Te regalo toda una vida de amor Capítulo 219

Santiago asintió ligeramente confirmando mi suposición y retiré mi mirada de aquella mansión.

—Pensé que Carlos había dejado a la familia Genova —dije confundida.

—Carlos no tiene hijos ni familia, ni tampoco a dónde ir. Él trabajó durante toda su vida para la familia Genova, así que, aunque le dijéramos que se fuera, no sabría qué hacer. Por eso terminó quedándose aquí —explicó Santiago.

A pesar de que Carlos había sido el que comenzó el plan contra Santiago, él todavía estaba dispuesto a llevarme a dónde él estaría, lo que significaba una cosa: Santiago sabía que el hombre solo estaba obedeciendo órdenes y no podía culparlo por nada. Después de todo, había sido su mismo padre quien se lo indicó.

Dudé durante un instante antes de preguntar:

—¿No odias a la familia Genova por lo que te hicieron?

Íbamos subiendo por una colina y Santiago sabía perfectamente a qué me refería, así que frunció los labios, pero respondió:

—No puedo odiarlos porque en su momento, fueron ellos quienes me dieron asilo después de que mis padres me abandonaran, y también cuidaron de mí. Así que, las cosas que hicieron recientemente solo las tomaré como un pago por todo lo que hicieron por mí en el pasado. Mi madre… Bueno, siempre será mi madre.

Santiago había sido llevado con la familia Genova cuando apenas era un bebé, en otras palabras, fue Elisa quien le dio otra oportunidad de vida, mientras que Jaime, le había proporcionado un estilo de vida elegante, lleno de fortunas y un poder que nadie podía igualar. Así que, estaba en deuda con él. No obstante, era justamente ese sentimiento de deuda lo que más le dolía cuando recordaba que la persona que más respetaba fue la misma que trató de destruirlo.

Ni siquiera le importaba el hecho de perder el poder, si no el ataque de su padre. Sobra decir que Santiago debió sentirse solo e indefenso durante ese tiempo… En cuanto pensé en ello, sentí un fuerte dolor en mi pecho por él.

—¿Sabes? Todo lo que tengo ahora es debido a los frutos de tu trabajo, así que, mientras estemos juntos lo mío es tuyo, e incluso podemos repartirlo en partes equitativas —mencioné.

A lo que él afirmó en voz baja:

—Lo sé. —Iba a decir algo más, pero él agregó—: Aunque estoy consciente de ello, la familia Genova es tu responsabilidad y también una insignia de honor que te fue otorgada, así que, por muy complicada que sea nuestra relación, jamás permitiría que me la entregarás porque tú dependes de ella para tener confianza frente a los demás. Por eso, en estos momentos debes aprender a controlar todo y aceptarlo, no tienes que repartir nada conmigo porque ni uno de los dos sabe qué sucederá en el futuro. Por eso, tú tienes que ser la dueña.

A Santiago no le importaba si el poder de la familia Genova le pertenecía o no, él ya tenía una mentalidad fija y muy clara de lo que serían las cosas. Fue en ese momento que recordé que, en el pasado, firmé un documento de transferencia de todas mis acciones del Corporativo Esquivel a Nicolás cuando firmé el divorcio; todo había sido mi culpa, yo misma le cedí mi lugar a Nicolás, y esa fue una de las principales razones por las que no pude detener a Carlos.

Si tan solo hubiera tenido el apoyo del Corporativo Esquivel, habría podido detenerlos y destruir aquel testamente por la fuerza; todo esto ni siquiera hubiera sucedido, ni Santiago hubiera perdido su influencia en todo Europa. Por ende, los más jóvenes de la familia Genova no se habrían disuelto y él tendría menos posibilidades de salir herido. Al final, yo no podía culpar a nadie más, solo a mí.

Pude entender las palabras de Santiago, además, sabía que él era una persona totalmente diferente a Nicolás; él siempre intentaba enseñarme de valores, principios y a cómo lidiar con las cosas de la manera correcta, tampoco quería que me menospreciara y siempre me demostraba su amor. Entonces, estuve de acuerdo con él y le dije:

—Sé qué quieres decir y prometo que me voy a esforzar para aprenderlo todo. —En los últimos seis meses, había aprendido sobre la familia Genova, pero no me había puesto a trabajar en cómo manejar las cosas.

Luego de lo que dije, Santiago no respondió a mis palabras y siguió conduciendo durante varios minutos hasta que nos detuvimos en el acotamiento de la carrera; entonces, él salió del auto y yo hice lo mismo tomándolo con fuerza de la mano.

—¿A dónde vamos? —pregunté.

—A la cima del Monte Amarillo, desde ahí podremos ver el paisaje completo de Bristonia —respondió.

Entonces lo abracé con fuerza mientras me guiaba hacia la montaña por el pequeño y oscuro sendero; caminamos tal vez por una media hora y ya estaba agotada, así que me senté en una piedra jadeando. En eso, Santiago se arrodilló frente a mí y me acarició levemente la mejilla con una de sus manos, yo apoyé mi rostro en su mano y de repente me dijo:

—Solo caminos durante treinta minutos y ya te cansaste, cuando estuviste en Rusia, ¿alguien te llevó a caballito por esa caminata de setenta y ocho kilómetros que hiciste durante la noche y en la nieve?

Su cuestionamiento me tomó por sorpresa y no supe qué responder al principio, pero como era una mujer inteligente, decidí evitarlo y cambié de tema.

—¿En dónde encontraste a Maya ese día? —pregunté.

Santiago sonrió y no insistió para que le respondiera, sin embargo, tampoco respondió a mi pregunta.

Solo se puso de pie y miró a lo lejos la cima de la montaña mientras me explicaba:

—El verdadero nombre de Berto es Roberto Fontana, pero la mayoría de las personas se refieren a él como señor Fontana; es un hombre perverso sin importar si está con amigos o enemigos, y generalmente actúa por capricho. Todavía no estoy seguro de por qué se acercó a ti, pero suele matar a sus presas luego de divertirse con ella, ni siquiera le importa lo importante que pueda ser la persona que tiene en sus manos. Así que, una vez que encuentra a su objetivo, puede ser capaz de gastar una fortuna con tal de salirse con la suya. ¿Sabes cómo suelen describirlo?

Fue en ese momento que me di cuenta de que Santiago estaba seguro de que la persona a mi lado era Berto, ¡y en realidad ese era su apodo! Incluso lo había descrito exactamente como era, pues siempre sentí que Berto era una persona mala que tenía múltiples rostros, aunque la mayor parte del tiempo se comportaba como si fuera débil e infantil. Sin embargo, no respondí directamente a la pregunta de Santiago, en su lugar, le dije lo que yo pensaba:

—Él fue quien me secuestró, pero también fue quien me salvó. En aquel momento no tenía ningún medio de transporte, y yo ya estaba totalmente agotada, así que me llevó cargando hasta un lugar cálido, pero en ningún momento se sobrepasó, fue un caballero.

Santiago se quedó en silencio durante unos segundos antes de decir:

—No todos le agradan a Roberto, como te dije, suele hacer las cosas por capricho y solo le importa su propia felicidad, ¿sabes por qué es así?

—¿Por qué? —le pregunté para seguir con el tema.

—No debió vivir, así que cada día que despierta se siente agradecido.

Me sorprendí.

—¿Qué quieres decir con eso?