continuación, fui al perfil de Twitter de Lucas Yanez y vi que publicaba tuits a diario. Por ejemplo, una de sus publicaciones decía: «El señor Genova ama demasiado a la pequeña Regina». Aunque lo aseguraba, jamás había mostrado una sola prueba de ello. En definitiva, no era más que otro fanático virtual sin ninguna prueba de lo que publicaba, y era probable que los demás fanáticos solo lo vieran como alguien obsesionado con la pareja. No solo eso, sino que incluso inventaba pequeños escenarios, como el siguiente:

«Cierto día de cierto mes de cierto año, la pequeña Regina preguntó al apuesto y distante señor Genova que estaba junto a ella:

—Santiago, ¿qué te gusta de mí?.

—¿Qué te gusta a ti de mí? —le devolvió la pregunta el señor Genova.

—Me gusta que seas guapo y rico.

—¿Solo eso? —El cuerpo del señor Genova se puso rígido.

—Sí, y eres bastante bueno en «eso» —contestó asintiendo la pequeña Regina, pues no había notado que el tono del hombre se había vuelto distante.

—¿En «eso»? —inquirió el señor Genova con el ceño fruncido.

—Sí, te tomas las cosas con demasiada intensidad.

El señor Genova se mostró complacido, ya que pensó que era un halago para su masculinidad. No esperaba que la pequeña Regina lo mirara y, en chiste, continuara:

—Especialmente los celos.

El señor Genova se quedó sin palabras.

Eso es todo por hoy».

Otro ejemplo era el capítulo de ese mismo día:

«El señor Genova le dijo a su esposa:

—Cariño, todavía te debo una propuesta de casamiento. –Quizás el mero hecho de proponérselo era un gran asunto a sus ojos.

—¿Estás hablando en serio? ¿Tanto me amas?

—Sí, así es.

Eso es todo por hoy».

«Dios mío», pensé. Me desconcertaba que publicara esos tuits a diario, pero también me parecía divertidísimo que tuvieran miles de «me gusta». No solo eso, sino que también había miles de comentarios pidiéndole que subiera más contenido. Entonces, le mandé un mensaje privado: «Luc, será mejor que te controles».

Casualmente, estaba en línea y respondió con un emoji de rosa. «Reina, me he topado con un obstáculo. ¿Qué crees que debería incluir en el capítulo de mañana? No puedo dejar de publicar capítulos ahora que hay tantos fanáticos esperándolos».

No solo no reconocía su error, sino que tenía el descaro de buscar inspiración en mí. Después de considerarlo por un rato, le contesté: «Déjame pensarlo». En definitiva, tenía que admitir que me gustaban las historias de Lucas, aunque no demasiado. Debía terminar de leerlas cuando estuviera libre más tarde. «Reina, eres de gran ayuda. Por favor, piensa en algunas ideas más. Juro no decirle nada a Santi, así que mantengamos esto en secreto entre nosotros. Te invitaré a una comida de lujo cuando me convierta en una celebridad del Internet», respondió.

Santiago llegó justo cuando estaba conversando con Lucas. Salió del auto, me buscó y me acompañó hasta el vehículo sujetando el paraguas que el conductor le había entregado. Amaba lo largas y rectas que eran sus piernas, aunque creo que mi parte favorita de él era la palma de su hermosa mano, en especial, sus delgados y largos dedos. Cada vez que los miraba no podía evitar desear que me los metiera en la boca, pero no quería sonar indecorosa.

Luego de subirme al auto, me apoyé en su hombro; él me acarició con cariño la cabeza y me preguntó con dulzura:

—¿Cansada?

—Sí, tengo mucho sueño —respondí.

—Puedes descansar un poco en mi regazo. —Asentí y, obediente, recosté la cabeza en su regazo.

—Adelante, échate una siesta. Yo me quedaré aquí —me alentó Santiago tras acariciarme la mejilla.

Por desgracia, no pude descansar mucho, pues mi teléfono sonó poco después de que me hubiera dormido. Era Sonia que quería encontrarse conmigo. Me acerqué el teléfono a la oreja y accedí a su petición:

—Claro, pero no iré al funeral. Nos vemos en Francia dentro de unos días. —Estaba segura que entendería que eso significaba que no quería heredar el título de duquesa.

—Gina, es mi más sincero deseo.

—Lo siento, pero no es el mío.

—Aceptaste a la familia Genova aunque no fueras parte de ella. Entonces, ¿por qué no puedes aceptar lo que tu madre ha preparado para ti cuando ya has aceptado lo que te dio tu padre? Gina, ¿es ese hombre mucho mejor que yo? ¿Por qué rechazas mi oferta una y otra vez? —Alzó la voz tras escuchar mi respuesta. Yo permanecí muda ante sus preguntas. Luego de un breve silencio, me imploró en un susurro—: Gina, te lo suplico. Me queda muy poco tiempo. Debo entregarte todo lo que tengo antes de marcharme.

No encontraba palabras para expresarme. No debía irritarla debido a su enfermedad, pero honestamente no deseaba nada de ella. Temía terminar debiéndole aún más. Sin embargo, dado que lo había construido todo por mí, sería un golpe fatal para ella si la rechazaba con firmeza.

—Necesito descansar un poco ahora que acabo de volver a Bristonia. Por el momento, deberías terminar de preparar el funeral del duque. Iré a verte dentro de unos días para que podamos seguir hablando sobre ello. En cuanto a tu enfermedad, debes cuidarte mucho. No trabajes ni te preocupes demasiado —le respondí con resignación luego de pensarlo un momento.

—Gina, te estaré esperando en el castillo —concluyó.

Mientras me invadía la melancolía, luego de terminar la llamada, Santiago me rodeó con sus brazos e intentó disipar mi tristeza:

—Tiene buenas intenciones. Estoy seguro de que su mayor deseo es que aceptes su legado y dudo que haya algo malo en hacerlo.

—Es que no sé qué hacer. —Suspiré. Incapaz de tomar una decisión, me acurruqué aún más en sus brazos y él decidió por mí:

—Acéptalo.

—¿Por qué? —quise saber, desconcertada.

—Más o menos entiendo su estado actual, y que su riñón falló por haberte salvado. Aceptar su propuesta sería hacerle un favor. —Hizo una breve pausa antes de continuar—: Te ha querido mucho siempre. Hace unos días, tú misma me dijiste lo mucho que te amaba. Si es así, ¿por qué no te das una oportunidad?

—¿Una oportunidad? —inquirí.

—Una oportunidad para corresponder su amor.