Te regalo toda una vida de amor Capítulo 109

―¡Eres asquerosa! ―exclamó y después de vomitar y dejar que se bajara más o menos el alcohol de mi sistema, me limpié la boca con un pañuelo y por fin, fruncí el ceño para hacerle una pregunta.

―¿Dónde escuchaste que Santiago estaba en un confinamiento solitario? ¿Y quién demonios se atrevería a confinarlo? ―cuestioné y una vez que terminé de hablar, pensé de repente en la familia Genova, esa familia tan especial pero misteriosa.

―Lo escuché de Lucas, él es cercano a Santiago y aparte, ¿no te diste cuenta de que la economía de Eldamia no ha sido tan prometedora como solía serlo hace dos meses? Por alguna razón, Soluciones Genova está haciendo recortes de personal intencionales ―comentó. Me tragué a la fuerza la náusea de mi estómago y me recargué contra la pared roja del bar.

―No estoy segura, no me he comunicado con Santiago. ¿No fuiste tú quien me advirtió tomar mi distancia de él? ―indagué y él me miró de reojo.

―Sí, te pedí que te alejaras de él, pero si en realidad hiciste lo que te pedí, ¿por qué se apareció en la entrada de la iglesia hace un año y te sacó de ahí?

―¿Cómo se suponía que lo iba a saber? ―respondí con indiferencia.

Manolo dejó de hablar, pues no iba a ser capaz de sacarme más información al respecto, luego me llevó a mi departamento en silencio; una vez ahí, me recosté en la cama y considerando que mi estómago se seguía sintiendo mal, me fui directo al baño a tomar una ducha caliente. Cuando salí, agarré mi teléfono y revisé los mensajes de texto; fue ahí que me di cuenta de los cientos de mensajes que había en mi teléfono. Todos fueron enviados por mis amigos y por aquellos que estaban en lazos corporativos con el Corporativo Esquivel. Muchos mostraron su preocupación por mí con respecto al corporativo; no obstante, como era usual, no me molesté en abrirlos ni leerlos, mucho menos si eran mensajes de WhatsApp, así que los ignoré y me dediqué a buscar el número de Lucas y como era de esperarse, miré que tenía mensajes de él, los cuales eran 8 en total.

«Reina, no puedo comunicarme con Santi».

«¡¿Hola?!».

«Reina, acabo de enterarme de que Santi regresó a la residencia Genova».

«¿¿Hola??».

«Reina, ¿por qué estás desaparecida tú también?».

«¡Apúrate y respóndeme!».

«¡¿Por qué no respondiste el teléfono?!».

«Dios mío, ¿tienes tu teléfono de adorno nada más?».

Luego, me salí de la aplicación de mensajes y miré los cientos de llamadas perdidas, entre ellas, cuatro pertenecían a Lucas, así que, después de pensarlo por un rato, le regresé la llamada, la cual se conectó casi de inmediato.

―¡Gracias a Dios! ¡Por fin me llamas! ¡¿Dónde estuviste todo este tiempo?! ―preguntó asombrado.

―Estoy en casa ―contesté con indiferencia.

―¿Pudiste comunicarte con Santi?

―¿Qué pasa? ¿No puedes contactarlo? ―indagué. ¡¿En verdad Santiago estaba en un confinamiento solitario?!

―¡No lo he podido contactar en dos meses! Escuché que regresó a la residencia Genova el mes pasado. ¡No tengo idea de lo que está pasando ahora! Reina, ¡apúrate y márcale a Santi! ―pidió con nerviosismo.

―¡No contestará, incluso si yo lo llamo! ―me rehusé, incapaz de ir en contra de su petición.

―No, te equivocas. ¡Él contestará tu llamada! ―afirmó y dicho tono se escuchó con claridad en su voz. Era como si yo pudiera contactarlo con tan solo una llamada; no obstante, ya había llamado varias veces a Santiago con anterioridad y no me había contestado. De todas formas, él siempre había sido indiferente; fruncí mis labios y continué hablando.

―¿Qué debería preguntarlo cuando le llame?

―Reina, ¿eres una idiota? ¡Pregúntale dónde está para que puedas ir a encontrarlo! ―me regañó Lucas con un tono desesperado e irritado, a lo que yo me sentí resignada y de alguna manera atónita.

―¿Por qué necesito ir a buscarlo? Además, ¿cómo se supone que iré si él en realidad está en la residencia Genova? Ni siquiera sé dónde es, así que, ¡solo me estás complicando las cosas!

―Reina, lo que más hiere a Santi es la familia Genova, aun así, debido a que sus raíces yacen con dicha familia, él también es incapaz de estar en contra de ellos. Si en verdad está en la residencia Genova, lo puedes salvar en serio.

Lucas me suplicó en un tono firme, pues estaba seguro de que yo podía salvar a Santiago, pero yo ni siquiera sabía lo que le había pasado; aparte, ¿cuál es el posible peligro que se podía encontrar él en la residencia Genova? ¡¿Por qué debería ser salvado de su propia familia?!

―¿Por qué soy la única que puede salvarlo? ―pregunté con desconcierto.

―Porque él nada más te escucha a ti.

¿Estaba diciendo que podía salvar a Santiago apenas porque él me escuchaba? ¿Qué tipo de lógica era esa? ¡No entendía el significado detrás de esto en lo absoluto! Quizás al saber que estaba perpleja, Lucas se explicó más a fondo.

―La familia Genova puede confinar a Santi porque él está dispuesto a dejarlos, pero si eres tú quien lo llama… En definitiva, irá en contra de los deseos de la familia Genova y vendrá a buscarte ―comentó y después de una pausa, continuó―. De esta manera, ya no tendrá que sufrir.

―¿Es eso aterrorizante para que Santiago regrese a la residencia Genova? ¿Qué le hizo esa familia con exactitud? ―pregunté aún muy confundida; Lucas parecía tener una idea de la situación, pero no podía explicarlo con más claridad, así que lo hizo de una manera vaga.

―Él soporta heridas severas cada vez que sale de la residencia Genova. No tengo idea de lo que él vive, pero, en definitiva, ¡es malo! Reina, conoces a Santi, tiene un temperamento frío y no le importa una mierda nadie, no se preocupa por nadie. Creí que se quedaría así por el resto de su vida, hasta que tú apareciste y logré ver un poco de esperanza en él.

―¿Qué esperanza? ―pregunté, aferrando mis dedos al teléfono.

―Tener la capacidad de amar.

―Estás diciendo que Santiago… ¿Me ama? ―cuestioné, a lo que Lucas respondió con intensidad.

―¡Sí! No estoy seguro de si su afecto es de amor o familiar, pero, en definitiva, se preocupa por ti; de otra manera, no gastaría su energía quedándose a tu lado todo el tiempo ―enunció, pero yo recordaba con claridad que Santiago me había dicho siempre que el cariño que me demostraba solo se limitaba a ser fraternal, por lo que fruncí mis labios y dije:

―Intentaré.

Luego, colgué la llamada de Lucas y le llamé a Santiago; no obstante, ni siquiera me atreví a pensar que él me iba a contestar, así que, mientras esperaba a que se conectara la llamada, me seguía sintiendo inquieta. El teléfono seguía sonando y justo cuando creí que no respondería, su voz ronca sonó en el otro lado de la línea.

―Reina ―pronunció. Soy Regina y él lo sabe con claridad, pero me ha llamado Reina siempre como si así me llamara; sin darle importancia a ese pensamiento, le hice una pregunta llena de preocupación.

―¿Dónde estás, Santiago?

Eldamia no era tan húmedo como Bristonia y como resultado, seguido miraba la luz de la luna afuera de la ventana y con frecuencia pensaba en la figura de Santiago bajo dicha luz. Siempre aparecía a mi lado cuando estaba en el estado más caótico y me apoyaba en silencio, dándome el tener a alguien en quien confiar.

―¿Eh? ―expresó en voz baja. En ese momento, sentí dudas en mi corazón y no estaba segura de que decir a continuación, pero momentos después, logré pronunciar una frase.

―Santiago, quiero verte.

Me refería a él por su nombre, pues no lo decía seguido ni recuerdo haberlo dicho en su cara; cuando dicha frase se escapó de mis labios, Santiago se quedó en silencio por un largo rato y por fin, dijo entre dientes:

―Estoy ocupado.

―Santiago, no te he visto en cuatro meses ―lloriqueé y a propósito suavicé el tono de mi voz; si uno pudiera distinguir con cuidado, había un rastro de ambigüedad flotando en el aire.

―¿Por qué quieres verme? ―preguntó de repente, con una voz profunda, magnética y dominante.

Aún seguía ignorante con respecto al tipo de existencia de la familia Genova y no sabía por lo que había pasado Santiago; sin embargo, a juzgar por el significado de las palabras de Lucas, Santiago se encontraba sufriendo en ese momento. Así, que lo único que hice fue convencerlo de salir de la residencia Genova usando cualquier tono en el que podía pensar. No importaba, siempre y cuando pudiera persuadirlo de forma temporal de irse de la residencia Genova; no obstante, no logré inventar una excusa para verlo, incluso después de pensarlo por un buen rato, me quedé en blanco.

―Solo quiero verte.

Al fin y al cabo, hacer berrinche es una habilidad encantadora de una mujer, sin mencionar que soy una mujer hermosa que incluso él se preocuparía por mí, pero, ya que no sabía si iba a funcionar en Santiago, tuve que ser valiente e intentarlo. Justo cuando creí que mi lloriqueo no funcionaría, recibí la respuesta de él en voz baja.

―Reina, sé buena y deja de hacer berrinche ―pidió y sentí que me golpeó de forma crítica con su tono gentil; me quedé atónita y desconcertada, por lo que solté mi pregunta como una tonta.

―Santiago, ¿me estás engañando?