Te regalo toda una vida de amor Capítulo 186

Al notar la impaciencia en mi voz, Nicolás preguntó fríamente:

—¿Qué? ¿Ya ni siquiera quieres responder a mis llamadas?

—¿Para empezar, por qué crees que quiero? —le reprendí.

Lo que quedaba de nuestra relación había sido desgastado por él hasta que no quedó nada. Actualmente, lo odiaba hasta la médula y quería que se mantuviera bien lejos de mí.

—¡Regina!

De repente gritó mi nombre antes de continuar:

—¡Fui yo quien te decepcionó antes, pero he hecho todo lo posible por compensarte! Incluso no entiendo por qué me amabas y me perdonabas aunque te hice tanto daño. Pero, ¿por qué me dejaste cuando acepté las condiciones de Camila para salvarte?.

Yo misma había pensado en esto innumerables veces. La conclusión a la que llegué fue que no había ninguna razón especial.

Realmente lo amaba, pero después de haber sido herida una y otra vez, también llegaría a rechazar este amor. Además, la noche antes de que él y María se casaran, yo estaba tumbada en la cama, esperando a que llegara mi muerte.

La verdad es que ya había perdido toda esperanza, la única razón por la que pude perdonarlo fue porque mi enfermedad mejoró. Me sinceré con Nicolás porque necesitaba alguien en quien confiar y un hombro sobre el que llorar, pero al final, volvió a rechazarme.

Le había advertido que no se comprometiera con Camila. ¿Pero qué hizo? ¡Fue en contra de mis deseos!

Aunque supiera que lo hizo con la esperanza de que yo viviera, la mala relación entre Camila y yo era… ¡Realmente no necesitaba que lo lastimará cuando tenía buenas intenciones!

Viendo que Nicolás esperaba una respuesta, bebí la leche tranquilamente antes de decir:

—Te había perdonado demasiadas veces y la consecuencia de ello fue que me decepcionaste todas y cada una de ellas. Cuando aceptaste las condiciones de Camila fue la gota que derramó el vaso. Ahora sí que no quiero tener nada que ver contigo.

Además, lo había perdonado cuando había muerto.

— ¿Y Santiago?

Al mencionarlo de repente, Nicolás dijo:

— ¿No me digas que nunca te ha hecho daño?

Inmediatamente, respondí:

— Nunca.

Santiago  nunca me había hecho daño, irónicamente, fui yo quien le hizo daño sin querer.

— Si tú lo dices, ¿entonces por qué te dejó? No me digas que no están distanciado ahora mismo.

Las palabras de Nicolás revelaron lo mucho que sabía de mí, incluso sabía el malentendido que había entre Santiago y yo.

Sí, en este momento había una crisis en nuestra relación y tal vez estábamos a punto de terminar. Por desgracia, esto también se debió a mis acciones y fui yo quien llevó nuestra relación al precipicio.

—No fue culpa de Santiago, —dije.

—Pero, no puedes negar los problemas que hay entre ustedes dos.

Las palabras de Nicolás me dejaron sin palabras, decidí por cerrar los ojos en silencio cuando de repente me dijo:

— Ven a pasar las fiestas decembrinas conmigo en Bristonia.

Negándome, le contesté:

—¡De ninguna manera!

Al oír esto, me recordó.

— Tus padres siguen aquí.

No supe qué decir, no había tratado el tema de mis padres en los últimos días con Nicolás porque sabía que no me los devolvería.

Aunque movilizara la influencia de la familia Genova, no sería suficiente, ya que a él no le importaba nada. Por lo tanto, dudo que sirviera de algo aunque acabara con su familia e incluso podría ser contraproducente.

Como no podía garantizar lo cruel y fría que sería su doble personalidad, no podía permitirme ese riesgo.

A pesar de eso, ¡también creía que no haría daño a mis padres por ahora!

Tras un momento de duda, dije:

—Iré más tarde.

Tras colgar, llamé al asistente de la familia Genova y le conté mis intenciones antes de oírle decir:

— Garantizaremos su seguridad, señorita. Sólo tiene que viajar en paz.

Me sentí mucho mejor con el respaldo de la familia Genova ya que cuando bajé vi a tres guardaespaldas de aspecto fuerte junto a mi carro.

Me acerqué a ellos y sonreí.

— ¿Así que se quedaran cerca de mí?

Asintieron y me explicaron:

—Somos los mejores guardaespaldas de la familia Genova, antes de esto, solíamos seguir al señor Genova a todas partes. Ahora mismo, estábamos esperando sus órdenes desde que recibimos la llamada del señor Castillo, señorita.

El actual asistente de la familia Genova era un hombre llamado Antonio Castillo.

Tras hacer una pausa, continuó:

—Tenemos gente de la familia en Bristonia, así que no tiene que preocuparse de que nadie amenace su seguridad, señorita.

Como estos más de veinte guardaespaldas me protegían en secreto, rara vez se dejaban ver, por lo que ni siquiera yo los recordaba del todo.

Entonces dije agradecida:

— Gracias, estos son algunos regalos para ustedes.

Dándoles una bolsa con veinte paquetes de regalo envueltos que contenían dinero, les dije:

—Ustedes pueden distribuirlos una vez que lleguemos a Bristonia.

— Gracias, señorita.

— Vamos a Bristonia.

Estaba totalmente preparada para encontrarme con Nicolás. Ya era de noche cuando finalmente llegamos a la ciudad, en ese momento, el sol poniente iluminaba el cielo despejado; es raro ver el clima de Bristonia tan agradable.

Después de que los guardaespaldas estacionaran a carro en la entrada, me bajé y contemplé la enorme mansión con una sensación de extraña nostalgia. Era la casa de mi exmarido.

Dentro había algunas caras conocidas. Ciertamente era muy festivo en su casa, ya que la entrada había sido decorada con todo tipo de decoraciones navideñas, que según tengo entendido había sido diseñado personalmente por el propio presidente Ferreiro.

— Ve a tocar al timbre.

Al recibir mis instrucciones, uno de los guardaespaldas tocó el timbre, poco después, alguien vino a abrir la puerta. Era el mayordomo de los Ferreiro. En el pasado me había tratado bastante bien, quizá me casé con Nicolás porque toda su familia me trataba bien.

Sorprendido de verme, el mayordomo me saludó.

—Señora Ferreiro.

Corrigiéndole, le contesté:

— Ya no soy la señora Ferreiro.

Volviendo en sí, asintió.

— Por favor, pase.

Cuando entré, me sorprendió ver allí a Cristóbal y a Olivia, así como al presidente y a su mujer, de la que se había divorciado hacía tiempo. Qué espectáculo, es sorprendente verlos a todos reunidos.

De repente me di cuenta de que Nicolás quería invitarme a celebrar juntos la Navidad en lugar de molestarme. Entonces, ¿Nicolás es ahora normal? ¿Me amenazó para que viniera a propósito?

Me acerqué y le pregunté:

—¿Dónde están mis padres?

Sonriendo, Nicolás me preguntó:

—¿Por qué tienes tanta prisa?

Como no volvería a confundir a Nicolás con Cristóbal, le dije en voz baja:

—Quiero verlos, ahora.

Extendiendo la mano, intentó tocarme íntimamente la cara, pero lo vi venir y retrocedí rápidamente, pareció muy dolido al ver mi reacción.

En ese momento, se sintió humillado ante la gran multitud.

En silencio, le susurré:

—No tientes a tu suerte.

Al oír esto, dijo con una mirada fría:

—Ven conmigo.

No volvería a estar a solas con Nicolás, al ver que mis guardaespaldas me seguían frunció el ceño.

—¿Pueden quedarse quietos y esperar?

—No pueden —respondí.

—¿Tienes miedo de que te coma? — preguntó.

Esto me hizo reprenderle diciéndole:

—¿Te crees muy de fiar?

Sorprendido al escuchar mis palabras, me cuestionó  delante de Cristóbal, Olivia y sus padres.

—¿Tan distantes nos hemos vuelto ahora? Regina, ¿vas a albergar este odio hacia mí para toda la eternidad?