Te regalo toda una vida de amor Capítulo 184

Al final, Gabriel aceptó ser mi asistente de nuevo, por lo que juntos, fuimos a la empresa, la misma en la que Santiago tenía 7 años trabajando. Pero esa era la primera vez que yo estaba aquí, el edificio se veía grande e imponente, ya que todo el parque industrial pertenecía a la familia Genova. Cuando llegamos, todos los trabajadores salieron a darme la bienvenida. De pie en la entrada, dudé durante un rato ya que no me sentía con el valor de hacerlo, pero de todas formas se llegaría el momento.

Tomé el brazo de Gabriel con fuerza y cuando menos lo esperé, ya estábamos dentro de la vieja oficina de Santiago, la cual estaba decorada con tonos oscuros. Era curioso que hasta su forma de ser fuera en tonos fríos. Luego de entrar, le pedí a todos que salieran. Fue en ese momento que dejé de fingir fortaleza y me permití sentir tristeza para después dejarme caer sobre el sofá. Ahora, lo único que tenía en este mundo era el bebé que llevaba en el vientre, si tan suelo pudiera nacer sano y salvo, podría conocer a su padre y yo sería la persona más feliz del mundo.

Me senté en el sofá durante un buen rato antes de entrar a la otra habitación, la cual estaba equipada con un armario enorme, una cama y un bar. Al abrir el armario me encontré con la ropa de Santiago, en la cual predominaban los trajes negros y las camisas blancas; luego, me dejé caer sobre la cama dormitando un rato en donde él solía descansar. Probablemente me quedé dormida por dos horas, y aunque fue poco el tiempo, sentí que dormí profundamente.

Al despertar, me arreglé el cabello desordenado y luego me encontré con Gabriel y el responsable de la empresa en mi puerta; rápidamente me disculpé con ellos cuando los vi.

—Siento mucho haberme dormido.

—No se preocupe, señorita —respondió el otro hombre de inmediato.

Entonces, le presenté a Gabriel.

—Él es mi asistente anterior, por favor, instrúyalo bien sobre los negocios de la familia Genova.

—Entendido, señorita, ¿tiene alguna otra orden?

—No, debido a mi condición no podré venir con regularidad, pero puede contactarse conmigo si sucede algo.

—Sí, le notificaré si llega a suceder algo importante. También necesita saber que, para garantizar su seguridad, la familia enviará personal entrenado para que la sigan en todo momento. —Me informó el hombre.

Y claro que no lo rechacé, porque tenía miedo de que Nicolás se me acercara, además, tampoco podía excluir que, con este nuevo puesto, me llegaran más peligros. Entonces, le pregunté:

—¿Cuántas personas son?

—Veinte, son guardaespaldas de élite.

—Entendido, gracias.

Debido a que Gabriel tenía que ponerse al día sobre el funcionamiento del corporativo, no me acompañó, por lo que regresé sola al apartamento… ¡No, no era así! ¡Había 20 personas detrás de mí!

Cuando por fin llegué a mi casa, estaba tan cansada que lo único que quería hacer era ducharme. Para este punto ya tenía tres meses de embarazo y me preocupaba tener un parto prematuro considerando la condición de mi cuerpo, pero, aunque así fuera, no me importaba arriesgar mi propia vida con tal de que mi hijo naciera; lo que me recordó a Fernanda, pues ella también puso su vida en riesgo durante el nacimiento de Samanta.

Ahora que lo pienso, la niña ya debería tener 6 meses, ¿qué se supone que un bebé de esa edad puede hacer? Tal vez comenzaría a gatear y a tener interés por las personas que le rodean, incluso podría comenzar a balbucear… Puede que en un futuro yo también pueda escuchar a mi hijo decir mamá. Toda esta idea me llenaba el corazón de alegría. Recostada en la cama, traté de descansar lo mejor que pude.

Durante este tiempo, había seguido las indicaciones médicas al pie de la lera e incluso contraté a una cuidadora con experiencia en embarazadas para que estuviera conmigo y charláramos. Debido al embarazo, había comenzado a tener problemas para dormir así que solía quedarme dormida a la medianoche.

Al día siguiente me levanté temprano y con todas las fuerzas del mundo, me obligué a mí misma a salir de la cama y me aseé. La cuidadora vino temprano y me preparó el desayuno antes de ayudarme a bajar y dar una vuelta juntas. Una vez en el parque, me quedé mirando a los niños que jugaban felices. El simple hecho de verlos me hacía sentir mejor.

Cuando llegué al apartamento, recibí un mensaje de texto de Olivia.

«Estoy saliendo con mi médico».

Al leer eso, le pregunté:

«¡¿Qué?! ¿Cómo sucedió?».

«Regina, hace unos días me invitó a ir a una reunión con él y ahí acepté que fuéramos pareja… Dios mío, ¡tiene unos ojos preciosos y una mirada que enamora! Cada que lo veo siento que él es mi hogar, una sensación que Cristóbal jamás me provocó».

Entonces le respondí:

«Me da mucho gusto por ti, Olivia. Felicidades».

«Pero Regina, Cristóbal todavía no lo sabe».

«¿Cuándo planeas decírselo?».

«Me esperaré hasta Navidad».

Faltaban pocos días y deseaba poder estar junto a Santiago en ese momento… ¡Lo extraño tanto! Con los ojos llenos de lágrimas, dejé el teléfono y me senté en el sofá; cuando la cuidadora me notó abatida, preguntó:

—Señorita Esquivel, ¿se encuentra bien?

—Sí, es solo que quiero ver a alguien.

Entonces, la mujer me preguntó si quería ver al padre de mi hijo, a lo que respondí con una sonrisa:

—Así es.

—Si en verdad quiere verlo, entonces debería hacerlo.

—No es tan sencillo —respondí.

A lo que la mujer me dijo en voz baja:

—Hoy en día en muchos más sencillo viajar a cualquier rincón del mundo, no como antes, que ni siquiera tuve la oportunidad de ver a mi esposo antes de que falleciera.

Las palabras de la mujer me conmovieron.

Lo pensé durante algunos días, hasta que, en Nochebuena, decidí tomar el avión privado de los Genova y volé a Finlandia. Me tomó entre 4 y 5 horas llegar de Eldamia a Finlandia.

De pie en las calles del país, no estaba segura de ir a Ansonia porque ni siquiera sabía si Santiago estaba ahí, tampoco había investigado sobre su paradero, ni quise hacerlo porque no quería molestarlo. Como todavía era temprano, encontré un negocio de jugos y me senté a beber uno antes de ir a comprar un regalo de Navidad en el centro comercial; para entonces, ya casi se hacía de noche.

Me decidí por comprar un reloj Rolex, el cual era muy costoso, así que, llevándolo con cuidado en mis manos, me dirigí a Ansonia junto con mis guardaespaldas, pero al llegar, les pedí que esperaran dentro del auto. Las luces del chalé estaban encendidas, por lo que sabía que había gente.

¿Podría ser que Santiago estuviera aquí? Si no, ¿quién más sería? De pie frente a la entrada, comencé a sentirme impotente porque no me sentía con el valor de entrar, así que, en lugar de eso, me quedé de pie ahí durante unos 10 minutos… Tenía miedo de que decidiera distanciarse de mí o que no quisiera volver a verme.

Al final, respiré hondo y llamé al timbre, pero fue en vano. ¿Eso significaba que Santiago no quería verme? Con eso en mente, me puse triste.

…

Dentro del chalé, Dante estaba curando las heridas de Santiago. Aunque tenían poco más de un mes preparándose, la noche anterior los habían emboscado y sus heridas fueron más graves que antes. En eso, Lucas se asomó por la ventana y sonrió con satisfacción.

—Llegó un invitado no deseado.

Dante frunció el ceño y preguntó:

—¿Quién es? ¿El enemigo?

Regina traía un abrigo negro que le cubría todo el cuerpo, y mientras Lucas la observaba, se sintió defraudado por esa mujer, ya que ella fue la culpable de que Santiago terminara así. El hombre soltó un suspiro y respondió:

—Algo así.

Dante se puso de pie y preguntó:

—¿Quién es?

Santiago tenía los ojos cerrados cuando escuchó que Lucas decía:

—¿Quién más podría ser aparte de Reina? No puedo creer que haya tenido el valor de venir hasta aquí.

Santiago abrió los ojos de repente y exclamó:

—¡Lucas!

Al oírlo, Lucas lo miró y le preguntó:

—Santi, ¿en verdad te quieres poner de su lado?

El hombre volvió a cerrar los ojos y dijo:

—Solo dejen que se vaya. —Él estaba en peligro y no quería arriesgarla ni llenarla de falsas promesas.

Lleno de curiosidad, Dante le preguntó:

—¿Qué excusa le doy?

—Solo inventa algo —respondió Santiago.