Te regalo toda una vida de amor Capítulo 115

Santiago no me dio la respuesta, sino que solo me miró con indiferencia y, luego, se dio la vuelta y se quedó mirando el amanecer por la ventana. Como era costumbre, era muy frío y rudo. Cuando dijo «nunca», sentí que me apuñalara el corazón.

Regresé a mi habitación y me recosté, aturdida, pensando lo que dijeron Maya y Santiago: ella me persuadió a que diera pasos; él quería que estuviera a la altura de mis pensamientos. Estaba afligida y me sentía incómoda. Tenía Nicolás en un lado de mi corazón y a Santiago en el otro.

En los meses antes de que muriera Nicolás, pensaba que jamás me enamoraría de nadie más, pero ahora con Santiago… No podía descifrar qué era lo que sentía por Santiago, pero ya era toda una adulta, así que entendía lo peligroso que sería él para mí.

Nicolás era alguien del pasado, pero Santiago estaba vivo frente a mí, así que podía protegerme y cuidar de mi bienestar. Con él, me sentía despreocupada, lo cual iba en sintonía con mi edad actual, por no hablar del cansancio de vivir.

Sí, no tenía que usar ropa glamurosa y lujosa frente a Santiago, sino que podía tener peinados lindos y no necesitaba fingir ser una persona inteligente y madura; ni siquiera hace falta mencionar que no necesito ponerme maquillaje tan temprano cada día por la mañana.

Con Santiago, podía relajarme y ser yo misma; sin importar lo que sucediera, mientras estuviera a mi lado, no tenía miedo porque podía confiar en él siempre y jamás me decepcionaría. Salir con un hombre como él sería lo más adecuado.

En toda la noche no pude dormir y ya había tenido insomnio las últimas dos noches por estar pensando en todo esto.

Cuando me levanté al día siguiente, mi cara se sentía cansada y rígida; mis moretones eran muy visibles, así que bajé a buscar ungüento para untar, pero no vi a Santiago. Luego de untármelo, abrí la puerta del chalé y salí, pero no lo encontré, así que regresé y busqué por todo el enorme lugar. Aun así, no había rastro de él.

Me senté en el sofá y esperé; era casi mediodía cuando sonó el timbre. Me levanté de inmediato a abrir la puerta y solo me decepcioné al ver quién era. Cuando Lucas me vio así, me preguntó:

—¿No me das la bienvenida?

—¿Qué haces aquí? —lo miré de reojo.

—Santi me pidió que te llevara de vuelta a Eldamia.

—¿En dónde está él? —le pregunté, sintiéndome miserable.

—Se fue de Finlandia anoche.

«¡Santiago se fue sin decirme una palabra! ¿Tiene que ser tan despiadado?».

Lucas se sentó en el sofá y se recostó contra mi hombro al decir:

—Reina, tu pobre Luc tiene una pregunta para ti.

—¿Y qué será? —pregunté con desánimo.

—¿A qué te referías cuando dijiste «Lucas me dijo que me amabas»?

Me sentí muy avergonzada. ¡Solo lo dije como excusa, así que no esperaba a que Santiago se lo contara! Con disimulo, respondí:

—¿De qué estás hablando?

Lucas me dio un golpe en la cabeza y me acusó, desconsolado y furioso:

—Conque soy alguien que puedes usar como escudo, ¿no? Ayer por la noche, Santiago me llamó para regañarme, ¡incluso me pidió que me reportara para recibir un castigo, pidiéndome que no volviera a pasar! Hasta me pidió que viniera hasta Finlandia para llevarte a Eldamia, así que ¿no parece que lo esté haciendo para castigarme aún más?

Una mañana temprana en Finlandia era casi de noche en Eldamia.

—Entonces, ¿me expusiste?

—Adivina —me dijo, con las cejas alzadas. La bocota de Lucas debió contárselo todo a Santiago. Respiré hondo y me senté en el sofá, desconsolada; al notar mi desánimo, Lucas me dio unas palmaditas en el hombro para consolarme—. Aunque no sé lo que pasó entre ustedes, intentaste usarme como escudo; entonces, ¿crees que te traicionaría?

Después de todo, Lucas era muy justo. Solté un suspiro de alivio y le dije:

—Gracias.

—¿Intentabas sacarle algo a Santi? —Había un tono comprensivo en su voz. Lucas llevaba mucho tiempo en esos terrenos, así que comprendía por qué lo dije. Una vez que yo asentí, me preguntó—: ¿Te gusta?

«¡¿Que si me gusta Santiago?!». Anoche le conté a Maya que perdí con Santiago; debía significar que yo estaba en grandes aprietos. Además, llevaba pensando en esto toda la noche; añoraba el presente, pero mi pasado era borroso.

Maya tenía razón: necesitaba tiempo para ajustarme y orientarme antes de lanzarme a otra persona. Necesitaba que alguien más me iluminara y, por ahora, Lucas parecía la mejor opción. Con honestidad, le respondió:

—Me parece que sí.

—¿Cómo que «te parece»? —Lucas me soltó del hombro, encendió un cigarrillo y añadió—: Si te gusta, es un sí; si no te gusta, no. ¿Qué es eso de «te parece»? Tu corazón indeciso debió quebrantar los principios de Santi, así que por eso se fue.

—¿A qué te refieres, Luc? —pregunté, confundida.

Tras exhalar un anillo de humo, Lucas dijo de manera anticuada:

—A ningún hombre le gusta una mujer indecisa, sobre todo a Santiago. ¡Sus requisitos para tener pareja son más altos de los que te imaginas! Además, eres divorciada y has dormido con otros hombres. No lo digo para que te sientas mal o porque esté disgustado contigo, sino porque eso es un problema para Santiago que tiene que superar… Será difícil que lo conquistes, Reina. Te queda mucho camino por delante.

Lucas no tenía la intención de ridiculizarme, sino que afirmó los hechos; en realidad, tenía razón. Incluso si yo fuera la presidente ejecutiva del Corporativo Esquivel y tuviera todo el poder, aún no era digna para Santiago, pues a ese hombre no le faltaba poder ni influencia. A decir verdad, era más poderoso que la familia Esquivel.

Además, él no valoraba en absoluto esas condiciones externas, sino mi carácter. Aun así, allí tampoco calificaba del todo, ya que estaba divorciada y no podía concebir hijos. Mis circunstancias eran terribles. Por primera vez, me sentía inferior a un hombre y me sofocaba sentirme indigna. Al respirar profundo, Lucas apagó su cigarrillo y dijo:

—Aunque tus circunstancias no sean tan buenas, tienes características valiosas.

—¿Y cuáles son?

—Niña tonta, tienes la ventaja. —Lucas tiró la colilla que tenía en la mano y me lo explicó todo—: ¿Se te ocurre otra mujer que pueda acercarse a Santi ahora, además de ti?

—Pero yo…

—Reina, solo debes pensar en una pregunta —me interrumpió—. ¿Te empezó a gustar Santiago de repente?

«¿Cómo te enamoras de alguien de la nada?». Esto me estaba costando mucho; no podía convencerme de soltar a Nicolás, ¡se sentía como si no fuera a ser mío si lo hacía! Entonces le conté mis preocupaciones a Lucas, quien me contestó de manera silenciosa:

—Tu exesposo es una persona y cosa del pasado. La persona que estás conociendo ahora es Santiago, ¡una persona que caminó a tu corazón y a quien deseas tener! Aun así, Reina, tienes que pensar en el futuro. Tienes que considerar cómo hacer que Santi te acepte y no preocuparte por el pasado.

—Lo sé, pero es solo que estoy dudosa.

—Entonces déjame hacerte una pregunta.

—¿Cuál? —estaba confundida.

—¿Quieres acostarte con Santi?