Te regalo toda una vida de amor Capítulo 511

Santiago siempre fue un hombre tranquilo y sensato. Nunca lo había visto entrar en pánico, así que sonreí.

—Gracias por ayudarme. —Me miró.

—El placer es mío. No es como si tuviera algo más importante en lo que gastarlo. He invertido casi todo el presupuesto en el cáncer de útero. No me importa cuánto dinero sea necesario, solo quiero resultados. O si no, despediré a todos. Después del caso de tu madre, he estado vigilando ese campo. Pase lo que pase, quiero tener el control. Tú eres la persona que más me importa. No dejaré que te pase nada. Quiero que permanezcas sana. —Era tan atento y cariñoso.

—Y tú me dices a mí que soy charlatana. Creí que me daría dolor de cabeza solo por todo ese discurso —le dije con los ojos anegados en lágrimas.

—Eres tan poco razonable. —Sonrió.

Le besé la mejilla y me llevó a la cabaña. Nos besamos un rato en la cama y luego nos sentamos a leer unos libros. Llegó la noche, y Amparo envió un mensaje en el grupo de conversación: «¿Quieren jugar una partida? Aquí hace mucho frío. Un clima ideal para jugar». «Hace calor aquí», escribí yo. «Bueno, aquí en Suiza hace un frío que te congelas». Maya se sumó a la conversación. «Estoy libre. Puedo jugar una partida o dos. Pero será mejor que te prepares, porque soy novata…». Amparo se burló: «Todo el mundo aquí es principiante, especialmente Regina. Mírala. Cero asesinatos y diez muertes. Es la peor jugadora de todas». Hice pucheros ante su comentario. Santiago también vio el mensaje.

—Se acaba de burlar de mí —dije con una expresión lastimera.

—Ignórala. Ella es la peor de todas. No sabe moverse tan bien como tú, y no sabe jugar bien en equipo, por no mencionar que un monstruo corriente de la jungla puede matar sin dificultad a su personaje. Lo único que hace bien es robarse los asesinatos de sus compañeros —comentó. De verdad se esforzó por consolarme.

Envié un mensaje al grupo con ese mismo argumento. Amparo no se atrevió a burlarse de Santi, así que envió un emoji ofendido. «No puedo creerlo, Santiago. Nunca te había visto inmiscuirte hasta ahora. Es una conversación de chicas, ¿sabes?». Sin embargo, Santiago la ignoró. Ni siquiera entró en el chat. Es más, ni siquiera utilizó su teléfono. Hacía días que no lo cargaba. Me pregunté cómo sobrellevaba el aburrimiento.

Emilia escribió: «Santiago solo está dándole ánimos a Regina. Y Regina quiere molestarte». Amparo protestó: «No soy una novata». Emilia añadió: «Pero eres la peor jugadora entre nosotros. Tienes que entrenarte». Tras eso, Amparo se quedó callada.

«No me lo puedo creer. Todos se están burlando de mí», se lamentó. Dejó el teléfono a un lado y apoyó la cabeza en la mesa, lo que le daba el aspecto de gatita desanimada. Cuando Tomás volvió de su sesión de fotos, se encontró a Amparo afligida. Se cambió los zapatos y entró a hacerle caricias en la cabeza.

—Pareces disgustada.

—Todos se ríen de mí —respondió ella cabizbaja.

Le pasó el teléfono a Tomás. Él revisó el historial de conversaciones antes de dejarlo en la mesa. Luego, le acarició la cabeza como si fuera su mascota.

—Eres una jugadora decente. He visto cómo juegan. Ninguna es mejor que yo.

—Bueno, son principiantes. —«Con que sigues triste, ¿eh?», pensó él y la abrazó.

—No te preocupes —dijo suavemente. Tomás era demasiado amable y Amparo no pudo evitar sonrojarse un poco.

—¿Qué has hecho hoy? —le preguntó, aferrándose a su camisa—. No puedo creer que tu representante te dejara ir, así como si nada.

—Un rodaje publicitario. Mañana tengo más trabajo, pero después puedo tomarme unos días. —Hizo una pausa antes de continuar—: ¿Volverás pronto? —La noche anterior, Tomás había oído que mencionaban a Alfredo, Cristóbal y Santiago mientras Amparo jugaba. Él era una celebridad y ellos eran capitalistas. Entonces, comprendió que la mujer que abrazaba no era una simple camarera, pero no le importó. Nunca le importó su identidad, ni siquiera cuando se enamoró de ella por primera vez. Frecuentaba aquella casa de té y se quedaba allí toda una tarde solo para verla. Le gustaba contemplarla yendo de un lado a otro, trabajando como una abejita. Solo había aceptado ese trabajo publicitario porque se había enterado de que Amparo estaba en Europa. Todo ese tiempo había estado intentando acercarse a ella a su manera. Puede que Amparo estuviese intentando conquistarlo, pero él también hacía lo mismo. Ambos sentían cosas por el otro.

—No volveré hasta finales de año. —Tomás dejó de hacer preguntas por si ella se ponía triste. Entonces, Amparo lo abrazó—. Haré lo posible por volver.

—Tómate tu tiempo. No tengo prisa.

—No podremos vernos mucho cuando volvamos, ¿no? —Inclinó la cabeza para mirarlo a los ojos—. Nuestra relación tiene que seguir siendo un secreto, después de todo.

—Dejaremos que las cosas sigan su curso. Incluso si lo hacemos público, todo irá bien. —A decir verdad, no le importaba mucho. Era posible que su representante y todos en la agencia enloquecieran, pero aun así él seguiría adelante con la relación. No la mantendría en secreto adrede, de lo contrario, sería injusto para Amparo.

—No puedes dejar que los fans se enteren —se apresuró a decir ella tras escuchar las palabras de Tomás—. Tu carrera depende de ello. Estás en tu mejor momento. No puedes arruinar tu trabajo solo por mi culpa. No quiero ser una carga para ti. Si estamos juntos, quiero que seas feliz, igual que yo lo soy contigo. —Ella era una mujer comprensiva, y él le acarició suavemente la cabeza mientras respondía:

—Fluiremos con la corriente. No te preocupes por eso.

—Apuesto a que tus fans me matarán. Mancillé a su ídolo, al fin y al cabo. Y hasta me tiene entre sus brazos. —Ante esto, él lanzó una carcajada. Entonces, Amparo recordó algo—. ¿Has besado a alguien antes? Ah, no me pondré celosa. Solo por curiosidad. Dicen que has dado tu primer beso en pantalla.

La iluminación de la habitación contribuía a crear un ambiente romántico. La atmósfera se había caldeado mientras la pareja se miraba a los ojos con intensidad. Si alguien hubiera visto el cariño que había en esas miradas, sin duda se moriría de envidia.

—Sí. Fue con una actriz, pero no sentí nada —dijo él en respuesta a su pregunta—. Espera, creía que eras mi fan. ¿Cómo es que no lo sabes?

—Soy tu fan, pero apenas he visto tus novelas. Puede que no me creas cuando te diga esto, pero no he tocado mi teléfono en dos años. Solo he visto tus películas en el cine, pero no las he visto todas. —«Huele tan bien», pensó ella y frotó la cabeza contra su pecho—. ¿Puedo besarte? —preguntó de repente. Tomás sintió que se le aceleraba el corazón. Nunca antes le habían hecho una pregunta así, y mucho menos había vivido una experiencia romántica con alguien. Sin embargo, sabía que aún no era el momento. Iban demasiado rápido.

—Si quieres aprovecharte de mí… —dijo mientras la miraba.

—¿Es algún tipo de frase de conquista? —Amparo levantó las cejas, sorprendida.

—No me molestaría tenerte más cerca.

—Espera, ¿esos son tus diálogos de alguna película? —preguntó la chica.

—Sip. ¿Te gusta?

Le encantaba lo cálida y acogedora que la hacía sentir. Sin decir nada más, deslizó las manos por debajo de su camiseta para hacerle cosquillas. Al final, ambos terminaron tendidos en el suelo, con Tomás inmovilizándola. Ella lo miró fijo a los ojos brillantes.

—Es mi primera vez. Ten cuidado, ¿sí? —Tomás, sorprendido, la soltó y tiró de ella hacia arriba.

—No iba a hacer eso.

—Creí que sí —dijo ella con una risita.

—Acabamos de empezar a salir, Eva. —«Ah, así que se preocupa por eso», se dijo ella.

—Pensé que ibas a acometer contra mí. —Él se congeló al oír eso.

—Basta, Eva. Ni siquiera estaba coqueteando contigo. —No debió haber dicho eso.