Te regalo toda una vida de amor Capítulo 103

El cielo estaba nublado, justo como mi ánimo es ese momento; Cristóbal siempre había sido considerado. Después de hacerme una pregunta, él tomó mi mano.

―No tengo prisa ―habló. Aunque él quería saber mi respuesta, estaba dispuesto a darme mi tiempo; yo quería retirar mi mano de su agarre, pero cuando sentí sus frías palmas, me rendí y luego, me llevó al auditorio que estaba cerca de ahí. Una vez que llegamos, había un piano Steinway en el escenario y el agarre de Cristóbal en mi mano se apretó al llevarme hacia este; después, puso sus manos sobre mis hombros e indicó que me sentara en frente del piano antes de sentarse al lado de mí. Seguido de eso, con una sonrisa en su cara, me hizo una pregunta―. ¿Quieres tocar el piano?

―Puedo intentarlo ―dije, asintiendo con la cabeza.

―Nunca tocamos el piano juntos, chiquilla ―comentó. El significado de esas palabras era inconfundible, así que ladeé mi cabeza para mirar su atractiva silueta y fruncí mis labios, indecisa.

―Intentaré seguirte el ritmo.

Un segundo después, Cristóbal empezó a tocar una tonada y lo seguí; debido a que estaba tocando una canción alegre, al inicio creí que sería difícil tocar juntos. Sin embargo, una vez que empezamos, descubrí que teníamos un entendimiento tácito mutuo y no me equivoqué ni se me pasó ninguna nota. La canción que acabábamos de tocar era animada y me hizo sentir mucho mejor; justo cuando estaba lista para tocar la siguiente canción, él preguntó de forma repentina algo crucial.

―¿Aún amas a Nicolás?

―Tal vez ―contesté después de dudarlo por un momento. He pasado por muchas cosas con él, no era fácil superar todo en un tiempo tan corto; luego, sonreí―. Pero no volveré con él de nuevo, me he esforzado lo máximo para olvidarlo ―añadí. Hace tan solo un mes, justo antes de saltar de una ventana en un segundo piso, casi caigo cuando mostró su lado vulnerable; casi lo perdono ese día.

―Necesitarás tiempo para sanar.

Después de que mencionó eso, empezó a tocar otra canción, así que, por la siguiente hora, tocamos innumerables canciones; era un placer tocar a su lado y se suponía que la música era inspiradora, además de que él era pianista. No pasó mucho tiempo cuando sonó el teléfono de Cristóbal, yo sabía que era el presidente Ferreiro en el momento en que él contestó frente a mí; ya que el auditorio estaba vacío y en silencio, logré escuchar lo que el presidente Ferreiro decía desde la otra línea.

―¿Dónde estás? ―preguntó con indiferencia y Cristóbal, por su parte, frunció el ceño.

―¿Qué pasó? ―cuestionó. Él era muy frío con su padre; no obstante, era lo normal, pues ese hombre nunca se interesó por él. De hecho, Cristóbal había estado solo y negado todos estos años; el presidente continuó hablando.

―¿Estás con Regina? ―indagó. En el pasado, solía llamarme Gina, pero ahora me decía Regina; aunque haya sido un pequeño cambio, aun así, demostraba la diferencia en su actitud, pues, en aquel entonces, me pidió que nos reuniéramos para pedirme que no dejara que Cristóbal se me acercara, para así no destruir dicho hombre.

―¿Enviaste a alguien a seguirme? ―contestó Cristóbal, ya que no le pareció bien cómo iba la cosa.

―¡Puedes estar con quien quieras, a excepción de ella! No es cualquier mujer, ¡es la exesposa de tu hermano! ¿Acaso ambos hermanos van a perseguir a la misma mujer? ¿Cómo me hará lucir esto en el futuro? ―expresó. Mientras que el presidente Ferreiro divagaba, lo que hizo Cristóbal fue colgar el teléfono de forma directa, luego lo puso en su bolsillo.

―Chiquilla, déjame llevarte a casa ―pidió. Aunque su tono seguía siendo cálido, logré sentir que su ánimo no era el mejor, así que, al llegar a la puerta del auditorio, hablé.

―¿Estás molesto por lo que dijo el presidente Ferreiro? De hecho, él está en lo correcto y yo…

―No es por eso ―interrumpió él.

―¿Eh? ―pronuncié, levantando una ceja y mirándolo.

―Solo me preocupa que tú puedas molestarte por lo que él dijo.

―¡Puedes estar con quien quieras, a excepción de ella! ―repetí―. Después de todo por lo que he pasado, ¡es imposible para mí estar enojada por unas palabras que dicen la verdad! Tiene razón, lo hace por tu bien, pero, Cristóbal, hay tantos obstáculos entre nosotros y resulta que uno de esos es tu hermano menor ―añadí; no obstante, no le importó lo que el mundo exterior decía.

―Ese es su problema, yo vivo por mí y tú me importas.

―Cristóbal, en verdad eres un buen hombre y debido a eso, no logro evitar sentirme atraída por la ternura y el cariño que me has dado, sin embargo, no tiene nada que ver con el amor….

―Chiquilla, te estás apresurando ―habló, luego sonrió y no me dejó continuar―. Ve a casa, iré a visitarte cuando esté libre ―añadió. Parecía que estaba acostumbrado a que yo lo rechazara, aunque lucía calmado en ese momento; fruncí los labios y regresé a mi departamento. Una vez ahí, miré por la ventana que abarcaba del piso al techo y miré que él seguía de pie en las puertas del vecindario, con sus manos en sus bolsillos, mientras miraba a la lejanía con calma. Cristóbal se miraba melancólico, ¿mis palabras lo hirieron?

―Lo siento, nunca quise lastimarte.

Tú podías tener a la mujer que quieras a tu lado y yo no califico para eso; Cristóbal, debías encontrar a la mujer adecuada para ti. Me senté en dicha ventana y esperé a que el cielo se oscureciera; después, de alguna manera, me quedé dormida y ya era la tarde del día siguiente para cuando desperté. De inmediato, me levanté y me preparé un tazón de fideos instantáneos; justo al terminar de comer, recibí un mensaje de Lucas.

«¿Sabes a dónde fue Santi?». En cuanto miré dicho mensaje, me llegó a la mente el hecho de que no he contactado o visto a Santiago en un mes; parecía que había desaparecido sin previo aviso, así que le respondí a Lucas.

«No tengo idea» y Lucas contestó sin perder un solo segundo.

«Santi no ha vuelto a la compañía por un mes y no ha contestado su teléfono, aunque eso no es nada nuevo. Esto es algo que solía hacer mucho, solo estaba probando mi suerte al preguntarte. Espero que esté bien».

«Me estás asustando» volví a responder, a lo que él me escribió de vuelta poco después.

«Así es Santi, ¿no?» finalizó. Desde el inicio, lo que hizo Santiago no tenía nada que ver conmigo, pero no logré evitar preguntarle yo misma.

«¿Estás ocupado?».

Sin embargo, él no respondió a mi mensaje; después de contemplarlo por un largo tiempo, decidí llamarlo, pero tampoco contestó mi llamada, así que, poco a poco, empecé a preocuparme por él. Tenía miedo de que algo me pasara y que él pudiera resultar herido, así que intenté llamarlo de nuevo al sentarme una vez más frente a la misma ventana de antes, pero fue en vano. Luego, de forma inadvertida, volteé a ver a un hombre que estaba de pie en las puertas de mi vecindario y quedé asombrada. ¡¿Qué estaba haciendo Nicolás ahí?! Para ese momento, ya podía distinguir con facilidad entre Nicolás y Cristóbal, podía descifrarlo al instante, incluso mirándolos desde la distancia, porque ambos tenían temperamentos por completo diferentes. De inmediato, me levanté del suelo y regresé a mi habitación, fue ahí cuando recibí un mensaje de Santiago.

«¿Pasa algo?». Este hombre no contestó mis llamadas, pero sí respondió mi mensaje; en verdad que Santiago estaba fuera de alcance, pues no dejaría que nadie entrara a su mundo. Después de reflexionarlo por un momento, respondí:

«Nada».

Esa tarde, volví a la misma ventana y miré que Nicolás ya no estaba en las puertas del vecindario, así que tomé las llaves de mi auto y planeé visitar a Camila en el hospital para intentar terminar con el pasado, pero, cuando abrí la puerta y vi la cara conocida, la furia brotó de mi corazón.

―¿Qué demonios quieres de mí?