Tu Leti Ya Está Muerta Llámam Leticia Capítulo 304

Capítulo 304 

Los dos tenían experiencias distintas. 

Aparte de esa cara…. 

¡Cómo puede haber alguien tan parecido! ¡Decir que eran idénticos no sería exagerado! 

Si Israel lo viera… 

Fernanda tuvo un escalofrio. 

No, no puedo dejar que Israel vea a Estrella, eso causaría problemas. 

Leticia ya estaba preparada para encontrarse con Fernanda. No esperaba que ese día llegara tan pronto. Pero no estaba preocupada. 

Con el poco contacto que tenía con Fernanda, pudo sentir la posesividad de Fernanda hacia Israel. 

No le permitiría volver a verla. 

“Srta. Banes, te lo digo sin rodeos, ya conoces a la subdirectora Fernanda de Concha Capital, ella también quiere hacer negocios conmigo”, dijo el Sr. Ruan mientras empujaba el café hacia Leticia. “Vamos directo al grano, te aprecio mucho, pero si al final podemos cooperar o no, dependerá de sus propuestas.” 

“Entiendo”, dijo Leticia con una tenue sonrisa. “Mi equipo no te decepcionará.” 

Esa tarde, Leticia y el Sr. Ruan conversaron mucho. 

Tenia muchas ideas, algunas de las cuales parecían bastante absurdas, pero Leticia las anotó todas. Esto sorprendió al Sr. Ruan. 

Antes de despedirse, no pudo evitar preguntar: “Hoy, cuando hablé de mis ideas, no negaste ninguna, ¿por qué?” 

“Mi trabajo es analizar lo que quieres y lograr lo que se puede lograr. Todavía no es mi momento de negar tus propuestas”. Leticia respondió. 

Después de despedirse de Leticia, el Sr. Ruan finalmente entendió por qué se sentía tan tranquilo y aliviado. 

Esta Srta. Banes no tenía un tono agresivo al hablar. 

Escuchaba atentamente sus palabras, y sus comentarios ocasionales no ofendían a nadie. 

Lo más importante es que, al hacer esto, sólo te darías cuenta de que era educada y no la considerarías como una persona aduladora. 

“No está mal, la Srta. Banes es muy buena, qué lástima que ya esté casada y con hijos”, dijo el Sr. Ruan a su asistente, con una expresión de pesar en su 

rostro. 

“Nunca hemos oido que la Srta. Banes esté casada.” 

“Los secretos de las familias adineradas, son desconocidos. No sabíamos nada de la familia Banes, y de repente ella aparece. No podemos saber nada más”. Dijo el Sr. Ruan antes de subirse al auto. 

Justo cuando el conductor abrió la puerta, Fernanda apareció con una voz suave y dulce: “Sr. Ruan, mi auto se descompuso, ¿puede llevarme?” 

El Sr. Ruan se dio la vuelta y vio a Fernanda con la respiración agitada. Llevaba una falda muy corta que mostraba sus largas y esbeltas piernas, y una blusa ceñida que destacaba sus curvas. 

Además, su piel era blanca como la leche y sus labios rojos como la sangre. Era irresistible. 

El Sr. Ruan no pudo evitar compararla con la Srta. Banes, y aunque Fernanda tenía menos atractivo que ella, tenía más encanto en otros aspectos. 

“Por supuesto,” respondió el Sr. Ruan rápidamente. 

Fernanda suspiró aliviada. 

“Estupendo, entonces, ¿qué tal si te invito a cenar?”, dijo Fernanda acercándose. 

El dulce aroma de su perfume era tremendamente seductor. 

“No puedo permitir que una mujer tan hermosa pague, especialmente porque ya tenía una cita con Srta. Banes y la dejé plantada. Es mi deber compensarte invitándote a cenar.” 

El Sr. Ruan conocía más o menos la relación entre Fernanda e Israel. No importa si podía cooperar con Concha Capital o no, absolutamente no podia ofender a Israel. 

Don Ruan era un genio.