Te regalo toda una vida de amor Capítulo 664

Planeaba ir de compras al supermercado sola, pero ahora estoy usando pijamas. ¡Salir así sería tan embarazoso! Además, dejar a Ezequiel solo en casa no era una buena idea en este momento. Después de pensarlo un poco, decidí golpear su puerta con entusiasmo y preguntar:

—¿Ezequiel, te gustaría venir conmigo al supermercado?

Ezequiel tardó un poco en responder y finalmente dijo:

—Está bien.

Unos minutos después, al fin abrió la puerta. Aunque su rostro aún estaba pálido, ¡parecía mucho más estable!

—¿Dónde está mi ropa? —le pregunté.

—Compré un conjunto de ropa para ti en el centro comercial esta tarde —respondió.

Entonces, Ezequiel entró a la habitación y me trajo una bolsa de compras. La tomé y le agradecí con gratitud. Ezequiel salió de la habitación con suavidad. Cerré la puerta y me senté en la cama. Cuando abrí la bolsa de compras, había un par de lencería adentro.

«¡Es lencería de encaje! ¡De mi talla!».

Mi cabeza se volvió loca al instante.

«¿Cómo lo sabía? ¿Podría ser una estimación aproximada? ¿Así que Ezequiel sabe que soy una copa B?».

Estaba por completo atónita. Cuando terminé de cambiarme de ropa y salí, vi a Ezequiel sentado en el sofá. Me acerqué a él.

—¿Ya nos vamos?

Ezequiel levantó la vista y preguntó:

—¿Por qué de repente quieres comprar víveres?

—Tengo hambre y quiero cocinar algo yo misma.

Al escuchar eso, Ezequiel se levantó.

—Vamos.

Ezequiel me llevó en auto a un gran centro comercial cercano. Agarré un carrito de compras, pero él notó que estaba luchando con él, así que gentilmente lo tomó de mis manos y dijo:

—Señorita Esquivel, concéntrate en lo que quieres comprar. Estaré justo a tu lado.

—¿Qué te gustaría comer? —le pregunté.

—Estoy bien con lo que sea —respondió Ezequiel.

—No puedes simplemente decir lo que sea. Vamos. Es la primera vez que cocino para ti. Soy una persona perezosa y Santiago rara vez tiene la oportunidad de probar mis habilidades culinarias. Déjame contarte un secreto: ¡puedo cocinar cualquier cosa!

Ezequiel sonrió con gentileza.

—¿De verdad?

—Sí, así que dime qué quieres.

—Eres increíble —me halagó.

Aceptando el elogio, pregunté:

—¿Qué te gustaría comer?

—Bueno… no lo sé —respondió de manera inocente—. No tengo preferencias particulares. Por lo general, mi asistente se encarga de mis comidas y las entrega en mi apartamento, así que no estoy seguro de qué comer.

—Eso es en verdad problemático. Mejor hagamos algunos platos caseros en lugar de algo extravagante. ¡Déjame ver qué tienen aquí!

—De acuerdo, iré con tu elección.

—Oh, tienen calabacín. ¿Quieres probar buñuelos de maíz y calabacín?

—Bueno, es una combinación interesante — Ezequiel asintió.

—También hay carne, ¡carne de res salteada con pimientos verdes! ¡Ya tenemos dos platillos! Y tal vez… ¿sopa de calabaza? Esa es la sopa. Hagamos también un salteado de verduras y berenjena a la parmesana. Hay costillas de cerdo, ¿qué tal unas costillas de cerdo asadas?

—Claro, las probaré más tarde.

—Entonces vayamos a elegir algunas costillas de cerdo.

Elegí las mejores costillas de cerdo y reuní todos los ingredientes necesarios. Pensé en cómo la cocina de Ezequiel nunca había sido utilizada, así que compré una variedad de condimentos y artículos que llenaron todo el carrito de compras. Su cocina estaba vacía, y también el refrigerador.

Agarré dos botellas de leche y las puse en el carrito de compras.

—Puedes tomar un vaso de leche todos los días. Compraré algunas frutas más tarde.

De repente, él dijo:

—Me gustan los mangos.

Fue la primera vez que expresó su preferencia por algo de comer.

—Está bien, entonces compremos más mangos.

Fuimos a la sección de frutas y seleccionamos mangos. Me preocupaba que no los terminara antes de que se echaran a perder, así que compramos suficientes para una semana y también elegimos algunas manzanas.

Con un carrito de compras lleno, nos dirigimos a la caja. Ezequiel quiso pagar, pero yo me negué, diciendo:

—Yo me encargo del pago. Fue mi idea cocinar, así que déjame pagar.

Ezequiel no insistió en el asunto de apenas unos veinte billetes. Después de pagar, Ezequiel y yo llevamos todas las bolsas llenas al garaje. Estaba exhausta cuando llegamos.

—Está muy lejos —exclamé.

—Señorita Esquivel, solo está a unos cientos de metros de distancia.

—No hago mucho ejercicio —Sonreí con incomodidad.

—De acuerdo, vamos a casa —Ezequiel sonrió con calidez.

«Dijo, vamos a casa… Su tono suena bastante agradable. Debe estar de mucho mejor humor ahora, ¿cierto?».

Cuando llegamos a casa, le dije a Ezequiel que descansara, pero él quería ayudarme. No me negué, y unos minutos después, al fin me di cuenta de por qué nunca cocinaba para sí mismo. ¡El hombre que parecía capaz en muchos aspectos resultó ser un desastre en la cocina, incluso cortándose mientras cortaba verduras!

—¿Tienes curitas? —pregunté. Ezequiel parecía no preocuparse por la herida.

—Sí, están en el cajón de la sala de estar.

Tomé su dedo, detuve el sangrado y lo llevé de vuelta a la sala de estar. Después de aplicarle el curita, suspiré impotente y dije:

—Eres tan torpe.

—¿Qué? —Él me miró sorprendido.

—¡Eze, eres tan torpe! ¡Mira el desastre que hiciste! Agua salpicada por todas partes y cosas aquí y allá. ¡Incluso te cortaste el dedo! Realmente no tienes habilidades para la vida.

Ezequiel escuchó mi queja y rio con incomodidad, explicando gentil y lastimosamente:

—Nunca he hecho esto antes.

—De acuerdo entonces, espera aquí.

—¿No puedo ayudarte? —preguntó decepcionado

—No, puedo manejarlo sola —le aseguré.

—Lo siento por causarte problemas —se disculpó como si hubiera cometido un grave error.

Era demasiado cauteloso, tanto que no podía soportarlo. Quería decirle algo desde el fondo de mi corazón. Quería que supiera mis sentimientos.

—Oh, no es nada. Me siento más apenada por haberte causado una lesión. Ezequiel… Eze, ¿puedo seguir llamándote así? Permíteme aclarar, no quiero que te sientas compadecido o que te dé lástima. Tan solo quiero valorarte… —Los ojos de Ezequiel se abrieron de sorpresa, y me miró con una expresión aturdida. Me agaché, sosteniendo su fría mano, y miré sus ojos mientras explicaba—. Eze, quiero valorar tu presencia como lo hicimos cuando éramos jóvenes. No se trata de amor romántico, sino de amistad y familia. ¡Siento que hemos superado la mera amistad! De verdad, confío mucho, mucho en ti. Permíteme darte un ejemplo. Si algún día enfrentara alguna adversidad, con Maya, tú y Lucas frente a mí, siendo Maya mi mejor amiga y Lucas mi hermano mayor, ¡elegiría creerte sin dudarlo si alguno de ustedes me mintiera! Si tú y Santiago me dijeran cosas diferentes, y tuviera que elegir a quién creer, ¡creería en ambos! No creo que ninguno de ustedes me engañaría; probablemente solo sea un malentendido o diferentes perspectivas. Siempre he estado segura de que las dos personas más confiables en este mundo son Santiago y tú —suspiré—. No sé por qué confío tanto en ti, pero en el fondo, esta confianza es real.

—¿Confías más en mí que en Lucas Yanez? —preguntó Eze asombrado.

«¿Eh? ¿Por qué no menciona a nadie más que a Lucas?».