Te regalo toda una vida de amor Capítulo 630

El viaje de Santiago a Islandia se retrasó. Era mediodía al regresar a Finlandia. Abrazó a Rita y a Pedro como si estuviera terminando una tarea. Luego, habló un rato con Elián antes de subir a descansar a su habitación. Al ver su expresión de cansancio, no pude evitar encontrarlo divertido, aunque me dio pena. Así, por la tarde, no perturbé su sueño volviendo a la habitación. Por la noche, yo misma preparé la cena para los niños.

No llamé a Santiago para que bajara a cenar con nosotros. Elián preguntó preocupado:

—Madre, ¿deberíamos esperar a papá para cenar juntos?

Negué con la cabeza y sonreí.

—Últimamente está muy cansado, así que no hay que molestarlo. Le llevaré la comida a la habitación más tarde.

—De acuerdo, te ayudaré.

Elián me ayudó a servir la comida e incluso tomó la iniciativa de lavar los platos después de cenar. Aunque teníamos personal doméstico para ocuparse de esas tareas, no rechacé su oferta. Al fin y al cabo, llevar una casa requería un esfuerzo colectivo. Animarlo a fregar los platos podía inculcarle el sentido de la responsabilidad y la diligencia. Parecía la forma correcta de educar a los niños, aunque yo no estaba del todo segura. Seguía los principios generales, y debería funcionar bien. Además, Elián era sensato y no necesitaba orientación constante. Su carácter no requería un cultivo deliberado, pero, como madre, aún tenía que asumir algunas responsabilidades.

Compartí estos pensamientos en el chat del grupo, y Maya no tardó en burlarse de mí.

«Gina, ten cuidado de no confundir a los niños. Deberías dejar que Santiago se encargara de su educación».

«…».

Me quedé sin palabras.

Emilia dijo:

«¡Pero Santiago también engaña a los jóvenes!».

Santiago, que había permanecido en silencio en el chat de grupo, respondió de repente con una elipsis:

«…».

¡Santiago estaba despierto!

Emilia nunca tuvo miedo de Santiago. Incluso continuó explicando:

«Los niños criados por ese Santiago frío y sin emociones resultarán fríos y poco interesantes. Lucas podría encajar mejor, pero es muy poco fiable. Después de pensarlo un poco, creo que la crianza libre es el mejor enfoque. Así que, Regina, no te preocupes demasiado».

La respuesta de Santiago fue concisa.

«Emilia, nos vemos mañana en la sede».

De inmediato, la actitud de Emilia cambió por completo.

«Santiago, me equivoqué. Por favor, perdóname. Por cierto, me siento un poco mareada. ¿Puedo tomarme el día libre mañana?».

Santiago no respondió a Emilia.

De hecho, no pronunció ni una palabra más en el chat de grupo.

Emilia me marcó con lástima.

—No me encuentro bien.

Le pregunté preocupada:

—¿Qué te pasa?

—Quiero tomarme el día libre y descansar en casa mañana.

Santiago es tu jefe, no yo.

—Regina, me duele otra vez el estómago.

Le dije resignada:

—De nada te servirá decírmelo. No soy tu jefe inmediato. Además, Santiago no te hará nada.

Cristóbal, que rara vez participaba en la charla, intervino:

«No tengas miedo, Emi».

Dejando el teléfono a un lado, llevé la comida arriba. En ese momento, Santiago se estaba cambiando de ropa en la habitación. Le pregunté:

—¿Vas a salir?

—Sí, tengo que ocuparme de unos asuntos en la empresa.

«¡Definitivamente no va a la empresa a ocuparse de Emilia! Santiago no es tan libre».

—Termina de comer antes de irte.

Santiago comió. Después de terminar la comida, me rodeó con sus brazos y dijo:

—Vete a la cama temprano. No me esperes.

—De acuerdo, ten cuidado con la herida.

Santiago me besó en la frente y se fue. Lo despedí escaleras abajo antes de volver a la habitación y preguntarle a Elián:

—¿Salimos a dar un paseo?

—Claro. Yo llevaré a Pedro.

Yo llevaba a Gina mientras Elián llevaba a Pedro. Gretel y Hansel salieron corriendo y se divirtieron al tener mi permiso. Sin embargo, eran bastante obedientes y siempre permanecían cerca de nosotros, como si temieran que los abandonáramos.

Le pregunté a Elián:

—¿Todavía tienes entrenamiento más tarde?

—Sí, necesito trabajar mi forma física, pero no puedo excederme ya que estoy en la pubertad. Así que hago ejercicios más suaves.

Pregunté con suavidad:

—¿Te sigue entrenando el mismo guardaespaldas?

—Sí, es muy bueno.

—Por supuesto, tu padre ha elegido al mejor para ti.

Elián asintió y dijo:

—Gracias.

—Ni lo menciones. Soy tu madre.

De repente, Elián pareció vacilar. La incertidumbre brilló en sus ojos. Intuyendo su conflicto interior, le pregunté qué le rondaba por la cabeza. Tras un momento de vacilación, dijo:

—He decidido no volver con la familia Destierro. Nunca me he sentido feliz allí. Quiero cambiar mi apellido para que coincida con el de mi padre.

¿Había tomado Elián tan pronto una decisión tan importante?

Le dije pacientemente:

—Tu padre te dio dos años para pensarlo con calma. Elián, tomes la decisión que tomes, estaré a tu lado. Mientras sea tu deseo, te apoyaré.

Hice una pausa y le recordé:

—Aún tienes dudas en tu corazón.

Sacudió la cabeza y explicó:

—Es que no estoy seguro de lo que puedo aportar a la familia Génova. Temo ser incapaz y que mi existencia los decepcione.

Lo tranquilicé con suavidad:

—Eso no ocurrirá. Eres mi hijo. No importa qué tipo de vida elijas o en qué tipo de persona te conviertas, yo te apoyaré. Formas parte de la familia Génova.

—Madre, quiero convertirme en una persona útil para la familia Génova. Quiero ser capaz de ayudar a Pedro. Sólo entonces podré devolverte tu amabilidad al acogerme.

Sacudí la cabeza con seriedad y dije:

—Te equivocas.

Elián preguntó, confundido:

—¿En qué me he equivocado?

—Elián, el propósito de que te adoptara nunca fue que fueras una mera compañía para Pedro. Ya hay muchas personas capaces en la familia Génova, y tú no tienes por qué ser una de ellas. Espero que entiendas que tienes tu propio futuro, ¡y no será peor que el de Pedro, ni peor que el de nadie! Eres único, hijo mío, y quiero que vivas para ti mismo. Sólo quiero que protejas a esta familia que te ha adoptado cuando tengas la capacidad de hacerlo. ¿Lo entiendes?

Los ojos de Elián se abrieron de par en par, sorprendido, e hizo una larga pausa antes de decirme:

—Regina, eres diferente. Tus ideas, tu forma de pensar, todo en ti es único. Te admiro de verdad.

Liberé una mano y le di un golpecito juguetón en la cabeza.

—Te estás pasando de la raya. ¡No me llames por mi nombre como antes! ¡Rita es tan enérgica! Cambiemos. Tú la sostendrás y yo sostendré al bien educado Pedro.

Intercambiamos a los niños que llevábamos en brazos y, después de caminar un rato, sentí que se me cansaban las piernas.

«Tal vez se debía a que las secuelas de mis heridas pasadas no habían desaparecido del todo».

Terminé pronto el paseo y me dirigí de nuevo a la casa. Preparé leche de fórmula para los gemelos, mientras Elián hacía ejercicio en el césped.

Empezó trotando.

De repente, pensé en Santiago.

«Él también debería hacer ejercicio con regularidad. Si no, no mantendría tan buena figura».

De hecho, todo le que hacía Santiago requería un nivel de perseverancia difícil de mantener para la gente corriente como nosotros.

Para él, es solo una forma de vida.

Parecía que rara vez había disfrutado de su vida.

La niñera me recordó:

—Señora Génova, la leche de fórmula es demasiado concentrada.

Vertí una pequeña cantidad y pregunté:

—¿Qué tal ahora?

—Sí, me parece muy bien.

Después de preparar la leche de fórmula para los niños, jugué un rato con ellos antes de subir. En cuanto me acosté en la cama, Amparo me invitó a jugar a un juego con ella.

Teníamos los micrófonos encendidos, y ella compartió conmigo sus últimas novedades, diciendo:

—¡Mañana me incorporo a una producción de rodaje! Pero acabo de recibir una noticia.

Mientras jugábamos, le pregunté:

—¿Qué noticias?

—La familia de Tadeo le pide que se aliste en el ejército.