Te regalo toda una vida de amor Capítulo 178

—¿Por qué son enemigos?

Pero Nicolás no habló, solo mantuvo una sonrisa en su rostro. De repente se acercó un poco más a mí y trató de acariciarme, pero me alejé justo a tiempo; a pesar de que sintió mi desprecio, no parecía molesto, solo me dijo en tono frío:

—Tus papás no son tan tercos como tú.

Enojada, respondí:

—¿Qué les hiciste?

«¿Cómo supo que mis padres seguían con vida?».

No había duda de que Nicolás conocía todos mis puntos débiles.

—No les hice nada, solo los invité a mi casa.

Me reí con ironía y exclamé:

—¡Maldito! ¡Eres un hombre despreciable!

A lo que él respondió en tono relajado:

—Si regresas con Santiago, ten por seguro que tus padres serán los primeros en desaparecer de la tierra. No me importa que seas la cabeza de los Genova, que, por cierto, ¡qué generoso hombre tienes! Te dio todo sin dudarlo. —Al parecer Nicolás todavía no sabía que yo era un miembro legítimo de la familia Genova, y claro, tampoco se lo iba a explicar, pero al notar mi silencio, continuó—: No importa que tengas todo ese poder ya que no te tengo miedo. ¡Si quieres pelear contra mí, ten por seguro que responderé! —Nicolás se había convertido en un loco y no le importaba amenazarme a diestra y siniestra.

—Regina, ¿acaso no te das cuenta? Si dejas a Santiago, podrás tener a tu bebé sin complicaciones. Sin embargo, necesito que me ayudes con algo… —Nicolás seguía hablando.

Fruncí los labios y pregunté:

—¿Ahora qué?

—Quiero que nos tomemos algunas fotos juntos.

A pesar de que quería rehusarme, no podía decirle que no a Nicolás. Mientras tanto, él me sujeto con fuerza y me vi obligada a sacarme algunas fotografías a su lado usando su teléfono. Entonces, me dijo en tono amenazante:

—Si te atreves a desobedecerme, le enviaré estas fotos a Santiago. Dudo mucho que quiera ver que su mujer está siendo tocada por otro…

¡No quería volver a verlo jamás en mi vida! ¡Cada día comenzaba a odiarlo más!

Poco después Nicolás se fue y recibí una llamada de Manolo, me limpié las lágrimas y le dije que estaba en el segundo piso del hospital. Salí y me encontré con el médico en la entrada, por lo que dije fulminándolo con la mirada:

—Vendré por la dosis de progesterona mañana.

No obstante, recordé que no podía alterarme de ninguna manera para no perjudicar al bebé creciendo dentro de mí, por lo que traté de controlar mis emociones, además, ya lo había decidido: tendría al niño, aunque Santiago no quisiera.

Después de dejarme en el departamento, Manolo me preguntó:

—¿Qué sucede con el asunto de la familia Genova y tú?

—De ahora en adelante seré la cabeza de la familia. —Aunque sabía que ese lugar le pertenecía a Santiago porque le había tomado 7 años de su vida consolidarlo, todavía no quería aceptar la realidad.

A lo que Manolo asintió y dijo:

—Entiendo.

«¿Pero qué entendió?».

Aunque tenía curiosidad de saber qué pasaba por su mente, no pregunté nada. Así que, una vez que se fue, fui a mi habitación y me dejé caer en la cama tratando de controlar todo lo que sentía, a pesar de que internamente estaba demasiado triste. Dormí durante al día y al despertar, tenía un mensaje de Nicolás: eran las fotos que nos habíamos tomado. Incluso había una en la que me agarraba el pecho. Me sentí tan molesta que de inmediato borré el mensaje de mi teléfono y lo aventé sobre la cama, luego me tomé una dosis de tocolíticos, para evitar un parto prematuro, y después recibí una llamada de Carlos, la cual rechacé sin pensarlo dos veces.

La última misión que le dejó mi padre biológico fue terminar con la vida de Santiago, por lo que sabía que sin importar cuánto le rogara, no lo dejaría ir. Así que, ¿por qué debería a aceptar su llamada? Ya sé lo que me dirá. Poco después, recibí un mensaje de texto de su parte:

«Señorita, el viejo maestro le dejó un anillo antes de fallecer, el otro lo tiene el joven Santiago, pero cuando estos se unen muestran una dirección, en la cual está todo el oro y las joyas que la familia Genova ha acumulado a lo largo del tiempo. Este tesoro la volverá extremadamente rica, probablemente tan rica como el mismo país, aunque ya dependerá de usted si decide usarlo o no. Solo se lo estoy diciendo porque usted en la actual jefa de la familia Genova y tiene derecho a saberlo».

Yo tenía el anillo de Santiago, él mismo me lo dio como un regalo.

«Este anillo le pertenece al jefe de la familia, es la única persona que puede llevarlo», recuerdo que me dijo.

Esa había sido su prueba de que quería estar conmigo para siempre, ya que me estaba dando su posesión más valiosa. Pero al pensar en el pasado, tal vez lo hizo porque ya sabía que yo era la heredera oficial de la familia, lo que significaba que me estaba regresando una pertenencia de la manera correcta. Desgraciadamente poco sabía yo que, desde aquel momento, Santiago me estaba dando a la familia Genova; él jamás fue una persona codiciosa. También recordé que desde el día que me lo dio empecé a usarlo como collar, por eso, cuando me llevó con su familia, todos se daría cuenta. Desde entonces se dieron cuenta de que él estaba dispuesto a dejarme tenerlo todo. Pero entonces, ¿por qué quieren destruirlo?

¡Esta persona a la que debía llamar padre era un egoísta! ¡¿Por qué si me dio todo, decidió quitarle el amor de mi vida?! Además, cuando le quise dar el sobre amarillo a Santiago aquel día, él me rechazó y me dijo que, si me lo había dado a mí, yo debía tenerlo. Pero en realidad, él ya sabía de qué se trataba, dentro de él, tenía claro que su vida llegaría pronto a su fin. No obstante, decidió dejarlo conmigo, aunque eso significa que lo perdería todo.

Saber esto me hizo sentir mucho peor, me abracé a mí misma con fuerza y traté de calmarme. Todavía estaba molesta, pero en eso recibí otro mensaje de Carlos:

«Todavía estamos tras de Santiago, así que no podemos darle el poder porque sabemos que una vez que asuma su responsabilidad como jefa de la familia, lo primero que hará será desobedecernos y volar hasta Finlandia para ayudarlo. Por favor, espere un mes más, después de ese tiempo, traeré conmigo la distribución de todos los rangos de la familia y le pediré un castigo».

¡Verdaderamente estaban cazando a Santiago! ¿Acaso lo decía porque quería alterar mis emociones? En eso, tomé mi teléfono y después de pensarlo por un largo tiempo, le respondí a su mensaje:

«¿Por qué tiene que deshacerse de Santiago?».

A lo que Carlos respondió sin intenciones de ocultarme la verdad:

«¡Es porque sus hermanos murieron por su culpa, señorita! ¡Él, junto con su madre, idearon un plan para que los tres jóvenes de la familia cometieran un error imperdonable! ¡Por eso debe pagar por ello!».

Santiago me había dicho que su propio padre había ahogado a sus hermanos frente a él y que no pudo intervenir. Con esto en mente, no respondí a Carlos porque ya no creía en nada de lo que me decía, para mí, la única verdad era lo que Santiago me había dicho. Así que una vez más arrojé mi teléfono sobre la cama.

Tenía intenciones de darme una ducha, pero cuando me quité la ropa interior, esta estaba llena de sangre.

«¿Qué me está pasando?».

Asustada, me dirigí nuevamente al hospital. Estaba más que dispuesta a dar mi vida por este bebé, así que cualquier señal de que él estuviera en peligro me alarmaba. Cuando llegué con el médico le pregunté:

—¿Está bien mi bebé? ¿Es grave que haya sangrado en esta etapa del embarazo?