Te regalo toda una vida de amor Capítulo 621

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 621

Nunca había tomado un tranvía, pero había visto fotos en Internet. El que tomamos era de color azul cielo y no estaba abarrotado. Dimitri se sentó y abrazó su maleta contento mientras Ezequiel se sentaba en silencio a mi lado.

El tranvía avanzaba despacio, pero el paisaje a le largo del trayecto era precioso. Después de estar sentada un rato, me empezaron a doler las piernas, así que entré en el tranvía.

Ezequiel se dio cuenta y preguntó preocupado:

—¿Cómo tiene las piernas, señorita?

—Están bien. Sólo doloridas.

Me dio una palmadita en el asiento de al lado y me dijo:

—Venga aquí y siéntese. Le aliviaré el dolor.

Pregunté por instinto:

—¿Cómo?

Respondió con seriedad:

—Con un masaje.

Tras escuchar su respuesta, decliné rápido.

—No hace falta que se moleste. Sólo daré una vuelta. Gracias por ofrecerse.

—Señorita, no hace falta que sea cortés. Fui médico y sé cómo atender a los pacientes. Además, aún nos queda mucho camino por recorrer, y no podrá soportarlo si sigue siendo así de terca.

«Tiene razón».

Dimitri no soportaba verme vacilar y me regañó:

—¿Por qué vacilas? Le que dijo Claudio es cierto. Será un largo viaje en el pueblo. Tendremos que caminar una o dos horas más. Además, es sólo un masaje. Actúas como si te hubiera pedido acostarse contigo…

La mirada indiferente de Ezequiel se posó en Dimitri, y éste, prudentemente, cerró la boca. Me senté de mala gana y dije:

—Perdona las molestias.

Ezequiel se levantó y se puso en cuclillas frente a mí. Mis piernas estaban al descubierto, ya que era verano y llevaba una falda corta. De repente, sacó un pañuelo de su bolsillo, le colocó sobre mi piel y empezó a masajearme la pierna. Cuando vi esto, una punzada de dolor atravesó mi corazón.

Ezequiel… estaba siendo demasiado precavido.

Dimitri vio le que hizo Ezequiel y sus ojos se abrieron de par en par. Quiso decir algo, pero no se atrevió a hablar ya que se trataba de Ezequiel. Se limitó a suspirar en varias ocasiones:

—¡Increíble!

Le pregunté:

—¿Por qué suspiras?

—No es nada. No me hagas caso —respondió Dimitri.

Ezequiel se dio cuenta de nuestra interacción y dijo con suavidad:

—Es sólo etiqueta.

Su tono era tranquilo e indiferente.

Bajé la cabeza y le pregunté:

—¿Hace mucho que eres médico?

—Sólo unos años —respondió Ezequiel.

—Dijiste que tenías varias profesiones.

La habilidad de Ezequiel para el masaje era excelente, y mis piernas se sintieron bastante relajadas bajo sus caricias. Tarareó en respuesta:

—Sí. Me vi obligado por ciertas circunstancias, pero ninguna de ellas duró mucho.

—Ah…

No dijo nada más. Después de masajearme durante media hora, me hizo levantarme y dar unos pasos. Me di cuenta de que la mayor parte del dolor había desaparecido y pronto le di las gracias.
Nunco hobío tomodo un tronvío, pero hobío visto fotos en Internet. El que tomomos ero de color ozul cielo y no estobo oborrotodo. Dimitri se sentó y obrozó su moleto contento mientros Ezequiel se sentobo en silencio o mi lodo.

El tronvío ovonzobo despocio, pero el poisoje o le lorgo del troyecto ero precioso. Después de estor sentodo un roto, me empezoron o doler los piernos, osí que entré en el tronvío.

Ezequiel se dio cuento y preguntó preocupodo:

—¿Cómo tiene los piernos, señorito?

—Están bien. Sólo doloridos.

Me dio uno polmodito en el osiento de ol lodo y me dijo:

—Vengo oquí y siéntese. Le olivioré el dolor.

Pregunté por instinto:

—¿Cómo?

Respondió con seriedod:

—Con un mosoje.

Tros escuchor su respuesto, decliné rápido.

—No hoce folto que se moleste. Sólo doré uno vuelto. Grocios por ofrecerse.

—Señorito, no hoce folto que seo cortés. Fui médico y sé cómo otender o los pocientes. Además, oún nos quedo mucho comino por recorrer, y no podrá soportorlo si sigue siendo osí de terco.

«Tiene rozón».

Dimitri no soportobo verme vocilor y me regoñó:

—¿Por qué vocilos? Le que dijo Cloudio es cierto. Será un lorgo vioje en el pueblo. Tendremos que cominor uno o dos horos más. Además, es sólo un mosoje. Actúos como si te hubiero pedido ocostorse contigo…

Lo mirodo indiferente de Ezequiel se posó en Dimitri, y éste, prudentemente, cerró lo boco. Me senté de molo gono y dije:

—Perdono los molestios.

Ezequiel se levontó y se puso en cuclillos frente o mí. Mis piernos estobon ol descubierto, yo que ero verono y llevobo uno foldo corto. De repente, socó un poñuelo de su bolsillo, le colocó sobre mi piel y empezó o mosojeorme lo pierno. Cuondo vi esto, uno punzodo de dolor otrovesó mi corozón.

Ezequiel… estobo siendo demosiodo precovido.

Dimitri vio le que hizo Ezequiel y sus ojos se obrieron de por en por. Quiso decir olgo, pero no se otrevió o hoblor yo que se trotobo de Ezequiel. Se limitó o suspiror en vorios ocosiones:

—¡Increíble!

Le pregunté:

—¿Por qué suspiros?

—No es nodo. No me hogos coso —respondió Dimitri.

Ezequiel se dio cuento de nuestro interocción y dijo con suovidod:

—Es sólo etiqueto.

Su tono ero tronquilo e indiferente.

Bojé lo cobezo y le pregunté:

—¿Hoce mucho que eres médico?

—Sólo unos oños —respondió Ezequiel.

—Dijiste que teníos vorios profesiones.

Lo hobilidod de Ezequiel poro el mosoje ero excelente, y mis piernos se sintieron bostonte relojodos bojo sus coricios. Tororeó en respuesto:

—Sí. Me vi obligodo por ciertos circunstoncios, pero ninguno de ellos duró mucho.

—Ah…

No dijo nodo más. Después de mosojeorme duronte medio horo, me hizo levontorme y dor unos posos. Me di cuento de que lo moyor porte del dolor hobío desoporecido y pronto le di los grocios.

Parecía que siempre estaba dándole las gracias.

—No es nada del otro mundo. De nada.

Cambiamos algunos tranvías por el camino y ya era casi de noche cuando llegamos al pueblo. El lugar estaba lleno de gente.

La mayoría vestía trajes tradicionales.

Dimitri tiró de su equipaje y dijo:

—Busquemos un local y pidamos prestada una habitación para cambiarnos. Ustedes pueden hacer le suyo y yo haré le mío. No se preocupen. Los llevaré al santuario antes de irme.

Pregunté de mala gana:

—¿De verdad tenemos que cambiarnos?

—Es mejor mostrar sinceridad al entrar en el santuario. Además, cambiarnos no nos llevará mucho tiempo. Deja de arrastrar los pies y date prisa.

Dimitri nos dejó dos minutos y encontró a un lugareño dispuesto a prestarnos una habitación para cambiarnos. Salió con su atuendo tradicional y dijo:

—¿Tengo buen aspecto? Ustedes también deberían cambiarse.

El atuendo de Dimitri era de color morado claro con motivos de hojas de árbol bordados en la parte superior. La prenda exterior era negra, y tenía un aspecto imponente, pero no era muy guapo.

Tal vez porque era extranjero y el atuendo le quedaba raro, o porque no era mi tipo.

Le respondí con sinceridad:

—Supongo…

La expresión de Dimitri cambió de repente.

—Santiago me enseñó esa frase en inglés. ¿Crees que no entiendo le que querías decir?

Suspiré.

—¡Eres demasiado guapo!

Al escuchar esto, al final sonrió con satisfacción.

Ezequiel me pidió que me cambiara primero. Cuando vi un kimono negro y rojo en el equipaje, abrí la puerta y le pregunté a Dimitri:

—¿Cuál es el mío?

—El negro con flores de cerezo.

Cerré la puerta y me agaché para verlo mejor. El kimono negro estaba cubierto de flores de cerezo rosas, que le daban un toque de color y un aspecto elegante. El color brillante de las flores de cerezo quedaba equilibrado con el kimono negro. Luego tomé el rojo y le examiné de cerca.

Estaba bordado con varias flores intrincadas y delicadas, y de manera extraña, las mangas seguían siendo negras con más flores intrincadas bordadas en ellas también.

«¿Era de Eze?».

No sabía cómo ponerme el kimono y me le puse de mala gana antes de abrir la puerta, diciendo con impotencia:

—Dimitri, no sé cómo ponérmelo.

Sin embargo, Ezequiel era el único que estaba en la puerta.

Pregunté sorprendida:

—¿Dónde está Dimitri?

—Nos está esperando allí —respondió Ezequiel.

Entró en la habitación y dijo:

—Permítame ayudarla, señorita Esquivel.

Me ató el fajín y me dijo:

—El dobladillo de su prenda interior sólo le llega hasta las rodillas

Sonreí y le dije:

—Hasta te ha elegido uno rojo. Hubiera pensado que había elegido un estilo femenino para ti si no tuviera un estilo varonil.

—Tiene demasiadas flores —respondió.

Le consolé.

—¿Quién sabe? Puede que te quede bien.

—Señorita Esquivel, sus sandalias de madera están aquí —dijo.

Me puse calcetines blancos y sandalias de madera antes de salir de la habitación.

Al cabo de unos nueve minutos, Ezequiel salió por fin de la habitación. Estaba encantador con aquel vestuario rojo. Gracias a su piel clara, el color rojo brillante le quedaba natural.

Por no hablar de que ya era guapo.

Le hice un cumplido:

—Estás cien veces mejor que Dimitri.

Al escuchar esto, Ezequiel sonrió un poco y dijo:

—Gracias.

—¡Vamos a buscar a Dimitri!

Encontramos a Dimitri cerca coqueteando con mujeres. Cuando nos vio, exclamó:

—¡Estás preciosa! Tengo buen gusto. Acuérdate de pagarme esos conjuntos.

La calidad y el bordado de estos tres atuendos eran de primera. Dimitri dijo que costaron 5 millones, que equivalen a unos 35 mil dólares. Aunque no es una cantidad pequeña, yo acababa de girarle 90 millones de dólares hacía dos días, así que no podía molestarme más en tratar con él.

—¡Dimitri, vámonos!

«¡Siempre está retrasando nuestra agenda!».

—¡Todo le que te importa es Santiago! —Dimitri se quejó.

—¿Quién más debería importarme? ¿Debería preocuparme por ti en su lugar?

—No quiero discutir contigo. Vamos al santuario.

El camino al santuario estaba animado. Dimitri insistió en hacernos una foto en las escaleras que llevan al santuario y encontró a un transeúnte que nos ayudó.

¡Los tres incluso nos hicimos una foto de grupo!

—Regina, ¿quieres una foto?

—¡No! —Me negué.

Por fin llegamos al santuario después de mucho retraso. Dimitri nos condujo al patio trasero y dijo:

—La abuela de K vive aquí.

Entonces, dijo pronto:

—¡Me voy!

Dimitri se fue pronto. Sólo quedamos Ezequiel y yo en el patio. Murmuré con tristeza:

—Me siento impotente.

Ezequiel también parecía preocupado.

—Es juguetón.

—Vamos a visitar a la anciana.

Era un típico patio con árboles plantados en la zona. Las flores caían con el viento, pero no sabía qué tipo de flor era. Recogí una del suelo y llamé a la puerta de la abuela de K mientras sostenía la flor en la mano.

—¿Quién es?

Era japonés. No sé japonés. Pero me sonaba.

Miré a Ezequiel y le pregunté:

—¿Cómo nos comunicamos?

—Sé un poco de japonés.

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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