Te regalo toda una vida de amor Capítulo 249

La nieve en Irlanda duró poco tiempo y la temperatura bajó un poco más de los cero grados. La temperatura no era tan fría, pero yo tenía frío hasta los huesos. Quizá se debía a mi delicado estado de salud. La base de TM se encontraba ubicada en una región al norte de Irlanda y, por fortuna, no estábamos muy lejos. Para cuando llegamos ahí eran alrededor de las seis de la mañana, pero la luz de la mañana aún no llegaba a Irlanda.

José estacionó el auto cerca de nuestro destino y ambos salimos; yo con ropa gruesa. El retrovisor reflejaba mi pálido aspecto y mis ojos rojos y llorosos. La brisa movía mi cabello, dejando al descubierto mi pálido rostro. Una vez en la nieve, respiré profundamente, me giré hacia los lados y vi cientos de hombres armados que seguían a José. Cuando los hombres se apartaron, le susurré a Antonio.

—¿Estoy haciendo lo correcto?

Había puesto en peligro de muerte a muchos por mi venganza. No me parecía una opción sabia. Entendió mi preocupación y me dio una respuesta objetiva.

—Ambos queremos evitar que sean sacrificados, pero es inevitable. Un miembro de Genova les devolverá todo el daño. Además, es también una advertencia a las otras autoridades alrededor del mundo. De lo contrario, tratarán a los de Genova como débiles y nos traerán más problemas en el futuro. Señorita, está haciendo lo correcto.

No estaba pensando en darles una advertencia a todos, solo quería encontrar un lugar de descanso para las veintitrés personas que habían sido sacrificadas. Debido a su sacrificio, no merecían ser olvidados por el mundo. Por ahora, la base de TM seguía fuera de vista. Caminé despacio y con cuidado por la nieve. Los hombres me seguían de cerca por mi seguridad, excepto por José y los veintitrés hombres que había dejado.

Viajamos por otros cinco minutos y pasamos por una cresta de nieve hasta que pudimos ver la base a lo lejos. Era una gigante estructura con forma de domo y el muro alrededor era suficiente para no permitir la entrada a invasores. En ese momento, cientos de hombres de la familia Genova se acercaron al muro para intentar derribar la puerta con dinamita. De inmediato, los hombres de TM reaccionaron a la invasión haciendo sonar la alarma. Al escuchar la alarma, mis piernas comenzaron a temblar y al instante estiré mi mano para sostenerme del hombro de Antonio. Al darse cuenta, me ayudó a mantenerme de pie y dijo preocupado.

—Señorita, su salud…

—No. Me bajará la moral —lo interrumpí.

Apenas si podía sostenerme. Necesitaba tiempo para descansar, pero tenía que esperar un poco más hasta que todo quedara listo para después tener un buen descanso. Quería ver a Dimitri arrodillarse ante mí. A Santiago también; quizá estaba aquí. Después de todo, tenía que vengarme de él por haberme apuñalado, si no, no lo superaría por el resto de mi vida.

Una pelea se inició por ambas partes. La escena era difícil de ver pues la sangre corría por la nieve. La sensación de náuseas crecía cada vez más, quería vomitar, pero tenía que contenerme. Los hombres de Genova sangraban por mi causa.

—Ustedes ábranse paso por detrás —le ordené a los hombres tras de mí.

—Señorita, deben quedarse aquí por su seguridad.

—Solo háganlo —dije sin darle oportunidad de discutir.

Los hombres junto a mí podrían estar abriéndose camino, de nada les servía vigilar a una enferma como yo. Todos se marcharon de mi lado y se apresuraron hacia el campo de batalla dejándonos a Antonio y a mí solos. Desde donde estaba observé a un hombre que me devolvía la mirada con frialdad desde la torre de vigilancia. Justo como lo pensé, él estaba aquí.

Había pasado un mes desde que había visto a Santiago y se miraba más distante que nunca. Junto a él estaba Dimitri armado sin mostrar un atisbo de miedo mientras tomaba el teléfono para hacer una llamada. Poco después de marcar el número, el teléfono en mi bolsillo sonó. No me molesté en contestar, no había necesidad de contestar en ese momento. Mi mirada sarcástica se posó sobre él, se sorprendió por un momento y después estrelló el teléfono. Cerré mis ojos y pregunté al hombre junto a mí.

—¿Cuánto falta para que acabe?

—Diez minutos más, señorita.

Asentí y cerré los ojos pues no podía seguir observando la escena que pasaba bajo mis pies. Después de como siete u ocho minutos, la voz de Antonio me regresó a la realidad.

—Listo, señorita, hemos capturado a Dimitri.

—Bien. ¿Y Santiago? —pregunté.

—El señor Genova se entregó. Nuestros hombres los traerán a usted, están a unos cuantos metros.

Antonio se dirigía a Santiago como «señor Genova» todo el tiempo. A pesar de que ahora Santiago era nuestro enemigo, siempre guardaba respeto por él. Entonces le pregunté.

—¿Dónde está el tal Armando?

—No se encuentra en Irlanda.

Abrí mis ojos y vi que nadie sostenía a Santiago. Supuse que era la manera en que José le mostraba respeto. Por el contrario, Dimitri estaba hecho un caos. Estaba atado con un nudo y tenía moretes. Mis hombres lo tumbaron ante mis pies como si fuera un costal, mientras que Santiago se quedó parado junto a él todo el tiempo con una expresión indiferente. No había nada de malo con su actitud. Un hombre como Santiago no le temía a nada. Además, estaba frente a mí, una persona misericordiosa. Mi presencia nunca le causaría temor.

Me esforcé para acercarme a ellos y me arrodillé junto a Dimitri. Me dirigió una sonrisa frívola para después hablar.

—Señorita Esquivel, usted es la mujer de Santiago y yo soy su amigo. No somos extraños. No tiene que llegar a tanto. Con respecto al otro día, yo…

Mis delgados dedos tocaron su mejilla y la acariciaron con movimientos delicados. Me observó sorprendido para después ver a Santiago. Dimitri cayó en confusión.

—Señorita Esquivel, ¿qué está haciendo?

—El otro día mataste a mis hombres y me humillaste. Hoy he venido hasta a Irlanda y he sacrificado a la mayoría de mis hombres para capturarte. ¿Qué te hace pensar que te dejaré ir? No seas ridículo. Tengo mejores planes.

Mis dedos recorrieron su cuerpo y casi llegaron a su cinturón. Cuando mi mano estaba por posarse sobre su cinturón, Santiago me reprendió.

—Reina.

No podía creer que aún me llamara por ese nombre, pues eso era una muestra de que me miraba como a uno de los suyos. El ya no era mi hombre, pero trataba de actuar como un hermano para mí. Pero podía seguir soñando porque yo no lo quería de vuelta como mi hombre en absoluto.

Tomé el cuchillo de José y apuñalé con fuerza a Dimitri en la cintura. Gruñó y soportó el dolor sin hacer ningún otro sonido. Nunca en mi vida había lastimado a una persona, mis manos temblaban sin control, sin embargo, mi odio me impulsaba. Saqué el cuchillo y lo clavé en su hombro, después en sus piernas y rápido en su abdomen. Lo apuñalé varias veces como si un demonio me hubiera poseído, pero él nunca suplicó por su vida, solo dejaba escapar algunos gruñidos. Cuando saqué el cuchillo, de la nada, empezó a reírse.

—Eres una feroz mujer.

—Planeaba matarte —le recordé.

Aunque no me atrevía a matarle, la caída de TM significaba que Dimitri ya no podía demostrar su utilidad para la organización. No podía crear problemas para sí mismo, así que, el castigo era suficiente.

Después de eso, le lancé una mirada cruel a Santiago, quien miraba la escena con indiferencia en todo momento. Con un poco de dificultad, me levanté de mi posición y caminé hacia él con el cuchillo en la mano. Dimitri se rio mientras recuperaba el aliento.

—¿Ahora qué? ¿Vas a apuñalar a tu hombre? ¿No le temes a las consecuencias?