Te regalo toda una vida de amor Capítulo 128

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 128
Mi cuerpo estaba en un estado de éxtasis que jamás había experimentado en mi vida y dejé caer mi cabeza hacia atrás mientras que me dejaba llevar por el gozo del placer, pero Santiago no me respondió. Casi amanecía para la hora que empezamos esas actividades y no nos detuvimos hasta las 9:00 de la mañana; quedé exhausta cuando yacía en la cama como animal muerto y sin que me quedara una pizca de energía en mi cuerpo, mientras que él iba al baño para tomarse una ducha muy larga y yo casi me quedaba dormida para cuando salió, solo para despertarme un poco cuando él me abrazó de la cintura. En lo que me sostenía, acurruqué mi cabeza entre su pecho musculoso y le pregunté con un tono exhausto:

—¿A dónde fuiste ayer?

—A El Solar —me contestó de un modo cortante.

«Tch, fue toda una furia cuando lo hicimos hace unos momentos, pero ahora se convirtió en un completo desconocido». Pensé mientras que le mordisqueaba la herida en su pecho; las lesiones de su cuerpo todavía no habían sanado, pero de todos modos se quedó bajo la lluvia y se duchó a su gusto. Fue entonces que él me acarició la cabeza con cariño y no me detuvo que siguiera mordisqueándolo, ni siquiera se le escapó un gruñido, lo que dejaba en claro su nivel de tolerancia del dolor; paré de hacerlo cuando me aburrí y proseguí a echarle un buen vistazo a las heridas de todo su cuerpo, de las cuales no le faltaba ninguna por atender y era probable que él se había curado por su cuenta cuando estuvo en el baño hace unos instantes. Acaricié su herida suavemente con la punta de mis dedos y le pregunté con dulzura:

—¿No te duele?

—Para nada —me respondió de un modo despreocupado.

—Me estás mintiendo, ¿esperas que me crea que una persona no siente dolor después de que se lesiona? —Entonces él volteó para verme directo a los ojos para contestarme con firmeza:

—No me es doloroso. Yo he pasado por cosas peores que estas. —Esa era la primera vez que él platicaba sobre su pasado del que yo estaba intrigada por conocer, por lo que sobé mi rostro contra su cuello, aunque sin la intención de frotar su barbilla con mi cabeza, mientras que le sembraba besos a través de su clavícula con todo mi afecto.

—¿Me podrías contar un poco sobre tu pasado? —Santiago era un hombre de pocas palabras por lo general, así que no sería alguien que compartiría su pasado con otras personas y yo ya me esperaba que él no fuera a tocar ese tema conmigo, tal cual como lo había hecho antes; sin embargo, fue bastante inesperado cuando me respondió con seriedad:

—No es una linda historia, pero te la contaré cuando tengamos el tiempo.

«¿¡Y se supone que no tenemos el tiempo ahora?!». Pensé, pero no tardé en comprender que él no me quería contar de su pasado aún y fue por eso que dejé de preguntarle; en vez de eso, cambié a otro tema de conversación:

—¿Por qué fuiste tan apasionante anoche? No es común que tú… —No obstante, él cerró sus ojos en silencio y me dejó de hablar porque daba al parecer que estaba muy exhausto, por lo que me salí de entre sus brazos con clara decepción. Su corazón era como una caja fuerte y era irrelevante que yo fuera su chica, pues descubrí que él nunca tuvo contemplado abrir su corazón conmigo; nada había cambiado desde que me volví su chica, todo lo que podía hacer era quedarme parada a un lado de él abiertamente y hacer cosas que solo se podía hacer con una pareja; me volvía cada vez más exasperada entre más lo meditaba.

Decidí que era mejor levantarme temprano para tomar mi tónico y me alisté para ir al hospital, pero fue entonces que vi el saco de Santiago en la puerta y lo fui a recoger para llevarlo a la lavadora, pero no antes de revisar los bolsillos; fue ahí que encontré un pequeño frasco prescrito con muchas tabletas en su interior y con la frente fruncida, me pregunté:

«¿Qué es esto?». Saqué una tableta y dejé el frasco en la sala de estar para luego retirarme al hospital, en donde gasté mucho dinero para hacer que el médico analizara sus contenidos.

Aún tenía que esperar a que estuvieran listos los resultados de laboratorio, así que fui a visitar a Fernanda, quien ya había despertado y la habían transferido de la unidad de cuidados intensivos a una sala común. Leonardo también se encontraba ahí cuando fui a verla, pero ella lo ignoró mientras que observaba la tormenta por la ventana con una expresión indiferente; yo no los quería fastidiar por mucho tiempo, así que solo platiqué por un rato antes de irme. De ahí, fui a ver cómo estaba la bebé, la cual no era más grande que la palma de una mano y quien, de acuerdo con el médico, había sobrevivido a pesar de tantas dificultades, pero no había llorado ni una vez desde que nació hasta ese momento. Eso me dejó perpleja y le pregunté:

—¿Qué quiere decir?

—Tal vez ella haya nacido mu… —Él detuvo sus propias palabras y volteé a ver a la bebé a través del cristal, mientras que contemplaba, con mi corazón hecho añicos, que ella era la verdadera víctima de todo ese caos. Con un balbuceo en voz baja, me dije con certeza:

—No, ella no lo está. —El doctor no volvió a decir una palabra después de percatarse de mi negación mientras que yo observaba a la bebé detenidamente con envidia causada por mi deseo de tener mi propio bebé. Si tan solo Nicolás nunca hubiera…

No volví a atreverme a preguntar más y me fui disgustada para ir a buscar al otro médico; después de esperar un largo rato, me dijo que las pastillas eran un tratamiento para la virilidad, lo cual explicaba por qué Santiago fue tan apasionante esa noche. Todo se debía a que había tomado esa pastilla, pero ¿quién se las había dado? Fue entonces que recordé a esa mujer adinerada de aquella noche.

Yo restaba en lo correcto sobre mis sospechas, esa mujer era quien Santiago miraba fijamente cuando estaba parado al final del corredor esa noche, pero ¿quién era ella? Con solo haberle visto la edad me pareció poco factible que fuera mi rival en el amor. Todas esas preguntas me atormentaban la mente mientras que estaba en el hospital y Santiago tampoco me contactó en todo ese tiempo, lo cual fue muy irritante para mí, inesperadamente.

El cielo ya se había oscurecido para cuando regresé a mi departamento y la tormenta aún azotaba Bristonia, pero vi que Santiago estaba parado en frente de la ventana tan pronto como entré por la puerta y me di cuenta de que él me podía ver cómo regresaba al vecindario desde donde se hallaba parado. Ante eso, volteó a verme con una mirada gélida en sus ojos cuando me escuchó llegar a casa; no obstante, yo no hice más que regresarle la mirada con una postura indiferente para luego regresar a mi cuarto. Me acababa de acostar en la cama cuando lo escuché abrir la puerta y vi que él por poco tocaba el marco superior de la puerta con su cabeza, pero simplemente agaché la mirada para ignorarlo.

—¿Estás molesta conmigo, Mayra? —preguntó con calma. ¡Ah, entonces él sabía que estaba enojada!

—No —le mentí.

—Sí, lo estás —dijo con total certeza de ese hecho y me tomó un momento de consideración para que le preguntara:

—¿Quién era la mujer que estaba abajo anoche? —Él guardó completo silencio por unos cuantos segundos y me le quedé viendo, aunque solo para ver su rostro estoico. Yo ya presentía que no iba a obtener una respuesta de él en ese momento, pero fue entonces que él pronunció en voz baja:

—Ella es mi madre. —La simple mención de su madre hizo que su expresión se volviera sumamente rígida; de hecho, la suposición que tuve fue bastante cercana porque consideraba que esa mujer era alguien de la familia Genova por la manera que iba vestida, la cual se asemejaba demasiado y terminó siendo cierto.

—¿Qué hay de tu viaje a El Solar de ayer? —lo interrogué, pero mis preguntas hicieron que él apretara su frente mientras que preguntaba con un aspecto bastante horrible en su rostro.

—¿Estás sospechando de mí? —No tenía palabras para describir lo desagradable que aparentaba y después de mantenerse callado por un rato, me explicó con una cara seria—: Anoche me pidió que la viera en Bristonia, pero yo no esperaba que… —Él se detuvo por un breve momento antes de terminar—. Ella me seguiría cuando me fuera.

A pesar de todo, ¡yo estaba segura de que algo más ocurrió en medio de esa breve pausa en sus oraciones! ¿Quién fue la persona que le entregó esas pastillas de virilidad y quien era aquella que lo extrañaba? Mi confusión exigía respuestas de Santiago, pero estaba bastante claro que él no me quería explicar nada, pues yo sabía a la perfección que una persona de su carácter no ofrecería una explicación con tanta facilidad, a no ser que yo tomara la iniciativa para preguntar; dicho eso, después de pensarlo con cuidado, comencé:

—Encontré en tu saco un frasco con pastillas cuando lo fui a lavar esta mañana. —Lo miré con la mirada fija y me preguntó:

—¿Qué de eso?

—Tú estabas drogado. —Por el otro lado, él actuó con sinceridad cuando agachó la mirada, tocó el anillo de su dedo con la punta de sus dedos y dijo con suma seriedad:

—Ella fue quien me drogó. —La imagen de su madre apareció en mi mente tan pronto como dijo «ella» y le pregunté en mi estado de incredulidad:

—¿Por qué te hizo esto? —Por lo que él me respondió de un modo despreocupado:

—Ella quiere tener nietos. —Su madre buscaba conseguir nietos y lo drogó cuando él estaba fuera; fue en ese preciso instante que supuse que ella había preparado a otra mujer para él y esa misma conclusión a la que llegué me fastidió muchísimo. Le quería preguntar quién era esa mujer, pero sabía que eso me iba a hacer lucir menos importante. Al fin y al cabo, él no era el culpable de todo esto, ya me había contado la verdad y se había apresurado a llegar conmigo a mi departamento tan pronto como ocurrió.

Dejé que mi cabeza colgara cuando me sentí decaída, pero fue entonces que él cambió su tono de voz para sonar mucho más gentil cuando dijo:

—Lucas me dijo que a las mujeres les gusta pensar demasiado las cosas.

«Lucas dijo». Me repetí en mi cabeza. «Todo sale de su boca».

—Entonces supongo que él también te mencionó que a las mujeres nos gusta tomar del pie a aquellos que nos dan la mano, ¿no? —le pregunté irritada—. Santi, yo no quiero que seas tan cerrado conmigo.

Tal vez mis quejas fueron demasiado para él porque me miró con la frente apretada mientras que me hacía saber:

—Mayra, no empieces. —Lo dijo de un modo tan apático que lo hizo sonar como si no sintiera nada por mí y quedé paralizada por su comportamiento tan frío, así que pregunté:

—¿Tú me amas?

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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