Te regalo toda una vida de amor Capítulo 679

¿A Ezequiel le interesaban los postres?

Pero pronto, él sacudió la cabeza.

—No me interesan.

A pesar de no estar interesado en los postres, él continuó parado frente a la tienda.

Yo me quedé detrás de él sin molestarlo. Justo en ese momento, él se dio la vuelta y se fue. Lo seguí en silencio. Cuando pasó por una mesa de comedor al aire libre, se detuvo. Sentado en una silla había un niño pequeño disfrutando de su postre. Escuché a Ezequiel preguntarle al niño:

—¿Es dulce el postre?

El niño levantó la vista y respondió.

—Sí, es dulce. ¿Quieres un poco?

—No, no quiero. Mi madre solía hacer postres para mí, pero olvidé el sabor, así que quería preguntarte —respondió Ezequiel sonriendo.

Ezequiel no recibió mucho amor en la infancia. Las lágrimas llenaron mis ojos y mi corazón se llenó de tristeza.

—Ya veo. Mi mamá también es muy buena haciendo postres.

—Claro, tu mamá debe ser muy hermosa.

Al escuchar eso, el niño respondió en tono adulto:

—Mi mamá siempre dice que es el hada más hermosa del mundo, aunque solo mi papá y yo admitimos que ella es un hada.

—Tal vez ella realmente sea un hada —comentó Ezequiel.

—¿Y tu mamá? —preguntó el niño.

Ezequiel pensó por un momento antes de responder pacientemente.

—Lo olvidé. Ella me abandonó cuando era muy joven. No le reprocho, sin embargo. Las personas tienen diferentes aspiraciones en la vida. Escuché que ahora tiene otros hijos. Son dos hijos y una hija, y parece que es más feliz que antes.

Me sorprendió que la madre de Ezequiel todavía estuviera viva. Luego, recordé haberlo escuchado mencionar que su madre lo había abandonado. Lo mencionó en nuestro camino a Siria.

Mientras tanto, el niño compartió la mitad de su postre con Ezequiel, pero Ezequiel se negó, diciendo:

—No como postres. Quédatelo para ti.

—Toma. Te lo doy porque pareces triste.

Al escuchar esto, Ezequiel lo aceptó con una sonrisa.

—Gracias.

El niño mostró modales excepcionales y respondió:

—De nada. Entonces, ¿dónde vive tu mamá? ¿No se han visto en todos estos años?

—Escuché que vive en la ciudad y está muy cerca de mí, pero no la he vuelto a ver. Ella no sabe que todavía estoy vivo, y mucho menos cómo luzco ahora. No la he visitado.

Él podía tener una conversación así con un niño pequeño, aunque el niño pronto olvidaría su encuentro.

—Bueno, puedes visitarla cuando tengas tiempo.

Ezequiel asintió.

—Está bien, me voy ahora.

Tomando el postre, Ezequiel se alejó. Yo continué siguiéndolo en silencio. Cuando dio vuelta en una esquina y pasó junto a un bote de basura, él desechó el postre en su mano y habló.

—¿Hasta cuándo vas a seguirme?

Había un fuerte sentido de intención asesina en su tono.

—¿Cómo supiste? —exclamé sorprendida.

Al escuchar mi voz, él se dio vuelta en shock.

—¿Por qué eres tú, señorita Esquivel?

Estaba confundida.

—¿Quién más pensaste que era?

—Nadie —Ezequiel calmó su tono antes de responder. Luego, preguntó—: ¿Por qué me estás siguiendo?

—Me preocupa que vaya a llover —respondí con torpeza.

—¿Te preocupa que me moje?

—Sí. Toma —le entregué el paraguas.

Él no tomó el paraguas, pero de repente explicó:

—Le estaba mintiendo a ese niño hace un momento.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Él era solo un niño, así que estaba bromeando —permaneció compuesto.

—Entonces, ¿tu mamá todavía está viva?

—No, está muerta. La maté —su tono era muy plano, pero sus palabras eran terriblemente crueles. Al notar mi mirada asustada, él sonrió con suavidad y explicó—. La maté en mi corazón, pero todavía está viva en realidad.

—Me asustaste por un momento —forcé una sonrisa. Él solo curvó los labios en respuesta. Puse el paraguas en su mano, miré el postre desechado y pregunté—: ¿Quieres comerlo?

Me miró confundido.

—¿Comer qué?

—El postre. Te invito.

—No es necesario. No como postres.

—Ya veo. También quería disculparme contigo.

Me veía inquieta.

—Señorita Esquivel, no tienes que ser tan educada.

Siempre me llamaba «señorita Esquivel».

—Ya veo. Eze…

—Tengo que irme a casa ahora —me interrumpió.

No quería que lo llamara Eze más. Era claro que estaba bastante enojado.

—Sobre ayer, yo… no sé cómo explicarlo, pero en realidad no quería molestarte. ¿Cómo debería describir a Roberto? Él… tiene mal genio, y no quería que causara problemas, así que dije cosas insinceras para calmarlo. ¡No esperaba que estuvieras justo detrás de mí! Espera, no. No quise decir que diría esas cosas si tú no estuvieras allí. En ese momento, solo quería calmar a Roberto. Tú eres psicólogo. Deberías poder entender mis pensamientos y discernir la sinceridad de mis palabras. Así que, por favor, no te enojes, ¿de acuerdo? Desde que te enojaste ayer, mi energía ha estado bastante baja, y me pone aún más triste cuando te disculpas conmigo.

Mientras explicaba, su expresión se fue congelando de manera gradual y parecía estar lleno de arrepentimiento. En ese momento, preguntó:

—Señorita Esquivel, ¿es por mi culpa que estás molesta?

—¿Qué?

—Lo siento. Olvidemos lo que pasó ayer —se acercó a mí y revolvió mi cabello, explicando suavemente—. No estaba enojado por ti. Estaba enojado conmigo mismo. Parece que siempre soy demasiado codicioso.

—¿Codicioso por qué? —pregunté después de morder mi labio.

—Antes era Lucas, y ahora es Roberto. Los deseos humanos son interminables. Así que no es tu culpa, señorita Esquivel. Es mi propia culpa.

Me sorprendió mucho y me pregunté qué quería decir Ezequiel con esto.

—¿Quieres comer postre? —pregunté, reuniendo valor. Él negó con la cabeza, así que dije—. Te lo prepararé yo. Yo te haré uno cuando volvamos a la Villa de Esquivel. Después de comer, te llevaré al callejón cercano a dar un paseo. Recuerdo que ahí fue donde nos conocimos por primera vez —temerosa de ser rechazada, añadí—. Dame la oportunidad de ser buena contigo, ¿de acuerdo?

Ezequiel permaneció en silencio, pero no se negó.

Lo tomé del brazo y tomamos un taxi de regreso a la Villa de Esquivel. Él estuvo muy callado en el auto, y aún más después de entrar al área de la villa. Noté que sus emociones se volvieron inestables y su rostro estaba demasiado pálido.

—¿No te sientes bien?

—No es nada —negó con la cabeza. Luego, cerró los ojos.

Cinco minutos después, el taxi se detuvo en la entrada de la Villa de Esquivel. Abrí la puerta y lo conduje hacia la villa. Mis padres se sorprendieron al verme con un invitado y lo invitaron con cordialidad a la sala de estar.

Ezequiel se sentó de manera muy educada. Le serví una taza de té y dije:

—Ahora te haré un postre.

—Si necesitas ayuda, solo avísame.

Recordando lo que hizo en la cocina, rápidamente rechacé.

—No, solo siéntate ahí. Puedo manejarlo yo misma. Dame una hora.

Entré a la cocina y corté algunas frutas. Mi madre entró y exclamó:

—Ese joven es tan guapo, incluso a la par con Santiago. ¿Cómo conociste a un chico así, Gina? ¿Tiene novia?

Mientras arreglaba la bandeja de frutas, respondí.

—No tiene novia.

—Nuestra vecina tiene una hija. Es destacada y acaba de graduarse de una universidad prestigiosa. Tal vez pueda presentártelos…

—Por favor, no. Este amigo mío es aún menos accesible que Santiago. Podrías tocar un punto sensible por accidente —detuve a mi madre, interrumpiendo.

Al escuchar eso, ella se sorprendió y repitió.

—¿Es aún menos accesible que Santiago?