Te regalo toda una vida de amor Capítulo 217

Tras oír las palabras de Leonardo mi corazón comenzó a latir a mil por hora, entonces me despedí rápidamente de Maya y tomé un taxi de regreso a casa; rápidamente bajé del auto y abrí la puerta de la mansión. Me sorprendí al notar que hasta los arbustos en el jardín se veían recién cuidados.

Me apresuré a entrar a la casa, pero no vi a Santiago por ningún lado, sin embargo, rápidamente noté a mis padres sentados en el sofá de la sala de estar; al parecer, estaban teniendo una conversación. En cuantos los dos me vieron, hubo un destello de sorpresa en sus miradas y mi mamá preguntó:

—¿Por qué vienes a estas horas?

No quería delatar a Leonardo, así que dije:

—Temprano les llamé y les dije que vendría a casa esta noche —mentí.

—Ven entonces, hay que hablar.

Como Santiago no estaba en casa y mi madre se veía bastante tranquila, pensé que tal vez ya se habían visto, aunque no pude evitar preguntarme de qué habían hablado, o si mi padre se había comportado como lo hacen los padres normales cuando se van a reunir con su yerno por primera vez… ¿Tal vez quiso intimidar a Santiago?

Me sentí un poco desesperada cuando me senté a un lado de mi madre, entonces ella levantó una mano y acarició mi cabello con ternura.

—Regina, estás tan grande… Aunque ante mis ojos siempre serás una niña. No sabes cuánto me duele no haberte visto crecer.

En aquel entonces, se vieron obligados a irse, además, era mi culpa que tuvieran tantas desgracias; de hecho, si no me hubieran acogido, no habrían tenido que esconderse en un pueblito durante nueve años. En eso, apoyé mi mano sobre el dorso de la mano de mi madre y respondí:

—Mamá, no hay que hablar de esto, pero quiero que sepan que siempre estaré agradecida con ustedes. —Y en verdad lo estaba, porque siempre me habían amado de manera incondicional.

—Regina, nos vimos con Santiago —dijo mi padre.

A lo que le pregunté ansiosa:

—¿De qué hablaron?

—Hablamos de ti, pero nunca mencionamos el matrimonio, así que no te preocupes —me explicó. Entonces, hizo una breve pausa y agregó—: Si nosotros habláramos de eso primero, parecería que estás desesperada por casarte con él, así que, aunque si hablamos de ti, no lo mencionamos. Pero estoy seguro de que él es bastante inteligente y se habrá dado cuenta de lo que tu madre y yo quisimos decir.

¡Pero por supuesto que es inteligente! Internamente sabía que lo estaban queriendo presionar para que se casara. Así que, resignada, volví a preguntar:

—¿Dijeron algo malo sobre mí?

—¿Qué cosas malas podríamos decir? ¿Las travesuras que llegaste a hacer cuando eras una niña? —dijo mi padre y rio por lo bajo—. Puede que hayamos mencionado un par de cosas sobre tu pasado.

De pequeña era muy traviesa, aunque no era tanto como Leonardo, él siempre estaba ocasionando problemas y poco después, Camila también se nos unió. De los tres, ella era la única que se libraba de ser regañada porque era muy pequeña y frágil; por eso, cuando Leonardo y yo éramos chicos le teníamos mucha envidia. Cuando Leonardo creció, mi tío solo lo reprendía por sus acciones, pero ahora que lo pienso, extraño mucho el pasado. Tristemente ya no podíamos regresar a aquellos días de diversión y alegría al estar en familia, y ahora solo quedaban mis padres para mantener la enorme mansión de la familia Esquivel.

—Leonardo siempre fue el más travieso —me defendí con una sonrisa.

Sin embargo, noté algo, porque tan pronto como lo mencioné, el rostro de mi madre cambió. Como me di cuenta, le pregunté:

—¿Sucedió algo?

Mi padre suspiró y dijo:

—Leonardo no quiere que veamos a aquella chica.

Traté de hacer sentir mejor a mi padre y respondí:

—Ya deberían saber que él es una persona muy orgullosa, y aunque respetáramos su decisión, no me sorprendería que para cuando Samanta tenga tres años, su relación siga siendo un lío. Papá, creo que tú mismo tienes que hablar con Fernanda cuando tengas tiempo, preocupémonos por el resultado después.

Pensé que lo mejor sería que mi padre hablara con ella porque sería mucho más sencillo que escuchara las palabras de alguien mayor, además, mi padre tenía mucha más experiencia en la vida y podría convencerla más fácilmente.

Él lo consideró por un momento y dijo:

—Mañana mismo iré a El Solar.

Asentí con la cabeza y estaba a punto de responder, cuando recibí un mensaje de texto de Santiago:

«Te estaré esperando en la playa».

Después de eso, me envió su ubicación por WhatsApp. Así que, rápidamente me puse de pie y me despedí de mis padres.

—¡Iré a verme con su yerno!

Mi madre sonrió al oírme y dijo:

—Te ves demasiado emocionada… Ten cuidado, no te vayas a caer al salir.

Salí de la casa y me encontré con José esperándome en la entrada, entonces, subí al auto y le entregué mi teléfono para que buscara la dirección en el navegador del auto, pero me dijo:

—Señorita, esta es la casa privada de los Genova aquí en Bristonia.

«¡¿Santiago tiene una casa privada aquí?! Nunca me habló de ella… Espera, ¿fue en aquel momento que comenzó a tener sentimientos por mí?».

Cuando nos conocimos pensé que no tenía lugar para quedarse en Bristonia y por eso lo invité a mi casa. Pensé un poco en la situación y le pregunté a José:

—¿Qué es lo que más le gusta a Santiago?

José se puso a pensar y luego respondió:

—Le gustan las flores lisianthus.

—¿Alguna mujer le ha dado flores? —pregunté.

A lo que José respondió:

—Sí, pero jamás las ha aceptado.

—Hazme saber cuándo estemos cerca de una florería —dije.

…

Dentro del estudio del chalé de los Genova, era de día y Dante recién había sugerido una manera de ir tras los Fontana. En eso, Santiago recibió una llamada de un número desconocido; por lo regular no solía tomar llamadas de extraños, pero esta vez dudó porque le marcaban desde Bristonia, la ciudad en donde Regina había crecido, así que solía estar más atento. Dudó durante unos segundos, pero entonces respondió en voz baja:

—Hola, habla Santiago, ¿quién es?

—Santiago, soy la madre de Regina.

El hombre era demasiado inteligente, así que de inmediato entendió el propósito de la llamada; por primera vez en su vida, se veía nervioso.

—Hola, señora Esquivel.

Dante estaba con él, así que alcanzó a escuchar la manera tan respetuosa en la que su amigo ahora estaba hablando; que él recordara, esa era la primera vez que Santiago se dirigía a un anciano con tanto respeto, así que el hombre estaba sorprendido, pues ni siquiera cuando Santiago se tenía que ver con algún socio de su padre, o con la mamá de Tanya, se comportaba así. Así que era sorprendente para él.

En el pasado, por mucho que Santiago quisiera a Regina, fuera cariñoso con ella o arriesgara su propia vida para salvarla, Dante siempre pensó que lo hacía porque era su obligación como hombre y que ni siquiera se le podía llamar amor. Sin embargo, justo en ese momento, Dante se dio cuenta de que su amigo en verdad estaba enamorado de Regina y por eso, estaba dispuesto a respetar su relación.

—Santiago, no sabes cuánto batalle para conseguir tu número con mis contactos —la mujer hizo una breve pausa y poco después, mencionó la verdadera razón de la llamada—: El padre de Regina quiere verte.

Dado que la mujer había dejado muy clara su intención, Santiago no tenía motivos para rechazarla.

—Señora Esquivel, no se preocupe, hoy mismo iré hasta Bristonia.

—Está bien, pero por favor, no le digas nada a Regina, no quiero que piense que somos unos entrometidos —comentó la señora.

Después de que terminaran la llamada, Dante se burló por lo bajo:

—Creo que tus suegros quieren verte para hablar los detalles de la boda. Debes tener cuidado de no arruinar las cosas, si no, puede que la piensen dos veces antes de dejar que te cases con su hija. Tampoco puedes presentarte ante ellos con las manos vacías.

Santiago lo miró con molestia y dijo:

—Vete de aquí.

A lo que Dante sonrió.

—¿No hablaremos sobre los Fontana?

—¿No crees que ver a mis suegros es más importante? —respondió Santiago.

—Vaya, parece que el increíble y poderoso señor Genova quiere ocultar algo.

Entonces, Santiago se limitó a decir:

—Fuera.

Tras oír su respuesta, Dante no quiso arriesgarse ni un segundo más y salió rápidamente del estudio para dirigirse al patio de afuera, entonces se sentó en una silla y comenzó a fumar bajo el sol, mientras que Santiago se quedaba dentro de la habitación.

Santiago pensó un momento en la situación y luego decidió llamar a Joel.

—Me reuniré con mis suegros esta tarde, así que quiero que compres algunos regalos para ellos, pero nada muy ostentoso —ordenó.

Sin embargo, Joel se notaba un tanto inseguro.

—Señor Genova…

—¿Qué sucede? —preguntó Santiago con indiferencia.

—Nada, es solo que estoy un poco sorprendido —respondió el hombre con sinceridad.

—¿Por qué te sorprendes? —lo cuestionó Santiago.

—Es que se escucha muy nervioso, señor.

Aquello dejó a Santiago sin palabras.

«¿Desde cuándo mis hombres se burlan de mí? Incluso parece que quieren desafiar mi autoridad. Lo peor es que ni siquiera estoy nervioso, simplemente me preocupa avergonzar a Regina».