Te regalo toda una vida de amor Capítulo 84

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 84
Nicolás me obligó a ir al hospital y los resultados de los estudios confirmaron lo que yo sospechaba; mi condición se estaba deteriorando y necesitaba de quimioterapia para mantenerme en mi estado actual. Yo no lo quería hacer, pero Nicolás me sermoneó con una cara molesta:

—Regina, tu salud viene primero. Tu cabello ya te volverá a crecer después. —Él supuso que de lo que me preocupaba era que se me cayera el cabello y quedara horripilante. Permanecí intranquila entre sus brazos y dije con suavidad:

—Ya no hay manera de que pueda curarme de mi enfermedad; no quiero pasar el resto de mi vida tumbada en una cama.

—¿Entonces solo vas a esperar a que te llegue la hora? —me preguntó mientras que las lágrimas se le acumulaban en los ojos; se veía triste y fue por eso que alcé mi mano para sostener la suya con fuerza.

—Para serte honesta, es muy cansado vivir. —Él me abrazó con más fuerza cuando me escuchó.

—Gina.

Habría estado mintiendo si dijera que no le tenía miedo a la muerte, pero tampoco quería que eso lo deprimiera demasiado. Yo sabía muy bien que él iba a buscar a Camila si no le quedaba alternativa y fue por eso mismo que le advertí:

—Hay algo entre Camila y yo que no puedo dejar ir, así que si te atreves a ir a buscarla, me suicidaré ante tus ojos. —No importaba qué ocurriera, yo no necesitaba que Camila me curara.

—Eres terca. —Esas dos palabras fueron su única respuesta y yo me reí.

—Tú no comprenderás. —Al final del día, a Nicolás no le quedó más opción que llevarme cargando de regreso al chalé Esquivel y permanecí dormida entre sus brazos con una sensación de mareo.

Me sentía mucho mejor cuando desperté al día siguiente, aunque el hombre que estaba a un lado mío seguía navegando en sus sueños, pero no parecía que estaba teniendo un lindo sueño por como apretaba la frente. Fue por eso que levanté mi mano y la ablandé; todavía no despertaba incluso después de que salí de tomarme una ducha en el baño y al ver eso, me le acerqué para colocarle un beso en la mejilla y le susurré «gracias», pues estaba agradecida de lo gentil que había sido conmigo.

Teníamos demasiados obstáculos entre nosotros y fuimos derrotados por mi enfermedad una vez más, incluso después de que finalmente habíamos expresado que nuestros sentimientos por el otro eran honestos. Yo no lo quería culpar por mi cáncer, aun cuando él era la razón por la cual lo padecía y yo todavía extrañaba a mi bebé, quien ya no estaba con nosotros; de no haber sido porque Nicolás me obligó a abortar, estaría saludable y con un bebé sano justo a mi lado en ese momento, pero la vida no era un cuento de situaciones hipotéticas.

Estaba bastante sorprendida con mis capacidades para perdonarlo después de todo lo que había hecho; tal vez era incapaz de resistirme a su gentileza después de todo. Yo nunca podía contra el amor y la calidez que me mostraba y me entristecí al pensar en eso; toda mi vida me la pasé tan sola que quería aferrarme a cualquier muestra de afecto que pudiera encontrar y me rehusaba a dejarlo ir. Nicolás Ferreiro, tú fuiste quien más me lastimó, pero también fuiste quien más me amó y no sabía si debía odiarte o guardarte rencor, pero ya te había elegido y tendría que depender de ti para mi futuro. Tan solo esperaba que no me volvieras a lastimar.

Tal vez hice algo que lo hizo despertar en ese momento, pero mis labios aún permanecían en su mejilla cuando él abrió sus ojos todavía con sueño e inmediatamente extendió sus manos para tomarme de los hombros y jalarme entre sus brazos. La cama se sentía tan suave y nos comportábamos de un modo tan íntimo mientras que nos abrazábamos; en ese instante, colocó su mano de manera inconsciente sobre mi pecho, lo cual me dio cosquillas y evadí su palma. Frotó sus mejillas contra las mías y me preguntó con dulzura:

—¿Quieres volver a El Solar? Platiqué con Camilo anoche y puede que podamos estabilizar tu salud a través de otra cirugía; además de eso, se ha hecho un poco de progreso con el nuevo medicamento que están desarrollando y puede que se alcance la meta en unos cuantos meses. —De entre todas las palabras, las que más enfatizó fue «puede» e incluso se escuchaba en su voz que estaba un poco aterrado. Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello y le pregunté:

—¿Cuál es la tasa de éxito? —Él apretó sus labios y me respondió con gran dificultad:

—Cinco. —Era una tasa de éxito de cinco por ciento; si fallaba, nunca más sería capaz de salir de la sala de operaciones con vida, pero tal vez lo mejor era si tomaba ese riesgo; sin embargo, incluso si la operación resultaba exitosa, ¿cuál iba a ser la gran diferencia? Yo estaba consciente de que mi enfermedad era incurable y lo único que podíamos hacer era demorarla por unos cuantos meses más; eso no era todo, pues era obvio que ese nuevo medicamento que Nicolás mencionó era difícil de desarrollar. ¿Cómo se suponía que iba a estar listo en unos meses? Mi única esperanza seguía siendo Camila.

—No quiero tener la cirugía —le dije suavemente.

—Está bien, entonces no optaremos por eso. —Eso me sorprendió porque no tenía esperado que se dejara convencer con tanta facilidad, pero no tenía idea de que él ya había tomado una decisión en ese entonces.

Él se rehusaba a salir de la cama y de dejar de flojear, pero lo hizo después de un rato más. Yo me cambié de ropa y me dirigí al hospital después de que él se fue, pero no anticipaba que la sala estuviera vacía para cuando llegara; la enfermera que estaba organizando esa misma habitación me informó que a Maya la habían dado de alta esa mañana, así que saqué mi celular para mandarle un mensaje de texto preguntándole dónde estaba. Ella me contestó a los pocos segundos.

«Estoy en casa de Raúl».

Ya no tenía nada más de qué preocuparme ahora que sabía que estaba con Raúl; por ese motivo, conduje directo a la empresa, aunque recibí una llamada de Alicia al paso de un rato. Yo no quería hablar con ella; sin embargo, a juzgar por la hora que me llamó, me indicaba que Benedicto la había sancionado. Decidí que le iba a echar sal a la herida después de considerarlo un poco, así que coloqué el celular en mi oído y contesté la llamada con la pregunta:

—¿Qué ocurre? —Podía notar que Alicia estaba enfurecida del otro lado del teléfono y reprendió:

—¿Qué ganabas con decirle a mi padre de nuestra rivalidad privada, Regina? ¡Te comportas como una niña tonta que va corriendo con los adultos después de que es fastidiada durante el receso! ¡Pero qué infantil eres! —Pero reí con sarcasmo para luego recordarle:

—Pues dado que me invitaste bajo el nombre del Corporativo Mora, no veo cómo eso pueda ser considerado como una rivalidad privada. —Lo único que hicieron mis palabras fue hacerla enfurecer aún más.

—¡Qué poca vergüenza tienes!

—Alicia, no se obtiene la victoria a través de simples riñas verbales, sino en cómo obtener la ventaja sobre el otro en silencio. Tan solo mírate, ¿qué más ganaste además de salpicarme con vino tinto? Inclusive acabaste en una mala posición al perder el puesto como la persona a cargo de la colaboración entre el Corporativo Mora y el Corporativo Esquivel; después de todo, los Mora tienen otros accionistas y aunque tú seas la sucesora, jamás serás capaz de defenderte de aquellos que desean derrocarte. En esta ocasión, lo perderás todo en todo el sentido de la palabra. —Tal vez tuve toda la razón porque ella gritó enfurecida hasta el núcleo:

—¡Cállate! ¿Acaso crees que te tengo miedo? ¡Apenas llevas poco desde que conseguiste tu autoridad! ¡Pero puedes estar segura de que te derrotaré cuando asuma control del Corporativo Mora!

—¿Tan siquiera tendrás la oportunidad de tomar control de corporativo? —la cuestioné, pero ella no tenía palabras para contestarme—. En verdad que no sabes reconocer el tipo de situación en el que te metiste, Alicia. —Volví a mencionar—. Ya te dije una vez que no importa si son el Corporativo Navarro en El Solar o los Campos en Eldamia o incluso tanto el Corporativo Esquivel como el Corporativo Ferreiro en Bristonia, siempre y cuando cualquiera de ellos se niegue a cooperar con los Mora, será muy difícil para tu familia seguir manteniendo su negocio; además, todos los corporativos que acabo de mencionar están bajo mi control.

Alicia me preguntó con un tono molesto:

—¿Tú crees que puedes obligar a todos esos hombres a ir en contra de sus propios intereses y de tener una mala relación con los Mora? ¿En verdad piensas que Nicolás irá en contra de su tía solo por ti? —Incluso hasta en ese momento, ella era incapaz de comprender la situación, por lo que le contesté como respuesta:

—Ya te había dicho que yo era hermosa, ¿no lo recuerdas? Dime, ¿qué hombre no quedaría embobado por la belleza? Pero bueno, es una gran lástima que tú no seas más bonita que yo.

—¡Qué descarada eres, Regina Esquivel! —Eso fue lo único que pudo decir, pero ya estaba completamente aburrida de todas sus payasadas y fue por eso que respondí:

—Puedes intentar todo lo que quieras, Alicia, pero que Benedicto te quitara de tu posición solo demostró el miedo que le provoco y él también sabe cómo actuar de acuerdo con la situación. Por favor, no destruyas a la familia Mora y toma este consejo de mi parte, ¡sé humilde!

—¡Ahora estás siendo irrazonable! —Alicia colgó enojada el teléfono, pero quedé estupefacta por las palabras que había dicho. Entre nosotras, ¿quién era la que en verdad estaba siendo irrazonable? No esperé un segundo más para bloquear su número de mi celular y luego lo dejé a un lado para ponerme a trabajar. Me cansé hasta cierto punto durante la tarde de tanto trabajo, pero fue en ese momento que Leonardo me llamó.

—Voy a regresar a Bristonia —me dijo con franqueza, lo cual me tomó por sorpresa.

—¿Por qué tomaste esa decisión tan repentinamente?

—La quiero cuidar, Regina. —A «la» que se refería era a Camila y claro, yo estaba contenta de que volviera a Bristonia. Por ese motivo, le dije de inmediato:

—Por supuesto. Iré a recogerte más tarde.

—De acuerdo, pero también tendré que rentar una casa. —Le quería decir que tenía un lugar en donde se podía quedar, pero me tragué las palabras cuando recordé su total desprecio por la familia Esquivel. Fui a tomar mis llaves y me dirigí a la ciudad de Leonardo sin demora alguna; llegué después de tres horas de viaje y él ya había terminado de empacar sus cosas. Ahí, a un lado suyo, estaba una mujer de rostro pálido que lo miraba con resentimiento, como si no quisiera que se fuera. ¿Qué no lo iba a acompañar a Bristonia?

De hecho, yo podía comprender la situación en la que se encontraba Leonardo; de un lado estaba una mujer que asemejaba a Camila, mientras que del otro se hallaba la verdadera persona. Eso era una decisión difícil para él y yo opinaba que no debía dejar en ese momento a esa mujer que lo estuvo acompañando, pero eso no era más que una simple opinión mía porque yo no me podía entrometer cuando correspondía a su relación; después de todo, ellos iban a tener que tomar sus propias decisiones.

Leonardo llevó sus pertenencias hasta mi cajuela y estábamos a punto de irnos cuando la mujer dijo débilmente:

—Leonardo, espero que tengas un buen viaje. —Ella no le rogó para que se quedara y permitió que se fuera sin perder su propia dignidad, pero sus ojos llorosos me dejaron en claro que ella amaba a ese hombre que tenía en frente de mí. Me dolió el corazón ver eso y aparté la mirada porque me fue imposible verla en ese estado; por el otro lado, Leonardo estaba impaciente.

—Bien, entra ya. —Pero ella sacudió su cabeza como respuesta.

—Vete tú primero, entraré cuando te hayas ido. Lo único que te deseo es que tengas un futuro lleno de felicidad y regocijo. —Esa mujer que Leonardo había conocido era considerada; era tal, que los corazones de las personas lloraban por ella. Empecé a conducir lentamente y desde el espejo retrovisor la vi parada en su lugar como una estatua de cuerpo frágil, pero no la volví a ver después de que llegamos a un cruce. Mi curiosidad me ganó, así que le pregunté:

—¿Rompiste con ella?

—Eso no es asunto tuyo. —Él no estaba de buen humor y yo no lo quería fastidiar más. Al llegar a Bristonia, lo acompañé a rentar una casa que tuviera una sala de estar y un dormitorio, pero él no anticipaba que la renta en Bristonia fuera tan cara y se quedó callado por un largo rato hasta que dijo:

—Préstame 3,000. —Él no tenía más que 10,000 en su posesión, por lo que le transferí 5,000 para preguntarle después:

—¿Irás a buscar trabajo en Bristonia?

—Me transferiste 2,000 de más. —Lo cual lo hizo fruncir el ceño.

—Me lo puedes pagar todo junto en el futuro y ya —le sugerí en voz baja. Él se iba a quedar sin dinero después de que pagara la renta y todavía tenía que sobrevivir en Bristonia, por eso que consideré que era mejor darle otros 2,000. Yo no tenía la más mínima idea de que su vida se había vuelto un caos tan grande que solo le quedaban 10,000; aun así, a pesar de que no tenía ni una moneda en sus bolsillos y que siempre se metía en problemas, ¡esa mujer estuvo dispuesta a quedarse con él en algún momento!

Leonardo ahora tenía un lugar en donde quedarse y quería buscar algo de trabajo, pero él no quería que lo siguiera; debido a eso, me fui conduciendo de vuelta a la empresa. Acababa de llegar cuando vi a un hombre sentado en mi lugar, lo cual me dejó pasmada; agaché la cabeza de un modo sumiso, mientras que él se daba la vuelta y se me acercó para preguntarme con su voz fría e indiferente:

—¿Te has olvidado de mi promesa?

 

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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