Te regalo toda una vida de amor Capítulo 381

¿Qué quería decir Fernanda con «no puedo más»? De repente, me acordé de que había mencionado una leve insuficiencia renal.

—¿Estás… ?

—No me queda mucho tiempo.

—¿No habías dicho que era…?

—De ahora en más no podré visitar más a Sammy. Como su tía, te pido, por favor, que cuides de ella por mí.

Parecía que Fernanda estaba dictando testamento y a mí me tocaba hacerme cargo de Sammy.

—Lo haré. Pero, por favor, quédate tranquila, aun así, creo que deberías…

Quise convencerla de que no perdiera la esperanza, pero volvió a interrumpirme.

—Gracias, Regina, pero ya es tarde. Me siento agotada, así que ahora volveré a descansar. —Y antes de que pudiera decir algo más, me colgó.

Volví a la sala con los ojos llorosos y vi que Santiago llevaba a Samanta en brazos. Por fin había dejado de llorar, pero seguía llamando a su madre, y que su figura fuera tan minúscula le daba un aspecto aún más lamentable. Por fortuna, también se le habían ido las ganas de vomitar. Quizá se había cansado después de llorar tanto y, por eso, no tardó en dormirse sobre los brazos de Santiago, con las lágrimas aún colgando de sus pestañas. Me acerqué y le acaricié el rostro.

—¿Dónde está Leonardo? —le pregunté a mi madre.

—Está trabajando mucho en El Solar, pero no estoy segura de lo que trama.

Leonardo se esforzaba mucho para darles a Fernanda y Samanta un hogar estable, pero a Fernanda no le quedaba mucho tiempo.

Después de que Santiago durmiera a Samanta, la dejó sobre la cama. Al cabo de un rato salimos del hospital. Camino a casa, no pude contenerme y me ahogaron en un mar de lágrimas.

—A la madre de Sammy le diagnosticaron insuficiencia renal. ¿Sabes por qué le pasó eso? Leonardo le insistió para que le donara un riñón a Camila y dio a luz a Sammy después de eso. Se sometió a una cesárea prematura porque su cuerpo no estaba lo suficientemente fuerte como para un parto natural. Santi, ella pensaba que su vida iba a mejorar después de tener a la bebé, pero a Sammy le diagnosticaron leucemia, y cuando la pequeña se recuperó, descubrieron que ella tenía una insuficiencia renal. De veras, tiene muy mala suerte —le conté.

Fernanda era la única heredera de su familia y también la presidenta del Corporativo Galván. Controlaba una ciudad entera, como yo. ¡Era una mujer que estaba en la cima! Pero, por desgracia, las mujeres como nosotras solíamos tener una vida miserable.

Después de colgar el teléfono, Fernanda contempló el cielo nocturno. La noche era oscura en El Solar, pero las estrellas brillaban con fuerza. Le gustaba su ciudad desde que era niña, porque era cálida y soleada; el cielo siempre permanecía azul. Había pensado que no volvería a mancharse tras regresar, luego de pasar un período en el extranjero, pero se las había arreglado para perseguir a un hombre hasta Bristonia, una ciudad lluviosa, fría y repleta de nieve, que a Fernanda nunca le gustó.

Pensar en el pasado la hacía sonreír. Recordó cuando conoció a Leonardo, que vivía en la pobreza y que no tenía nada a su nombre, y que, sin embargo, confiaba en poder mantenerla. Al principio no se sintió conmovida, pero, de algún modo, no se había atrevido a rechazarlo a causa de su gran entusiasmo. Lo había acompañado al pueblo diminuto donde vivía y habían tenido una vida feliz. Aunque él siempre causaba problemas y terminaba en la comisaría a menudo, siempre se salía con la suya gracias a su esposa, la presidenta del Corporativo Galván. Ella nunca buscó convencerlo de que controlara su mal genio y se portara bien con los demás, ni una sola vez, porque lo que más le gustaba de él era su carácter. Leonardo era irascible, directo, apasionado y sencillo, además de leal y de priorizar a sus hermanos. Era un hombre que valoraba la honradez, pero, por más irónico que pareciese, lo que ella más odiaba de él era lo correcto que era.

En cuanto Camila regresó a Bristonia, Leonardo quiso romper con Fernanda. Ella no sabía por qué la había dejado y tampoco se molestó en preguntarle la razón, ya que una mujer en su posición tenía su orgullo. Lo dejó marchar sin aferrarse a él, al tiempo que le deseaba buena salud y felicidad. A pesar de lo mucho que lo quería y de lo reacia que era a dejarlo, quiso darle su bendición, pues deseaba de verdad que tuviera una vida maravillosa, colmada de momentos alegres con su familia. «¿Qué rol juego ahora en la vida de Leonardo?», se preguntaba una y otra vez. Sentía que él la había abandonado con demasiada facilidad y sentía que él nunca la había querido.

Cuando Fernanda vio a Camila, ¡por fin comprendió su papel en la vida de Leonardo! Sus sospechas eran ciertas. Durante todo este tiempo, ella no había sido más que la sombra de otra mujer, una sombra que había sido abandonada sin saber siquiera el motivo.

Ahora Fernanda consideraba que había vivido una existencia miserable. Incluso su mejor amiga la regañaba por haber elegido a un pobre tipo que no la quería, ¿cómo era posible cuando ella era una chica que se había graduado como una de las mejores estudiantes del MIT y era la poderosa presidenta de un corporativo? A decir verdad, nunca fue capaz de entenderlo. Lo único que sabía era que lo amaba y que no se arrepentía de nada, pero le resultaba inaceptable ser solo la sombra de otra mujer. Una mujer tan importante como ella, ¿por qué debía sufrir tanto?