Te regalo toda una vida de amor Capítulo 173

Pensé que lo mejor sería esperar por actualizaciones, antes de hacer cualquier cosa. Eran las 3 de la madrugada cuando recibí un mensaje de Lucas:

«Sabemos quién está detrás de todo esto, pero no podemos ayudar a Santiago por él».

A lo que respondí ansiosa:

«¿Quién es?».

¿Quién rayos tenía el valor y al mismo tiempo la posibilidad de meter a Santiago a la cárcel?

Entonces, Lucas respondió:

«Es Raúl Meza».

«¿Qué…?».

Me había tomado por sorpresa.

Hace apenas unas horas pensé en la posibilidad de marcarle a Raúl y pedirle ayuda, pero en realidad, él estaba detrás de todo esto. ¿Pero por qué haría algo así? Mientras trataba de averiguar lo que Raúl quería hacer, Lucas respondió:

«Raúl es la única persona en todo Europa que tiene el valor de ir en contra de Santiago. Durante todo este tiempo siempre tuvieron problemas de intereses y ganancias, pero Raúl no había cruzado la línea hasta ahorita; no creo que fuera capaz de orquestar este plan él solo, o al menos quisiera entender por qué lo hizo».

Me puse nerviosa.

«¿Crees que haya otra manera de ayudar a Santiago?».

No podíamos dejarlo encerrado.

«Vamos a esperar a los abogados. No te preocupes demasiado, si estás pensando solo en esto puedes enfermarte, así que vamos a esperar».

Aunque Lucas quería que me sintiera mejor, no podía evitar sentirme ansiosa.

«¿Qué quieren esperar?».

Luego de terminar con el intercambio de mensajes, sentí una nueva punzada en mi pecho. Fue hasta el día siguiente que Lucas me informó que el abogado no había podido hacer nada porque ni siquiera pudo ver a Santiago. Me senté junto a la pared de la ventana y poco a poco me quedé dormida mientras que diferentes escenarios desastrosos llegaban a mi mente. Cada uno de ellos me incitaban a llamar a Raúl y pedirle que liberara a Santiago.

Aun así, era consciente de que él debía tener su propio plan y que seguramente no me haría caso, aunque fuera la mejor amiga de Maya. Él y Santiago no eran muy diferentes, ambos eran hombres despiadados y fuertes en el mundo de los negocios y todo lo que hacían era para buscar su propio beneficio, así que no había manera de que Raúl renunciara a lo que tenía en mente solo por recibir una llamada mía, por eso, no lo hice. Además, imaginé que a Santiago no le gustaría saber que su propia mujer le imploró a su enemigo por él; tal vez destruiría su orgullo.

Por la noche, recibí una llamada de Carlos, quien estaba preocupado por mí.

—¿Cómo está el señor Genova? ¿Tiene noticias de cuándo lo dejaran libre?

Desgraciadamente, no pude darle una respuesta positiva.

—Todavía no he sabido nada.

Eso era lo que más temía: no tener ni una noticia al respecto. Me dolía pensar que Santiago estuviera sufriendo en ese mismo momento; ¿y si alguien lo lastimaba o peleaba con él? La idea de que le hicieran daño me lastimaba el corazón. En eso, Carlos me dijo:

—Señorita Esquivel, recuerde que puede llevar los documentos que le dije a la notaría, así sabrá quienes siguen en el poder en otras partes del mundo; le recuerdo que nuestra familia es muy grande y por eso hemos logrado permanecer de pie a lo largo de los años. No nos subestime, nadie sabe en dónde está nuestro límite, incluso puede que algún Genova que se encuentre en Italia ayude, ¿puede imaginarlo?

Tenía razón en lo que decía, ¡esos papeles eran de mucha importancia! Sin embargo, sentía que algo no andaba bien en toda esta situación.

—¿Por qué el padre de Santiago no se los habrá dado a él mismo si era el jefe de la familia?

«¿Por qué Santiago no tenía estos papeles cuando era el legítimo propietario de todo?», me pregunté.

A lo que Carlos me explicó con paciencia:

—Se trata de una norma familiar que ha pasado de generación en generación. Antes de que el viejo maestro falleciera, estos eran secretos que nadie más conocía, ahora el único al tanto soy yo —hizo una pequeña pausa, y agregó—: Todo amo tiene su mano derecha y yo pasé 50 años de mi vida trabajando para el viajo maestro. Así que soy el único que conoce toda esta información; al final, el poder le será otorgado a una sola persona y cuando eso suceda, podré dejar mi puesto de trabajo con honor.

Carlos parecía ser un hombre sincero y despejó todas mis dudas, así que confié en él, sin embargo, hubo una pregunta que no me quedó completamente clara:

—Yo no soy de la familia, ¿no tiene miedo de que me escape con todo?

El hombre se rio entre dientes al oírme.

—Usted es la pareja del señor Genova, y también fue a quien su padre eligió, así que solo estoy haciendo mi trabajo.

Al final, ya no me quedaba ninguna duda gracias a él. Tomando en cuenta que hacía más de dos días que no tenía noticias sobre Santiago, decidí ir a la notaría; tomé mi teléfono con fuerzas y sonreí.

—Gracias.

—Señorita Esquivel, la estaré esperando en la notaría —dijo Carlos con tranquilidad.

—No se preocupe, puedo ir sola —respondí.

De esta manera concluyó la llamada. Al siguiente día, tampoco recibí noticias de Santiago, así que le mandé un mensaje a Dante:

«Estoy tratando de verme con la chica que me gusta, deja de molestarme».

Respondió.

Me quedé atónita ante su respuesta, ¿todavía seguía con Emilia? Borré su mensaje antes de servirme una taza de agua tibia para tomar mi medicina; fue en esos momentos de aburrimiento que recordé la última conversación que Santiago y yo tuvimos. Ese día, su tono de voz había sido indiferente y sabía que no quería que tuviera al bebé, pero no podía entenderlo.

Pasó otro día sin recibir noticias. Durante el cuarto día sentí que no podía quedarme sin hacer nada y finalmente me dirigí a la notaría con los papeles; cuando llegué, Carlos ya me estaba esperando en la entrada con un traje color negro y un abrigo blanco encima, a pesar de que le había dicho que no fuera. Cuando el hombre entró al lugar, una mujer de buen aspecto me detuvo; tal vez había una diferencia de unos 10 metros entre nosotras cuando empezó a exclamar:

—¡¿Qué están haciendo aquí?!

Era la madre de Santiago, pero no sabía cuál. Sin embargo, su voz encendió una alarma en mi cabeza porque me resultó familiar, pero antes de que pudiera responder, unos diez hombres caminaron en su dirección y le cubrieron la boca para llevársela. De inmediato me giré hacia Carlos sorprendida.

—¿Vienen con usted?

A lo que él asintió.

—Ella es la hermana menor del señor Genova, una lamentable sustituta. Se volvió loca luego del fallecimiento del señor Genova —respondió Carlos.

El miedo comenzó a apoderarse de mí al ver lo que estaba sucediendo ante mí. Cuando Carlos se dio cuenta de que comencé a dudar, me dijo:

—Señorita Esquivel, vamos, hablaremos de lo demás después.

Noté su urgencia por abrir el sobre amarillo y concluí que era porque pronto podría jubilarse, así que solo asentí y entré al edificio con él.