Te regalo toda una vida de amor Capítulo 146

Era obvio que algo pasó entre Emilia y Cristóbal. No obstante, como ya me habían dicho que no era un asunto importante, no era buena idea que presionara sobre esto. Además, en verdad que no debería dejar que mi curiosidad me ganara, sobre todo cuando se trataba de Cristóbal. Traté de no ponerles atención, mientras él continuaba hablando con un tono resignado.

—Todavía eres joven, así que hay muchas cosas que no terminas de comprender. Tal vez sea algo pequeño para ti, pero para mí…

No estaba segura qué diría después de eso, pero lo más probable era que fuese un secreto que no debería conocer; sin embargo, antes de que pudiera continuar, Emilia lo cortó de una forma indiferente.

—Tío, ¿qué es lo que quieres de mí? Ya te repetí una y otra vez que no es la gran cosa. ¿¡Por qué estás obsesionado con esto!?

Cristóbal se quedó callado de golpe. Tal vez nadie jamás le había hablado de esa forma en sus 31 años de vida, considerando, además, que le llamaron tío con un tono tan frío. Después de todo, él estaba en sus treinta y seguía soltero, aunque si considerábamos la edad de Emilia, entonces no había nada malo con que ella lo llamara así. Cristóbal debió llegar a la misma conclusión, ya que no se molestó en corregirla.

—Emilia, por favor, considera la propuesta que te hice cuando hablamos antes —replicó sin cuidado.

—Adiós, señor Ferreiro —contestó Emilia con una dulce sonrisa, aunque le colgó antes de que Cristóbal pudiese reaccionar. Luego, se apoyó sobre su asiento y suspiró con frustración. —Era una pequeñez, pero él la sigue sacando a la luz. ¿Por qué ese hombre es tan molesto? Y pensar que halagué su atractivo físico el otro día.

—¿Sobre qué te continúa molestando? —comenté con un tono casual mientras me reía.

—Nada que valga la pena conversar.

Emilia se encogió de hombros y era obvio que no deseaba hablar de esto, así que decidí no presionarla. En su lugar, con un tono de sorpresa, exclamé:

—Conozco a Cristóbal desde hace años. Si bien no somos cercanos, siempre tuve la impresión de que era un hombre frío y distante. Sobre lo que sea este asunto, debe ser lo suficiente importante para que siga intentando hablar de él.

—No tengo idea qué les pase por la cabeza a ustedes, los adultos —replicó con indiferencia.

Le sonreí sin decir más y encendí el sistema de navegación para ir a Bristonia. Pareció que Emilia no descansó bien la noche anterior, pues estuvo dormida casi todo el trayecto hacia la ciudad, aunque se despertó justo cuando llegábamos. Mientras se tallaba los ojos, con un tono aún adormilado, preguntó:

—Regina, ¿cuánto falta para llegar a Bristonia?

—Ya llegamos. Estaba a punto de dirigirme al Chalé Esquivel —contesté.

—¿Ahí vivías? —preguntó con curiosidad.

—Sí, es el lugar en donde crecí.

—Puedes dejarme en donde sea. Tengo unos amigos en la ciudad, así que planeaba encontrarme con ellos. Puedes venir a recogerme más adelante —comentó Emilia mientras miraba el cielo nublado.

—Ten cuidado. —Le recordé luego de acceder.

Ella asintió con la cabeza y se bajó del carro una vez nos adentramos a la ciudad. Me esperé hasta que la observé desaparecer entre la multitud antes de dirigirme al chalé. Una vez ahí, ordené algo de comida a domicilio. Una vez terminé de comer, decidí dar un paseo por los jardines.

Todavía recordaba jugar en ellos junto con Camila cuando éramos niñas, aunque no podía recordar a qué jugábamos. No obstante, era innegable que las personas quienes me acompañaron durante mi niñez fueron Camila y Leonardo, quienes siempre odiaron a la familia Esquivel.

Las memorias de la niñez se iban borrando conforme uno se hacía viejo. Apenas podía recordar esos tiempos felices que viví con ella. En su lugar, ahora todo lo que se me venía a la mente eran sus errores. Jamás la perdonaría por lo que hizo ni le tendría la más mínima lástima.

No obstante, todavía tenía muchas preguntas en mi interior. Si Camila solo tenía un riñón y nuestra familia nunca tuvo la intención de quitárselo, ¿¡entonces por qué mis papás la adoptaron del orfanato!? Sobre todo, adoptarla bajo el apellido del señor Bernal. No tenía ni una idea de la razón y, por desgracia, cuando nos encontramos la última vez, no hubo oportunidad de preguntarles debido al poco tiempo que teníamos, considerando el accidente de carro que ocurrió cuando íbamos de regreso.

Ya había transcurrido un mes desde el incidente, pero aún no los había contactado. Tal vez era un acto cobarde, pero no me atrevía a teclear su número en mi teléfono. Tampoco me sentía con la urgencia de ponerme en contacto con la mujer que me dio a luz y después me abandonó. ¿Por qué debería contactarla? ¿Y si teníamos una reunión emocional? No, me negaba rotundamente. Mi familia siempre fue, y siempre sería, la familia Esquivel.

Mientras mis pensamientos se centraban en mis padres, quienes se encontraban en ese momento en Monte Real, decidí contactar a mi madre biológica en cuanto antes. Debía entender la verdad detrás de mi pasado y mi verdadera identidad. Era necesario para tranquilizar las preocupaciones de mis padres; de lo contrario, jamás me acompañarían de regreso a Eldamia. Al final, saqué mi teléfono para observar a ese contacto desconocido. Todavía estaba dudando cuando una voz familiar llegó a mis oídos.

—Regina, ¿por qué no me llamaste para que pudiera venir a recogerte cuando llegaste?

Mi cuerpo se tensó y, por pura reacción, me alejé unos pasos de él, pero le lancé una mirada dura mientras, con odio, le decía:

—Aunque no te contacte, siempre encuentras una forma de rastrearme, ¿no es así?

Una mirada de sorpresa se mostró en el rostro de Nicolás mientras me veía inocentemente. En un instante, supe que la personalidad delante de mí era a la que conocía, así que pregunté:

—¿En dónde está «él»? —Por «él» me refería a su personalidad alterna.

—No está aquí, por ahora.

—Nicolás, «él» sigue causando problemas en mi vida —conté con frustración.

La persona a la que me refería era al mismo Nicolás. Sabía que mis palabras eran duras, pero era cierto que me había dado muchos problemas. Si continuaba así, Lucas no dejaría que se saliera con la suya. Respiré profundamente antes de continuar:

—Tú y Cristóbal casi se ahogan y todo fue debido a un plan de Lucas. Él es de la familia Genova y actúa como mi hermano. Él no permitirá que simplemente te vayas si algo me llega a pasar. Si tu otra personalidad continúa actuando así, te meterás en muchos problemas.

Le advertí por consideración, tanto para mí como para él. No quería que nada le pasara; sin embargo, ante esto, su rostro solo se volvió frío y cuestionó:

—¿Piensas que le tengo miedo a la familia Genova?

Escuché rumores de que su negocio logró continuar sin dificultades. No obstante, todo lo que sabía era que los avances tecnológicos de la familia Ferreiro eran de lo mejor en la ciudad, pero no tenía la menor idea sobre qué implicaba esto exactamente. Después de todo, jamás presencié cómo la familia Ferreiro manejaba su negocio.

Me sentía insegura sobre su posición y eso hacía que me preocupara por ellos. Además, y más importante, no deseaba que las dos familias se pelearan. Si algo fuese a suceder, entonces terminaría atrapada en medio de todo.

—Sabes que eso no fue lo que quise decir —repliqué.

—Regina, haré mi mayor esfuerzo por controlarme. No tienes por qué temerle…

¿¡Su mayor esfuerzo por controlarse!? ¿Podría asegurarse de que el incidente de ayer no se repitiera? Para mí, él era una persona peligrosa y estar cerca de gente y situaciones similares no era lo más lógico para el razonamiento humano.

—Espero que puedas desaparecer de mi vida —interrumpí sin piedad. —Al menos que tu personalidad se vuelva más estable, espero que jamás nos veamos de nuevo.

Nicolás me avergonzó en el estacionamiento la otra noche. El incidente incluso llegó a oídos de Lucas y Santiago. Si bien Santiago no me culpó sobre eso, la culpa me comía viva desde dentro. Después de todo, sentía que fui yo quien lo decepcionó. A decir verdad, no quería ser tan despiadada, pero a veces existían unas relaciones con las que debíamos cortar lazos, sobre todo aquellas que eran tóxicas. ¡Nada bueno resultaría si esto continuaba!

—Regina, ¿de verdad piensas que quiero seguirte a todos lados ahora?

¡Oh, no! ¡Cambió de personalidades!