Te regalo toda una vida de amor Capítulo 215

—¿Hablas de amor? ¿Quieres convencerme en nombre del amor? —La pregunta fue dura, pero lo peor estaba por venir. Santiago miró fijamente a Tanya y le dijo—: Tu amor es un estorbo para mí.

La chica tembló y al dar un paso hacia atrás se tropezó con su propio pie.

—Está bien, haz lo que quieras, no me importa quien se convierte en el jefe de la familia Hayes, además, si somos honestos, Dante encaja mejor en esa posición, no yo. De todas formas, yo ya te había dicho que no me importaba la familia —dijo Tanya.

Sin embargo, estas palabras no fueron importantes para Santiago. La ira, la pena y el amor que Tanya sentía, eran como un chiste para él, así que simplemente se limitó a decir:

—Dante, no quiero que ella regrese, está prohibido que entré a Bristonia.

Tanya quedó estupefacta tras oír sus palabras y soltó una risa llena de ironía.

—Eres un hombre muy cruel, pero no te preocupes, ya no me importas ni un bledo —dijo ella.

Hasta ese día, ella era la única que se atrevía a hablarle con tanta osadía a Santiago. Luego de eso, se despidió de todos con una expresión sombría en su rostro y el lugar se quedó en silencio otra vez. Entonces, Dante habló:

—Es una molestia discutir con ella, ni siquiera vale la pena, ¿acaso ya olvidaste lo que es lidiar con esa mocosa?

—No quiero verla de nuevo —dijo Santiago con molestia.

—Dale tiempo, pronto regresará para disculparse contigo —respondió Dante.

A lo que Santiago replicó:

—¿Crees que no estaba hablando en serio?

Ante eso, el semblante de Dante cambió.

—¿No lo dijiste para reprenderla?

—Tanya no es digna de pertenecer a la familia Hayes, simplemente la va a destruir, además, ya la escuchaste, ni siquiera le importan —respondió Santiago.

—Pero solo lo dijo porque estaba enojada —aclaró Dante.

—Ya es una adulta, debería hacerse responsable de sus palabras y de lo qué hace —dijo Santiago, luego cambió de tema—: Pero ya no hablemos de ella, quiero que regresemos al tema de la familia Fontana.

—Deberíamos ir al estudio, está haciendo calor —sugirió Dante, ya que el clima era insoportable y no quería quemarse.

Entonces, los hombres si dirigieron al estudio y yo me senté en la cama. Luego de un rato, Dante gritó mi nombre desde afuera. Me acerqué al balcón y me di cuenta de que el hombre estaba fumando en la misma silla en la que Santiago había estado hace un rato; en eso, me preguntó:

—Ayer hablé con Emilia y todavía está en Bristonia, ¿quieres ir conmigo a verla?

Por mi parte, llevaba dos días viajando y todavía estaba muy cansada, además, quería pasar más tiempo con Santiago, así que le dije:

—Por el momento no puedo —me negué.

Dante sonrió.

—Santiago tiene algo que hacer en Bristonia, podemos ir a ver a Emilia primero y luego reunirnos con él, ¿te parece? —comentó el hombre.

—¿Qué planes tiene? —pregunté con interés.

Dante le dio una calada a su cigarro y me vio con confusión.

—Los ancianos ya lo decidieron y no hay nada que él pueda hacer, tal vez hablarán sobre que debe casarse.

«Los ancianos… ¿Su madre lo llamó por algo importante?», pensé al recordar que la madre de Santiago vivía en Bristonia.

—Quédate ahí, ahorita bajo —le dije a Dante.

Entré en la habitación y me hice una cola de caballo antes de buscar a Santiago, quien estaba pintando en el estudio, tan relajado como siempre. Entonces, utilicé mis encantos para persuadirlo y lo tomé del brazo al entrar.

—Santi, Dante me invitó a Bristonia y me dijo que tú también estarías por ahí. ¿Te gustaría que nos reunamos después de visitar a Emilia?

A lo que él comenzó a acariciarme el cabello.

—¿No estás cansada? Ha sido un día demasiado largo —me respondió.

En realidad si estaba agotada, pero quisiera ir con él a todos lados, así que respondí con honestidad:

—Sí, pero quiero estar contigo.

Al oír mi respuesta, sonrió. Su sonrisa era demasiado hermosa en comparación con su personalidad estricta y rígida. En ese momento, no pude contenerme y lo besé en los labios; tal vez él no estaba tan acostumbrado a que yo diera el primer paso porque de pronto me alejó y me llevó hasta sus brazos.

—Déjate de juegos —dijo con ternura.

—¿No te gusta que haga esto? —pregunté sonriendo. Pero Santiago no dijo nada, aunque su silencio era la respuesta y yo la entendía—. ¿Qué estás pintando? ¿Son rosas? Los pétalos se ven demasiado pequeños… —comenté.

—Son flores lisianthus —me dijo.

—Tienes talento —lo elogié de corazón.

El hombre no me respondió, simplemente tomó el pincel entre sus manos y siguió pintando; una vez que terminó con las flores lisianthus, ya había pasado una hora, fue entonces que me dijo:

—Deberías ponerte otra ropa e ir con Dante.

Eso significaba que estaba de acuerdo con que viajara a Bristonia, pero no me gustó que me dijera que me cambiara de ropa, pues el vestido que tenía puesto ni siquiera era tan revelador, me llegaba justo a los muslos y en realidad era un atuendo muy común, pero a él no le gustaba que me vistiera así para salir. Entonces di un paso hacia adelante y le dije a propósito:

—¿Qué tiene de malo mi vestido? No es provocador.

Santiago entrecerró los ojos.

—Sabes perfectamente a que me refiero, así que ponte algo más informal. Además, también quiero llevarte a un sitio esta noche —respondió él.

—¿A dónde iremos que tengo que vestirme informalmente? —le pregunté con curiosidad.

Sin embargo, él evitó mi mirada y no me dio explicaciones.

—Solo cámbiate, te hablaré más tarde.

Para mi desgracia, Santiago era el tipo de hombre que no decía más de lo que no quería, así que tratar de que me dijera la verdad solo sería una pérdida de tiempo y regresé a mi habitación. Después de ponerme una sudadera y pantalones para hacer ejercicio bajé las escaleras.

—¿Y esa ropa? —me preguntó Dante sorprendido.

—Santiago me dijo que me pusiera algo informal porque me llevaría a un lugar esta noche —comenté sonriendo.

—Rayos, las parejas son raras —respondió él, pero me di cuenta de que ya no había tanta indiferencia en su tono de voz.

Después de pensarlo por un rato, le dije:

—Quisiera hablar sobre los Genova, quiero que sepas que jamás hice nada a propósito, fueron ellos quienes me tendieron una trampa.

Dante se levantó de la silla y dijo:

—La verdad es que no me importa. Cuando sucedió todo decidí que no quería hablarte porque Santiago es mi amigo y estaba de su lado, pero si él quiere estar contigo, no puedo oponerme, ni tomarme las cosas tan apecho. Después de todo, él es quien pasara el resto de su vida contigo, aunque no puedo esconderte que si nos sentimos mal por él. Y me temó que, aunque yo ya dejé el asunto atrás, Lucas sigue molesto, para él, Santiago es una persona digna de admirar y no serpa fácil que te perdoné.

Yo ya sabía que para Lucas era primero Santiago que su propia vida, pero me limité a sonreír y dije:

—Luego hablaré con él y se lo explicaré, no quiero que Santiago esté es conflicto por mi culpa.

Dante salió por la puerta mientras me decía:

—¿Crees que estará en conflicto por ti? Todos le tenemos miedo, y ni siquiera hablamos sobre el asunto, así que no te preocupes. Si Lucas no quiere perdonarte todavía, solo dale tiempo y no te presiones.

Entonces, una pregunta surgió en mi mente:

—Se supone que son amigos, ¿por qué le tienen miedo? No es como que los vaya a matar.