Te regalo toda una vida de amor Capítulo 108

―Señorita Esquivel, mis padres están tan muy enamorados, es por eso que decidieron dejarme una carta y se fueron a viajar por el mundo. Fui forzada y empujada a sentarme en la posición de presidenta ejecutiva; al instante, tenía el poder supremo y la educación que todos envidiaban. Por desgracia, tuve un viaje en extremo tranquilo, mientras era bien portada y sensible en exceso, hasta que conocí a Leonardo… ―contó, al llegar a esa parte, soltó mi mano y acarició con gentileza su estómago y con una voz suave, continuó―. Él me enseñó lo que es estar con el corazón roto, me enseñó lo que es rogar en vano, lo que se siente estar molesto todo el día, porque él es un problemático, yo estaba en ascuas y preocupada de manera constante sobre su seguridad cuando estaba con él. Siempre se peleaba con otros cuando estaba enojado, pues es muy inmaduro e impulsivo. ¡Nunca creí enamorarme de un hombre como él!

No obstante, la verdad era que Fernanda se había enamorado a profundidad; encima de eso, incluso estaba herida de esa forma por culpa de Leonardo; al escuchar su lado de la historia, sentí un nudo en la garganta, así que estiré mi mano para agarrar el vaso de agua. Mientras tanto, Fernanda ladeó su cabeza y miró al gorrión cantando afuera de su ventana; luego de eso, siguió hablando.

―Aunque él sea alguien que no tiene fortaleza en los ojos de otros, me trata muy bien porque puede arriesgar su vida por mí y a pesar de que arriesga las vidas de los otros también, me sigo sintiendo deleitada ―expresó, después cerró los ojos y con una mirada compasiva en su cara, prosiguió―. Si me preguntas por qué quiero hacer esto, lo único que puedo decirte es que quiero tener al niño, no por él, sino porque quiero realizarme y seguir mi deseo.

―¿Cuál es tu deseo? ―pregunté dudosa al escuchar su declaración determinante.

―Un amor inquebrantable, justo como las palabras que publicaste en Twitter; solo una persona en esta vida ―respondió sin pausa alguna. Amor inquebrantable… Ese pensamiento me hizo entrar en pánico y me levanté con brusquedad, mientras tanto, Fernanda me volteó a ver con un poco de confusión, así que sonreí con incomodidad.

―¿Dónde está el baño?

Fernanda apuntó hacia la ubicación de este con un dedo estirado, por lo que me apresuré a entrar y lavarme la cara con agua fría; sus palabras me hicieron extrañar de manera repentina a Nicolás. Nada más una persona en esta vida, esa era mi obsesión con el amor; sin embargo, en algún momento perdí, pues la persona que acepté una vez resultó ser una falsa esperanza. Luego, escogí a Nicolás y descarté mi única obsesión esta vida; después de eso, no perdoné a Nicolás, aunque me mataran a golpes. Mi amor en verdad se hizo añicos y ahora, el Nicolás que quería se había ido hacía cuatro meses… Al pensar en eso, estaba en ascuas y ya no me importó seguir pensando en él; luego, tomé otro puñado de agua fría y la salpiqué en mi cara. Esperé a que mis emociones se calmaran y procedí a salir para preguntarle algo a Fernanda.

―¿Estás segura de tu decisión?

―Bueno, no tengo ningún amigo en Eldamia. Señorita Esquivel, quiero que me acompañes en ese momento y espero que puedas mantenerlo en secreto por mí.

Ya vi, entonces la razón por la que Fernanda me llamó y me dijo sobre esto fue porque quería encontrar a alguien a quien confiarle la miseria que yacía dentro de su corazón; más aún, esperaba que yo la acompañara en dicho momento. Era solo que estaba muy sola; no obstante, ¿quién dijo que yo nunca había estado en dicha posición? Yo también sufrí de soledad y tormento en estos cuatro meses de vivir como un cadáver ambulante, así que, después de irme de la casa de Fernanda, me dirigí al bar. Sin embargo, me mareé luego de tomar menos de media botella de licor y de repente, Manolo me llamó.

―Cariño, ¿estás en un bar?

―¿Cómo sabes? ―pregunté con el ceño fruncido.

―Te vi. Voltéate ―instruyó y lo obedecí. Logré ver a Manolo, quien también estaba un poco mareado, así que llegó y me dio unas palmadas en los hombros y sonrió.

―No nos hemos visto por más de medio año. ¡Veo que cada vez eres más y más hermosa! ¡¿Qué tienes qué decir en tu defensa?! Ya pasaron casi cuatro meses desde que reubicaste el Corporativo Esquivel a Eldamia, aun así, ¡no me contactaste ni una sola vez! ¿Siquiera me consideras un amigo?

―Como si me importara estar en contacto contigo ―dije, volteando los ojos.

―¡Pf! ¿Crees que no me importa? ―continuó, luego se aflojó la corbata, se sentó a mi lado y bebió un vaso de licor para después preguntarme algo―. ¿Cómo has estado? ¿Cuándo vas a recobrar la compostura? ―cuestionó y era seguro que se refería al asunto relacionado con Nicolás, por lo que respondí de manera susceptible.

―¡Qué te importa!

―Bien, haz lo que quieras ―respondió y me tomó del brazo para obligarme a levantarme y con una cara seria siguió hablando―. ¡Vamos! Vamos con unos amigos míos ―propuso y me arrastró a su sala privada. Empujó la puerta para entrar junto con él y cuando su amigo miró que había regresado con una mujer, empezó a molestarlo.

―¡Pf! Joven Manolo, estoy impresionado, se puede conseguir una mujer incluso cuando va a orinar. ¿Ya tuvieron sexo? ―dijo y al escuchar dichos comentarios, mi cara se ensombreció; por fin, después de haber maldecido a sus amigos mandándolos al diablo, Manolo balbuceó.

―Cálmate, ella es mi buena amiga.

―¿Tu buena amiga? Bueno, se me hace conocida.

―¿No es ella la mujer que ha salido en varios titulares en los temas en tendencia de Twitter? ¿Cómo dices que se llama? ¡Parece ser la presidenta ejecutiva proveniente de una gran familia!

―¿Estás ebrio? Después de mirarla por bastante rato, ¿no puedes reconocerla? ¡Es Regina Esquivel! ¡Nuestra presidenta del Corporativo Esquivel! ―exclamó Manolo con una sonrisa.

―Escuché de mi papá que Regina es dura y selectiva al hacer negocios y que no socializa con otros, pero Manolo, ¡seguro eres muy capaz! ¿Nuestra presidenta? ¿Cuándo trabajaste para el Corporativo Esquivel? ―preguntó. No era dura, es solo que no me molestaba en atender los asuntos del Corporativo Esquivel, nada más me presentaba en las ocasiones que no podía declinar; luego de eso, Manolo me sentó y respondió.

―¡Oye! ¡Detente! ¡Detente! No se habla de trabajo cuando nos reunimos. Jacobo Delgado, ella se acaba de mudar a Eldamia, así que aún no conoce bien el lugar, ¡hay que traerla más seguido!

De pronto, entendí las intenciones de Manolo: me trajo a conocer a sus amigos a propósito para mezclarme con ellos y esta persona llamada Jacobo Delgado debe ser el hijo de la familia Delgado. Aunque dicha familia no era muy prestigiada, eran una potencia en términos de tecnología y se les podía reconocer como un maestro en dicho aspecto. El Corporativo Esquivel había adoptado muchas de sus propiedades tecnológicas y les pagábamos amplias tasas de patentes anuales. Como resultado, se podían considerar nuestros socios poderosos; Jacobo estiró su mano y sonrió en cuanto yo me senté.

―Es un placer conocerla, presidenta Esquivel. Soy Jacobo Delgado y esta es mi hermana, Emma Delgado ―presentó. Con eso, miré a una jovencita hermosa sentada al lado de Jacobo y se miraba más joven que yo; era probable que tuviera alrededor de 20 años. Tomé su mano, lo saludé con educación y le regresé la sonrisa antes de contestarle.

―El placer es mío, señor Delgado.

―¿Señor Delgado? Oh, por favor, eso es muy formal. ¡Solo dígame Jacobo! Ya que usted es una buena amiga de Manolo, ¡también será mi buena amiga en el futuro! ―exclamó; no obstante, le sonreí un poco al notar su comportamiento relajado.

―Claro.

Como no estaba lo suficiente acostumbrada a este tipo de ocasiones, lo único que logré hacer fue beber en silencio; sin embargo, Manolo no tardó en sacarme del bar y al yo sentirme por completo ebria, comencé a vomitar en cuanto salimos. Mientras tanto, Manolo me dio palmadas en la espalda y se quejó.

―¡¿Por qué tomaste tanto, considerando que tienes poca tolerancia al alcohol?! ―cuestionó, pero lo ignoré―. Cariño, ¿has visto a Santiago en días recientes? ―preguntó de repente. Ya que las luces del bar eran deslumbrantes, tuve que entrecerrar los ojos cuando lo volteé a ver, luego, al sentir un poco de rareza en su pregunta repentina, lo cuestioné de vuelta.

―¿Por qué preguntas por él de la nada? ―dije. No me había comunicado con Santiago desde hacía cuatro meses y parecía como si esa persona hubiera desaparecido de mi vida sin dejar rastro.

―Escuché que estaba en un confinamiento solitario.