Te regalo toda una vida de amor Capítulo 568

Las cosas que habían pasado en aquel entonces eran oscuras, pero la actitud de Antonio y de José me decía que alguien tenía la intención malévola de destruir la verdad. Ambos habían firmado un acuerdo de confidencialidad, y ambos trabajaban para los Genova. ¿Podía ser que Zacarías también fuera un guardaespaldas de los Genova? De pronto, pensé en ese detalle, que era crucial. Así que, ¿habría sido mi padre o Santiago quien había dudado de su lealtad? ¿O las cosas eran más complejas de lo que yo pensaba? No podía investigar mucho sobre el asunto. Cuanto más pensaba en eso, más crecía la sensación de que algo estaba mal, sin mencionar cuánto aumentaba mi curiosidad. Le puse un freno al tema para consolar a Olivia.

—No estés triste. La verdad saldrá a la luz tarde o temprano —dije. Ella asintió.

—Fue algo que sucedió hace nueve años. Aunque pensemos en eso, no podemos hacer nada. Puede que la verdad ya haya sido borrada por completo.

—Debes ser optimista, Olivia. —En cuanto terminamos de conversar, llegó Roberto a la planta baja y fue a charlar con Camilo, que estaba junto a nosotras. Se estaba haciendo tarde, así que, llegado el momento, decidí llevar a Elián conmigo al hospital para que se quedara allí de manera temporal. Quería que viviera en el chalé Esquivel, pero podía sentirse incómodo al tener que quedarse en un lugar desconocido el primer día. Como, después de todo, era yo quien lo había adoptado, simplemente lo llevé conmigo. Cuando íbamos en camino, le volví a decir al joven taciturno—: Puede que te resulte difícil llamarme «mamá», ya que no eres un niñito. Puedes decirme…

—Mamá. —Me interrumpió a la mitad de la oración.

—¿Eh? —Lo miré sorprendida.

—Me adoptaste. Estoy disfrutando de todo lo que me das y podré seguir haciéndolo en el futuro, así que lo más razonable es que te llame mamá. —Era extrañamente maduro. Sabía lo que era dar y recibir. Levanté una mano y le desordené el cabello.

—No es necesario que seas tan reservado. ¡Seré tu madre de aquí en más y te cuidaré durante el resto de tu vida! Te veré crecer sano, casarte, tener hijos… Claro que no espero que me traigas gloria. Solo quiero que seas feliz.

—¿No quieres verme tener éxito en mi carrera cuando crezca, mamá?

—No es eso, solo que me importan más tus emociones. —Le acaricié la cabeza con cariño—. Espero que te conviertas en alguien increíble cuando crezcas, pero, antes de eso, ¡quiero que seas feliz! Elián, te enviaré al colegio dentro de dos días para que continúes con tus estudios, cuando te acostumbres a estar en Bristonia. Y mañana te llevaré de nuevo al chalé Esquivel. Esa es mi casa. Por ahora, te quedarás en el hospital.

—¿Por qué en el hospital? —preguntó con curiosidad.

—Debo quedarme aquí por unos días por culpa de una herida. Planeaba dejarte en el chalé esta noche, pero como es tu primer día, te llevaré conmigo. Me preocupa que te sientas cohibido. —Al principio pareció que lo había tomado por sorpresa y solo articuló un «Gracias» después de un largo minuto. Luego, se quedó en silencio. Yo tampoco dije nada mientras observaba sus hombros delgados. Luego llegamos al hospital, donde Elián iba a pasar la noche en el sofá. Mientras buscaba una manta para taparlo, él se quitó los zapatos y fue al baño a darse una ducha. Cuando salió, vestía la camiseta de mangas cortas y los pantalones que le había comprado ese día. Era un jovencito apuesto, pero tenía una mirada llena de desolación, probablemente fruto de las cosas que había tenido que vivir cuando era más pequeño. Elián era una persona que había experimentado la volubilidad de la naturaleza humana—. ¿El agua estaba fría? —le pregunté. Él negó con la cabeza.

—Estaba bien.

—Bueno. El secador de cabello está ahí.

Mi idea era esperar a que terminara de secarse el cabello y preguntarle por qué había decidido, de repente, buscarme. Sin embargo, me preocupaba un poco que no quisiera contarme, por lo que me di por vencida y me recosté a revisar mi teléfono. Aún no había leído la información que me había enviado Joel. Abrí el documento y vi los archivos detallados de los progenitores de Elián. Su padre era un hombre de negocios de Campo Rosso, bien establecido, pero en una posición inferior a la de Daniel. La madre de Elián, por otro lado, era hija de una familia rica de Campo Rosso. Su matrimonio había sido una alianza entre los más cualificados.

Seguí bajando por la pantalla y vi que el matrimonio no había estado a la altura de la madre, y que la empresa del hombre solo había crecido en tamaño y fuerza después de casarse con ella. Era casi como mi matrimonio con Nicolás. Sin embargo, el hombre era un hombre cruel: poco después de usar a la madre de Elián para fortalecer su negocio, la había abandonado y se había casado con otra mujer, hija de un hombre adinerado de otra ciudad. Sirviéndose de la unión con esa otra mujer rica, usó su poder para seguir creciendo. Le tomó muchos años de dificultades, pero, al final, se puso a la par de Daniel. Era por eso que la familia de este último era la segunda en Campo Rosso: al parecer, el padre de Elián había sido el ingrato culpable.

¿Y la madre? Después de que el hombre la dejó, ella se llevó al niño a Francia. No obstante, su ambición la motivó a ocultar que tenía un hijo para poder casarse con un hombre de una familia local poderosa. Luego, hacía tres años, lo había abandonado. Elián había estado solo y sin hogar en Francia durante tres años, y el castillo de mi madre era su residencia permanente. El hecho de que él se hubiera referido a mi madre como «la duquesa», con tanto respeto, en nuestra primera charla, me daba la pauta de que ella debía haberlo tratado bien. Más allá de eso, la historia de que su madre era una amante que había arruinado una familia, y que la esposa legal del hombre la había amenazado para que se fuera a Francia, era mentira. Elián también había dicho que el hecho de que su madre lo abandonara había sido otra condición impuesta por la mujer despechada; sin embargo, en aquellos documentos decía que su madre había ocultado el hecho de que tenía un hijo, lo que indicaba que le había mentido a Elián para que no la odiara tanto. Estaba anonadada: ¿cómo podía existir alguien así? Yo también era madre y, en su lugar, jamás hubiera podido hacer algo tan cruel. Comencé a sentir pena por el niño. Me dolía pensar en cómo había vivido esos tres años. ¿Qué cosas había atravesado que lo habían convertido en una persona con un corazón tan duro que parecía haber vivido toda una vida? ¡Y pensar que solo tenía once años! No era más que un niñito de once años.

Al oírme suspirar, Elián, que había permanecido recostado en el sofá en silencio, preguntó de improviso:

—¿Por qué no me preguntaste el motivo por el que te busqué?

Bien. Es cierto que sentía curiosidad sobre la razón por la que había cambiado de parecer. Después de todo, en su momento él había insistido mucho en que no necesitaba mi empatía.

—Bueno, ¿por qué decidiste seguirme? —Le seguí el juego. Él se puso de pie de repente y me miró fijo con sus ojos hermosos. Antes le había dicho que ese par de ojos indescriptiblemente claros y fríos eran difíciles de encontrar en el mundo. Eran lo más valioso que tenía.

—Volví a ver a mi madre.

—¿Y dijo algo? —Mi corazón casi se detuvo.

—Dijo que, si me quedaba en Francia, me iban a descubrir tarde o temprano y eso alteraría su vida. También dijo que me había comprado un pasaje de avión para que fuera a donde estaba mi padre. Pero mi padre no podría interesarse menos por mí.

—¿Me buscaste porque no querías ir con tu padre?

—Ni mi padre ni mi madre merecen que ansíe estar con ellos ni que los busque. Aunque me quedara sin un lugar a dónde ir, no los buscaría. Pero justo cuando creí que ese era el caso, recordé lo que me habías dicho. Me diste una oportunidad y no me rechazaste…

—Yo cumplo mis promesas.

—Gracias, Regina. De ahora en adelante…